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El gatopardo

Drama Es la época de la unificación de Italia en torno al Piamonte, cuyo artífice fue Cavour. La acción se desarrolla en Palermo y los protagonistas son Don Fabrizio, Príncipe de Salina (Burt Lancaster), y su familia, cuya vida se ve alterada tras la invasión de Sicilia por las tropas de Garibaldi (1860). Para alejarse de los disturbios, la familia se refugia en la casa de campo que posee en Donnafugata en compañía del joven Tancredi (Alain ... [+]
Críticas 81
Críticas ordenadas por utilidad
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10
25 de noviembre de 2012
7 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la segunda mitad del siglo XIX Italia asiste a su unificación como Estado. En una última incursión las tropas de Garibaldi desembarcan en Sicilia alzando la bandera tricolor. Los vientos de rebeldía azotan al calor de los campos y feudos de los señoríos, pero la población recibe con ilusión a los nuevos héroes de la futura patria. Y aunque la resignación de algunos aristócratas como el Príncipe Fabrizio de Salina (Burt Lancaster) frente a los nuevos acontecimientos choca con la oposición de la Iglesia, apoyará a su sobrino el conde Alfonso Tancredi (Alain Delon), unido a Garibaldi, hecho que le hará reflexionar de que, incluso perteneciendo a la vieja nobleza que no ha hecho nada para cambiar, tiene que suceder algo para que el río continúe por su cauce.

Cuatro años después de que se viera publicada la célebre novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, Luchino Visconti decidió adaptarla con la grandeza propia de un clásico contando con todo un elenco de actores europeos revelación (Alain Delon, Claudia Cardinale y unos menos afortunados Giuliano Gemma o Mario Girotti antes de darse a conocer como Terence Hill) que no eclipsan en nada al veterano y cuarentón Burt Lancaster, aquí envejecido por las características de su personaje, dispuesto a no aguantar los rancios dogmas y costumbres de su enseñoreado ambiente palaciego.

Visconti con una brillante primera hora de prólogo bélico que nos lleva a un nuevo renacimiento testigo en los ojos del Príncipe Fabrizio pasa a una restauración de los acontecimientos en su exilio estival en el castillo siciliano de Donnafugata, donde toda tradición que no formalismo queda aquí anulada (el compromiso del noble Tancredi con la humilde Angelica (Claudia Cardinale), hija de Galogero Sedara (Paolo Stoppa), hombre que se ha hecho la fortuna como usurero, ejemplo de la irrupción de una nueva burguesía que llega incluso a sucumbir a la corrupción para hacerse un hueco en las nuevas esferas de poder en la renacida Italia.

Tres horas de spberbio metraje que narran el destino de un aristócrata noble a sus principios, a la tierra donde ha nacido, que nada va a hacer por ella, pero que morirá con orgullo y capacidad de hacer frente a nuevas revoluciones hasta su vejez y muerte.
8
21 de noviembre de 2014
7 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pensar en Italia implica, inevitablemente, pensar en toda una tradición artística y literaria dedicada a la búsqueda de la belleza, ya sea en un lienzo o en un verso. Y aunque con el tiempo el arte ha ido cambiando sus formas, el espíritu poético italiano se ha mantenido siempre tan sólido que sería difícil no detectar un cierto atisbo de su tradicional carácter pasional en un vehículo artístico como el cine.

Luchino Visconti, nos brindaba a principios de los años sesenta “Il gattopardo”, una de las grandes piezas del cine italiano que, gracias a la combinación de la perspectiva histórica y la reflexión filosófica con la presencia del más intenso romance, se ha convertido en un filme indispensable para todo amante de las grandes obras de la historia del cine.

Basada en la novela homónima de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, el filme, contextualizado en la conflictiva Sicilia del siglo XIX (Garibaldi y los camisas rojas), nos narra cómo el Príncipe Don Fabrizio Salina (Burt Lancaster) y su familia se ven obligados a abandonar su residencia para refugiarse en Donnafugata, un pequeño pueblo que vive aislado de la realidad común del país. Una vez allí, su sobrino Tancredi (Alain Delon), se enamorará de Angelica (Claudia Cardinale), la hija del alcalde, lo cual traerá consigo numerosos tratos y relaciones de poder entre éste último y el protagonista del filme, que poco a poco se dará cuenta de cómo el mundo que él conocía está cambiando.

“Il gatopardo” es un filme que no tiene prisa, se desarrolla paulatinamente sin la necesidad de un clímax demoledor que concluya definitivamente el argumento. Y ahí es donde recae el potencial fílmico: Visconti trata el filme con sutileza, llevando a cabo un montaje que guarda tras lo visible su auténtica esencia, razón por la cual exige al espectador una mirada atenta que no se conforme con resumir en la mente lo que ha visto, sino que, por el contrario, indague en la mente de Fabrizio Salina por tal de descubrir el mensaje que el filme pretende transmitir.

