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Luna caliente

Thriller. Drama Un poeta (Eduard Fernández) autoexiliado de la España franquista regresa a España coincidiendo con el proceso de Burgos, en otoño de 1970, en el que se enjuicia a varias personas relacionadas con la banda terrorista ETA. El poeta visitará a un opositor político, uno de los miembros de la resistencia, y se sentirá inmediatamente atraído por su joven hija (Thaïs Blume)... Adaptación libre de la novela del argentino Mempo Giardinelli. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
16 de noviembre de 2009
18 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
El veterano e incansable Vicente Aranda vuelve a las andadas con esta adaptación de la novela del argentino Mempo Giardinelli, cuya acción traslada a un Burgos en el centro del huracán debido a aquel Proceso que en 1975 acabó con las últimas ejecuciones del decadente régimen franquista.
Pero lejos de elaborar una lectura política de cualquier signo, el director sigue fiel a sí mismo y vuelve a colocar al erotismo más carnal y perturbador en el centro de la acción. De esta manera, el contexto funciona casi como una cortina de humo que se llega a revertir avanzado el metraje, con un resultado un tanto desconcertante y a ratos divertido.
El director renuncia a cualquier aventura narrativa o formal y se apoya en la linealidad y en una música muy presente, incluso a veces rimbombante, para dotar de intriga a un relato muy inmerso en la tónica del maestro Alfred Hithcock, desde un accidente cuyo salida no hace sino generar más catástrofe, el protagonista atormentado y bipolar (aparecen varios rótulos con citas de Dr. Jeckyll y Mr. Hyde insertadas a modo de transición entre diferentes capítulos) hasta un escenario propicio para un buen 'McGuffin'.
La principal característica de la película es su permanente espíritu provocativo, algo a lo que el cineasta nos tiene acostumbrados, para bien y para mal. De hecho, aquí la provocación opera a múltiples niveles que se superponen, con más pericia que torpeza. Empezando por el más, digamos grave, de todos, el de una joven, con aire de 'lolita' y apasionada de la poesía, que al ser violada se vuelve totalmente ninfómana con un intenso deseo hacia su agresor. Igualmente aquí yace otro nivel, secundario, pero a tener en cuenta: el de la derrota del romanticismo ante el deseo carnal.
La relativa banalización del contexto del Proceso de Burgos, sometido al servicio de la intriga, funciona como otro nivel de provocación, al hacer primar sin duda el individualismo y la salvación personal a la conciencia política y la salvación colectiva. Al mismo tiempo que dibuja a los brazos ejecutores del régimen como mercenarios fantoches con un agudo sentido del humor, que no vacilan al anteponer la 'causa nacional' a la resolución y condena de crímenes atroces de índole local. Así como la crítica latente a los intelectuales, apolíticos o combativos, desde la inmoralidad infame hasta el alcoholismo empedernido.
Luego ya encontramos un tercer nivel de provocación en esos momentos más puntuales que nos pueden llevar tanto a la carcajada como a la indignación, como son la escena de sexo anal en pleno desarrollo de un velatorio o el polvo en el lecho familiar con las madres de ambos amantes de cerca presentes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Skorpio
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3 de febrero de 2010
18 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras el descalabro de Canciones de amor en Lolita’s club, el veterano Vicente Aranda vuelve a intentarlo con el género que tradicionalmente le ha sido más propicio: la crónica negra castiza.

Luna Caliente está contextualizada en Burgos, durante el famoso proceso que tuvo lugar en los 70 en dicha localidad castellana. El personaje interpretado por el catalán Eduard Fernández -un poeta, dignatario de la UNESCO, que se encuentra en España de Vacaciones- se ve envuelto en una espiral de pasión enfermiza y crímenes que le hará perder toda ética e integridad personal.

Crítica explícita al pragmatismo y al escaso compromiso antifranquista de algunos intelectuales de la época, Luna Caliente es un film de desarrollo tramposo, que además está torpemente puntuado por constantes (y pretenciosos) aforismos. La historia pierde cualquier atisbo de seriedad a causa de un erotismo de traca y barracón (algunas escenas son verdaderamente sonrojantes por su naturaleza forzada e innecesaria), y de unos diálogos ridículos, sin profundidad alguna.

Si se acortara su metraje, Luna caliente bien podría haber formado parte en la década de los 80 de la exitosa serie La huella del crimen, aunque hoy es la confirmación incuestionable de que Aranda, a sus 83 años de edad, es un director totalmente fuera de honda. Si España tuviera unos premios homólogos a los Razzie, nos hallaríamos ante una sólida candidata a llevarse una ristra de premios.

