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Los tres mosqueteros

Aventuras Francia, siglo XVII. D'Artagnan, Porthos, Arthos y Aramis, los mosqueteros más famosos, tienen que hacer frente a un complot político urdido por el cardenal Richelieu contra Luis XIII, cuya finalidad sería arrebatarle el poder al rey. Por otra parte, para salvar el honor de la Reina, D'Artagnan y sus amigos tendrán que eludir las trampas que les tiende Milady De Winter, la maquiavélica espía del Cardenal y enemiga mortal de los mosqueteros. (FILMAFFINITY) [+]
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
13 de diciembre de 2010
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera adaptación cinematográfica de la novela del mismo nombre, de Alejandro Dumas, se convirtió en un éxito apoteósico inmediato y Douglas Fairbanks, tras haberse dado a conocer un año antes con “La marca del zorro” se consolidó definitivamente como el héroe de acción y aventuras por excelencia de la era del cine mudo,

La película cuenta con un guión decentemente adaptado, sobre todo en la primera mitad de la película, ya que durante la segunda parte tiende a irse por las ramas con las aventuras y desventuras del protagonista D´artagnan, para exclusivo lucimiento de Douglas Fairbanks, todo hay que decirlo. La dirección y es correcta, y junto a un montaje bien hecho, imprimen al film un ritmo narrativo adecuado y dinámico. Sin embargo, el uso de cámara es muy impersonal, ofreciendo la mayoría del tiempo planos generales, con lo que la relación del espectador con los personajes es fría y distante. Esto provoca que ciertas escenas del film en las que no abundan la acción sino la conversación, el intercambio de sentimientos, y la muestra de actitudes de los personajes, se alarguen excesivamente, resultando algo monótonas y aburridas visualmente. Esto, entorpece el ritmo dinámico y ágil general del film, haciendo que el interés del espectador en la historia que le están contando disminuya peligrosamente.

En cuanto a interpretaciones, ver a Douglas Fairbanks “en acción” es toda un poema, una experiencia. Nunca sabría decir si era un gran actor o un actor horrible; simplemente era él; sus sobreactuadísimos gestos, sus excesivos aspavientos, su extrema sonrisa. Para entenderlo, hay que verlo. Sus compañeros de reparto, simplemente correctos, incluido el villano, un Cardenal Richelieu sin demasiada chispa ni presencia escénica.

Técnicamente, el film es muy bueno, con una muy cuidada ambientación, ostentosos decorados (aunque a veces el cartón piedra es demasiado cantoso), lujoso vestuario y decente fotografía en blanco y negro.

LO MEJOR
- Técnicamente muy buena: cuidada ambientación, magníficos decorados, lujoso vestuario…
- Douglas Fairbanks y su sobreactuada interpretación.

LO PEOR
- Exceso de planos generales: uso de cámara impersonal y distante que entorpece el buen ritmo narrativo general de la historia, disminuyendo el interés del espectador hacia la misma.
JF_Ronah
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12 de mayo de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No cabe duda de que los años veinte reclamaban con urgencia un cambio de rumbo para el cine. La insuficiencia de los intertítulos para narrar historias complejas se pone de manifiesto en producciones como esta soberbia adaptación de la novela de Dumas firmada por Fred Niblo y protagonizada por el inefable Douglas Fairbanks.

Hay que admitir que debió resultar muy difícil transmitir el trasfondo de la historia que se dirimía en palacio sin más apoyatura verbal que la indicada.
Más, sobre todo, si previamente no se conocía el argumento de la novela.
Por eso se resiente de forma especial la intriga áulica.
Las fases de la película en que se trata estos asuntos pueden juzgarse lentas.

La trama de aventuras, en cambio, mantiene un nivel sobresaliente gracias a una muy hábil dirección de escena y a un dinamismo prodigioso.

Señalar también su extraordinaria caracterización psicológica y colosal ambientación.
Magnífico espectáculo.
ABSENTA
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15 de noviembre de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La novela más popular de Alejandro Dumas (coescrita junto August Maquet, aunque este tema daría para un tema aparte), Los tres mosqueteros, ha sido adaptada al cine en decenas de ocasiones, y ya en el cine mudo fue recogida diversas veces. Una de ellas, seguramente la más célebre, es la película que dirigió el director Fred Niblo el 1921, un director poco prolífico pero con destellos de genialidad que realizó entre otras perlas Sangre y Arena (con otro galán del cine mudo como era Rodolfo Valentino) así como la primera versión de Ben-Hur y que contaba con un reparto de lujo en el que destacaba principalmente un aclamado (ya en la época) Douglas Fairbanks.

