Pacto siniestro
1951 

7,8
22.488
Intriga. Thriller. Cine negro
Inspirada en la novela homónima de Patricia Higsmith. Durante un viaje en tren, Guy, un joven campeón de tenis (Farley Granger), es abordado por Bruno (Walker), un joven que conoce su vida y milagros a través de la prensa y que, inesperadamente, le propone un doble asesinato, pero intercambiando las víctimas con el fin de garantizarse recíprocamente la impunidad. Así podrían resolver sus respectivos problemas: él suprimiría a la mujer ... [+]
31 de julio de 2019
31 de julio de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las obras que más he disfrutado de Hitchcock. Menuda mano tenía este hombre para dirigir, es un don natural. En esta película podemos disfrutar de algunos de los mejores planos de la filmografía de este director, véase: la escena inicial enfocando a los zapatos (increíblemente envolvente), el plano desde el frontal del tren y el genial plano del asesinato reflejado en las gafas.
Una película muy entretenida, Hitchcock sabía que para hacer buen cine debía entretener al público, y siempre lo conseguía. Tiene películas mejores y peores, pero todas entretenidas.
El momento final en el tiovivo es caótico y estresante por momentos, aunque su desenlace no es magistral, como sí lo es en "La Soga".
En definitiva, una película notable, y por supuesto, totalmente recomendable.
Una película muy entretenida, Hitchcock sabía que para hacer buen cine debía entretener al público, y siempre lo conseguía. Tiene películas mejores y peores, pero todas entretenidas.
El momento final en el tiovivo es caótico y estresante por momentos, aunque su desenlace no es magistral, como sí lo es en "La Soga".
En definitiva, una película notable, y por supuesto, totalmente recomendable.
5 de abril de 2020
5 de abril de 2020
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sólido thriller rodado con una portentosa fotografía en blanco y negro de Robert Burks, "Extraños en un tren" permanece en la memoria como uno de los mejores films del señor Hitchcock. Después del fracaso de sus anteriores películas y de su productora Transatlantic, el director británico volvió a territorio seguro con la adaptación de la novela homónima de Patricia Highsmith. El guión se lo encargó al fantástico autor de novela negra Raymond Chandler, si bien su relación con Hitchcock no fue nada buena, debiendo terminar el trabajo Czenzi Ormonde, ayudante de Ben Hecht. El orondo director no quedó muy satisfecho con el guión, tal y como relató a Truffaut en su famoso libro. Y es precisamente ahí donde la película no es del todo redonda, ya que la historia, después de un arranque expositivo portentoso, presenta algunos agujeros e incoherencias, sobre todo en el tramo final. Sin embargo, es tal la maestría de la narrativa, la sucesión de escenas visualmente impactantes y el suspense a lo largo de todo el metraje, que el espectador, atrapado en su butaca, se ve empujado a la suspensión de la incredulidad. Esto es algo muy recomendable para disfrutar del cine de sir Alfred, porque es bien conocido que, incluso en sus mejores películas, siempre hay situaciones que no resistirían un análisis lógico pormenorizado. Y es aquí donde entran los llamados "amigos de la verosimilitud", que tal y como se ve en ciertas críticas, son capaces de tirar por tierra todos los aciertos y hallazgos cinematográficos de una obra como esta por el mero hecho de que la historia no siga las leyes de la lógica. Refiriéndonos a las propias palabras del realizador, otros autores aspiraban a rodar trozos de vida, mientras que él rodaba trozos de pastel.
Y menudo festín nos legó a los cinéfilos. Ya desde el inicio, con esa magnífica presentación de los dos protagonistas a través de sus zapatos, hasta su fortuito encuentro, acompañado con ese bello plano metafórico de las vías que convergen y se separan. Por no hablar de la muy comentada escena del asesinato, con ese plano inverosímil. Cine en estado puro. Y este es otro punto importante, ya que a Hitchcock también se le acusa de aligerar la profundidad de la historia en beneficio del espectáculo. Pero no hay que olvidar que lo que más le interesa siempre al director es el aspecto visual de la obra y mantener en tensión al espectador, algo que queda claro en escenas como el tour de force del clímax en el tiovivo, o el magistral montaje en paralelo del partido de tenis de Guy y el extravío de Bruno del mechero, donde juega con el tiempo a su antojo. Y es que el lenguaje cinematográfico es muy distinto al literario, ya que, volviendo a citar a Hitchcock, el trabajo del novelista consiste en llenar las páginas de palabras, mientras que el cineasta tiene que rellenar el encuadre de imágenes.
