Pasión
7.6
2,883
Drama. Romance
Andreas, un hombre desconectado del mundo después de su divorcio, se retira a vivir a una pequeña isla del Báltico. Allí conoce a una pareja de artistas que está en plena desintegración, y a una joven e inestable viuda. Unidos por el dolor de la pérdida y la desconexión emocional, ella y Andreas inician una relación. Mientras tanto, alguien recorre la comunidad de la isla cometiendo actos de crueldad con animales. (FILMAFFINITY)
26 de mayo de 2020
26 de mayo de 2020
Sé el primero en valorar esta crítica
Jamás se había visto a un Ingmar Bergman con una visión tan decadente del amor. Pasión desprende un dolor, que se ha visto en otros proyectos como Sonata de Otoño o en Persona, pero el director trata en esta cinta el matrimonio como un escenario de agonía y pena. Cuando la tragedia, la soledad y la agonía protagonizan una relación humana, no hay luz de esperanza.
18 de febrero de 2023
18 de febrero de 2023
Sé el primero en valorar esta crítica
Sorprendente, como siempre. Relaciones maduras, adultas, sentimientos complejos, difíciles, emotividad abstracta. Complejidad frente a simplicidad.
La conquista de la felicidad conyugal es una de las tramas profundas que subyacen en toda la obra de Bergman. Es más, es su tema. Más que otros siquiera. La complejidad de las relaciones del día a día. La armonía interior de la vida matrimonial. Las dificultades de la pasión, de la pulsión sexual, de las tensiones de poder y dominio.
El fracaso de un matrimonio y la presencia de una mujer que ha sufrido un accidente y a la que ha abandonado su marido son los personajes con los que se encuentra el protagonista, un hombre recién divorciado que vive en una isla solitaria, de esas que abundan en el báltico.
Max von Sydow, Liv Ullmann, Bibi Andersson, y Erland Josephson son los personajes de la trama.
Lo que me gusta de la forma de rodar de Bergman es la frialdad que muestra en la exposición de las imágenes, como si no tuviese intención de hacer algo cálido. Como si a propósito pretendiese ser frío, distante, alejado, fuera de la trama, no implicado. Como si no le interesase realmente lo que cuenta. Expone lo que es, porque está presente. Es un narrador omnisciente, lineal y desinteresado. No valorativo. Es el espectador quien debe dar corporeidad moral y ética al discurso, a la narración. Por eso he defendido siempre que las cintas de Bergman hay que verlas por la mañana, a primera hora, cuando tu cuerpo y tu mente están más despiertos, sin que hayan recibido muchos estímulos a los largo del día. Ver esta cinta por la mañana es una experiencia, verla por la tarde otra bien distinta, menos intensa y carnal. Algo parecido me ha pasado siempre cuando leo algún ensayo difícil, algún texto que se maneja en términos abstractos.
La conquista de la felicidad conyugal es una de las tramas profundas que subyacen en toda la obra de Bergman. Es más, es su tema. Más que otros siquiera. La complejidad de las relaciones del día a día. La armonía interior de la vida matrimonial. Las dificultades de la pasión, de la pulsión sexual, de las tensiones de poder y dominio.
El fracaso de un matrimonio y la presencia de una mujer que ha sufrido un accidente y a la que ha abandonado su marido son los personajes con los que se encuentra el protagonista, un hombre recién divorciado que vive en una isla solitaria, de esas que abundan en el báltico.
Max von Sydow, Liv Ullmann, Bibi Andersson, y Erland Josephson son los personajes de la trama.
Lo que me gusta de la forma de rodar de Bergman es la frialdad que muestra en la exposición de las imágenes, como si no tuviese intención de hacer algo cálido. Como si a propósito pretendiese ser frío, distante, alejado, fuera de la trama, no implicado. Como si no le interesase realmente lo que cuenta. Expone lo que es, porque está presente. Es un narrador omnisciente, lineal y desinteresado. No valorativo. Es el espectador quien debe dar corporeidad moral y ética al discurso, a la narración. Por eso he defendido siempre que las cintas de Bergman hay que verlas por la mañana, a primera hora, cuando tu cuerpo y tu mente están más despiertos, sin que hayan recibido muchos estímulos a los largo del día. Ver esta cinta por la mañana es una experiencia, verla por la tarde otra bien distinta, menos intensa y carnal. Algo parecido me ha pasado siempre cuando leo algún ensayo difícil, algún texto que se maneja en términos abstractos.
5 de abril de 2025
5 de abril de 2025
Sé el primero en valorar esta crítica
(9'5/10)
Habiendo visto gran parte de la filmografía de Bergman, volver a él no resulta en una experiencia nueva, pero sí siempre distinta. La forma en la que se centra en filmar lo íntimo, lo frágil y lo humano me resulta profundamente evocadora. Por eso, acercarme a Pasión (1969) se siente como seguir caminando por un territorio ya familiar, aunque no por eso menos revelador.
