Una bala para el diablo

El western clásico se bate en retirada y los realizadores buscan afanosamente una fórmula que pueda relanzarlo. Se ensaya lo "crepuscular" y se consiguen algunas obras importantes. No es el caso de esta bala diabólica que más parece un tiro de gracia al género.
La cosa va de la cobardía de los pueblos, en este caso de Hard Times o Tiempos Difíciles. Un asunto que hemos visto en centenares de películas en localidades que anhelan la llegada del "valiente" que haga frente a los "malos".
En este caso es uno solo (Ray) que, borracho y todo, mata e incendia el pueblo entero por mero capricho. Solo le hace frente un hombre ... con un palo en la mano. La Sota de bastos contra el pistolero.
El resto es la reflexión de los vecinos sobre si vale la pena seguir allí. Un abogado entrado en años que hace las veces de alcalde, Will Blue (Fonda) piensa que hay que perseverar, "Tenemos un pozo y un cementerio. Algo es algo". No lo tienen tan claro los que piensan que "Una calle no es un pueblo". Es el caso de la señorita de saloon Molly Riordan (Rule) que denuncia la falta de gallardía de Blue y de todos los demás. Algo parecido reclama el niño Jimmy Fee (Shea) que ha perdido a su padre.
Por carecer Hard Times no tiene ni siquiera un mal cirujano que atienda a los enfermos. Hay solamente un curandero indio que trata a Molly de sus quemaduras con una especie de ungüento, y a Jimmy de un catarro con friegas de whisky y con vahos.
Tiempos difíciles para el western, "Cuando una carta va al Oeste de Estados Unidos puede ir a cualquier parte". También para sus pueblos. Es curioso, "Todas las poblaciones abandonadas tienen nombres que llaman a la esperanza". La cobardía culpable.
Recientemente hemos visto dos veces esta cinta y en las dos la hemos encontrado lenta y aburrida. Está bien ambientada, tiene buenos actores que se esfuerzan en mantener el relato, hay alguna escena entrañable como la celebración navideña. Pero muy poco más.
La obra carece de ritmo y de una mínima tensión dramática en medio de tanta reflexión. Algo imperdonable en un western que, para nosotros, supone la certificación de su muerte. Tanto "crepúsculo" acaba con el género.
De todas formas, los aficionados a las cintas del Oeste tienen aquí oportunidad de ver una obra original ... pero aburrida. Avisamos.

Prometedor, intrigante, endeble, violento, denso, absurdo, parsimonioso, mediocre y decepcionante western que peca de forzado e insostenible.

Un extraño aterroriza a la gente de los asentamientos de una pequeña población, en la que nadie intenta poner solución a la violencia y opresión a la que se ven sometidos.

La película tiene un comienzo prometedor y atractivo, pero a medida que avanza su desarrollo, cae en algo previsible, reiterativo y parsimonioso.

La personalidad y la relación de los personajes protagonistas, queda presentada con claridad y su evolución, no llega a sorprender, ni a resultar convincente.

Nos encontramos ante una de esas producciones polémicas que no dejan indiferente y que harán que te llegues a plantear si continuar con su visionado, ya que los responsables de la misma, apuestan por mostrar en lugar de sugerir, llegando a caer en la reiteración de situaciones que igual son demasiado excesivas.

Los responsables de la película no consiguen dar forma y coherencia a una trama de intrigas y dilemas personales que peca de forzada e insostenible.

Una bala para el diablo, queda como un demoledor y cruento western para el olvido.

Es atípica. No sigue ninguna pauta del western tradicional e incluso mezcla varios estilos. La parte inicial es la mejor y más parecida al western duro y salvaje; luego entra en una fase poco clara que no sabe por donde va a seguir; es la parte más "light" de la película, la que rompe el esquema; en la última parte lo quiere arreglar, pero no lo consigue, y se precipita en su conclusión. Fonda está bien, como de costumbre, pero sin alzar las campanas al vuelo.