No obstante, pese a los recortes que sufrió el material literario de base y a los estrictos códigos que regían en el Hollywood de los años 50, nos encontramos ante una historia muy oscura (no en vano estuvo censurada en España durante más de diez años). Es especialmente brillante el retrato del villano, Bruno, interpretado por un Robert Walker apabullante, y la dualidad existente con Guy Haines. Bruno es un demente, pero también representa el lado oscuro del protagonista. Guy no se atreve a asesinar a su mujer, porque es moralmente reprobable, pero si pudiera lo haría, y de hecho se beneficia de la acción de Bruno. Por lo tanto es un asesino en potencia, pero cobarde, pues es su doble demoníaco quien le resuelve la papeleta. En ese sentido la elección de un actor como Farley Granger, que parece demasiado débil para su papel, en mi opinión ahonda en esa dirección. Da la impresión en efecto de que Hitchcock retrata a este personaje arribista con cierto desprecio. No cae especialmente simpático al espectador, y su relación con la hija del senador parece una herramienta más para ascender en la escala social. Por tanto, los dilemas morales que presenta la película y la ambigua relación entre Guy y Bruno dotan al film de unos parámetros cercanos al cine negro, y lo hacen más rico si cabe.
En definitiva, pese a sus imperfecciones (especialmente su precipitado final), se puede decir que "Extraños en un tren" es uno de los thrillers más potentes de Hitchcock, que no es decir poco. Comento un detalle en spoiler.
Y menudo festín nos legó a los cinéfilos. Ya desde el inicio, con esa magnífica presentación de los dos protagonistas a través de sus zapatos, hasta su fortuito encuentro, acompañado con ese bello plano metafórico de las vías que convergen y se separan. Por no hablar de la muy comentada escena del asesinato, con ese plano inverosímil. Cine en estado puro. Y este es otro punto importante, ya que a Hitchcock también se le acusa de aligerar la profundidad de la historia en beneficio del espectáculo. Pero no hay que olvidar que lo que más le interesa siempre al director es el aspecto visual de la obra y mantener en tensión al espectador, algo que queda claro en escenas como el tour de force del clímax en el tiovivo, o el magistral montaje en paralelo del partido de tenis de Guy y el extravío de Bruno del mechero, donde juega con el tiempo a su antojo. Y es que el lenguaje cinematográfico es muy distinto al literario, ya que, volviendo a citar a Hitchcock, el trabajo del novelista consiste en llenar las páginas de palabras, mientras que el cineasta tiene que rellenar el encuadre de imágenes.
No obstante, pese a los recortes que sufrió el material literario de base y a los estrictos códigos que regían en el Hollywood de los años 50, nos encontramos ante una historia muy oscura (no en vano estuvo censurada en España durante más de diez años). Es especialmente brillante el retrato del villano, Bruno, interpretado por un Robert Walker apabullante, y la dualidad existente con Guy Haines. Bruno es un demente, pero también representa el lado oscuro del protagonista. Guy no se atreve a asesinar a su mujer, porque es moralmente reprobable, pero si pudiera lo haría, y de hecho se beneficia de la acción de Bruno. Por lo tanto es un asesino en potencia, pero cobarde, pues es su doble demoníaco quien le resuelve la papeleta. En ese sentido la elección de un actor como Farley Granger, que parece demasiado débil para su papel, en mi opinión ahonda en esa dirección. Da la impresión en efecto de que Hitchcock retrata a este personaje arribista con cierto desprecio. No cae especialmente simpático al espectador, y su relación con la hija del senador parece una herramienta más para ascender en la escala social. Por tanto, los dilemas morales que presenta la película y la ambigua relación entre Guy y Bruno dotan al film de unos parámetros cercanos al cine negro, y lo hacen más rico si cabe.
