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¡Quiero vivir!

Drama Basada en hechos reales. Barbara Graham es una mujer de pésima reputación que frecuenta bares inmundos y que ha sido condenada por crímenes mezquinos. Dos conocidos suyos cometen un asesinato y, cuando los atrapan, empiezan a sospechar que Bárbara los ha delatado. Para vengarse, deciden inculparla y es condenada a muerte. La mañana del 3 de junio de 1955 entra en la cámara de gas de la penitenciaria de San Quintín (California). Duro ... [+]
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
8 de febrero de 2008
48 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Susan Hayward tenía la fuerza de un ser superior. La tuvo siempre y por eso se reflejaba perfectamente en los papeles más difíciles, los menos glamourosos como éste basado en la propia autobiografía de Barbara Graham quien tampoco se tuvo mucha piedad en su vida jalonada de dramas lacerantes.

La Hayward fue la auténtica Barbara Graham en este filme I Want to Live! en manos de un muy inspirado Robert Wise: ambos con el dinamismo de un canto ejemplar contra la pena de muerte, con el poderoso vigor de quien se sabe montando una causa justa "aunque vengan degollando" y no goce a la primera de los favores del público. Al final todo les salió muy bien, consiguiendo el mayor triunfo de ambas carreras.

La película en sí es de las que pone la piel de gallina desde el principio con una banda sonora jazzística muy bien creada y orquestada, pero es ella la que al fin logra el máximo premio del mundo del cine después de haber sido nominada cuatro o cinco veces, con el mérito extra de jugarse el todo por el todo con amor y desesperación, a la altura del poco atractivo personaje de una mujer con todas las apariencias en contra: sola frente al mundo con la necesidad de justicia por mayor bandera, interpretado como una gran actriz de las que hubo muy pocas, sobre todo si tenemos en cuenta que tuvo que aguantarse con numerosos personajes y numerosas películas muy por debajo de su talento: era una fuerza arrolladora en un mundo que no le correspondía adecuadamente.

Murió con sólo 57 años víctima de un cáncer cerebral. Se había casado por segunda vez y había tenido dos hijos. Los médicos se sorprendieron de su fortaleza sobrehumana, ya que resistía los empellones de la enfermedad al punto de superar en mucho el pronosticado final de su existencia. En las últimas semanas logró levantarse de la cama con ayuda de una serie de fuertes sedantes. Se arregló lo suficiente para sonreír con uno de sus característicos gestos y llegar al escenario. Por un momento parecía desmayarse. Charlton Heston, que la acompañaba, la socorrió, pero ella de inmediato se recompuso, recuperó la sonrisa y dijo que esta era la última vez que tenía el gusto de estar entre compañeros...

Genio y figura, personalidad desbordante de talento como pocas, tuvo los arrestos de estrenar el musical Mame en teatro, con gran èxito, y de abandonarlo poco después "porque no puedo con su partitura, he de reconocer que no soy la actriz adecuada, Celeste Holm, en cambio, me sustituirá con el talento que se necesita para sacar adelante esta gran historia de tía Mame, una mujer que supo arrear las banderas más difíciles para salir adelante, siempre con una sonrisa por bandera".
horacio
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6 de diciembre de 2013
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aún hoy en día se discute la culpabilidad o no de Barbara Graham, en un asesinato por el cual la mujer fue condenada a la pena máxima, que llegó a cumplir, en el 1955. El caso es que el director norteamericano Robert Wise se sirvió de tan popular caso, que tuvo una repercusión mediática enorme (la morbosidad del periodismo también aparece atacada en la película), para trasladar la historia a la gran pantalla, sólo tres años más tarde de la ejecución. Desgraciadamente a Wise le tiembla el pulso, y pese a que elabora una interesante película, la obra se centra más en su panfletaria visión contraria a la pena de muerte antes que desarrollar su vena dramática, pese a que en los momentos que lo hace, la película brilla con personalidad.

