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Fresas salvajes

Drama El profesor Borg, un eminente médico, debe ir a la ciudad de Lund para recibir un homenaje de su universidad. Sobrecogido, tras un sueño en el que contempla su propio cadáver, decide emprender el viaje en coche con su nuera, que acaba de abandonar su casa, tras una discusión con su marido, que se niega a tener hijos. Durante el viaje se detiene en la casa donde pasaba las vacaciones cuando era niño, un lugar donde crecen las fresas ... [+]
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Críticas 141
Críticas ordenadas por utilidad
20 de noviembre de 2007
216 de 237 usuarios han encontrado esta crítica útil
En mi opinión, una de las grandes películas de la historia del cine, en la que, tal vez sin que Bergman se lo propusiera muy conscientemente, cristalizan de forma sistemática y coherentemente homogénea una serie de temas que andaban pululando por su cabeza —la relación con el otro, la posible o imposible transcendencia, el tiempo, la muerte, los sueños, el mundo imaginal... y, especialmente, la memoria—, y que aquí se conjugan armónicamente en el tema dominante del film: la reintegración existencial del ser humano.
Los dos sueños y, sobre todo, la dos rememoriaciones dan la clave de la película: la recuperación progresiva de la identidad real más allá del ego «social», del «personaje» que a cada cual le ha tocado en suerte representar. Y si el primer sueño es el desencadenante de la revisión integral de la vida del protagonista (Victor Sjöström), que se resiste a dejarse arrastrar al ataúd en que yace su yo socializado, el segundo sueño y, sobre todo, las dos rememoraciones, nos proporcionan los elementos claves de la reintegración de una vida que, en contra de lo que pretenden hacernos creer los prejuicios modernos, no se vive en el presente ni —aún menos— tiene su razón de ser en el futuro. Justamente al contrario, somos, esencialmente pasado. «El pasado no ha muerto; en realidad, ni siquiera está pasado», decía Faulkner con una de las frases más lúcidas que se han pronunciado en el último siglo y que Bergman despliega y recrea con maestría sapiencial. Somos esencialmente pasado, nuestra realidad no es el instante presente, sino toda nuestra vida, que se hace íntegramente presencia en el instante atemporal del conocimiento. La vida es una, en su unidad, en su totalidad, sin partes que hayan quedado atrás; y su reintegración, a lo largo del viaje iniciático que el protagonista recorre en su interior (viaje interior o verdadero, simbolizado por el viaje «exterior» en automóvil) hacia la posible culminación en el retorno al origen, en la recuperación de la existencia dispersa como unidad esencial, en la asunción de la identidad real. Viaje que puede llevar de la oscuridad a la luz (obsérvense detenidamente la relación entre el plano inicial de la película, tras el prólogo que antecede a los carteles de crédito, con el protagonista en la cama, y el plano final).
Película cargada de sentidos y de claves, probablemente mucho más hondos, incluso, de lo que el propio Bergman llegó a suponer y, por supuesto, de lo que estas breves líneas pueden siquiera sugerir: una excepcional obra maestra.
Ludovico
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10 de mayo de 2009
124 de 141 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fresas salvajes es un canto onírico, imperfecto y maravilloso a la soledad que anida en la raíz del ser humano. Es un autorretrato del hijo a través del padre (acaso la forma más íntima de retratarse, la más sincera). Es una búsqueda perpetua e imposible. La infancia en la vejez.

“Modelé una figura que exteriormente se parecía a mi padre pero que era enteramente yo. Yo, a los treinta y siete años, aislado de relaciones humanas, relaciones que yo había cortado, autoafirmativo, introvertido, no sólo bastante fracasado sino fracasado de verdad. Aunque exitoso. Y capaz. Y ordenado. Y disciplinado.”

Fresas salvajes no sería lo mismo sino fuera por la presencia de un gigante: Victor Sjöström. Sus ojos, su mirada, la forma de inclinar la cabeza hacia lo alto. El infinito detrás de las pupilas.