Lo mejor: Sin duda, la voluptuosidad de la debutante Thaïs Blume.
Lo peor: Todo lo demás.
FERNANDO BERMEJO
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4 de febrero de 2010
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los cineastas longevos están de moda... o por lo menos se resisten a ser barridos por las ingentes hornadas de jóvenes directores que piden a gritos ser el centro de atención. Así, en pocas semanas nos han llegado los nuevos trabajos de Clint Eastwood, Michael Haneke, Werner Herzog, y cómo no, del incombustible Manoel de Oliveira. Todos ellos auténticos dinosaurios (por aquello de pertenecer a una industria que suele mirar con malos ojos la edad avanzada) pero que con todo merecimiento siguen dando mucho que hablar cada vez que aparecen en escena. Aquí en España uno de estos casos es sin duda el de Vicente Aranda, un autor que a sus 84 años de edad sigue manteniendo un ritmo de producción asombroso, a la vez que levanta controversias debido principalmente a su acercamiento a temas poco... aptos (o bajo perspectivas algo subiditas de tono).

En este aspecto ‘Luna caliente’, adaptación libre de la novela homónima de Mempo Giardinelli, encaja a la perfección con el modus operandi de Aranda. Esto es, una espiral tremenda de sexo y violencia que empieza a gestarse desde los primeros compases, y obviamente, como la bola de nieve que va cayendo por la pendiente, va haciéndose más y más grande. Lo que cabe preguntarse es si detrás de las voluptuosas curvas de Thaïs Blume hay un mensaje implícito, o simplemente el regocijo de ver a la despampanante hija del doctor montándoselo compulsivamente con el artista calenturiento.

Las frases que marcan el inicio o el fin de cada capítulo (un recurso a medio camino entre la pedantería y la ayuda caritativa para todos aquellos a quienes nos cueste enterarnos de qué va realmente el asunto) dejan constancia de adónde quiere llegar el director. En efecto, ya sea por las personas o personajes que citan, ya sea por el propio mensaje que desprenden, se nos inculca constantemente la idea de la bipolaridad. El propio protagonista adolece de este “mal”. Es una persona respetable tanto a nivel institucional como artístico; tanto fuera como dentro de España, donde los peces gordos se lo rifan para ayudarles a perpetuar el régimen dictatorial, pero que demasiado a menudo se transforma en una bestia, lo cual conlleva siempre funestas consecuencias.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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2 de octubre de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La estructuración de la película es algo extraña. Mayormente se podría clasificar como de suspense pero lleva toques de tragedia situados de una forma poco racional.

Las reacciones de los personajes teniendo en cuenta la época, son en gran parte, poco o nada parecidas a las que eran habituales en aquellos años o a las que se esperaría de un militante antifranquista.

Como puntos buenos tiene, por un lado, la actuación de Ramona (Thaïs Blume) que destaca no solo por su atractivo sino por su buena interpretación. Y por el otro, su patente crítica a la policía corrupta del franquismo.
Gat de Nit
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21 de marzo de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es que, si acaso, Luna caliente hubiera transmitido con verdadera precisión su mensaje, esta sería una peli para recordar, pero la transición entre la idea y la puesta en práctica no resultó todo lo feliz que debiera ser.

Porque hay en Carlos Villa dos hombres, tal como en la novela de Stevensson, un sujeto racional y un sujeto animal, destructivo. Pero en esa novela había un contexto científico, ciertamente racionalista, que otorgaba un mensaje completamente distinto a su lectura. En esta peli, netamente moderna pero anclada al franquismo, no podemos separar el instinto lascivo y destructor del protagonista de su contexto socio político. Entonces la lectura es distinta: en Doctor Jeckyll se temía a los impulsos humanos dentro de un medio racional; en Luna caliente se teme al franquismo, exactamente la otra cara, o sea su contexto social.

Pero hay tres factores dando vueltas: el contexto, el "crimen" y la relación carnal. En los tres ámbitos asistimos al mismo fenómeno: un contexto animalizado, un crimen animalizado y una relación animalizada como producto de un hecho abrupto. Se pretende una doble lectura sobre un universo que en realidad admite una sola. O sea, la película funciona solamente en su versión superficial, como un policial puro y duro, mientras que a la hora de profundizar en los hechos, que lo intenta dadas las citas literarias y tanto adorno político, se patina seriamente.
Juan Rúas
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