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El jardín de Alá

Drama. Romance Domini es una mujer joven y atractiva que empieza una nueva vida en Argelia tras la muerte de su padre. Allí conoce a Boris, con el que se casa sin saber que éste esconde un oscuro secreto; su huida de un monasterio después de ordenar los votos como sacerdote. Este pasado inconfesable atormenta a Boris... (FILMAFFINITY)
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
23 de julio de 2007
25 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ver en estos tiempos El jardín de Alá causa un regocijo cuyo origen no es su calidad cinematográfica (que la tiene y bastante alta) o su representatividad como cine de su época (es representativa en su desaforado sentido del glamour, pero por desgracia tambien única precisamente por eso). Es como si se tomara la fórmula de los grandes films de Marlene con Stenberg y se llevara al paroxismo en un todo vale, cuyos resultados finales vienen a dejar las ensoñaciones del maestro alemán como ejemplos de contención y rigor.
Por que la película adquiere con tal falta de prejuicios su condición de fantasía oriental con tintes metafísicos, que se olvida de la verosimilitud, se llena de diálogos imposibles hasta el delirio, que curiosamente lejos de producir una sonora carcajada llevan a la añoranza por el kistch más espectacular totalmente perdido. Sin duda un ejemplo del talento de todo el equipo, jugar con estos elementos y salir victorioso es puro virtuosismo.
Y ese technicolor (la película experimenta con sus posibilidades consiguiendo una fotografía de tonalidades irreales y oníricas como se ha visto en pocas ocasiones), y Marlene, más bella que nunca, de retiro espiritual en el desierto vestida de Jean Louis y rodeada de un lujo que convertiría a la mismisima María Montez en una zarrapastrosa, y Charles Boyer melifluo y con la mirada perdida debatiéndose entre la fe y el deseo....
Es posible que juzgada desde una perspectiva actual se despache este cúmulo de excesos con calificativos tales como incoherente, estúpida, ílogica y muchas cosas más, pero desde mi punto de vista "El jardín de Alá" es un delirio capaz de demostrar la posibilidad del cine para hacernos soñar, para convertir la convención en arrasador estandarte de un estilo y para crear orden dentro del caos. Es como si el glamour y el surrealismo se pusieran lisérgicos, algo moralistas y se dieran un paseo por el lado más artificial de los años treinta. Aquí está el resultado. Solo apto para espectadores sin prejuicios y para amantes de la sofisticación en estado letal. Puristas, amantes del neorrealismo o el free cinema e integristas religiosos abstenerse...
kepamk
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2 de agosto de 2008
19 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre, que había jurado fidelidad a una orden religiosa en tierras africanas, escapa del monasterio en el que vive en busca de experiencias mundanas. Reniega de Diós y topa con una religiosa joven que viaja después de la muerte de su padre... Ambos buscan sentido a sus vidas en la inmensidad del desierto, también llamado Jardín de Alá...


Es posible que parte del público no esté preparado culturalmente para valorar los múltiples matices de El jardín de Alá, filme heredero del romanticismo europeo decimonónico (obras que van desde Werther o Fausto de Goethe en la literatura a Thaïs de Jules Massenet en la música o determinadas pinturas de Caspar David Friedrich y Antoine Jean Gros, entre otras) en el que se exalta la belleza natural del paisaje y su importancia metafísica en la vida humana. También se incluyen rasgos temáticos tan caros a esta corriente creativa como la plasmación de los rigores de la vida religiosa y su contraposición a la tentación carnal, los exclamaciones poéticas o el gusto por lo exótico y lo trágico.

Tales rastros de refinamiento cultural confieren a El jardín de Alá un contenido humanístico y una grado de buscada, depurada artificialidad romántica difícilmente digerible por aquellos que no estén dispuestos a sumergirse en la sublime sensibilidad expresivo - artística que la cultura europea legó al mundo en tiempos pretéritos y que informa a Boleslawski en esta arriesgada pero sublime obra de arte realizada en Estados Unidos en una época en la que el cine era un arte.

Absténgase simplificadores e irónicos nihilistas por favor.
opera 0
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19 de agosto de 2007
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un requisito indispensable para que un film alcance la categoría de clásico es que no se note el paso del tiempo, lamentablemente aquí se nota. El argumento visto hoy resulta, aparte de una simplicidad espeluznante, increíble, las actuación de Charles Boyer con permanente cara de atontolinado y la ausencia de la misma de Dietrich (mas que una actriz, una presencia) en un papel poco creible para ella, tampoco ayuda, y para colmo, una película que dura 76 minutos se acaba haciendo larga.

