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El año que vivimos peligrosamente

Drama. Romance Yakarta, año 1965. Al inexperto reportero australiano Guy Hamilton (Mel Gibson) se le presenta la oportunidad de su vida cuando lo mandan como enviado especial a Indonesia. En el turbulento escenario de la insurrección comunista contra el presidente Sukarno, conoce a Billy Kwan (Linda Hunt), un enigmático fotógrafo, y a Jill Bryant (Sigourney Weaver), una atractiva mujer que trabaja en la embajada inglesa. (FILMAFFINITY)
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Críticas 39
Críticas ordenadas por utilidad
21 de abril de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran película que entretiene y que amplía tus miras. Pocas películas "comerciales" dan un punto de vista tan interesante sobre los cambios políticos en los 60 en muchos países en desarrollo.

Se narran dos historias paralelas: una de enamoramiento, que protagonizan Gibson y Weaver. Otra de descripción social, incluso denuncia, de una Indonesia que acaba de derrocar al dictador Sukarno. Ésta otra la protagonizan Gibson y Hunt.

Grandes actores, llenos de carisma que ocupan toda la pantalla. Y, además, con química entre los tres. Lo cual da mucha credibilidad a la, ya de por sí, realista descripción de los hechos de Indonesia en 1965. Hunt, irreconocible en su papel de guía por Yakarta, lo da todo. Por su interpretación y por el sentimiento con el que te habla de la situación en Indonesia. Una situación que se repetirá en muchas partes del mundo en los 60.

Personajes carismáticos.
El reportero aventurero que interpreta Gibson. Un personaje carismático que enseguida se mete en el bolsillo al espectador.
El guía físico y espiritual, interpretado por Hunt. Le abre los ojos a Gibson sobre la realidad del país. Sobre los sueños rotos del pueblo que creía haber encontrado un mesías en Sukarno. Y lo representará de forma contundente y lírica con el wayang, el teatro de sombras indonesio, resumiendo el sentir de toda Indonesia y de la película.
Es un lujo tener a Linda Hunt desvelándote una realidad desde la inteligencia, el comentario oportuno y la ternura. Evoluciona de una postura idealista a un realismo desencantado.

Razonable intriga, emoción y una descripción inteligente de los conflictos políticos en los países emergentes en los 60.

Grandes imágenes llenas de poesía y de lucidez.

Una película con sentimiento, con amargura política y ¿por qué no? con algo de exotismo y de aventura.
Jose Solo Z
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20 de octubre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por desgracia para nosotros, cinéfilos, Peter Weir no se ha prodigado demasiado en los últimos años.
Desde el 2000, sólo ha dirigido dos películas, la magistral Master and Commander (lo más David Lean que ha habido después de David Lean, una absoluta lección de elegancia cinematográfica y aventura entendida a la antigua usanza) y la también excelente Camino a la libertad. Antes sí nos dejó para la historia joyas como El show de Truman, El club de los poetas muertos, La costa de los mosquitos, Gallipoli, Matrimonio de conveniencia o Único testigo, entre otras. Su cine siempre se caracteriza por una historia cuidada al milímetro, unos personajes fuertes y honorables, unos diálogos que son pura poesía y en general una elegancia y un dominio de la técnica cinematográfica que están al alcance de muy pocos.
el año que vivimos peligrosamente mezcla historia, guerra y una historia de amor, cóctel infalible que el mundo del cine explota una y otra vez, pero pocas veces con tanto acierto como aquí. La película es un visionado más que agradable, una joya para el espectador, por la emoción que desprende, el carácter excepcional de todo lo que vemos y oímos en pantalla y la excelente química romántica entre unos jovencísimos Mel Gibson y Sigourney Weaver, que forman una pareja espléndida.
Y qué decir de Linda Hunt, absolutamente extraordinaria y echando por tierra todas las teorías absurdas de hoy en día sobre qué actores y actrices deben o no interpretar según qué personajes. En el día de hoy, habría recibido tanta presión social que seguramente habría acabado por rechazar el maravilloso personaje de Billy Kwan. En 1982, no sólo aceptó el papel, sino que nos regaló un trabajo profundamente complejo y conmovedor que fue recompensado justamente con el Oscar a la Mejor Actriz Secundaria.
Una obra preciosa de un director a quien se echa de menos y que siempre nos da lecciones de elegancia y de cine en mayúsculas con cada una de sus obras. No nos dejes nunca, Peter Weir.

Lo mejor: La elegancia eterna de la puesta en escena, la química entre Weaver y Gibson y la emoción de la historia.
Lo peor: Nada realmente, salvo que quizás se extiende un poquito en exceso al final.
Sibila de Delfos
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28 de marzo de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un drama correcto (¿ficticio?) dirigido por Peter Weir que se desarrolla en Yakarta durante el año 1965, en una de las etapas más inestables política y socialmente en Indonesia ya que el escenario se tornaba cada vez más turbulento a medida que se preparaba una insurrección comunista contra el presidente Kusno Sosrodihardjo, mejor conocido como "Sukarno". Ahí llegará un novato periodista que intentará abrirse paso en medio de un peligroso (y cada vez más tenso) ambiente, pero ayudado por un fotógrafo local y una joven trabajadora de la embajada inglesa.

