¿Qué hacemos con Maisie?

Digo esto porque a los pocos minutos me entró el pánico de haberme metido a ver un telefilm, con niña repelente incluida en el lote. Fue una impresión errónea, o a lo mejor es que simplemente estoy empezando a chochear. El caso es que a mí esta película me conmovió a veces y nunca me aburrió. Creo que no se puede pedir mucho más. No es ninguna gran obra de arte ni pretende serlo. A los personajes que rodean a la niña protagonista les faltan matices, en mi opinión; son demasiado de una sola pieza, aunque esto no llega molestar nunca tampoco. Los posibles defectos quedan compensados con la autenticidad y la inocencia que transmite la historia, así como por la maravillosamente sobria interpretación de la niña- Onata Aprile, supongo- y de sus acompañantes. Entre los que yo destacaría al novio de la madre, cuyo nombre desconozco... (Alexander Skarsgârd? Steve Coogan?), pero en realidad todos cumplen a la perfección con su cometido.

Para muchos el cine es una mirada. Distante, cálida, reflexiva, atenta, inquietante, documental, contemplativa, gamberra o caprichosa según el lugar donde se coloque la cámara. En este caso, el dúo de realizadores Scott McGehee y David Siegel, con tacto y refinamiento delicado, la mirada que nos proponen es menor, de edad.

Uno de los grandes hallazgos de la novela “What Maisie Knew” de Henry James, publicada en 1897, fue saber retratar el mundo desde esta posición de no más de 85 centímetros del suelo. Tanto la reconocida obra literaria como la película se preocupan en contarnos la vida des de los ojos de una niña de seis años. Y los aplausos, tanto en el texto como en la imagen, van por aquí.

Separación, divorcio, custodia, luchas legales y discusiones a gritos, con portazos incluidos, siempre se dan en la habitación de al lado. Quedan lejos del objeto de estudio: Maisie y su mirada. Y cuando se trata de divorcios y custodias, es de manual, lo más importante es ver a la criatura. Leerla y comprenderla. Escucharla y contemplarla. El film coloca al espectador donde deberían estar los padres. Nos da su mirada.

Los recursos son varios y en su mayoría con acierto. Con escenas cortas, donde la niña ejerce de testigo mudo, se va construyendo el perfil de los personajes que la rodean. Sin voz en off, con la altura de cámara bien medida, y con el permiso de algún plano subjetivo, los realizadores nos trasladan a la mirada infantil de Maisie, interpretada de forma convincente por Onata Aprile, mientras nos cuentan una historia sin grandes escenas pero con pequeños instantes brillantes de fábula 2.0.

Hasta aquí los aplausos y las conquistas del film.

Pero hay que añadir una reflexión prudente al conjunto. Una lectura ya más sosegada del resultado final nos invita a una última reflexión en torno al proyecto fílmico entero. Seamos sinceros. El problema del film es esa forma de cinismo que envuelve este tipo de productos con intenciones pedagógicas. Es decir, que su función principal, la de dar conciencia de responsabilidad a padres poco atentos, ya nos la han dado un sinfín de otros títulos, y al final, lo que resta, el gran hallazgo de Maisie, es poco más que situar la cámara a un metro del suelo. Leyendo una sinopsis cualquiera del film americano uno ya puede formarse una opinión de la película sin necesidad de verla. El cinismo está en dar por importantes problemáticas un tanto superficiales. Seamos honestos, los problemas de una niña de clase alta no son demasiado graves. Tener dos habitaciones gigantes para dormir eso no es un problema, que no sean puntuales a la hora de recogerte en el colegio, tampoco es un drama de tal proporción como para invertir y dedicarle una producción fílmica a tu caso. Sin intención de frivolizar con el dolor ajeno, es preciso señalar esta condición banal de las producciones que llegan en formato pequeño e inocente.

El título va para los padres de la niña, padres porque lo dicen los papeles, no porque hagan de padres. Y es que vaya mala suerte que tiene la pobre, entre los dos no hacen ni media persona decente. Solo se preocupan por sus cosas, y lo que jode es que tengan el valor de ir a juicio para quedarse con la custodia de la niña, cuando ni la quieren, ni se preocupan por ella, ni nada. Solo se limitan a pagar para tener una niñera que cuide de ella y punto. Y los malnacidos encima, cuando les toca el turno de custodia compartida, si les surje algo, la dejan en la puerta del otro, o en el colegio, y que la recoja quien sea. Serán hij...

Bellisima y a la vez cruel película con interpretaciones que superan lo correcto hasta llegar a un notable alto, visualmente colorida y vistosa cuando tiene que serlo, cuando la niña nos sonríe.
Los padres de la niña son unos hijos de...así lo digo, si quisieran tanto a su hija se dejarían su trabajo, no lo necesitan, con ella es más que suficiente para ser feliz. La niña les da un "oro" a las personas que ningún trabajo por bien pagado que esté lo ofrece. Fíjense en los padrastros, desde el primer momento se dan cuenta de que esa ricura de niña era la felicidad encarnada en un personaje. Uno se pone de mala hostia cuando piensa en los padres de la niña, como utilizan las personas siendo títeres para tratar sus problemas y hasta abusan de su hija por esa en parte esta película es cruel. Concibo este film como una crítica a estos padres, familiares, adictas al trabajo olvidando lo más importante en sus vidas, sus hijos, nietos, familia y sobretodo su felicidad. Estas personas han perdido el rumbo para guiar su vida han suplantado el dinero y el trabajo por el amor y la felicidad...En definitiva para mí es una película igual de buena o mejor que Kramer vs Kramer y lo digo sin dudarlo pero no le pongo un 10 porque de los 98 minutos que dura hay una gran cantidad de escenas desaprovechadas, nos acercan la niña, son bonitas, atractivas pero están un poco de relleno, vacuas, es decir le falta un toque definitivo al film.Gracias.

Drama familiar amable, “¿Qué hacemos con Maisie?” parece una película diseñada para sacudir conciencias de padres separados. En principio puede chocar que estemos ante una adaptación de una obra de Henry James ya que el tema a tratar es de notable actualidad. Sus directores, Scott McGehee y David Siegel parecen sentirse cómodos en ello, manejan bien los tiempos narrativos aunque no pueden evitar que el resultado final tienda en exceso al telefilm. Así pues, siempre bajo el punto de vista de su protagonista infantil, la película analiza los pormenores de una hija convertida en arma arrojadiza de una expareja irresponsable. Y lo hace en forma de cuento, suavizando al máximo las aristas más punzantes de la situación y cargando la historia de positivismo y esperanza, lo que aleja el relato de la realidad. Nada que reprochar a las interpretaciones, aunque quizás a Jullianne Moore el papel le llega un poco tarde, destacando la joven Onata Aprile la cual a través de su mirada sabe transmitir los diferentes estados de ánimo por lo que atraviesa su personaje.

Lo que también es innegable es que estamos ante una historia que sabe engancharte desde el primer momento. Su capacidad de seducción consigue que el espectador empatice con sus personajes positivos como si de un cuento se tratara y a pesar de que la resolución es más que previsible y alejada de la realidad la película se degusta sin esfuerzo. Sin ser nada del otro mundo podemos concluir que “¿Qué hacemos con Maisie?” es una película que puede gustar a todo tipo de público y de paso, sin demasiado ánimo de ofender, servir de espejo para más de una pareja en situación similar a la que retrata.



Lo mejor: su habilidad para atraparte.

Lo peor: le sobra una buena dosis de azúcar.