En definitiva, pese a sus imperfecciones (especialmente su precipitado final), se puede decir que "Extraños en un tren" es uno de los thrillers más potentes de Hitchcock, que no es decir poco. Comento un detalle en spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Me parece maravilloso el momento en que, después de la espléndida escena en que Bruno sigue a la mujer de Guy por la feria y la asesina, ayuda a un ciego a cruzar el paso de cebra, haciendo de buen samaritano. Es de un humor negro fantástico, y muestra cómo eran esos villanos fascinantes que tanto gustaban a Hitchcock.
30 de mayo de 2020
30 de mayo de 2020
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para mí, ésta es una de las buenas de Hitchcock. Aunque eso no es decir mucho ya que tiene unas cuantas a las que se puede denominar así.
Basada en una novela De Patricia Highsmith y guionizada por el excelente escritor de novela negra Raymond Chandler, estoy seguro de que poco de ellos utilizó Hitchcock para realizar esta película aunque no he tenido el placer de leer la novela.
La idea principal sí.
Dos desconocidos entablan conversación en un tren. Uno ( Farley Granger), es un tenista profesional al que su mujer se niega a concederle el divorcio y el otro ( Robert Walker, que se merienda el film), es un niño de papá rico, con una personalidad extravagante, que odia a su padre porque no le deja meter la zarpa en su dinero.
Charlando, charlando, Walker le hace una insólita proposición a Granger. Afirma tener la mejor solución para cometer el crimen perfecto. Como lo primero que se busca en una investigación por asesinato es el móvil, si dos desconocidos como ellos intercambiaran sus asesinatos, la policía no podría encontrar el hilo conductor que los señalara. Sería perfecto. Un hoy por ti, mañanana por mí.
Primero quiero señalar que esta idea de Patricia me parece una de las más brillantes de toda la historia de las novelas de crímenes.
Si yo quisiese cometer un asesinato lo haría así. Buscaría en el Facebook a algún colgao como yo que estuviera dispuesto ( lo encontraría seguro) y listo. A ver quién es el guapo que nos sigue la pista.
"Cuidado Patricia, que me parece que lanzar ideas tan brillantes por ahí, es tentar mucho a la gente". Me extraña que no haya salido ningún imitador por ahí. Y también me extraña que a Patricia no le hayan colgado el delito de incitación al asesinato. ! Es que es una idea muy jugosa!.
Bueno, al grano. El caso es que Granger no se toma en serio la proposición pero Walker sí. Y cumple el trato imaginario.
Cuando la esposa de Granger aparezca asesinada comenzará la pesadilla para él ya que, por una parte, los polis le vigilan como principal sospechoso y Walker empieza a acosarle para que cumpla su parte del trato.
Cuando he dicho arriba que no creo que Chandler tuviera mucha participación en la historia, me refiero al tono que impregna la película y que a mí me encanta.
No es el estilo seco, negro y áspero de las novelas de Chandler. Aquí se aplica un tono socarrón, casi de burla, que transforma la historia en surrealista, plagada de grandes momentos, marca de la casa Hitchcock con un suspense muy bien llevado pero, al mismo tiempo, ese sentido del humor tan peculiar que poseía el mago, que a mí me hace mucha gracia.
No quiero repetir lo que siempre se señala de este gran film. La infinidad de hallazgos que tiene ( el asesinato reflejado en las gafas, el tíovivo, los zapatos, el partido de tenis, el acoso...) Sólo por esas razones ya merece la pena ver esta película.
Tampoco quiero repetirme en el excelente suspense del maestro. Eso ya lo sabemos todos.
Yo quiero hacer hincapié en el humor. De Hitchcock es una de las cosas que más me gustan. Esta película además de seguirla con atención e inquietud, yo la he seguido con una sonrisa hasta el final.