De hecho el propio Wise ya inicia la película afirmando mediante un rótulo que la historia es totalmente real, y también cierra de esta misma manera la película. Aunque cierto del todo no es, porque aún a día de hoy el caso no ha sido esclarecido. Digamos que Wise realiza ficción para seguir manteniendo las prioridades su objetivo principal. De hecho, el tono principal de cine negro, poco tiene que ver con el que domina mayoritariamente la película. En los primeros compases de la obra, el jazz más sensual y descarado hace su presencia, al igual que la magnífica actriz Susan Hayward (no en vano ganó al Oscar por su interpretación en esta película) con un claro paralelismo que realiza Wise entre la música licenciosa del Jazz y el de la protagonista. Pero, pese a las calidades totalmente amorales que demuestra nuestra protagonista, ¿Sería capaz de realizar un asesinato? Esta pregunta es la que el film trata de desarrollar a lo largo de la película. Wise descuida bastante la primera mitad del metraje, y no es extraño encontrar errores de montaje en el que los personajes aparecen y desaparecen cual vodevil teatral.

En cuanto la protagonista principal es capturada, el cine negro desaparece totalmente para que aparezca a función el drama carcelario, donde la amplitud de la película queda patente cuando se conoce la pena a muerte por la que es condenada la protagonista. El problema es que Wise se pierde ante su discurso que pese a lo elogiable que resulta (avanzado para su tiempo), deja a la película un tanto coja. Lo que se impone sobre todo no son las argucias con las que intentan derribar judicialmente a la protagonista, sino la personalidad y su voluntad de vivir, que son las que dan cuerpo y alma a la película. Susan Hayward es capaz de elaborar una gran riqueza de contrastes, controlando un personaje que se mueve entre la amabilidad, el desenfreno total, el mal humor pero que ante todo, y cómo acabará exclamando finalmente, lo que quiere es simplemente vivir. Merecidísimo el oscar que consiguió Hayward por su interpretación. Pese a que la actriz murió relativamente joven, para siempre nos quedarán sus gestos de desesperación con los que fue captar los horribles pensamientos que suceden en la mente de un condenado a muete. Ni Daniel Brühl (en Salvador 2006), ni Sean Penn (en pena de muerte 1995) han llegado a un nivel tan estremecedor con el que nos ofrece la protagonista de ¡Quiero Vivir!.de Robert Wise.

Sin duda, aparte de la magistral interpretación de Hayward, una de las mejores bazas de la película es el ataque frontal que realiza Wise sobre el sistema judicial podrido de los Estados Unidos. Es cierto que millares de películas ya nos han hablado sobre la justicia norteamericana, pero pocas tocan el tema de la manera como lo aborda Wise en la película, dejando al descubierto muchas de sus fracturas. Y es que no es sólo que ningún abogado quiera defender a la acusada (por miedo a que se la relacione con un caso que parece perdido de antemano) sino que incluso la policía llega a inmiscuirse directamente en el proceso, mediante la colocación de una trampa que demuestra la poca ética de la supuesta justicia.

A destacar la magnífica secuencia final, con la que Wise cierra su ataque a las consciencias que aún abogan por la condena capital. Todo, mediante el silencio más sepulcral y la unión de la cotidianeidad con la que se opera la muerte. Mientras la muchacha avanza despavorida, con los ojos vendados por no querer ver la prensa que la ha condenado, el director nos muestra la profesionalidad con la que algunos trabajan con la muerte (como un negocio más, Wise se centra en los elementos técnicos y mecánicos que no hacen más que aumentar la desesperación). Delante de tan dantesco espectáculo, una multitud llena de fantasmas que no es capaz de moverse por tratar de salvarla. Después de este silencio, el director nos muestra como la gente abandona el proceso mortal, mientras de nuevo volvemos a escuchar la ornamentación musical. Como si no hubiera pasado absolutamente nada.

http://neokunst.wordpress.com/2013/12/06/quiero-vivir/
Kyrios
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29 de diciembre de 2013
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡QUIERO VIVIR¡ se basa en el caso real de la condenada a muerte por el asesinato de una anciana, Bárbara Graham (Susan Hayward), una mujer de pésima reputación que tras una infancia en una familia desestructurada, deambula por bares a la búsqueda de dinero fácil, que obtiene de hombres a los que seduce y engaña, aunque intenta encauzar el rumbo de su vida y se casa y tiene un hijo, su matrimonio no arregla sus problemas y regresa a su vida anterior, esta vez con las consecuencias trágicas antes comentadas.

