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Bright Star

Romance. Drama Inglaterra, siglo XIX. Crónica de la intensa historia de amor entre el poeta inglés John Keats (Ben Whishaw) y Fanny Bawne (Abbie Cornish). (FILMAFFINITY)
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
9 de noviembre de 2009
45 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
-"No deja poso, quizás un poco larga, una película romántica..."- ¿Por qué nos obstinamos en definir una película y criticarla utilizando los elementos que la caracterizan en si misma? Como decía esta alma sensible y quizás un emblema del romanticismo en sí mismo, Keates, la poesía como el intento de estar en el lago y sentir el lago y no nadar hasta la orilla. Este tipo de películas corren el riesgo de ser juzgadas como un intento de nadar a la orilla y no como haber sentido el lago en sí mismo.
Es lo que podemos "sentir" aquellos que además de sentidos tenemos sensibilidad pues aunque ambas palabras vengan de la misma raíz una es el superlativo sobre los demás.
Campion acierta y enmarca con gran maestría no solo una historia de amor sino una palabra que se ha desgastado con el uso y quizás se ha vulgarizado siendo un sucedáneo mas que ese sentimiento, manera de vivir y o de sufrir el amor. Thanatos y libido confluyen y mueren en ese lago que es el romanticismo y la poesía de Keates, para aquellos que han tenido la fortuna de leerla es resucitada no solo en palabras, sino en gestos, imágenes y silencios.
El guión no es rebuscado ni con grandes retos para la mente. El único reto quizás es saber leer el guión no escrito que Campion nos regala con sus fotogramas, con ciertas reminiscencias a ciertos cuadros del movimiento impresionista, y que los actores consiguen mostrar de manera notable con su interpretación.
La duración del metraje para algunos sobra pero repito, desde mi punto de vista, aplaudo y considero fundamental para entender las esperas y los vacios, la desesperación de un corazón enamorado.
El romanticismo en mayúsculas no pertenece a la sociedad de la comida rápida y quizás nuestros sentidos estén demasiado acelerados para saber cuándo una película es lenta o pierde fuelle o cuando muestra un pilar fundamental de ese estilo de vida y de sentir.
Para captar lo que este gran poeta hace en sus escritos hay que tener la paciencia y el amor suficiente para poder estar sentado durante horas y ser acariciado por el viento entre los sauces y dejar que las musas lleguen a tu lecho de hojas.
Aplaudo a Jane por haber sido tan sutil y delicada para realizar una maravillosa conmemoración del movimiento literario y de uno de sus símbolos que resplandece en el cielo como una "estrella brillante".
Invito a todos aquellos que no han visto la película que se adentren en el lago y dejen su cuerpo flotar para poder sentir todas las facetas de este magnífico poliedro del celuloide.
ivans
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24 de septiembre de 2010
29 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
De felicidad e infelicidad.

Estrella brillante, si fuera constante como tú,
no en solitario esplendor colgada de lo alto de la noche
y mirando, con eternos párpados abiertos,
como de naturaleza paciente, un insomne Eremita,
las móviles aguas en su religiosa tarea
de pura ablución alrededor de tierra de humanas riberas,
o de contemplación de la recién suavemente caída máscara
de nieve de las montañas y páramos.
No, aún todavía constante, todavía inamovible,
recostada sobre el maduro corazón de mi bello amor,
para sentir para siempre su suave henchirse y caer,
despierto por siempre en una dulce inquietud,
silencioso, silencioso para escuchar su tierno respirar,
y así vivir por siempre o si no, desvanecerme en la muerte.

Bright Star no es una poesía de John Keats. Es un retazo de ese sentimiento amoroso que algunos no llegarán a comprender. Puntada a puntada, el amor es placer y dolor, generosidad y egoísmo, es cotidiano y extraordinario, dulce y amargo, fugaz y eterno. Un instante, para toda la vida.

Jane Campion ha conseguido una película que, siendo muy clásica y arquetípica, esconde muchos contrastes. La frialdad de los amores victorianos, que a la vez esconde una pasión muy contenida pero palpable. O la bendita mediocridad del campo que a la vez esconde personalidades complejas. Personas sencillas capaces de ir más allá de las convenciones e historias de una época... pero en ella. Todo esto, por medio de un guión con buen ritmo, una estética visual preciosa y una historia sin alardes. Y el cuidado, cariño y delicadeza por cada detalle.