Parece que ha primado la estética sobre la historia, y ahí no dejo de reconocer y mostrar mi admiración por el colorido del film, parecía que lo habían rodado ayer, una nitidez extraordinaria para algo rodado en 1936 (le dieron un más que merecido Óscar especial por esto), y apoyado en toda la suntuosidad de detalles que caracterizan a O´Selznick. También reconozco que hay momentos de honda belleza (los ojos de Boyer llenos de lágrimas en el momento clave del film mientras su rostro se va difuminando) y de exotismo logrado.

En suma, un film que mas que añejo se ha quedado viejo, brillante estilisticamente y con algunas de las mejores virtudes del Hollywood, y al cual debemos tratar con benevolencia.
zymu
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13 de diciembre de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pretender demostrar que se es santo o espiritual huyendo del entorno social donde el hombre se pone a prueba cada día, me resulta la manera más pobre y desencantada como un ser humano puede buscar a Dios. La verdadera santidad no puede darse en la huida y no tiene que estar precisamente en la castidad, en la pobreza y en el silencio. La santidad es resistencia a la tentación, es prodigarse y servir, es fluir amor, bondad y respeto por todas las personas que se crucen en mi camino. Y para hacer esto, no es necesaria la abstinencia sexual, la pobreza absoluta o el negarse a compartir unos diálogos amables, porque la libido, la abundancia y la sociabilidad, son precisamente algunas de las mayores bondades de la tierra… debidamente obtenidas y usadas, por supuesto.

Me sentía algo complacido en los primeros dos tercios de “EL JARDÍN DE ALÁ”, pues es indudable que fue muy bellamente filmado, en términos de imagen y ambientación, por el polaco Richard Boleslawski, el cual logra, además, unos planos inolvidables de Marlene Dietrich en los exóticos ambientes del desierto. Pero lo que especialmente me complacía, era ver que un hombre que pasó largo años en un terrible monasterio donde no ocurría nada y solo se entretenía preparando un vino que terminó por hacerse famoso… de pronto decide escapar para salir en busca de relaciones y de contacto humano, con tal suerte que se topa nada menos que con una preciosa mujer que viene buscando lo mismo en el mágico desierto al que los árabes consideran como El jardín de Alá.

Me alegraba ver que Boris/Antoine (no hay que hacer mucho esfuerzo para adivinarlo) y Domini podían ser buenos, amorosos y sencillos en su renovadora relación de pareja. Pero, cuando la predicción del adivino comienza a tener lugar para desenvolverse como se desenvuelve… la historia me desencanta, haciéndome sentir el inmenso daño que, en nombre de Dios, tantas instituciones le han hecho a la humanidad.

“EL JARDÍN DE ALÁ” tampoco consigue ser fuerte en sus diálogos, demasiado convencionales y muy al estilo seminario, y la historia, sin mayor conflicto, resulta demasiado undívaga, compensada principalmente por las atractivas imágenes en technicolor que merecerían el premio Oscar a Howard Greene y Harold Rosson.

Queda decir, que la novela “El jardín de Alá” (por tercera vez llevada al cine) fue escrita por Robert Hichens (no confundir con el suboficial que tenía el timón cuando chocó el Titanic y que trajera una gran vergüenza a la marina cuando escapó en uno de los botes salvavidas). Este otro Hichens, fue un periodista y novelista inglés, hijo de un clérigo, quien comenzó a hacerse famoso cuando publicó una oscura obrita titulada “The green carnation”, en la cual hizo pública la relación homosexual que sostenía Oscar Wilde con Lord Alfred Douglas. De esta manera, contribuyó al escarnio público y a la ruina profesional del maravilloso escritor irlandés.
Luis Guillermo Cardona
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22 de marzo de 2020
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se puede negar que el argumento posee atractivo e interés notable pero los personajes están poco definidos y sus conductas parecen clichés más que el resultado de una coherencia personal.
Por eso los protagonistas -C. Boyer y M. Dietrich- apenas puedes proporcionar verismo y credibilidad a sus respectivos papeles a pesar de su esfuerzo.
En sus roles secundarios tanto C. Aubrey Smith como B. Rathbone atestiguan una vez más su solvencia ante las cámaras.
Al guión le falta vibración cinematográfica de manera que la historia se va convirtiendo en el anecdotario sucinto de un viaje por el desierto, interesante en sí mismo, pero sin el brillo expositivo o la fuerza narrativa que la película requería.
La fotografía es excelente -por momentos espectacular- y algunas escenas son ejemplo de una auténtica belleza y exhiben una plasticidad admirable.
ABSENTA
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