La película comienza con el frenético relato de la mala vida de la Graham y constituye una brillantísima primera media hora, movida por el ánimo desbocado de una mujer “sátira, astuta, con alma de tigresa, con la mala suerte de ser joven, amoral, atractiva, y culpable hasta el cuello”, tal como la describe uno de los periodistas. Frente a ese sensacionalismo y el linchamiento moral, Wise propone un intento de veracidad, conjugando un cierto tono documental y periodístico con la progresiva relajación del tempo de la película, sustituyendo las atrevidas elipsis de la primera parte, por un estiramiento de los minutos, para ir llegando al tormento interior de esa mujer que no tiene por qué sufrir la tortura de una muerte lenta, independientemente de si es o no culpable, según la tesis contra la pena máxima que esgrime Wise. El director se esmera en la creación de una tensión casi insoportable con todos los detalles que preceden a la muerte de la condenada: el descubrimiento de la cámara de gas, la minuciosa preparación de las bolsas que producirán el gas letal, la última comida, la confesión, el lento paso del tiempo, las palancas y mecanismos asesinos, el público morboso que va a ver la ejecución, la posibilidad de un indulto a través del teléfono, el aplazamiento momentáneo y torturador, la llegada inminente de la muerte...

Robert Wise fue uno de los más grandes y versátiles cineastas de Hollywood, un todo terreno que igual te hacía “Star Trek” como “West Side Story”, o películas de la talla de “Marcado por el odio”, “La torre de los ambiciosos”, “La amenaza de Andrómeda”, o la mencionada “¡Quiero vivir!, pero lo que realmente destaca sobre el resto, es una actriz, una extraordinaria mujer actuando en una película. Susan Hayward tiene algo que le añade un punto extra a cada escena en la que aparece, un toque entre vulgar y macarra, por un lado, pero al mismo tiempo delicado y frágil, por otro, todo ello nos lo muestra en esta película, en un papel por el que consiguió el Oscar a la Mejor actriz gracias a su sensacional y angustiosa interpretación.

Una historia conmovedora que te mantendrá en un constante estado de suspense. Una magnífica película.
Juan Marey
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28 de noviembre de 2005
18 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
El guión, de la mano de Gidding y Don Mankiewicz, y la puesta en escena, que tenemos que agradecer al siempre profesional en este aspecto Robert Wise, están hechos a prueba de bombas.
Han conseguido el drama contra la pena de muerte más agobiante que recuerdo, aunque no el mejor (recordemos "Senderos de Gloria", por ejemplo).

Lo único que no me gustó tanto como esperaba fue la actuación de Susan Hayward. Es muy irregular, alternando momentos sublimes con otros más flojillos como son la mayoría de sus arrogancias o cuando berrea convulsa en lugar de llorar (fallo de la actriz, desde luego no del guión ni, creo, del director).
jastarloa
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26 de noviembre de 2006
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de más fama que calidad, hecha por y para la pelirroja Susan Hayward, que ganaría el Oscar por su interpretación de una mujer, ex-prostituta, condenada con la pena de muerte a través de la cámara de gas.
La película se inspiró en hechos reales y en artículos periodísticos, con los que su autor ganó el premio Pullitzer. Se trata de una buena película, sólida y sobria, que aún pudiendo caer a veces en el desmelenamiento es controlada por Wise y ahí está lo mejor del film: su última media hora. Música, muy apreciada por algunos, de Johnny Mandel.
kafka
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