Lunas de hiel
1992 

7.1
12,416
Drama
Nigel (Hugh Grant) y su mujer Fiona (Kristin Scott-Thomas) son un matrimonio británico de crucero para celebrar su séptimo aniversario de boda. A bordo conocen a la atractiva y deshinibida Mimi (Emmanuelle Seigner) y a su marido Oscar (Peter Coyote), un norteamericano que está inválido en una silla de ruedas. Nigel empieza a sentirse atraído por Mimi, y Oscar, que se da cuenta, le propone que intente seducirla, pero antes le cuenta cómo ... [+]
14 de febrero de 2013
14 de febrero de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una aburrida pareja de jóvenes británicos realiza un viaje en trasatlántico a la India con motivo de su séptimo aniversario de boda. A bordo conocerán a otra pareja formada por un inválido norteamericano y una atractiva joven francesa. El se siente atraído por ella pero su lisiado marido le previene de los peligros que entraña enrollarse con ella y le cuenta su particular historia de amor.
Retorcido y morboso argumento para una fascinante película sobre el amor, la pasión y la perversión sexual. Peter Coyote encarna a un adinerado escritor frustrado que lucha inútilmente por publicar una novela. Un buen día conoce a una joven bailarina y camarera de la que se enamora perdidamente e inicia una tormentosa relación con ella. Al principio la seduce llevándola a pasear y a cenar hasta que se acuestan y viven una pasional relación que degenerará en perversiones de todo tipo, sadomasoquismo y fetichismo incluidos. Después de un tiempo la relación se deteriora y él tratará de dejarla pero ella está enamorada y se resiste a abandonarle.
Peter Coyote realiza una soberbia interpretación como el alter ego de Roman Polanski que seguro vivió una historia similar con Emmanuelle Seigner. El parecido con el actor es evidente al igual que la diferencia de edad entre ambos. Seguro que se puso cachondo viendo a Coyote lamerle los pechos a su mujer después de que ésta se los recubriera de yogur liquido. La película también habla de la decadencia de las relaciones matrimoniales, la pérdida del deseo sexual y su búsqueda a través de nuevas experiencias basadas en fantasías, perversiones sexuales o infidelidades. Resulta interesante y al igual que el personaje de Hugh Grant asistimos ávidos de morbo a una historia que engancha y de la que deseamos saber más.
Retorcido y morboso argumento para una fascinante película sobre el amor, la pasión y la perversión sexual. Peter Coyote encarna a un adinerado escritor frustrado que lucha inútilmente por publicar una novela. Un buen día conoce a una joven bailarina y camarera de la que se enamora perdidamente e inicia una tormentosa relación con ella. Al principio la seduce llevándola a pasear y a cenar hasta que se acuestan y viven una pasional relación que degenerará en perversiones de todo tipo, sadomasoquismo y fetichismo incluidos. Después de un tiempo la relación se deteriora y él tratará de dejarla pero ella está enamorada y se resiste a abandonarle.
Peter Coyote realiza una soberbia interpretación como el alter ego de Roman Polanski que seguro vivió una historia similar con Emmanuelle Seigner. El parecido con el actor es evidente al igual que la diferencia de edad entre ambos. Seguro que se puso cachondo viendo a Coyote lamerle los pechos a su mujer después de que ésta se los recubriera de yogur liquido. La película también habla de la decadencia de las relaciones matrimoniales, la pérdida del deseo sexual y su búsqueda a través de nuevas experiencias basadas en fantasías, perversiones sexuales o infidelidades. Resulta interesante y al igual que el personaje de Hugh Grant asistimos ávidos de morbo a una historia que engancha y de la que deseamos saber más.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El final es un poco forzado con Seigner y Scott Thomas liándose en la pista de baile.
12 de noviembre de 2015
12 de noviembre de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Polanski le encanta mostrar habitualmente el lado perverso del ser humano. “Lunas de hiel” es uno de los mejores ejemplos de ello con el encuentro de dos parejas absolutamente dispares en un romántico crucero y el sórdido y morboso relato que narra uno de los personajes a través de sus vivencias personales mediante continuos flashbacks.
La lujuriosa e inquietante Mimi (Emmanuelle Seigner) cautiva a un maduro escritor (Oscar - Peter Coyote) y emprenden una relación de amor y odio fundamentada en el sexo sin inhibiciones. Tiempo después, en un crucero, conocen a la pareja formada por Nigel (Hugh Grant) y Fiona (Kristin Scott-Thomas), una pareja anodina, digamos que quizá demasiado tradicional, pero él tras fijarse en -¿cómo no?- Emmanuelle Seigner se siente igualmente atraído por ella. Entre dudas y más dudas emocionales escucha íntegro el relato que su "homólogo masculino" le tiene que contar antes de dar ningún paso. Le advierte que es necesario que antes conozca toda la verdad.
