Mi primer beso

Recuerdo hace ya años haber visto esta película en el cine. Recuerdo a varias personas salir indignadas durante la proyección abjurando ante lo que estaban contemplando. También recuerdo la extrañeza que me provocó semejante comportamiento, puesto que era la primera ocasión en la que veía como se desertaba en masa de una sala de cine. Al contrario que toda esta gente, a mí me impactó este film, tanto que incluso me dejó pegado a mi butaca durante bastante rato. Esto aconteció, como ya he reseñado, hace ya bastantes años, yo era un crío, y con el transcurso del tiempo quedó grabado en mi memoria la sensación de que si esta película me había causado tamaña impresión se debía precisamente a eso, que todavía era un crío impresionable y con muy poca capacidad crítica. Como consecuencia de ello, me negué a revisionarla nuevamente en las numerosas ocasiones que me brindó la televisión para redescubrir la misma, quizás por el pavor que me producía el comprobar como una de las películas que más me habían sobrecogido en mi infancia acabaría por decepcionarme.
Hace poco, en un canal generalista, no sin grandes dosis de reserva, aprovechando su enésima reposición me dispuse a un nuevo visionado. Pues bien, he de reconocer que como hace un tiempo ya, la emoción me invadió de nuevo, y que otra vez era incapaz de despejar mis posaderas del, en este caso, sofá de mi salón. No sólo no me decepcionó, sino que percibí que la película se agigantaba a cada nuevo fotograma, y que los sentimientos que de la misma perduraban en mi memoria afloraban, incluso, con más energía.
Es cierto que algunos tachan esta película como infantil, efectista, simplona o incluso como ñoña, y que otros consideran que además de lo dicho con anterioridad este tipo de films destrozan el primigenio espíritu que alentaba a los nuevos creadores del séptimo arte, esto es, la innovación y la experimentación. Pero lo que una inmensa mayoría de estos críticos no pueden negar es la inmensa emotividad que desprenden sus conmovedoras escenas, logrando que puedas retrotraerte a la etapa de la niñez; esa época en la que percibías que el mundo era un lugar habitable, que era un espacio en el que cabían los buenos sentimientos y en el que te sentías orgulloso de pertenecer. Una etapa, la de la niñez, en la que todos los sueños eran posibles y que en la que suponías que la vida era maravillosa. Después creces, maduras (en algunos casos) y comprendes que la vida no es más que la colección ominosa de una derrota tras otra, y que el sentimiento más repetido durante la misma es el de la decepción.
Por este motivo, recomiendo un visionado de esta película con la mirada cándida e inocente de un niño, aún no desencantado, aún no desengañado por el cruel e indefectible paso del tiempo y, por ende, de la vida.

Si por mi fuera, esta película la definiría como: "enternecedor melodrama, salpicado con dosis de sensibilidad, ternura, emociones e inocencia."


Película protagonizada por unos jovencísimos Culkin y Chlumsky, que a través de sus cándidos rostros, la ingenuidad de sus actos y la inocencia de sus palabras crean una esfera de sensibilidad y alegría en la pantalla, que hace que el espectador se sienta cómodo y agradable por un lado, y añore sus años de joven por otro.

Tambien destacar las actuaciones del resto, que consiguen hacer que la esfera que envuelve este film, no decaiga, además de poner de poner la responsabilidad y la madurez "adulta".

Creo que todo el mundo debería verla, no porque sea una obra de arte, sino, porque son de esas que no se olvidan nunca.

Es una película muy tierna y dulce aunque también tiene rasgos dramáticos y algunos aspectos psicológicos bastante conseguidos. Te hará llorar, seguro y también sonreir más de una vez. Es una película bastante completa con la que no te aburrirás. Los actores están muy creibles y los niños son estupendos. A destacar lo familiares y cercanas que llegan a ser las situaciones y como te identificas con los personajes en bastantes momentos.

Lo que mas recuerdo de esta película es... ¡COMO LLORÉ!
Yo la conocía como "Mi primer beso" pero parece que se llama "Mi chica".

Atentos con Zieff y toda la campaña publicitaria que rodea esta película: Mi chica se llama. En la portada dos hermosos púberes ríen con desenfado, uno de ellos es el famoso "angelito". Inicia la cinta y una canción popera se filtra por los oídos, entre imágenes de bicicletas, brillo del sol y viva la vida...

Conforme vemos avanzar la peli, la contextualización que se realiza genera un contrapunto, un contraste particular: bajo una fotografía iluminista y siguiendo los tonos de una prota con mucho angel y de mirada crítica, el reino de hadas de Mi chica es, como mínimo, inquietante. Porque entre poesías sobre helados de fresa, árboles frondosos y amores no correspondidos, entre caprichos y dulzuras la muerte se solapa, expectante pero paciente. La peli es lo suficientemente sutil como para no variar en sus modalidades, en sus enredos nimios y algo de comedia costumbrista se impregna en el espectador. Sin enfado pero siguiendo las alertas que se prenden: la alergia, la morgue, la visión pesimista de un padre cariñoso pero de mirada unilateral poco a poco la peli, sencillamente, arma un nuevo escenario. El ambiente se transforma, los tonos se enlentecen, la iluminación se opaca y la música deviene en suaves efectos de fondo.
A diferencia de otras pelis que optan por el impacto directo, MY girl no elige el corte brusco sino que lo arma desde un cambio progresivo en los tonos. Entonces se abre paso a un drama tal vez no inesperado, sino inusual por las múltiples máscaras que utiliza.