Milagro en Milán
1951 

7.7
4,836
Comedia. Drama. Fantástico
Totó es un bondadoso huérfano que vive, igual que otros muchos desharrapados, en un mísero barrio de chabolas en las afueras de Milán. Cuando en los terrenos donde viven se descubre petróleo, Totó, tan ingenuo como bienintencionado, decide enfrentarse al poderoso señor Mobbi, el dueño del suelo. Aunque contiene elementos fantásticos, constituye con "Ladrón de bicicletas" y "Umberto D." la gran trilogía neorrealista de De Sica. (FILMAFFINITY) [+]
3 de mayo de 2006
3 de mayo de 2006
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este film cuenta con unos efectos especiales propios de la época, no es una historia como cualquier otra, pues, aunque cuanta con ciertas cosas que se escapan del cine neorrealista considero que Vittorio de Sica no solo hizo algo que rompió con los esquemas que eran por ejemplo “ladrón de bicicleta” –film realmente conmovedor e impecable de Sica- sino que muestra cierto optimismo y candidez que existe aun en las personas, consideró que para la época (50’s)- los acontecimientos que se vivían- este film es un cambio y optimismo. Además que la iluminación es precisa en las escenas nos saca de cierta realidad, además que es precisa para como se vive en aquellas calles en esas condiciones no solo precarias sino que viven de un forma que es difícil de pensar, por ejemplo sus casa serán hechas con desechos, cosas imposible, pero el optimismo o como afrontan las personas este hecho es sorprendente pues parecen muchas veces no darse cuenta de ello pero esto gracias a nuestro personaje principal ToTó quien guia el film de una manera optimista que el mismo espectador no se podrá dar cuenta muchas veces de lo que ve y es más deseará ciertas cosas, materiales también, que ellos poseen. Considero que para seguidor del cine y más aún de Sica es imposible no ver este film que muestra a otro Sica, a uno más soñador.
25 de febrero de 2020
25 de febrero de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocos palos debieron darle al protagonista en el orfelinato, que sale de ahí con una sonrisa de oreja a oreja dándole los buenos días a todo con el que se cruza. No hay otra manera de tomarse esta película que no sea como un cuento, aunque no para niños, es un cuento realizado para adultos que necesitaban algo así. El incesante drama diario de la población merecía un contrapunto así porque con tanto desasosiego, en un país que aún vivía en ruinas después de la guerra, el ser humano no puede seguir adelante. Para respirar hay que tomar aire, y lamentándolo mucho, el neorrealismo de verdad lo impedía.
"Milagro en Milán" no es neorrealismo, rotundamente no. No digo por eso que sea mejor o peor, ciertamente a mí no me parece una gran película, pero lo que es seguro es que esto no es neorrealismo. De Sica quería respirar, merecía una pausa, como todos los italianos, y este cuento acerca de unos cuantos desheredados encaja perfectamente como método para destensar. Tras tanta bicicleta robada, tanto jubilado asolado, tanta pobreza y tanta hambre, merecían algo así. El chaval no deja de sonreír en ningún momento y aunque nos parezca imposible, tal vez por eso es un cuento, los pobres no tienen maldad. Es así, tal cual un cuento para niños, la policía es inepta y los ricos son los malos. Ternura y azúcar para dar y regalar.
"Milagro en Milán" no es neorrealismo, rotundamente no. No digo por eso que sea mejor o peor, ciertamente a mí no me parece una gran película, pero lo que es seguro es que esto no es neorrealismo. De Sica quería respirar, merecía una pausa, como todos los italianos, y este cuento acerca de unos cuantos desheredados encaja perfectamente como método para destensar. Tras tanta bicicleta robada, tanto jubilado asolado, tanta pobreza y tanta hambre, merecían algo así. El chaval no deja de sonreír en ningún momento y aunque nos parezca imposible, tal vez por eso es un cuento, los pobres no tienen maldad. Es así, tal cual un cuento para niños, la policía es inepta y los ricos son los malos. Ternura y azúcar para dar y regalar.