Y es que no decae nunca. Los primeros escarceos, las primeras miradas, los primeros momentos de desconcierto. La dificultad de expresar en palabras, los mensajes de amor, las mariposas, el dolor por la parquedad de la última carta... el motivo más nimio. O el momento cumbre de pasión: los besos en el río. Y lo es. Dejemos a un lado la figura del creador y de la musa. Centrémonos en disfrutar y sufrir el amor. Me pregunto si somos capaces de reconocernos en ellos.

Muy pocos saben engañar y transmitir algo que no se siente y vive.
Naran
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4 de septiembre de 2010
22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una de las escenas clave de esta hermosa película, John Keats se refiere a la normativa literaria como "cadáver"; en otra se siente indignado contra los nuevos "dandies". La normativa literaria que desprecia da la justa medida de lo que fue una de las bases fundamentales del Romanticismo como movimiento literario, las ansias de libertad creadora frente a los corsés de las poéticas del siglo XVIII que, desde Boileau, pretendieron una rigidez cuya mayor gloria se desarrolló durante la Ilustración, una época racional y "antirromántica" por excelencia, contra la que reacciona el nuevo movimiento, que es el de Keats. Los nuevos poetas que superarán el Romanticismo, esos dandies, los miembros de la nueva generación que apunta, son para él más o menos despreciables precisamente porque serán los llamados a superarlo (todo es volátil en esta vida), para abrirle las puertas al esteticismo (y, por cierto, a la gestación de otro gran genio de las letras inglesas, Oscar Wilde).

Todo eso está condensado en pocos minutos de "Bright Star", que no es sólo una historia de amor, sino una lección de literatura. Entiendo que haya a quien le resulte lenta y aburrida -por lo mismo que la gente de hoy no lee poesía ni literatura clásica, cosas que suponen un enorme esfuerzo intelectual- acostumbrada como está a que se lo den todo hecho, en el caso del cine con películas de acciones evidentes, manidas, carentes de interés real, pero con mucha acción, o muchos tiros, o mucha desenvoltura mediática.

Pero, esta película hay que verla de otro modo. Hay que verla reposado y reflexivo. Hay que adentrarse en las imágenes y permitirles que nos trasladen a un mundo que ya no existe pero que el guión de Jane Campion recrea para nosotros con sutileza, con sensibilidad. Los efectos que utiliza para mostrarnos los afanes amorosos y literarios de Keats son casi siempre fotográficos, lo que, frente a tanta mareante informática aplicada al cine, se agradece enormemente: la película abunda en macros (el comienzo con la aguja de coser es sencillamente extraordinario; las notas y cartas aparecen, en muchos casos, remarcadas por las hiperfocales...), en paisajes fotografiados con leves desenfoques selectivos que son un bálsamo para la vista, en composiciones pictóricas de la campiña inglesa, marco fundamental para la poesía del genio romántico...

Y no, no es en realidad una biografía de John Keats, sino una visión femenina de la última etapa de su vida; el personaje de Fanny, aunque real, parece extraído de una novela de Jane Austen, por su vitalidad, por su fuerza, por esa visión femenina del mundo que tanto contrasta con el mundo de hombres que rodea a Keats, representado por el bajuno Mr. Brown y el humo de sus cigarros que casi puede olerse en la sala.