“Victor Sjöström me había arrebatado mi texto y lo había convertido en algo de su propiedad, había aportado sus experiencias: su propio sufrimiento, misantropía, marginación, brutalidad, tristeza, miedo, aspereza, aburrimiento. Había ocupado mi alma en la forma de mi padre…”

De ese modo, la riqueza de la cinta se duplica. La realidad del alma traspasa la pantalla y se hace celuloide. El padre se desborda y el hijo no consigue confinarlo en un trocito de papel.

===

Quisiera haber escrito este magnífico poema para celebrar Fresas salvajes. Andrés Neuman se me adelantó, le puso letra y música a mis pensamientos.

(LOS ERRORES PERFECTOS)

La simetría: un animal sagrado
que pide ser sacrificado al sol.
El rigor cuando sueña se convierte
en un círculo blando que se abre
inundando de zumo
la razón y sus formas.

El ansia por lo exacto
conduce, si es sincera, a lo imperfecto.
Sé que la perfección
es el arte marcial del temeroso,
que toda proporción bien entendida
renuncia al consumarse.

Generosos errores, necesito
belleza improvisada.

ANDRÉS NEUMAN
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Servadac
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13 de julio de 2007
111 de 124 usuarios han encontrado esta crítica útil
A estas alturas del siglo XXI con más de cien años de cine a nuestras espaldas es difícil de creer que alguien se siente a ver una película de Ingmar Bergman sin saber lo que con toda seguridad se va a encontrar. Ni siquiera las últimas generaciones de cinéfilos pueden aducir desconocimiento porque curiosamente, aunque son las últimas en el tiempo son las primeras en estar informadas.

Los que amamos este arte y damos gracias a los Lumiére por ello, sabemos que hay directores que cuentan cosas y directores que dicen cosas. Y Bergman es de los que dicen. Y por ello hay que tener los ojos y también los oídos muy pero que muy abiertos. Su cine no es una invitación a la reflexión sino que reflexionar es una obligación. Y por ello, para algunos, entre los que me contaba, genera un cierto rechazo. Es realmente difícil de digerir pero cuando lo consigues es altamente gratificante.

Concretando, Fresas salvajes es, posiblemente, la película idónea para acercarse al cine de Bergman. Tiene de todo un poco, pero sin extralimitarse. Encontramos sueños surrealistas, una road-movie existencialista y por encima de todo, preguntas y más preguntas sobre el sentido de la vida ante la inexorabilidad de la muerte.

Y es inevitable quedarse sentado en el sillón, acabada la proyección, reflexionando. Intentando sacar el “jugo” a la película. Y eso no es fácil. Incluso puede que cunda el desánimo. Pero si se consigue superar esta fase con alguna conclusión, no con las de otro sino con las nuestras propias podremos enorgullecernos de lo logrado y exclamar: ¡Prueba superada!.
FATHER CAPRIO
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3 de enero de 2009
79 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es uno de los films más acreditados de Bergman (1918-2007), que lo escribe y dirige. Se rueda en escenarios naturales de Lund, Dalaro, Faro, Waten y Ango (Suecia) y en los platós de Svensk Filmindustri (Estocolmo). Nominado a un Oscar (guión original), obtiene el Oso de oro de Berlín (Bergman), el FIPRESCI de Berlín (Sjöström) y el premio de la crítica italiana (Bergman). Producido por Allan Ekelund (“Como en un espejo”, 1961) para Svensk Filmindustri, se estrena el 26-XII-1957 (Suecia).

La acción dramática tiene lugar en Suecia a lo largo de una jornada de 24 horas en la que el protagonista viaja en coche desde Estocolmo, donde vive, a Lund, ciudad universitaria, donde estudió y se graduó y donde vive su hijo. El motivo del viaje es su asistencia a la solemne celebración académica del 50 aniversario (jubileo) de su titulación como doctor. La distancia entre Estocolmo y Lund es de unos 700 Km. y su recorrido en coche, con paradas, consume unas 14 horas. El protagonista es el eminente doctor en medicina Isak Borg (Sjöström), de 78 años, viudo, vástago de una familia de 10 hermanos, que ha vivido inmerso en el trabajo y ha descuidado los aspectos emocionales y de relación con los demás. Acompañado de su nuera Marianne (Thulin), se detiene en la casa de verano que ocupaba la familia en tiempos de su infancia y juventud; visita a su madre, de 96 años; recoge a 3 autostopistas jóvenes que van a Italia; se topa con el matrimonio formado por Sten Alman (Sjöberg) y su mujer Verid (Broström); etc.