27 de agosto de 2021
27 de agosto de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué bien me come. Oil! El reino.
Tiene probablemente la mejor escena/secuencia de la historia del cine* y la mejor reflexión o imagen sobre el entretenimiento masivo, el cine, otra vez, mismo, la política, la religión, todas las ideologías, la medicina, la ciencia, la filosofía, la literatura, olé mi madre, olé mi suegra y olé mi tía**, y una primera parte contratante absolutamente maravillosa, perfecta, una segunda un poco menos.
Ciudad de Dios, La vida es bella, Bienvenido, Míster Marshall o Los jueves, milagro, Sopa de ganso y Grease, por supuesto. Amanece que no es poco.
Absurdo, inteligencia, humor, imaginación, ingenio, grandeza, poesía, simpleza.
Y Totó que es el perfecto imbécil, casi como de Dostoievski el bueno. Y un Espartaco chabolero que crea una comuna feliz que se rebela contra el ominoso poder establecido a través de la bondad como gigantesca broma, esa blanca paloma, el espíritu santo era en verdad un cojo palomo.
Tiene probablemente la mejor escena/secuencia de la historia del cine* y la mejor reflexión o imagen sobre el entretenimiento masivo, el cine, otra vez, mismo, la política, la religión, todas las ideologías, la medicina, la ciencia, la filosofía, la literatura, olé mi madre, olé mi suegra y olé mi tía**, y una primera parte contratante absolutamente maravillosa, perfecta, una segunda un poco menos.
Ciudad de Dios, La vida es bella, Bienvenido, Míster Marshall o Los jueves, milagro, Sopa de ganso y Grease, por supuesto. Amanece que no es poco.
Absurdo, inteligencia, humor, imaginación, ingenio, grandeza, poesía, simpleza.
Y Totó que es el perfecto imbécil, casi como de Dostoievski el bueno. Y un Espartaco chabolero que crea una comuna feliz que se rebela contra el ominoso poder establecido a través de la bondad como gigantesca broma, esa blanca paloma, el espíritu santo era en verdad un cojo palomo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
* La del sol, obviamente, indescriptiblemente hermosa, eso sí que es un milagro, ver cómo se mueven todos al unísono por un pedazo de paraíso, para disfrutar de unos segundo en el cielo.
** La del tipo, cómo no, que cobra cien liras o las que sean por ver en la jeta de la gente el futuro prometedor y merecido que le espera inevitablemente a todo el mundo si pagan como es debido, así es y así se lo hemos contado.
Estos dos momentos, quizás sumados al del pito del sereno para aplacar una pelea ignominiosa, el de los ladridos como colofón glorioso del regateo, vivan los negocios, el comercio, el progreso, el emprendimiento y todo eso tan bello, y el del agua en toda la cara como prueba de amor definitiva forman un compendio de la condición humana desde todos los puntos de vista posibles e imposibles, ahí cabe todo, nada falta.
El milagro a última hora concreta lo que estaba más sugerido, tenían que haber contado lo mismo, pero sin intervención externa o divina, sin deus ex machina, seguro, de forma más artesanal, gradual e imaginativa, un pecado venial que perdonamos en este caso, ese recurso, claro.
El tipo de la tramontana, los que calientan las manos del jefe que parece por instantes Mussolini en los palacios de invierno, el niño colgado de una cuerda apara avisar de la llegada de las molestas visitas, siempre, cuando ellos se suben al palo mayor después del beso eterno, la negra y el blanco como Travolta y Newton-John que también ascienden a los cielos de otro mejor reino, la canción al mogollón, americanos, os recibimos con alegría, la nariz, los cinco dedos... La realidad es una bufonada grotesca sin la más mínima seriedad o al contrario, tan severa y fiera que nos morimos de la risa por las esquinas y tartamudeamos mucho mientras comemos chocolate fano y bizqueamos, para variar, solo un poco o rato.
Crítica social que opta por la huida de la lucha, el escapismo como de Houdini, vuelan como las brujas de Eastwick, ya que saben que en este mundo es imposible la victoria de los vencidos.
Pirandello, Marx y Milikito.