Walker me resulta el psicópata más simpático que he visto jamás. No sabes bien si pegarle un tiro o invitarle a una copa. Ésa es la sensación que me produce. Al mismo tiempo, me encantan otros personajes que aparecen en el film. La madre de Walker también es olímpica. La mujer de Granger también me encanta. Tiene la misma desfachatez que el asesino. También otros personajes que aparecen en el film. Por eso digo que ésta no es una película de suspense al uso, por lo menos, no al estilo de Psicosis que, señalan, contiene elementos que apuntan a ésta, como la relación edípica con la madre. Es posible que sea así pero en " Extraños en un tren", esa relación se me antoja tronchante, mientras que en " Psicosis" no había nada de eso.
Finalmente para contestar a los usuarios que se toman tan en serio la trama y señalan las faltas de lógica en algunos puntos de ella, decirles que no sé qué esperan ellos de Hitchcock a estas alturas.
El mago en infinidad de sus películas utilizaba la trama como una simple excusa. Nunca pretendía construir un thriller perfecto, De hecho, por algo se le llamaba el mago. Era un prestidigitador, sacaba trucos hasta de las piedras, hacía muchas trampas de hecho. Pero eso sí. ! Qué bien las hacía!. Era inigualable. Decirles a todos los usuarios que se empeñen en buscar el hueco donde el mago esconde a su conejo, que se van a perder la magia y la ilusión del placer que supone ver aparecer a un conejo de la nada. Allá ellos. Yo me voy a dejar hipnotizar por el mago, una vez más.
Basada en una novela De Patricia Highsmith y guionizada por el excelente escritor de novela negra Raymond Chandler, estoy seguro de que poco de ellos utilizó Hitchcock para realizar esta película aunque no he tenido el placer de leer la novela.
La idea principal sí.
Dos desconocidos entablan conversación en un tren. Uno ( Farley Granger), es un tenista profesional al que su mujer se niega a concederle el divorcio y el otro ( Robert Walker, que se merienda el film), es un niño de papá rico, con una personalidad extravagante, que odia a su padre porque no le deja meter la zarpa en su dinero.
Charlando, charlando, Walker le hace una insólita proposición a Granger. Afirma tener la mejor solución para cometer el crimen perfecto. Como lo primero que se busca en una investigación por asesinato es el móvil, si dos desconocidos como ellos intercambiaran sus asesinatos, la policía no podría encontrar el hilo conductor que los señalara. Sería perfecto. Un hoy por ti, mañanana por mí.
Primero quiero señalar que esta idea de Patricia me parece una de las más brillantes de toda la historia de las novelas de crímenes.
Si yo quisiese cometer un asesinato lo haría así. Buscaría en el Facebook a algún colgao como yo que estuviera dispuesto ( lo encontraría seguro) y listo. A ver quién es el guapo que nos sigue la pista.
"Cuidado Patricia, que me parece que lanzar ideas tan brillantes por ahí, es tentar mucho a la gente". Me extraña que no haya salido ningún imitador por ahí. Y también me extraña que a Patricia no le hayan colgado el delito de incitación al asesinato. ! Es que es una idea muy jugosa!.
Bueno, al grano. El caso es que Granger no se toma en serio la proposición pero Walker sí. Y cumple el trato imaginario.
Cuando la esposa de Granger aparezca asesinada comenzará la pesadilla para él ya que, por una parte, los polis le vigilan como principal sospechoso y Walker empieza a acosarle para que cumpla su parte del trato.
Cuando he dicho arriba que no creo que Chandler tuviera mucha participación en la historia, me refiero al tono que impregna la película y que a mí me encanta.
No es el estilo seco, negro y áspero de las novelas de Chandler. Aquí se aplica un tono socarrón, casi de burla, que transforma la historia en surrealista, plagada de grandes momentos, marca de la casa Hitchcock con un suspense muy bien llevado pero, al mismo tiempo, ese sentido del humor tan peculiar que poseía el mago, que a mí me hace mucha gracia.
No quiero repetir lo que siempre se señala de este gran film. La infinidad de hallazgos que tiene ( el asesinato reflejado en las gafas, el tíovivo, los zapatos, el partido de tenis, el acoso...) Sólo por esas razones ya merece la pena ver esta película.
Tampoco quiero repetirme en el excelente suspense del maestro. Eso ya lo sabemos todos.