Juego a cuatro bandas para una historia seductora e igualmente tortuosa, sin tabúes ni melindres, que te atrapa desde el principio y deja perplejo con su inesperado desenlace. Un viaje por el lado salvaje del alma humana que cantaría Lou Reed en donde me rindo ante el embrujo traicionero de Mimi (Emmanuelle Seigner), luego me rindo también ante el buen hacer de Polanski. Una película, por tanto, maravillosa e imprescindible.
La lujuriosa e inquietante Mimi (Emmanuelle Seigner) cautiva a un maduro escritor (Oscar - Peter Coyote) y emprenden una relación de amor y odio fundamentada en el sexo sin inhibiciones. Tiempo después, en un crucero, conocen a la pareja formada por Nigel (Hugh Grant) y Fiona (Kristin Scott-Thomas), una pareja anodina, digamos que quizá demasiado tradicional, pero él tras fijarse en -¿cómo no?- Emmanuelle Seigner se siente igualmente atraído por ella. Entre dudas y más dudas emocionales escucha íntegro el relato que su "homólogo masculino" le tiene que contar antes de dar ningún paso. Le advierte que es necesario que antes conozca toda la verdad.
Juego a cuatro bandas para una historia seductora e igualmente tortuosa, sin tabúes ni melindres, que te atrapa desde el principio y deja perplejo con su inesperado desenlace. Un viaje por el lado salvaje del alma humana que cantaría Lou Reed en donde me rindo ante el embrujo traicionero de Mimi (Emmanuelle Seigner), luego me rindo también ante el buen hacer de Polanski. Una película, por tanto, maravillosa e imprescindible.
7 de febrero de 2018
7 de febrero de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
A ver si nos aclaramos. Hay películas de amor y películas sobre el amor.
Éstas últimas suelen profundizar mucho más en su significado y analizar hasta qué límites insospechados puede llegar y de qué manera cambia a los que lo sufren.
Tras la que es, en mi opinión, uno de los mejores "thrillers" de suspense jamás realizados, "Frenético", digamos que Roman Polanski se tomó un pequeño descanso, hasta que se interesó enormemente por la aclamada novela "Lunes de Fiel" que escribiera el francés Pascal Bruckner en 1.981, lo que pronto iba a significar una adaptación junto a tres guionistas más, entre ellos Gérard Brach, quien ya había trabajado con el director en su anterior film.
Polanski centra de nuevo la acción en su querida París contando una vez más con la modelo y actriz Emmanuelle Seigner en el reparto y Alain Sarde respaldando una producción franco-americo-británica en la que el director puso todo su empeño aunque gozando, por desgracia, de un paso muy poco dichoso por la taquilla (poco más de dos millones de dólares contra un presupuesto de cinco millones). ¿Pero para qué vamos a engañarnos? "Lunas de Hiel" puede ser de todo menos un film comercial; apta para los estómagos de un público no timorato ni fácil de impresionar, lo que se nos ofrece es un amargo, depravado, oscuro, desconcertante y muy políticamente incorrecto trato sobre el amor y el odio en la pareja que repugna tanto como fascina y, desde luego, no deja indiferente.
Esta historia sobre pasiones prohibidas, romances destructivos y cínicas promesas se inicia a bordo de un crucero que cruza el Mediterráneo con dirección Estambul, donde Nigel y Fiona, un joven matrimonio inglés, se dispone a tomar unas vacaciones para, de algún modo, recuperar la pasión en una relación que parece abocada a una importante crisis. Es en mitad del agradable viaje cuando Fiona descubre llorando en el aseo a una preciosa muchacha francesa llamada Mimi; ese encuentro tan casual marcará un antes y un después para Nigel, que empieza a sentir una extraña atracción hacia ella.
Atracción que detecta al vuelo su avispado marido, un americano maduro y paralítico llamado Oscar, quien invita al joven a su camarote para contarle más acerca de Mimi y de cómo empezó su relación con ella. De este modo, noche tras noche, turbios y sórdidos detalles le serán desvelados a Nigel, detalles que le sumergirán en los más escabrosos recovecos de una pasión que no conoció barreras y de un romance que alcanzó unas cotas de degradación imposibles de imaginar para él en su aséptico y aletargado matrimonio.
Durante más de dos horas se nos sirve una historia que empieza de la manera más curiosa, casi como un "thriller" "hitchcockiano", con Mimi tirada en el suelo de los aseos lamentándose por algo que desconocemos. Después empezamos a sentirnos interesados por la chica francesa, una "femme fatale", podríamos pensar de primeras, tal como Nigel, pues su descaro y belleza no pasan desapercibidos. Pero aunque ese prólogo discurra con un aire de extrañeza y ambigüedad la cosa tiene más miga, que pronto empezamos a descubrir por Oscar, quien va contando paso a paso el relato de su experiencia; Nigel no puede creerse lo que está oyendo, como el espectador, ya que el personaje del joven británico sirve para guiarnos y situarnos en la acción.