En Pasión (1969), Bergman vuelve a poner el foco en dos individuos, en dos personas, que sin éxito desean tocarse de verdad, conectar sentimentalmente en un contexto adverso. La cinta presenta a Andreas, un hombre solitario, y a Anna, una mujer necesitada de una estructura, un apoyo donde reposar ciertos traumas y experiencias. Ambos se encuentran en momentos vitales similares pero incompatibles. Se atraen, se repelen, se hieren. Todo lo que filma el sueco es ajeno a una historia de amor; no existe romanticismo, solo el intento de construir algo a partir de restos, de lo que queda cuando solo existe la esperanza subjetiva y no una certeza objetiva.
De nuevo, el entorno que rodea a nuestros personajes parece un purgatorio emocional. El paisaje es frío, insensible, árido, carente de refugios. Da la sensación de que todo lo que compone la cinta es portador de la enfermedad que trae la tristeza y el peligro de estar perdidos. Cada segundo del metraje muestra la fragilidad de unos personajes que no se sienten a gusto a pesar de intentarlo por activa y por pasiva; cada silencio, cada gesto, cada sombra es el síntoma del colapso sentimental de Anna y Andreas.
Como siempre, destaca la fotografía de Sven Nykvist, una que acentúa la descomposición vital de unos personajes que se agrietan a medida que pasa el tiempo. Grietas que caen como concreto en los rostros afligidos de unos individuos sin otro rumbo que el de lamentarse por la insatisfacción existencial que atraviesan.
Bergman sitúa la cámara en el interior de una relación rota desde el inicio y nos convierte en testigos de una belleza que nace del desgarro de ese intrincado mapa emocional que es el ser humano. Posiblemente es otra de sus obras maestras, que hace gala de uno de sus mejores trabajos como director y guionista.
"Las palabras están muy usadas y no sirven para describir lo que pasa."
Habiendo visto gran parte de la filmografía de Bergman, volver a él no resulta en una experiencia nueva, pero sí siempre distinta. La forma en la que se centra en filmar lo íntimo, lo frágil y lo humano me resulta profundamente evocadora. Por eso, acercarme a Pasión (1969) se siente como seguir caminando por un territorio ya familiar, aunque no por eso menos revelador.
En Pasión (1969), Bergman vuelve a poner el foco en dos individuos, en dos personas, que sin éxito desean tocarse de verdad, conectar sentimentalmente en un contexto adverso. La cinta presenta a Andreas, un hombre solitario, y a Anna, una mujer necesitada de una estructura, un apoyo donde reposar ciertos traumas y experiencias. Ambos se encuentran en momentos vitales similares pero incompatibles. Se atraen, se repelen, se hieren. Todo lo que filma el sueco es ajeno a una historia de amor; no existe romanticismo, solo el intento de construir algo a partir de restos, de lo que queda cuando solo existe la esperanza subjetiva y no una certeza objetiva.
De nuevo, el entorno que rodea a nuestros personajes parece un purgatorio emocional. El paisaje es frío, insensible, árido, carente de refugios. Da la sensación de que todo lo que compone la cinta es portador de la enfermedad que trae la tristeza y el peligro de estar perdidos. Cada segundo del metraje muestra la fragilidad de unos personajes que no se sienten a gusto a pesar de intentarlo por activa y por pasiva; cada silencio, cada gesto, cada sombra es el síntoma del colapso sentimental de Anna y Andreas.
Como siempre, destaca la fotografía de Sven Nykvist, una que acentúa la descomposición vital de unos personajes que se agrietan a medida que pasa el tiempo. Grietas que caen como concreto en los rostros afligidos de unos individuos sin otro rumbo que el de lamentarse por la insatisfacción existencial que atraviesan.
Bergman sitúa la cámara en el interior de una relación rota desde el inicio y nos convierte en testigos de una belleza que nace del desgarro de ese intrincado mapa emocional que es el ser humano. Posiblemente es otra de sus obras maestras, que hace gala de uno de sus mejores trabajos como director y guionista.
"Las palabras están muy usadas y no sirven para describir lo que pasa."
23 de diciembre de 2009
23 de diciembre de 2009
7 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ritmo de las películas no sólo se mide en la amplitud de la historia o en la cantidad de detalles que puede contener, o en la velocidad con que cambian las escenas. El ritmo es un asunto de potencia, que la entiendo como la capacidad de mantener en quien ve el film, la posibilidad de fluidas comprensiones, casi asombrándose del plano, o del diálogo, la puesta en escena, el color, el gesto (...). De lo que he visto de Bergman esta es la película que menos logra decir cosas, la película menos potente. Se rescatan algunos diálogos, que casi siempre son monólogos sobre todo uno de Andreas (Max von Sydow) en el que logra exponer el problema de su cadencia, si se quiere, metafísica. También sentí que "pasión" no podría ser el título de esta película, justamente por su ausencia. Casi todo es una apología a la inexpresividad. En sintesis siento que "pasión" de Bergman no logró comunicarme algo. La vi, pero no diálogue con ella.
26 de diciembre de 2018
26 de diciembre de 2018
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me encantan las películas de Ingmar Bergman, pero ésta me ha dejado desconcertada. Sobre la incomunicación entre las personas, la propia película comunica explicitamente muy poco. Déjalo todo a la interpretación del público y, por eso, es incómoda. Es agradable ver los cuatro protagonistas -- que he encontrado en varios otros filmes del director sueco --, tan jóvenes y fuertes. Merece la pena verla, aunque sea porque es una película de Bergman.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here