Se agradece que, de vez en cuando, el cine actual nos depare alguna gran sorpresa como esta.
Lauro
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17 de octubre de 2010
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Keats pasó fugazmente por los dominios de esta dimensión sensorial y dolorosa, por este misterio de la vida. Puede que fuese como un soplo de aire de las brumosas colinas de Inglaterra, puede que fuese como un suspiro de amor, que surge de lo más ignoto del ser.
Sospecho que la Poesía nace de ese reducto que anida en todas partes y en ninguna, que no se sabe si es alma o cuerpo, o la fusión de los dos. Así, tan delicado como el terciopelo de un pétalo de rosa, Keats dejó su paso por el Valle de las Sombras, que él transformó en bosques de hadas y diosas, en lunas de sonrisa melancólica y estrellas como flores del cielo, en perpetuidad cazada en la cadencia y la musicalidad de las palabras que nunca podrán ser atrapadas.
Su contribución al Romanticismo, denostada y menospreciada en su día (pocos son profetas en su tierra), brilló con un fulgor muy inadvertido en las primeras décadas de un siglo que no estaba hecho para apreciar en plenitud la exuberancia de un arte rompedor. Un arte que se divorciaba del prosaísmo de la vulgaridad ordinaria y se daba la mano con las hojas de los árboles, los claros de luna, la Naturaleza en estado puro, los entes divinos y el Amor.
Si el malogrado Keats hubiese podido armonizar las urgencias de su espíritu con las demandas de su entorno, si las ansias de su interior hubiesen ido en consonancia con las necesidades externas, no habría conocido ese sufrimiento vital que lo hacía desgajarse en dos, que era lo que otorgaba a su arte aquel punto de desesperación, de desgarro. Y hoy día su nombre permanecería en la oscuridad. El poeta maduró su talento en el dolor de su amor irrealizable por Fanny Brawne, y de la consciencia de la muerte.
Los románticos, como si de una maldición se tratara, eran acosados por la enfermedad y por unos momentos difíciles para la lírica. La tuberculosis era la bestia negra, de tal modo que tiñó el pensamiento popular con su manto de asfixia y pulmones deshechos. La muerte se sentía muy próxima, sentada a los pies del lecho, llevándose a las personas más queridas, y esa circunstancia de brevedad de la vida y de casi improbable felicidad fue el aliciente para crear muchos de los poemas más maravillosos de la historia. Al igual que esas leyendas en las que algunos pájaros cantan con fuerza sobrenatural en el instante de morir, la poesía romántica sólo podía conocer su esplendor en lo efímero de una belleza rodeada de espinas.
El joven Keats cumplió con todos los requisitos. La tuberculosis fue su compañera inseparable. Carecía de ingresos suficientes para mantenerse con independencia, y recibía la ayuda y el apoyo constante de amigos que admiraban su don. Su obra fue implacablemente atosigada por las malas críticas. Y se enamoró de una muchacha con la que no podía casarse, porque sus precarios recursos económicos no le alcanzaban. Su esperanza se apoyaba en que alguno de sus libros se vendiese con holgura; pero eso sólo le sería concedido póstumamente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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7 de septiembre de 2010
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Intuyo que las críticas de esta película estarán muy polarizadas, porque pertenece a ese tipo de CINE (en mayúsculas) que sólo cala en un determinado estado de ánimo, y diría más, para un tipo de público particular (ni más particular ni menos particular que otros).

En mi caso, cuánto más pienso en Bright Star más convencido estoy que se trata de una película sublime y necesaria.

Sublime por su belleza (la auténtica bandera en la que se envuelve todo), por el gusto (con el que se teje puntada a puntada, y sin hilos, la historia), por el tacto (sutil y de una intensidad vaporosa como la de los protagonistas), por la vista (la dirección artística es sin duda de lo mejor, un fin en sí mismo, excepcional), por el oído (regalado por los numerosos pasajes de los poemas de Keats) y por el olfato (que recupera Jane Campion después de morir de éxito con su obra maestra 'El piano'). Sublime por el lirismo a ras de suelo de Fanny y de Keats, sublime por no caer en las tan habituales tentaciones melodramáticas, sublime por saber recrear ese mundo imaginario tan real, sublime por no magnificar gratuitamente la figura de Keats (y conseguir el efecto buscado).

Y necesaria porque de vez en cuando el CINE necesita dar a luz una estrella brillante, aunque sea un fugaz destello. Una Bright Star que inspire y provoque a los del séptimo arte.

Hay muchas lecturas de esta película. El gran poder de seducción y carisma de Fanny, por encima de el del propio Keats. Los valores y calamidades de aquella sociedad de principios del XIX. La fragilidad 'genuina' de algunos grandes genios ... pero por encima de todo destaca la belleza, "la belleza es la verdad, la verdad es belleza, esto es todo... lo que necesitas saber (John Keats)".

Para cerrar esta crítica no se me ocurre nada mejor que bautizarla con el epitafio de J.Keats: " «Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en el agua»

descansemos en paz ... y satisfechos
LUNERA
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