El relato de Oscar, interrumpido por paréntesis que sirven para devolvernos a la realidad (y de paso darnos un respiro) se inicia con el clásico romance a primera vista, desarrollado a través de empalagosas secuencias de amor que desembocan en una vorágine de pasión, deseo y sexo sin control, lo que podría traernos recuerdos, más aún por la coincidencia de escenario, del "Último Tango en París" de Bertolucci. Pero la llama de esa pasión también se enfría, porque como bien sabemos nada es eterno; de este modo, el bonito amor del principio degenera en un cúmulo de celos, desconfianza y, en última instancia, odio del más puro.
El director consigue que pasemos de ser simples espectadores a partícipes de su retorcida y enfermiza narración, cambiando de forma constante nuestras opiniones, no sólo con respecto a Oscar y Mimi, sino también con respecto a Nigel y Fiona. El estilo se me figuraba de Win Wenders en ocasiones, o incluso del Bergman de los '70, la etapa más "agresiva" del sueco, pero por lo crudo y oscuro de su atmósfera, cimentada sobre la degradación de un romance visceral, sádico y malsano, "Lunas de Hiel" puede que recuerde al clásico de Yasuzo Masumura, "Manji", con el que también comparte una estructura narrativa similar, aunque sin duda posee el característico y controvertido estilo de Polanski.
Peter Coyote brinda una gran actuación, al igual que su compañera Seigner, que logra fascinarnos desde el primer momento (no sé a los demás, a mí desde luego sí). A quien me cuesta imaginar en una película de este palo es al asiduo de las comedias románticas Hugh Grant, un hombre que normalmente me saca de mis casillas y que no obstante me impresionó con su actuación.
El cineasta franco-polaco da vida a una de sus obras más brillantes y profundas, notándose su influencia en gran cantidad de cineastas posteriores. Sin ir más lejos de nuestra tierra nacional ahí están como ejemplo los directores Julio Medem y Bigas Luna, meros imitadores de Polanski al que jamás podrán igualar.
A los que gozan con las burdas comedietas de Julia Roberts y Jennifer Aniston, o a los que se escandalizan con la gilipollez esa de "50 Sombras de Grey", manteneos lo más lejos posible de "Lunas de Hiel"...no sabéis con lo que os vais a cruzar. Al principio no, pero a las feministas puede que les guste.
Éstas últimas suelen profundizar mucho más en su significado y analizar hasta qué límites insospechados puede llegar y de qué manera cambia a los que lo sufren.
Tras la que es, en mi opinión, uno de los mejores "thrillers" de suspense jamás realizados, "Frenético", digamos que Roman Polanski se tomó un pequeño descanso, hasta que se interesó enormemente por la aclamada novela "Lunes de Fiel" que escribiera el francés Pascal Bruckner en 1.981, lo que pronto iba a significar una adaptación junto a tres guionistas más, entre ellos Gérard Brach, quien ya había trabajado con el director en su anterior film.
Polanski centra de nuevo la acción en su querida París contando una vez más con la modelo y actriz Emmanuelle Seigner en el reparto y Alain Sarde respaldando una producción franco-americo-británica en la que el director puso todo su empeño aunque gozando, por desgracia, de un paso muy poco dichoso por la taquilla (poco más de dos millones de dólares contra un presupuesto de cinco millones). ¿Pero para qué vamos a engañarnos? "Lunas de Hiel" puede ser de todo menos un film comercial; apta para los estómagos de un público no timorato ni fácil de impresionar, lo que se nos ofrece es un amargo, depravado, oscuro, desconcertante y muy políticamente incorrecto trato sobre el amor y el odio en la pareja que repugna tanto como fascina y, desde luego, no deja indiferente.
Esta historia sobre pasiones prohibidas, romances destructivos y cínicas promesas se inicia a bordo de un crucero que cruza el Mediterráneo con dirección Estambul, donde Nigel y Fiona, un joven matrimonio inglés, se dispone a tomar unas vacaciones para, de algún modo, recuperar la pasión en una relación que parece abocada a una importante crisis. Es en mitad del agradable viaje cuando Fiona descubre llorando en el aseo a una preciosa muchacha francesa llamada Mimi; ese encuentro tan casual marcará un antes y un después para Nigel, que empieza a sentir una extraña atracción hacia ella.
Atracción que detecta al vuelo su avispado marido, un americano maduro y paralítico llamado Oscar, quien invita al joven a su camarote para contarle más acerca de Mimi y de cómo empezó su relación con ella. De este modo, noche tras noche, turbios y sórdidos detalles le serán desvelados a Nigel, detalles que le sumergirán en los más escabrosos recovecos de una pasión que no conoció barreras y de un romance que alcanzó unas cotas de degradación imposibles de imaginar para él en su aséptico y aletargado matrimonio.