El éxito de este actor es el que explica la producción de la película. De hecho la película se explica en gran parte por el clamoroso éxito que supuso la realización de la marca del Zorro, justo un año antes que los tres mosqueteros, una película también de Fred Niblo, que recibió un éxito mayúsculo. Eran tiempos en los que el cine servía para explotar este tipo de historias, de capa y espada, que tan de boga estaban en la época, y que el espectador observaba como un ser atónito. El ubicar las películas en un tiempo pasado (en el caso de los tres mosqueteros en la Francia de Luís XIII) permitía a los directores ambientar sus películas en interiores que suscitaban la excitación del público, que veía así saciado su gusto por el entretenimiento. No hay ninguna falsedad en clasificar a los tres mosqueteros como una película con unas intenciones totalmente comerciales, pero también es cierto que precisamente el criterio de la época era totalmente diferente al nuestro.

Y el papel estaba hecho a la absoluta medida de Fairbanks. De eso no cabe duda y por eso en España llegó a titularse D’artagnan, precisamente porque Fairbanks realizaba este papel principal. En la marca del zorro Fairbanks ya había sido capaz de demostrar sus dotes atléticas, cosa que unida a su gran carisma fueron los grandes causantes de su éxito. El público deseaba ver a héroes como los que interpretó Fairbanks a lo largo de su carrera (esto remarca precisamente que la película fuera destinada a una gran mayoría de público, que deseaba esta identificación con Fairbanks). Y Es que aparte de convertirse en D’artagnan, Fairbanks también interpretó a personajes como Robin Hood (Robin de los bosques, 1922) y a célebres piratas (el pirata negro 1926). En los tres mosqueteros sus condiciones físicas quedan al descubierto en las múltiples cabriolas y volteretas que es capaz de realizar, así como en los múltiples duelos en los que se enfrenta a los guardianes del malvado cardenal de Richelieu. La importancia de Fairbanks también llegó a la producción y llegó a formar parte del equipo que reescribió el guión para la película. Se nota especialmente en la segunda parte de la película, que da un mayor protagonismo al personaje de D’artganan, y alejándose más de la fidelidad de la novela.

Precisamente la primera parte de la película adopta una visión mucho más cómica que a día de hoy puede sorprender. El d’Artagnan de la primera parte de la película no es descrito exactamente como un gran héroe, sino que más bien Fairbanks interpreta a un personaje con aires Quijotescos que abandona su pequeño pueblo (en una maravillosa escena creada por Niblo, en la que metafóricamente el padre de D’artagnan abandona un pájaro enjaulado al aire libre) para quedar deslumbrado ante la vida de la gran ciudad de París. Con mucho toque cómico se nos presenta a nuestro personaje que queda maravillado y que nos recuerda más bien por momentos a un Chaplin tragicómico que a un héroe de postal.

Evidentemente poco durarán estas sensaciones porque en la segunda parte de la película la acción se hace mucho más visible, en gran medida cuando nuestro personaje principal conozca a sus tres maravillosos mosqueteros. El tono, pero, nunca deja de abandonar el contagio de entusiasmo, pese a la contradicción violenta que suponen las imágenes. Sin duda una de las características básicas de este cine de Fairbanks y del género de aventuras mudo, en el que de alguna manera la violencia quedaba como muy alejada del espectador (aunque hay escenas duras como ese primer plano del soldado al que D’Artagnan remata en el suelo).

El reparto no se limita a Fairbanks y realmente es una auténtica galería de las mejores caras ilustres de la época. Se destacan: Nigel de Brulier, Barbara La Marr, Adolphe Menjou, León Bary, George Siegmann y Eugene Pallette entre otros. Sin duda alguna se puede destacar la meticulosidad con la que Brulier encarna al sibilino personaje del cardenal Richelieu, que resulta la antítesis a la perfección de D’Artagnan y sus tres mosqueteros. También podemos citar a Adolphe Menjou, que interpreta al rey Luis XIII y pese a que hace una aparición discreta, podemos verlo ya en acción en estos tiempos.

No está al nivel Fred Niblo de sus mejores películas, pero seguramente el peso de Fairbanks era demasiado grande como para que el director pudiera ofrecer una visión más personal que le diera más singularidad a la película. Una artesanía bien realizada pero que se queda en eso precisamente.

http://neokunst.wordpress.com/2013/11/15/mundo-mudo-los-tres-mosqueteros/
Kyrios
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10 de agosto de 2021
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288/35(29/07/21) Notable film y exitoso film silente que cumple ahora 100 refrescantes años desde su estreno (28 de Agosto de 1921), una cinta de aventuras clásicas, probablemente la mejor y más famosa versión de las andanzas de icónico personaje creado por Alexandre Dumas padre en su novela de 1844 “Los tres mosqueteros”, siendo además la primera adaptación del libro. El guión es de Edward Knoblock (peca en su primera parte de lentitud, y es que para presentar a los personajes y la trama se toma demasiado tiempo, llegando a aparecer la primera secuencia de acción casia los 40 minutos!), ello con aportaciones no acreditadas de Fairbanks, sintetizando bastante la historia y los personajes, potenciando las partes de acción e intriga, ansiando entretener y ser un pasatiempo placentero, más que algo con profundidad.