Yo quiero hacer hincapié en el humor. De Hitchcock es una de las cosas que más me gustan. Esta película además de seguirla con atención e inquietud, yo la he seguido con una sonrisa hasta el final.
Walker me resulta el psicópata más simpático que he visto jamás. No sabes bien si pegarle un tiro o invitarle a una copa. Ésa es la sensación que me produce. Al mismo tiempo, me encantan otros personajes que aparecen en el film. La madre de Walker también es olímpica. La mujer de Granger también me encanta. Tiene la misma desfachatez que el asesino. También otros personajes que aparecen en el film. Por eso digo que ésta no es una película de suspense al uso, por lo menos, no al estilo de Psicosis que, señalan, contiene elementos que apuntan a ésta, como la relación edípica con la madre. Es posible que sea así pero en " Extraños en un tren", esa relación se me antoja tronchante, mientras que en " Psicosis" no había nada de eso.
Finalmente para contestar a los usuarios que se toman tan en serio la trama y señalan las faltas de lógica en algunos puntos de ella, decirles que no sé qué esperan ellos de Hitchcock a estas alturas.
El mago en infinidad de sus películas utilizaba la trama como una simple excusa. Nunca pretendía construir un thriller perfecto, De hecho, por algo se le llamaba el mago. Era un prestidigitador, sacaba trucos hasta de las piedras, hacía muchas trampas de hecho. Pero eso sí. ! Qué bien las hacía!. Era inigualable. Decirles a todos los usuarios que se empeñen en buscar el hueco donde el mago esconde a su conejo, que se van a perder la magia y la ilusión del placer que supone ver aparecer a un conejo de la nada. Allá ellos. Yo me voy a dejar hipnotizar por el mago, una vez más.
21 de marzo de 2021
21 de marzo de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que tremenda obra de Hitchcock, qué monstruo, qué capacidad para dirigir y cambiarte una escena con sólo un encuadre. Una de las obras más olvidadas de Hitchcock para mí.
La obra empieza al momento, se deja de contemplaciones y desde el minuto 2 ya te plantea el dilema moral. Una fotografía que retrata a unos personajes desquiciantes (impresionante Robert Walker, menudo psicópata casi al nivel del Mitchum de "La noche del cazador") y unos diálogos a manos de RAYMOND CHANDLER tremendos.
Es esencial que uno de los personajes sea tenista ya que Sir Alfred convierte la obra noir en un partido de tenis narrativo, de un lado a otro, voleas y reveses. Por ejemplo la secuencia de de Granger jugando al tenis queriendo acabar el partido cuanto antes mientras en montaje paralelo Walker va hacia su destino.
Me gustaría recalcar por encima 2 secuencias maestras de suspense del gordo:
- Robert Walker en la percusión por la feria.
- Granger subiendo la escalera con el perro en lo alto de la escalera a contra luz.
La obra empieza al momento, se deja de contemplaciones y desde el minuto 2 ya te plantea el dilema moral. Una fotografía que retrata a unos personajes desquiciantes (impresionante Robert Walker, menudo psicópata casi al nivel del Mitchum de "La noche del cazador") y unos diálogos a manos de RAYMOND CHANDLER tremendos.
Es esencial que uno de los personajes sea tenista ya que Sir Alfred convierte la obra noir en un partido de tenis narrativo, de un lado a otro, voleas y reveses. Por ejemplo la secuencia de de Granger jugando al tenis queriendo acabar el partido cuanto antes mientras en montaje paralelo Walker va hacia su destino.
Me gustaría recalcar por encima 2 secuencias maestras de suspense del gordo:
- Robert Walker en la percusión por la feria.
- Granger subiendo la escalera con el perro en lo alto de la escalera a contra luz.