Durante más de dos horas se nos sirve una historia que empieza de la manera más curiosa, casi como un "thriller" "hitchcockiano", con Mimi tirada en el suelo de los aseos lamentándose por algo que desconocemos. Después empezamos a sentirnos interesados por la chica francesa, una "femme fatale", podríamos pensar de primeras, tal como Nigel, pues su descaro y belleza no pasan desapercibidos. Pero aunque ese prólogo discurra con un aire de extrañeza y ambigüedad la cosa tiene más miga, que pronto empezamos a descubrir por Oscar, quien va contando paso a paso el relato de su experiencia; Nigel no puede creerse lo que está oyendo, como el espectador, ya que el personaje del joven británico sirve para guiarnos y situarnos en la acción.
El relato de Oscar, interrumpido por paréntesis que sirven para devolvernos a la realidad (y de paso darnos un respiro) se inicia con el clásico romance a primera vista, desarrollado a través de empalagosas secuencias de amor que desembocan en una vorágine de pasión, deseo y sexo sin control, lo que podría traernos recuerdos, más aún por la coincidencia de escenario, del "Último Tango en París" de Bertolucci. Pero la llama de esa pasión también se enfría, porque como bien sabemos nada es eterno; de este modo, el bonito amor del principio degenera en un cúmulo de celos, desconfianza y, en última instancia, odio del más puro.
El director consigue que pasemos de ser simples espectadores a partícipes de su retorcida y enfermiza narración, cambiando de forma constante nuestras opiniones, no sólo con respecto a Oscar y Mimi, sino también con respecto a Nigel y Fiona. El estilo se me figuraba de Win Wenders en ocasiones, o incluso del Bergman de los '70, la etapa más "agresiva" del sueco, pero por lo crudo y oscuro de su atmósfera, cimentada sobre la degradación de un romance visceral, sádico y malsano, "Lunas de Hiel" puede que recuerde al clásico de Yasuzo Masumura, "Manji", con el que también comparte una estructura narrativa similar, aunque sin duda posee el característico y controvertido estilo de Polanski.
Peter Coyote brinda una gran actuación, al igual que su compañera Seigner, que logra fascinarnos desde el primer momento (no sé a los demás, a mí desde luego sí). A quien me cuesta imaginar en una película de este palo es al asiduo de las comedias románticas Hugh Grant, un hombre que normalmente me saca de mis casillas y que no obstante me impresionó con su actuación.
El cineasta franco-polaco da vida a una de sus obras más brillantes y profundas, notándose su influencia en gran cantidad de cineastas posteriores. Sin ir más lejos de nuestra tierra nacional ahí están como ejemplo los directores Julio Medem y Bigas Luna, meros imitadores de Polanski al que jamás podrán igualar.
A los que gozan con las burdas comedietas de Julia Roberts y Jennifer Aniston, o a los que se escandalizan con la gilipollez esa de "50 Sombras de Grey", manteneos lo más lejos posible de "Lunas de Hiel"...no sabéis con lo que os vais a cruzar. Al principio no, pero a las feministas puede que les guste.
28 de julio de 2007
28 de julio de 2007
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde luego que una película de Polanski no puede pasar desapercibida. Rompe con todo y le gusta de una forma u otra jugar con el sexo; pero aquí lo hace inteligentemente, provocando de principio a fin, y mostrándonos no solo con imágenes sino también con palabras (me encanta la forma de expresarse del personaje de Coyote) la caída en picado al infierno de las pasiones desmedidas de varios personajes de la película. Son un montón de sensaciones y estados de ánimo los que afloran del comportamiento iniciado por Oscar y que afectarán a todos, y Polanski lo presenta como si todo fuese predecible.
Lástima que no se aproveche más a Kristin Scott Thomas, y es patético, pero gracioso, el baile que se marca Hugh Grant.
A mi el final no me parece tan malo, es más, me parece bueno, lógico y previsible. No cabía otro.
Lástima que no se aproveche más a Kristin Scott Thomas, y es patético, pero gracioso, el baile que se marca Hugh Grant.
A mi el final no me parece tan malo, es más, me parece bueno, lógico y previsible. No cabía otro.
31 de enero de 2010
31 de enero de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que te atrapa de principio a fin, por cada escena que no te deja indiferente, te sobrecoge y a veces incluso te repugna pero de una forma sutil. Además de diálogos para recordar hasta la eternidad tiene una música que muestra, la tragedia de lo que está sucediendo en esos personajes que llegas a ver como amigos, es decir, que te interesa lo que le pasen a los personajes, evidencia clara de cuando una película es genial, 10 absoluto.
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