El misterio de la villa

W. Somerset Maugham, ha pertenecido a ese grupo de escritores que denomino: De cabecera. Era un autor con capacidad sobresaliente para desentrañar los entramados que habitan en cualquier siniestra mente... las búsquedas, inseguridades, avales afectivos, trascendencias. Las más diversas emociones era capaz de diseccionarlas con la habilidad de un cirujano.

"El misterio de la Villa" posee todos los ingredientes del cine clásico, y las grandes ventajas del cine actual. Aquel cine añejo, se basaba en buenos guiones llevados a término con esa manera de interpretar tan artificial, muy distinta a la fórmula con la que los actores se enfrentan en la actualidad a sus trabajos.

Bien interpretada, aunque no creo que Sean Penn, gran actor, haya sido la mejor opción para completar el reparto.

Académica, sí, pero entretenida. No cansa la ampulosidad de los decorados, de la Florencia nocturna, de las villas enmarcadas por los jardines cuidados. Kristin Scott no es una belleza rompedora pero posee ese encanto clásico que exigía el personaje. Quizá Sean Penn desentona, porque es aún más gamberro que el protagonista. Pero el conjunto puede calificarse de notable. Pasó inadvertida en su momento. Hoy, gracias a Internet, redundo, GRACIAS A INTERNET, puede recuperarse su visionado. Si esperamos a las TV nos salen telarañans en las bisagras de los ojos.

Una de las formas más seguras de que una relación de pareja esté condenada al tedio, a la hipocresía, y/o al fracaso, es que ésta se establezca entre un hombre mayor que ofrece clase, dinero, comodidades y “seguridad”, y una mujer que posee juventud, belleza y grandes deseos de vivir la vida. ¿Y por qué hay cabida para el mal pronóstico? Primero, porque si el amor –único lazo que asegura perdurabilidad- no ocupa su privilegiado lugar entre lo visible, la mujer lo buscará consciente o inconscientemente de manera irremisible… y cuando lo encuentre y con quien lo encuentre, se refugiará en él a como dé lugar.

Después, cuando un hombre siente que su mujer se entrega solo por conveniencia y tan solo de la piel hacia afuera, se sentirá necio y apocado, y entonces, es muy factible que acuda a la humillación y al maltrato físico o verbal para cobrar venganza y descargar su frustración. Y cuando la mujer siente que entrega su cuerpo a un ser que apenas le inspira agradecimiento y compasión, ansiará poder encontrar a un hombre que la haga vibrar y sentirse viva… y el universo suele conceder lo que se desea fervientemente.

Es entonces, cuando el poder, el dinero, los títulos y la clase resultan hueros, porque solo dando de sí mismo, es cuando el hombre realmente da. El gran mérito de la novela corta de, W. Somerset Maugham, “En una Villa Florentina” (Up at the villa, 1941), es que precisa, con muy clara sabiduría, lo que suele ocurrir en estas situaciones, y además demuestra cómo dos seres muy dispares –en este caso, Mary Panton y Rowly Flint- de pronto sienten que concuerdan porque, en el fondo, las virtudes de la una y las debilidades del otro, también se encuentran adormecidas en forma inversa... y pueden despertar con cualquier evento circunstancial.

Por eso, la vida pone en el camino de Mary al refugiado violinista. Él, es el instrumento del universo que hará posible el conocimiento íntimo, oportuno y pasional de esa pareja que quizás comprenda que, en realidad, están hechos el uno para la otra; y si entre ellos hay vibración, calor y ese irreemplazable sentimiento de plenitud interior, la relación está lograda y es la única forma sensata de constituir pareja. Lo que pueda durar ¡qué importa!, la vida excelsa no es el resultado de alcanzar eternidades sino de haber experimentado plenitudes.