15 de abril de 2018
15 de abril de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acostumbra a suceder con los “thrillers” —y sobre todo con las cintas de terror— que el interés de las premisas supera al de su desarrollo posterior. Caso opuesto, o inverso, es el de “Strangers on a Train”, donde un plateamiento escuálido, casi un subterfugio grosero, por ende muy poco creíble, da pie a una intriga de tan altos vuelos que cuesta no perdonarle el torpísimo balbuceo inicial —impropio, por otra parte de sus responsables, toda vez que firma el guión Raymond Chandler sobre una novela de Patricia Highsmith—. Y aunque la propia película no hubiera hecho los méritos suficientes para ello, no se me ocurre nadie en la gran historia del cine más digno de benevolencia para con algún que otro borrón que el maestro Hitchcock. Porque, si bien es incontestable que, en su conjunto, “Strangers on a Train” no se cuenta entre las obras maestras de su director, éste no deja de obsequiarnos con un ramillete de secuencias sencillamente extraordinarias.
El montaje paralelo previo al desenlace, con el entrecruzamiento del partido de tenis y el trayecto de Bruno Anthony hasta Metcalf, constituye uno de los más acabados ejemplos, deliciosamente angustioso, de ese suspense que Hitchcock llevara a sus últimas, pluscuamperfectas consecuencias. Y es en el transcurso de otro partido que asistimos a un momento antológico, lección impagable de concisión narrativa, o precisión o ambas, cuando el objetivo se aproxima al mar de cabezas oscilantes al compás del intercambio de bolas para desvelar la mirada fija, en el protagonista y en los espectadores —pues justo en su mismo lugar nos coloca la cámara traviesa de Hitchcock—, del inolvidable psicópata interpretado por Robert Walker. Se trata de un deslumbrante fogonazo de genialidad que, insisto, justifica por sí solo la inverosimilitud del punto de partida —de todos modos, conviene no perder de vista que una mayor o menor plausibilidad nunca le quitó el sueño a Hitchcock—. La descripción, en un trazo nada más, de una iniquidad tan llena de matices, supone un logro al alcance de muy pocos, ciertamente apenas nadie.
El malogrado Robert Walker —murió poco después de finalizado el rodaje, a los 32 años— dota de una humanidad inusitada a un arquetipo que la miríada de composiciones progresivamente amaneradas ha acabado reduciendo a la categoría de mera caricatura. Su sofisticado asesino, los tortuosos meandros de la culpa en que naufraga el sólo aparentemente firme convencimiento en la infalibilidad de sus planes y la doliente fragilidad de perenne niño consentido hacen poco menos que imposible no empatizar con el alma malsana de una fiesta donde no falta el componente surrealista característico de un cineasta siempre dispuesto a husmear en los rincones oscuros de nuestra psique.
El montaje paralelo previo al desenlace, con el entrecruzamiento del partido de tenis y el trayecto de Bruno Anthony hasta Metcalf, constituye uno de los más acabados ejemplos, deliciosamente angustioso, de ese suspense que Hitchcock llevara a sus últimas, pluscuamperfectas consecuencias. Y es en el transcurso de otro partido que asistimos a un momento antológico, lección impagable de concisión narrativa, o precisión o ambas, cuando el objetivo se aproxima al mar de cabezas oscilantes al compás del intercambio de bolas para desvelar la mirada fija, en el protagonista y en los espectadores —pues justo en su mismo lugar nos coloca la cámara traviesa de Hitchcock—, del inolvidable psicópata interpretado por Robert Walker. Se trata de un deslumbrante fogonazo de genialidad que, insisto, justifica por sí solo la inverosimilitud del punto de partida —de todos modos, conviene no perder de vista que una mayor o menor plausibilidad nunca le quitó el sueño a Hitchcock—. La descripción, en un trazo nada más, de una iniquidad tan llena de matices, supone un logro al alcance de muy pocos, ciertamente apenas nadie.
El malogrado Robert Walker —murió poco después de finalizado el rodaje, a los 32 años— dota de una humanidad inusitada a un arquetipo que la miríada de composiciones progresivamente amaneradas ha acabado reduciendo a la categoría de mera caricatura. Su sofisticado asesino, los tortuosos meandros de la culpa en que naufraga el sólo aparentemente firme convencimiento en la infalibilidad de sus planes y la doliente fragilidad de perenne niño consentido hacen poco menos que imposible no empatizar con el alma malsana de una fiesta donde no falta el componente surrealista característico de un cineasta siempre dispuesto a husmear en los rincones oscuros de nuestra psique.
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