El largometraje toma un pedazo de la memoria de Italia para combinar el valor histórico con un relato ficcional que disecciona la vida del protagonista de forma minuciosa, teniendo como consecuencia la creación de un filme en el que se ponen en juego escenas de géneros diversos que van desde el cine bélico, hasta el drama y el romance, todos ellos tratados con belleza y elegancia. En definitiva, todo un conjunto de rasgos que tienen como resultado un filme cargado de reflexiones que nacen de la mente de un personaje influenciado, probablemente, por su creador.
9
19 de diciembre de 2021
7 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Visconti ejerce de Chef maestro y despues de cuajar la jugosa tortilla de patata  italiana con mucha cebolla siciliana la lanza al aire con un arte inigualable y le da la vuelta para dorarla con primor. "Rocco y sus hermanos" (1960) y ahora "El gatopardo" completan de forma sorprendente la mirada social de un Visconti aristocraticamente proletario y viceversa como nadie.

Si en "Rocco" estaban todas sus entrañas Visconti ve su alter ego  en Don Fabrizio Principe de Salina creado por Giuseppe Tomasi di Lampedusa, en su única novela poco antes de su fallecimiento en 1957. Decía Dick Bogarde en sus memorias que Visconti era un comunista convencido que vivia en palacios. Esta dualidad fruto de sus origenes nobiliarios enfrentados a su conciencia social es su seña de identidad.

Lo que el viento se llevó en Estados Unidos con la guerra de secesión en Italia no hizo más que remover una polvareda que cambiara las cosas de sitio y volvieran a asentarse como estaban. El cinismo (gatopardismo) con el que la nobleza se adaptó a una revolución que unificó Italia bajo la monarquia Saboyana a costa de sacrificar sus ideales sociales republicanos.
Don Fabrizio lo entiende y asume pero le inunda la melancolia de una vida que ya no volverá. Sabe que desde la Edad Media el burgués necesita nombre y títulos para subir en la escala social y el noble dinero para seguir manteniendo su tren de vida y sus privilegios. La muerte y metamorfosis de su clase van parejas con el fin de su propia vida. Los momentos en que Fabrizio / Lancaster añoran su deseo de juventud en la figura de Angelica y anticipan su muerte contemplando el cuadro son en sí una obra maestra inolvidable, al igual que las salidas de caza, o la fiesta final, un derroche de maravillosa simplicidad y barroquismo operístico exuberante donde  la vena pictórica lo invade todo y el equipo de dirección artística echa el resto. El vestuario quita el hipo. Y si Giuseppe Rotunno nos maravillo con un excelso blanco y negro en "Rocco...", aquí hace lo propio con el color. Aunque depende de la versión que se vea, en Technicolor o De Luxe, la cosa varía. También existen varios metrajes.

Son tres horas de un cine que ya no se hace. Le sobran las escenas de las batallas, rodadas con desgana y que ni siquiera figuraban en el libro. Hay una cierta concesión melodramática en la historia de amor entre Delón y Cardinale para la galeria, cuando en la novela priman más los intereses que el enamoramiento, pero todo lo demás es sublime.

Visconti no quería para su personaje central al "cowboy" Lancaster como lo llamaba. La Fox le exigió para darle financiación, a una estrella con tirón comercial. Estaban en la lista Anthony Quinn, Spencer Tracy, Gregory Peck, Laurence Olivier...; Visconti se decantó por este último pero no pudo por problemas de agenda y al final fue Lancaster el elegido a desgana al ver su trabajo en "Vencedores y vencidos". Cuando Lancaster vio que se le ninguneaba en el plató se enfrentó a Visconti y le mostró sus credenciales como actor. Fue, parafraseando a Casablanca, el comienzo de una gran amistad y un trabajo del "cawboy" para la posteridad. 

cineziete.wordpress.com
9
31 de agosto de 2010
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Don Luchino Visconti di Modrone, conde de Lonate Pozzolo, coge el único libro escrito por Don Giuseppe Tomasi, Príncipe de Lampedusa y Duque de Palma di Montechiaro, para dar cuerpo a sus aristócratas antecesores, que en los días de Garibaldi supieron nadar y guardar la ropa acuñando para la posteridad la frase de los grandes hipócritas resistentes: "Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie."
Ambos, Visconti y el escritor, sabían muy bien lo que contaban porque lo habían mamado y el Príncipe de Salina, bien pudo ser su padre o su tío.