Creo que, Belinda Haas, ha hecho una muy satisfactoria adaptación de la obra del escritor inglés, pues, como éste, se centra más en la acción del alma que en situaciones físicas, y con esta precisa austeridad, queda perfectamente bordada una ya larga problemática sentimental de la que muchos hombres y mujeres todavía no se enteran. Por su parte, la dirección de su esposo, Philip Haas, me resulta inobjetable ya que ha conseguido recrear en el mejor estilo clásico –iluminación, vestuario, escenografía, localizaciones…- y con estupendas actuaciones de Kristin Scott Thomas, Sean Penn, Anne Bancroft, Derek Jacobi, Edward Fox y demás actores de conjunto, una historia que se compenetra muy bien con el momento histórico, haciendo que las presiones externas confluyan con las internas y que, luego, el cauce siga su curso venciendo las barreras que se aparecían por ambas riberas.

Evidentemente, <<EL MISTERIO DE LA VILLA>>, es la clase de filme que hay que verlo desde el alma.

Habla de la retorcida relación entre la realidad y la ficción que a través del sarcasmo la se muestra. O de cómo todo ideal está inevitablemente mancillado bañado de sangre, estupor y desconcierto, de absurdo y disparate (en ese sentido es genial la reaparición del violinista en el tejado en busca de lo suyo, repetimos, ahí se plasma la cruda realidad tal cual, sin afeites, nada que ver con ensoñaciones románticas a la luz de la luna, casi como de Buñuel, Viridiana). Y de que un calentón mal resuelto te lleva a otro peor si cabe camino intrincado mediante (por no quererse entregar acostarse con uno, acabas con el otro). Y de la caza, de los afanes de los cazadores y los cazados, casi indistinguibles, comedia bufa, tragedia tonta, intercambio de roles, mascarada, carnaval; ella iba a ser una pieza Penn y al de un rato decide ser la que dispara o la que se lleva un trofeo extraño extranjero, marca una muesca (una buena obra lleva en sí misma, dentro, en su seno, en sus entrañas, la señal de la bestia, ten, por ello, mucho, cuidado). Los americanos golfos, simpáticos y los ingleses rígidos marmóreos pazguatos con al fondo la caricaturesca Italia de Mussolini con el hombre nuevo tan viejo. Es una película cínica y sabia, inteligente y ligera que se pierde con intríngulis adolescentes, lo de los documentos secretos no es nada creíble, todo eso, de risa, la TIA. El interés o el placer, la renuncia o sacrificio de uno mismo en aras del bienestar o arriesgarlo todo por nada, mandarlo a la mierda, al infierno y que sea lo que Dios quiera, puerta grande o enfermería, en ese momento, eternidad o instante, seguridad o vértigo. Las buenas formas exquisitas, la barbarie a la vuelta de la esquina.
Nadie tiene la razón del todo ni es tan bueno o malo como aparenta o parece (ella es un poco como Derek Jacobi, marginal, sin dinero, por eso se entienden, aunque momentáneamente ella trepar pretende, ahí se alejan, pero al final vuelven a lo mismo, parias de la tierra, y se reencuentran, condesa Olenska).
Ella es una ingenua a pesar suyo, o una caprichosa o una tonta según se vea. La princesa triunfa y está desasosegada, borracha, le sirve como espejo de lo que podría llegar a ser si siguiera su ejemplo y se casara con el de la pasta de Bengala. Penn es el emprendedor aventurero truhan, más leal de lo que trasluce, de medio pelo del nuevo mundo y Fox la clase dirigente del viejo, más el austriaco perdido a su suerte y Leopardi el petimetre mequetrefe tenemos el cuarteto de la muerte.
Narración rica e interesante, fresco variopinto, la gran guerra a las puertas, Hitler, ese ogro, como abismo, que necesitaría más el formato de una serie para desarrollar todos sus meandros o aspectos debidamente, con mayor rigor y precisión y profundidad, no de forma tan liviana, frívola o superficial como aquí a ratos sucede.

Pese a tener un reparto de lujo, una estupenda ambientación y un comienzo prometedor, con el paso de los minutos resulta tediosa y sin gancho. Tiene situaciones un tanto absurdas e irreales que no pretenden serlo y al final deja de tener interés porque te da la sensación de que lo que cuenta no tiene mucho sentido.
Los decorados, el vestuario, las localizaciones están muy logradas y Scott Thomas y Bancroft se creen su papel y lo llevan bastante bien, pero a en mi opinión Sean Penn no se esfuerza demasiado porque deduce que no merece la pena en esta película sin peso.