La red

Dentro de una etapa de caída en su carrera cinematográfica, Emilio Fernández, o mejor conocido como “El indio”, decide realizar una obra experimental donde la mayor curiosidad es la falta de diálogos para desarrollar la historia. Considerado un director que atascaba sus películas con parlamentos largos y melodramáticos, la ausencia de ellos podría ser un arma de doble filo, que en la peor situación despotricaría en una película pretensiosa.
Demos gracias a que no fue así, ya que obtenemos en La red un relato lleno de pasiones y engaños, que afloran gracias a la buena utilización de lo que es la esencia cinematográfica; un medio audiovisual donde vale más una imagen que mil palabras. Un merecidísimo reconocimiento a la fotografía en blanco y negro de Alex Philips, de gran belleza y fuerza plástica.

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Excelente melodrama con incursión al cine criminal policíaco, que con muy pocos personajes mantiene muy interesado al espectador.
Y lo hace gracias a aparentemente sencillo guión del propio realizador y de Nefatli Beltrán, pero realzado por la fuerza visual de la excelsa fotografía de Alex Phillips y de la sabia dirección de un Emilio Fernández en una época de madurez narrativa.
La sensual y magnética presencia de una bellísima Rossanna Podestá (la imagen de ella saliendo del agua con la ropa mojada quita el hipo...) impregna cada minuto de este bello y duro film, lleno de un erotismo pasional, pleno de fuerza dramática e intensidad.
Una excelente película, que se degusta como el pequeño manjar que es.

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Durante algunas semanas, el director mexicano, Emilio Fernández, tuvo la increíble habilidad de convertir a un pueblecito llamado Cuyutlán (Estado de Colima, México), en el paraíso, y para lograrlo, solo necesitó llevar allí a la actriz italiana, Rossana Podesta’ (entonces, con 19 maravillosos años), la vistió muy sensualmente… y al ponerla a caminar por las calles del pueblo, todo el mundo, pero, sobre todo los hombres, quedaban fascinados como si estuviesen viendo a un ser de otro planeta, ¡y no era para menos!

Cuando una mujer, como ésta, convive con un hombre que la ama, la felicidad puede ser completa… pero, si otro hombre, más guapo que el que ahora tiene, entra en su espacio, y si además, para ella ha sido un hombre digno de amar… las cosas pueden complicarse sin remedio.

Por suerte, la amistad entre estos dos hombres es bastante sólida como podremos comprobarlo, pero, las tentaciones tienen un límite… o puede llegar el momento en que, el hombre, ya no pueda resistirlas.

Con una impecable fotografía de Alex Philips, que, con mágicos primeros planos y muy precisas panorámicas, inmortaliza la embelesadora y pletórica belleza de la pícara Rossana, estaremos ante una trágica historia de amor entre dos hombres y una mujer que, huyendo de la justicia, se han refugiado en aquel pequeño edén donde creen -¿en vano?- que estarán seguros.

Crox Alvarado y Armando Silvestre, son los dos hombres que gozan de los favores y de la contemplación de esa magnífica mujer, que quiere jugar limpio… pero se siente atrapada en la red de sus deseos.

Con gran pulcritud y diciendo mucho más con las miradas, los ademanes y los símbolos (los dos caracoles que semejan senos… José Luis pilando el maíz observado lascivamente por Rossana mientras bebe el néctar de un coco… Rossana vista a través de la red…) que con los austeros diálogos -un novedoso ejercicio en el cine de Fernández-, el filme nos involucra en el sentir de sus personajes y es bien probable que, como espectadores, terminemos tan fascinados con la joven, Rossana, como les ocurre a todos los hombres que, en la película, la miran.

Al haber recibido dos nominaciones en el Festival de Cannes (Gran Premio y Premio Internacional) y haber ganado por Mejor Narración en Imágenes, <<LA RED>>, lanzaría internacionalmente a la bellísima actriz italiana y, el indio Fernández, se consolidaría, de nuevo, como uno de los mejores narradores latinoamericanos.

Lo más erótico y sugerente que podía ser una película en 1953, realmente explotan la sensualidad hasta el limite, es bastante atrevida en ese sentido.
En realidad la historia es una excusa para poner a una mujer, Rossana, con dos hombres, Antonio, con quien convive hace un tiempo, no se aclara cuanto, llega José Luis y tenemos el triangulo.
Describen muy bien a Antonio y José Luis, queda claro desde el primer momento cuál es el alpha y cuál el beta, Antonio es inseguro, amargado, violento, cobarde y acomplejado, que en el fondo siempre sitió que no se merecía a Rossana, Antonio es decidido, resolutivo, estoico, valiente.
La forma en que describen la atracción sexual entre ambos, el deseo, la calentura que envuelve a los tres personajes.
Lo mejor: La relación entre Antonio y José Luis, el primero siente culpa, remordimiento por haberlo abandonado, también siente bronca y envidia de ver que este es lo que él nunca podrá ser, de paso también celos.
La fotografía, Alex Phillips no tenia nada que envidiarle a Figueroa, la forma en que retrata el paisaje idílico y la belleza de los actores.
Los diálogos fueran escasos, Fernández prefiero contarnos a través de gestos, poses, movimientos sutiles y no tanto, planos, etc, antes que los personajes lo transmitan con las palabras, y es lo mejor que pudo hacer ya que él no era bueno para los parlamentos.
Lo peor: esto es totalmente personal, yo como espectador necesito algo más que pura contemplación que es casi lo único que hay acá exceptuando los 15 minutos finales, la película se me hizo estática, plana, monótona, la anécdota se siente alargada y predecible.

Estamos ante un largometraje que a priori, de acuerdo con la premisa básica de su argumento, no parece muy original (una joven y dos hombres que forman un triángulo de amores y desamores en un entorno idílico y paradisíaco en forma de costa tropical), pero la forma de rodar esta historia la convierte en algo muy superior. En primer lugar, porque este melodrama tiene un lado policíaco: los dos protagonistas masculinos (Armando Silvestre y Crox Alvarado) son algo así como robinsones y forajidos, y la secuencia previa a los créditos iniciales les presenta en un robo frustrado a una caja fuerte. En segundo lugar, por el hincapié, casi documental, que hace Fernández en mostrar cómo los protagonistas sobreviven en ese entorno, muy hermoso pero también muy duro: pescan, recogen esponjas y corales que luego venden en el pueblo, se preparan su propia comida...En tercer lugar, por la escasez de diálogos, lo que hace que la acción y la interpretación se basen en gestos, movimientos, miradas, reacciones, etc., a lo que ayuda la estupenda fotografía en blanco y negro de Alex Phillips, que magnifica las luces de la naturaleza. En cuarto lugar, y en relación con la fuerza de las imágenes, los responsables de la película consiguen dar a los cuerpos y rostros que muestran los fotogramas una gran sensación de fisicidad.

Y en quinto lugar, y en relación con lo anterior, está el erotismo. La historia está llena de deseos y tentaciones, de miradas que desean y de objetos de deseo. Rossana Podestà, sin ser la típica "maggiorata" del cine italiano de entonces, se convirtió en un mito erótico, y su imagen saliendo del mar, transparentando sus pezones por debajo de la ropa, debió impactar mucho en su día. Pero su personaje, con todas las pasiones que despierta, también desea: la escena en la que ella contempla extasiada a José Luis (Armando Silvestre) mientras éste muele maíz con movimientos rítmicos, debería figurar en cualquier antología del erotismo en el cine.