Lo cierto es que amparado en el conocimiento y en su maestría, el director milanés consigue una de las grandes obras de la historia del cine y da una lección sobre el uso político que se hace de las ideas cuando son manos poco escrupulosas quienes las manejan.
Pero el Gatopardo es más, mucho más; es la triste constatación de que las revoluciones más animosas acaban diluyéndose en cualquier sarao a ritmo de vals, mientras en la calle el pueblo entierra a sus muertos y lava sus heridas con vinacho de dudosa graduación.

El retrato de los personajes es tan perfecto que, sin estar escrito, leemos el nombre de cada uno entre los pliegues de su frente: Don Decadente, Don Corrupto, Doña Ambiciosa, Don Perdedor, Don Cobarde, Don Traidor, Don Crápula.............

El tiempo cae y la arena del reloj es siciliana. En las cocinas del palacete de Donnafugatta se mezclan en las ensaladas: verdes hojas reales, rojos rábanos garibaldinos, endibias de frufrú, espárragos militares de ida y vuelta, aceitunas negras con sotana.... Mientras, la tarde salta como una liebre por los cerrillos, perseguida por la muda escopeta de Don Fabrizio.
Burt Lancaster arroja lejos el sombrero y la batuta de Nino Rota da entrada a una luna sin cara.
9
30 de octubre de 2012
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película narra y superpone dos historias: la del Príncipe de Salina y la de la sociedad siciliana. Parecen transcurrir de roma paralela pero solo lo hacen momentáneamente. La novela de Lampedusa y la película de Visconti han hecho famosa la fase: “Se vogliamo che tutto rimanga come é, bisogna che tutto cambi”. Hay que recordar que la fase no la pronuncia Fabricio de Salina, sino su sobrino y que éste la pronuncia para justificar sus actos y borrar lo que en ellos pueda suponer traición a su clase.
En la película vemos cómo cambia la sociedad siciliana y cómo lo hace el protagonista. Pero el cambio tiene un sentido muy distinto en uno y otro caso: el primero conduce a la supervivencia, mientras que el segundo conduce a la decrepitud y la muerte. El cambio de la sociedad, con la desaparición de una clase social no deja de ser un fenómeno sociológico que acaba en la irrupción de un nuevo orden y un nuevo poder. El cambio del individuo es el que tiene el sentido trágico que la película expone. El Príncipe de Salina se adapta al cambio social aunque le duela, pero el cambio personal que supone la decadencia y el envejecimiento es lo que realmente le quiebra.
Realmente no puede hablarse de vejez a los 45 años que se le atribuyen. Pero hay síntomas que la anuncian. No es el menor la abdicación de principios antes defendidos, la resignación al cambio, la rendición a las circunstancias. Acepta la relación familiar con la burguesía adinerada y renuncia a intervenir en la política como senador.
Visconti ofrece una gran obra. Como sucede en muchas de sus películas, la estética y la belleza de los planos abren la percepción del espectador haciéndole más permeable a otros aspectos de la película. No solamente son las escenas brillantes y sobrepasadas del baile, ya por sí mismas críticas con la sociedad que reflejan, son también los paisajes sicilianos y las luces que le iluminan. Y, enmarcado en esa brillantez, el drama de un hombre que tiene ese terrible sentido individual en que siente el comienzo del desgarro social y personal. La historia es pura circunstancia.
Burt Lancaster sabe reflejar bien ese drama en el que el individuo, pese a todo, tiene que mantener una cierta dignidad. Es casi lamentable la actuación de Claudia Cardinale y de Alain Delon que no pasan de hacerse los guaperas; quizá con mejores actores los personajes hubieran tenido algo más de peso. Sí que son destacables, en cambio, Romolo Valli en el papel de Padre Pirrone, capellán del príncipe, y Paolo Stopa en el papel de Calogero Sedàra, como burgués arribista. La música de Nino Rota, excelente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Hay quizá dos observaciones que realizar.
La primera es que la película se centra en el personaje principal, prestando escasa atención a los hechos históricos que la enmarcan. En este sentido no aparecen diferenciadas la etapa borbónica, la oleada roja de los garibaldistas y la llegada de la política burguesa y liberal de Cavour. Estos vaivenes políticos es lo que reflejan las posiciones cambiantes de los personajes.
La segunda, que la película únicamente cubre una parte de la novela, precisamente la que marca el inicio de la decadencia del príncipe de Salina. La novela es mucho más amplia. Cubre por una parte la continuada decadencia del príncipe hasta su muerte en un hotel. Pero además continúa su narración describiendo la triste vida de los restantes personajes de la novela y en definitiva la desaparición de la familia Corbera que encabezaba el Príncipe de Salina y en cuyo escudo nobiliario figuraba el gatopardo o leopardo que da título a la novela y a la película.
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