Drama familiar amable, “¿Qué hacemos con Maisie?” parece una película diseñada para sacudir conciencias de padres separados. En principio puede chocar que estemos ante una adaptación de una obra de Henry James ya que el tema a tratar es de notable actualidad. Sus directores, Scott McGehee y David Siegel parecen sentirse cómodos en ello, manejan bien los tiempos narrativos aunque no pueden evitar que el resultado final tienda en exceso al telefilm. Así pues, siempre bajo el punto de vista de su protagonista infantil, la película analiza los pormenores de una hija convertida en arma arrojadiza de una expareja irresponsable. Y lo hace en forma de cuento, suavizando al máximo las aristas más punzantes de la situación y cargando la historia de positivismo y esperanza, lo que aleja el relato de la realidad. Nada que reprochar a las interpretaciones, aunque quizás a Jullianne Moore el papel le llega un poco tarde, destacando la joven Onata Aprile la cual a través de su mirada sabe transmitir los diferentes estados de ánimo por lo que atraviesa su personaje.

Lo que también es innegable es que estamos ante una historia que sabe engancharte desde el primer momento. Su capacidad de seducción consigue que el espectador empatice con sus personajes positivos como si de un cuento se tratara y a pesar de que la resolución es más que previsible y alejada de la realidad la película se degusta sin esfuerzo. Sin ser nada del otro mundo podemos concluir que “¿Qué hacemos con Maisie?” es una película que puede gustar a todo tipo de público y de paso, sin demasiado ánimo de ofender, servir de espejo para más de una pareja en situación similar a la que retrata.



Lo mejor: su habilidad para atraparte.

Lo peor: le sobra una buena dosis de azúcar.