Dirige el experto en el género Fred Niblo (“La marca del Zorro” o “Ben-Hur), uno de los miembros fundadores de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Hollywood, versado en el manejo de las masas (epítome de esto es su versión de 1925 de “Ben-Hur”), pero también sabiendo generar tensión y dramatismo en las escenas íntimas, haciendo del protagonista Douglas Fairbanks como D'Artagnan, un Icono del Séptimo Arte, tras destacar un año antes con su personaje del Zorro (dirigido también por Niblo), con este rol se asentó como la más grande estrella de acción de la era muda, solo le hacían sombra en las pantallas el trío de cómicos (Chaplin, Keaton y Lloyd), creando un personaje que superaba a sus encarnaciones, cuando veías a Fairbanks, era Fairbanks con bigotito (que dejó desde el mosquetero en adelante), con su sonrisa pícara, con sus dotes acrobáticas impresionantes (ejemplo: El salto de una mano del atlético Douglas Fairbanks para agarrar una espada durante una escena de pelea en esta película se considera como una de las grandes acrobacias del período del cine temprano), con su histrionismo, con unas estupendas dotes cómicas (ese gestito de tocarse la nariz cuando se cosca de algo), con su vitalidad, con esa energía que transmitía en las peleas, con la alegría de vivir que transmita, qué más da que sus dotes expresivas fueran escasas, si su carisma desbordaba la pantalla.

Toda una lujosa superproducción, que Fairbanks impulsó tras el éxito de “la Marca del Zorro” en 1920, para ello se nota un presupuesto mucho mayor, para una recreación vivaz del S.XVII, con sus calles, casas, palacios, cuidado vestuario, todo con gran fasto. Y todo esto puesto al servicio del brío y la acción más vibrante, aunque con una primera parte un tanto densa y plomiza, pero cuando por fin aparece Fairbanks como el gascón D'Artagnan todo toma gran impulso, para en su parte final ser una formidable contrarreloj (en esta parte toma gran importancia la edición en paralelo de Nellie Mason), que más dan los agujeros en el argumento, te sientes sobrellevado en volandas por la electricidad inherente al espectáculo.

Una diversión entusiasta, chispeante, donde se nota la mano del director en el ritmo que imprime, en el modo de salpicar la trama de humor, y por supuesto hay duelos a espada cargados de dinamismo (espectaculares en este sentido el que arranca con D’artagnan contra los tres mosqueteros y desemboca en los cuatro frente a los hombres del cardenal, también está el espléndido choque en la botica, pe3o incluso tiene Fairbanks su único duelo contra una mujer cuando se enfrenta en el barco a Milady de Winter), tiene sus dosis de romanticismo (blanco y algo cursi, pero hay que verlo en el contexto; Marguerite De La Motte da vida de modo liviano al interés amoroso del gascón, Constance); Tenemos intrigas palaciegas, traiciones, y desde luego la camaradería de los mosqueteros, en lo que es una de las grandes loas a la amistad, aunque realmente en esta película, precisamente los tres mosqueteros (Athos, Porthos y Aramis por parte de Leon Bary, George Siegmann y Eugene Pallette), son meras figuras de acompañamiento para el gran Fairbanks, planos y sin molestarle, secundarios sin alma. Para compensarlo tenemos a un notable Adolphe Menjou como el Rey Luis XIII, aportando carácter a su rol; también deja su sello de modo fenomenal Nigel de Brulier como el sibilino cardenal Richelieu, dotando de complejidad y sutilidad a su pérfido personaje. A su lado está el siniestro Lon Poff como el sepulcral Padre Joseph con esa imagen de Nosferatu aterradora; A destacar para mal la poca presencia que tiene los villanos Rochefort al que da vida Boyd Irwin, y más aún la excelente mala malísima en la novela Milady de Winter, aquí embestida por Barbara La Marras, muy desdibujada y recortada.

En lo malo (aparte de lo ya mencionado) está su cámara muy estática en muchas de las escenas, con mucho plano general que aleja y llegas a sentir sensación de teatro filmado, esto deriva en que las escenas de conversaciones sin acción resulten pesarosas en por la falta de impulso dramático desde el objetivo, pero esto realmente era algo inherente al cine de este tiempo.

Douglas Fairbanks se convirtió en una estrella de comedias y westerns entre 1915 y 1919, pero su legado no quedó asegurado hasta el lanzamiento de su primer espadachín, “La marca del Zorro” de 1920. La película fue tan exitosa que Fairbanks pasó el resto de la era del cine mudo escribiendo, produciendo y protagonizando adaptaciones de gran éxito de aventuras literarias, haciendo aproximadamente una al año. La marca del Zorro más “Los tres mosqueteros” (1921), “Robin Hood” (1922), “El ladrón de Bagdad” (1924), “Don Q”, “Hijo del Zorro” (1925) y “El pirata negro” (1926). La estrella de Fairbanks entró en rápido declive con la llegada de las películas habladas. Su última película fue The Private Life of Don Juan (1934)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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