Fresas salvajes

De las pocas cosas buenas que tiene "Del revés" o "Inside Out" (2015) está la parte en la que los protagonistas entran en una sala que representa el ¿pensamiento abstracto? Aquí vemos como en cuatro pasos la figura se deconstruye hasta llegar a ser simples puntos y líneas. Eso es, la pintura abstracta, que aunque se venda como una revolución no es más que la degeneración absoluta del arte. Por esa misma razón supuse que, si no una de las primeras obras, sí de la primera parte de la carrera de Bergman, habría andado poco por la lógica de la abstracción, que también se puede aplicar al cine, como a cualquier otro arte.

Por eso "Fresas salvajes" es digerible porque tiene una estructura y una trama coherentes. Tampoco es una gran película, ni mucho menos, porque una vez más Ingmar Bergman se muestra excesivamente simple en sus planteamientos, dudas y reflexiones. Pero al menos los personajes tienen un trasfondo psicológico y hay una reflexión clara sobre el sentido de la vida, con varias ramificaciones a otros subtemas que más que diseccionar se conforma con abordar. "Fresas salvajes" es una road movie a base de recuerdos y personajes simbólicos que aunque no te encandila se sigue con cierto interés. Os gustarán estas fresas.

El inicio es prometedor, con un atractivo magnético de la sala del galeno. El viaje en coche, en lo que parece va a ser una “road movie”, muy interesante, anhelando ver las aventuras del doctor y su nuera. Nuera que, por cierto, descubrí en una película de Forqué, donde sale Alfredo Landa: Ingrid Thulin. Belleza despiadada.

El coche es majestuoso. Y el viaje, en realidad, es la excusa para psicoanalizar a los personajes: el pasado remoto del doctor, las relaciones adolescentes de una niña que fuma en pipa con sus dos novietes, el matrimonio que se hace daño mutuamente y la nuera…