Vera Cruz

Es que anda Sara Montiel por allí. Qué belleza de mujer. Qué poderío de hembra, permítaseme la expresión, que puede parecer sexista y ofensiva, lo cual no es mi intención, pero que habría que reivindicarse con orgullo por las connotaciones que evoca. La Montiel pisó tierra extranjera y a más de uno enamoró, y le dio besos a Gary Cooper y miró de cerca los ojos azules de Burt Lancaster. Es mi heroína.

Robert Aldrich dirige este western al que le falta, de entrada, un buen argumento. Al principio tienes esperanzas, pero en cuanto entran en circulación las tropas imperialistas, hay algo que se desinfla en las expectativas. Aún con todo, la trama se resiste a desplomarse, o a lo mejor eres tú quien se resiste a renunciar a la película, ya que el reparto es demasiado agradable como para que dejes de mirar la pantalla. Charles Bronson y Ernest Borgnine andan por ahí lejos, y por aquí cerca una exótica Sara Montiel, que era una actriz muy competente; un Gary Cooper entrado en años derrochando su carisma y, por supuesto, un Burt Lancaster de lo más sexy vestido de negro y algo con correas a lo que llamaré muñequera en su brazo derecho que me ha encantado. Los personajes tienen su trasfondo y sus circunstancias, pero el más interesante, por no decir el único, es Joe Erin, ese pistolero rubio, de sonrisa amplia y de marcada ambigüedad moral que te mantiene en la intriga hasta el último minuto.

Ni siquiera voy a tenerle en cuenta la idealización revolucionaria y la demonización imperialista. Yo siempre estaré con Maximiliano, que conste. Me puede su historia en México, una de las más alucinantes con las que me he encontrado, y realmente romántica, no esas morrallas nacionalistas mexicanas.

Excepto el reparto, nada es demasiado destacable, pero, en fin, te hace pasar la tarde.

Si el western pasa por el ser el género cinematográfico por excelencia es porque siempre tiene algo de mítico, de mágico, empezando por los paisajes y pasando por los personajes. Desde luego, este no es el mejor de los westerns que se han hecho, pero está muy por encima de la media y tiene un gancho que no puede olvidarse, el duelo durante toda la película entre los dos protagonistas, que inevitablemente acaba con el duelo típico de toda película del oeste que se precie, y no por esperado deja de ser deseado.
Si quieres pasar un muy buen rato, con cine de calidad, muy bien hecho, no lo dudes, esta es tu película.

Sin duda no es la mejor película del Oeste, pero tiene ese aire fresco del Western de los 50´, y ese regusto de las tardes infantiles de sábado frente al televisor. Los dos colosos del cine, Cooper y Lancaster no están en su mejor papel, pero si el primero decaía, el segundo florecía, y ambos estados son sublimes tratándose de estos dos actores.
Inolvidable la sonrisa de Burt Lancaster, con esa blanca y brillante dentadura que contrasta con el negro de sus ropas. A los que les moleste la simpleza de la trama, o los fallos de guión les diré que el cine es magia, y que el panorama del cine y las series actuales es pésimo realmente, así como que los ojos del espectador de hoy en día no son los mismos que los de aquél de hace 70 años.
Un Western clásico sin más alardes, de factura clásica, con actores irrepetibles, y que merece ser visionado.
Gary Cooper, seguro que estás en los cielos, y te acompaña el bueno de Burt Lancaster. Siempre que os veo, me hacéis la vida más feliz... Gracias.

Dos temas que muy a menudo van de la mano son el motor de este atípico western ambientado en el México del emperador Maximiliano. Dos mercenarios americanos se ponen al servicio del emperador para escoltar a una aristócrata francesa hasta Veracruz. Lo que en realidad escoltan es un cargamento de oro destinado a reclutar tropas en Europa y que si cae en manos de los juaristas decidiría a su favor la guerra civil. Lo del oro acaba siendo el secreto de Polichinela y todos intrigan para quedarse con su parte… o con todo.
Personajes amorales, en distintos grados, y codiciosos, con distintos fines. Cooper compone con su habitual aplomo a un caballero del sur que ambiciona reconstruir su perdida hacienda. Lancaster interpreta uno de esos papeles de cínico encantador que tan bien le sentaban a su sonrisa. El glamour lo aporta la taimada marquesa francesa interpretada por la carnal Denise Darcel (“Caravana de mujeres”) y la manchega Sara Montiel muestra su esplendente belleza y su limitado talento interpretativo como temperamental juarista. Esta última, muy sabiamente, decidió que prefería ser cabeza de ratón en España que cola de león en un Hollywood que la condenaba a interpretar siempre papeles de mexicana o de india.
Algunas críticas consideran esta cinta como un precedente del espagueti-western. Tal vez sea porque ninguno de sus protagonistas pueda merecer el título de “bueno de la película”. Por lo demás, el brío de la realización de Aldrich tiene muy poco que ver con las operísticas y morosas y puestas en escena de Leone. Se toma su tiempo para caracterizar, bien, a sus personajes y la posterior sucesión de refriegas, escaramuzas y trampas la convierten en una película ágil y entretenida.

Al ver esta película me ha traído muchos recuerdos de mi niñez sobre esas historias de mexicanos peleando con utensilios caseros contra los ejércitos profesionales, ya fuese americanos o de otras nacionalidades. Y como curiosidad, siempre los mexicanos vestían de blanco.

Vera Cruz nos trae una historia cubierta por los aires de expansión del país del tío Sam hacía la frontera mexicana, lo que ocasionó un conflicto bélico que se extendió por más de dos años, en especial en la localidad fronteriza de Texas, la cual pertenece hoy día al estado americano. Después de la guerra civil americana muchos perdieron su condición privilegiada económicamente, en especial los del sur, la parte más dañada y algunos se buscaron la vida como mercenarios. Gary Cooper, ese enorme hombre de 1.90 y el siempre burlón de eterna sonrisa Burt Lancaster dan vida a dos individuos que quieren sacar tajada de dicho conflicto y se someterán a las órdenes del mayor postor.

El reparto de secundarios tiene muchas caras conocidas, pero no por ello conllevan papeles grandiosos y menos aún extensos. Nos alegrará la vista ver a una guapísima Sara Montiel haciendo las américas. El guión tiene de todo para que no nos aburramos, una trama bien llevada, romance, persecuciones, emboscadas, desafíos, duelos, batallas en el poco tiempo de proyección, una delicia para el espectador.