El profesor es egoísta, frío, insensible, retraído y solitario. Sara (Andersson), la joven autostopista, es extrovertida, afectuosa, simpática y vivaz. La nuera Marianne es reservada y melancólica, vive volcada en la emotividad, la afectividad y los deseos de maternidad. Evald (Björnstrand), catedrático de medicina, es egoísta, vanidoso, reservado, cínico y no quiere tener hijos. Agda (Kindahl), la asistenta, es perspicaz, atenta, afectuosa, práctica y de criterio independiente.

El film es un drama que abarca la vertiente interior e íntima del protagonista y sus relaciones con los que le rodean. Bergman escribe el guión durante unos meses de reposo en un centro sanitario a causa de una dolencia que le retiene en cama. El protagonista realiza un doble viaje (en el tiempo y en el espacio físico) de introspección, observación, reflexión y evaluación de lo que ha sido su vida, tarea que le permite conocerse mejor. A la vez, da al espectador la oportunidad de conocerle con cierta profundidad. Le motivan dos hechos principales: la proximidad que siente de la muerte y el homenaje jubilar que va a recibir en la Universidad de Lund. La revisión de sus recuerdos de infancia, del primer amor y de la primera decepción amorosa, de su matrimonio, de su trayectoria profesional, de las relaciones personales y otros extremos, vienen a constituir un balance de fin de trayecto o de culminación de una vida.

(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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14 de marzo de 2008
60 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un médico va a recibir un homenaje de su universidad. Repentinamente, tras un sueño en el que contempla su propio cadáver, decide emprender el viaje en coche con su nuera, que se ha ido de casa de su hijo tras una discusión por su embarazo. Durante el viaje parará en la casa donde pasaba sus vacaciones de niño, donde crecen fresas salvajes y donde tuvo su primer amor...
Mi primera vez con Bergman fue Fresas salvajes, y desde entonces, se ha convertido en mi favorita. ¿De qué trata? Del viaje final de un viejo profesor, que desgrana sus frustraciones mientras se dispone a recibir el doctorado honoris causa en Lund junto a su nuera, que sueña o recuerda experiencias y amores. Rodada inmediatamente después de El séptimo sello, su segunda mejor baza, su guión, no ganó el Oscar que se llevó Confidencias a medianoche, justo el año que arrasó Ben-Hur. Victor Sjöstrom, maestro del cine mudo, recibió por su interpretación el gran premio del Festival de Berlín de 1958. Es un gran clásico, y es por algo.
Una película de esas de antes, una maravilla de apenas hora y media de duración, una de las joyas imprescindibles del cine, otro de los míticos filmes del maestro. Esa pesadilla inicial, tan desasosegante, digna de cualquier película de terror, de esas de "sugerir en vez de mostrar". El tan académico uso del flashback, que yo también estudié, y tan simple, a la vez. La gran virtud de Fresas salvajes es su riqueza narrativa, con esa alternancia de planos objetivos, del presente, con planos subjetivos, del subconsciente y del pasado del protagonista. Ingenua, quizá, pero se agradece.
El motivo principal de la película, aparte de su naturaleza onírica y de reconciliación con la vida, es el protagonismo del viejo maestro. Un maestro que creemos todo bondades, pero que tiene mucho que aprender de la vida. Fuera amarguras. El retorno a la niñez como la única felicidad posible. Estupenda road-movie, en la carretera y hacia el interior. Hacia la luz. Que sea poco creíble esa cariñosa amistad que recibe de los tres jóvenes que conoce por el camino... No importa. Esto es cine.
Siempre que había tenido un día triste soñaba con su niñez. Pobre maestro. ¿Resultó un día triste al final? El viejo maestro reflexiona sobre si ha desperdiciado su vida. Todavía te queda tiempo; más vale tarde que nunca.
Naran
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