Sobre la historia se puede decir que es un 50% drama romántico y el 50% restante es una seria denuncia contra lo que significó la intervención extranjera (especialmente de los gobiernos occidentales considerados "imperialistas) en países con democracias débiles, en vías de desarrollo, ocasionando con su presencia regímenes dictatoriales que causaron guerras civiles, masacres, destrucción y muerte a los mismos. Además pone en tela de juicio la importancia de la información y el papel de quienes por buscar la verdad de los hechos, se perdieron en excesos y corrupción, incluso algunos se aprovecharon de su "estatus" de inmunidad y en medio de tan infames circunstancias, solo utilizaron su profesión para obtener fama y beneficio propio.

Es cierto, tal vez muchos habríamos deseado que la trama se incline un poco más hacia el punto histórico, la verdad es que en mi humilde criterio habría cometido el mismo error de quienes esta denunciando, es decir se habría transformado en un producto demasiado evidente ("morboso" por decirlo de un modo) en su propósito de criticar el papel que jugaron las potencias occidentales, se habría perdido el sentido de lo que se quería contar. Creo que la base romántica del film suaviza (bastante) un contenido que habría generado demasiado controversia (vamos, que la película fue prohibida en dicho país) ocultando sus aportes estéticos y sutiles detalles con los que el espectador observador y de amplio espíritu investigador sabrá valorar y sobre todo sentir curiosidad por entender mejor y comprender.

En el reparto el rol principal es para Mel Gibson en su segunda colaboración con el director. A su lado una correcta Sigourney Weaver y destacar a la actriz Linda Hunt, que como dato curioso interpreta un rol masculino y llegó a ganar el Oscar por su magnífica actuación como el fotógrafo "Billy Kwan". Se dejan ver también Michael Murphy, Bill Kerr, Domingo Landicho, Noel Ferrier, Bembol Roco y Paul Sonkkila.

Excelente película.
darkman
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7 de noviembre de 2015
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película empezó bien, un jovencísimo Mel Gibson y una atractiva Sigourney Weaver, una primera media hora con un ambiente pausado pero envolvente.

Luego nada, el guión se esfumó, perdió fuelle, escenas que no llegan, que no transmiten, ni la agónica situación del país ni la bonita historia de amor. Sí, puede que Mel Gibson tuviera un atasco interpretativo pero hubo otras carencias y creo que las más importantes residieron en el guión, en la manera de seguir la trama.

Me gustó como al final uno de los empleados de Guy Hamilton intentaba reflexionar porqué ellos no podían tener una calidad de vida como los europeos. Creo que es una incognita de muchos países, ¿Vivir como los europeos?, ¿Vivir pese a los europeos (=naciones avanzadas)?, ¿Vivir pese a sus gobiernos totalitarios (de Indonesia en este caso)?, sería mejor vivir con los europeos pero no se si ello es posible con tantos intereses creados. Lo que sí parece ser cierto es que muchos países procedentes de antíguas colonias tienen dificultad de conseguir una mediana estabilidad.

Siempre me gusta ver en cine pedazos de la historia de cualquier país.
kiki
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4 de julio de 2017
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de tocar la gloria Peter Weir con "Gallipoli" (1981) era normal que no pudiese mantener ese nivel en su siguiente trabajo. Efectivamente, y sin ser una mala película, "El año que vivimos peligrosamente", por cierto, bonito título, te deja un poco frío. A mi modo de ver el principal fallo es que lo que es la adaptación de la novela homónima de Christopher Koch es un drama romántico enmarcado en un país del tercer mundo en un momento complicado políticamente. Pero resulta que el marco es bastante más interesante que el romance ya que nos encontramos en la Indonesia de 1965, en los momentos previos al golpe militar contra Sukarno que acabaría llevando al poder a Suharto, un tirano aún más feroz que el anterior, Sukarno, que tenía también lo suyo, por ejemplo, colaboró con los japoneses en la Segunda Guerra Mundial. De hecho, todas las incursiones políticas, así como las periodísticas e incluso morales, por las que se desliza Weir son inteligentes, profundas y contundentes. Sin embargo, también son escasas por lo que no termina de construir un relato realmente potente sino más bien lo contrario, acercándose peligrosamente al tedio en los espectadores más amantes de la acción. Sí, el guión podría haber sido mucho mejor.

Pero con permiso de los amantes, interpretados por el atractivo Mel Gibson y la correcta Sigourney Weaver, el protagonista de esta obra es Billy Kwan (Linda Hunt, que se llevó un Oscar a la mejor actriz secundaria porque da la casualidad que es una mujer que está interpretando a un hombre). Es el único que se implica en lo que está sucediendo y ante el desmoronamiento de sus creencias se pregunta angustiado "¡Qué podemos hacer!" para poner remedio a la pobreza, a la opresión y a la violencia. Pues me temo que muy poco. A fin de cuentas como países libres siguen su propia dinámica y la lucha entre liberales, a su modo, contra "rojos" fácilmente degeneraría en una masacre de un bando o bien del otro, con independencia de lo que hiciera occidente. Luego ciertamente vendría una terrible matanza anticomunista que se saldó con unos 400.000 muertos al menos ante la indiferencia del mundo "libre" y hasta con su apoyo, pues Suharto no dejaba de ser un liberal. Pero claro, elegir entre liberales y comunistas es ya terrible porque lo dos son malos, aunque los segundos son peores aún. Yo en cambio me quedo con los Países Bajos, la potencia colonial en Indonesia. Nada de esto hubiera pasado si hubieran permanecido allí.
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