Nació abandonado a su suerte, como Moisés, un Jesucristo, caído del cielo como el niño que tiraron al río para que no lo matara Herodes o el faraón de turno, siempre se repite la misma historia.
Tesis: Ridícula seriedad de los gerifaltes abusadores. Antítesis: Humor salvaje de la famélica legión. Síntesis: Vittorio De Sica.
** La del tipo, cómo no, que cobra cien liras o las que sean por ver en la jeta de la gente el futuro prometedor y merecido que le espera inevitablemente a todo el mundo si pagan como es debido, así es y así se lo hemos contado.
Estos dos momentos, quizás sumados al del pito del sereno para aplacar una pelea ignominiosa, el de los ladridos como colofón glorioso del regateo, vivan los negocios, el comercio, el progreso, el emprendimiento y todo eso tan bello, y el del agua en toda la cara como prueba de amor definitiva forman un compendio de la condición humana desde todos los puntos de vista posibles e imposibles, ahí cabe todo, nada falta.
El milagro a última hora concreta lo que estaba más sugerido, tenían que haber contado lo mismo, pero sin intervención externa o divina, sin deus ex machina, seguro, de forma más artesanal, gradual e imaginativa, un pecado venial que perdonamos en este caso, ese recurso, claro.
El tipo de la tramontana, los que calientan las manos del jefe que parece por instantes Mussolini en los palacios de invierno, el niño colgado de una cuerda apara avisar de la llegada de las molestas visitas, siempre, cuando ellos se suben al palo mayor después del beso eterno, la negra y el blanco como Travolta y Newton-John que también ascienden a los cielos de otro mejor reino, la canción al mogollón, americanos, os recibimos con alegría, la nariz, los cinco dedos... La realidad es una bufonada grotesca sin la más mínima seriedad o al contrario, tan severa y fiera que nos morimos de la risa por las esquinas y tartamudeamos mucho mientras comemos chocolate fano y bizqueamos, para variar, solo un poco o rato.
Crítica social que opta por la huida de la lucha, el escapismo como de Houdini, vuelan como las brujas de Eastwick, ya que saben que en este mundo es imposible la victoria de los vencidos.
Pirandello, Marx y Milikito.
Nació abandonado a su suerte, como Moisés, un Jesucristo, caído del cielo como el niño que tiraron al río para que no lo matara Herodes o el faraón de turno, siempre se repite la misma historia.
Tesis: Ridícula seriedad de los gerifaltes abusadores. Antítesis: Humor salvaje de la famélica legión. Síntesis: Vittorio De Sica.
3 de diciembre de 2014
3 de diciembre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre he tenido "Milagro en Milán" (Miracolo a Milano, 1951) entre mis películas favoritas, a pesar de sus evidentes limitaciones y de su mensaje quizá excesivamente subrayado. Es posible que sea por la inocencia y esperanza que transmite, por el tono simpático y cómico de sus personajes, por esa mirada humanista que dirige hacia un mundo miserable pero en el que resplandecen algunas almas puras, como esa paloma capaz de obrar milagros. Es Vittorio de Sica el responsable de este milagro cinematográfico y Cesare Zavattini el autor del guión. Ambos consiguen transformar la pobreza más vergonzante en grandeza de espíritu, dar esperanza a los sin techo y satisfacer, aunque sea de manera ilusoria, sus deseos de conseguir un vestido lujoso o un millón, de superar la tartamudez o la baja estatura, de ser general de policía o atrapar a una bailarina que deja de ser de piedra. Con Totó, auténtico protagonista de este cuento mágico, cada cual alcanza sus máximas aspiraciones y todos colman sus deseos de felicidad... aunque en algunos casos no dejen de ser deseos un tanto pobres.
Vemos a una abuela que encuentra a un bebé entre los repollos de su huerta, y que desde entonces pasa a ser madre de adopción para dar todo su amor. El tiempo pasa, la mujer se muere, y el niño Totó se convierte en un joven de buen corazón dispuesto a hacer creer a un desesperado suicida que la vida es bella, a un jorobado o a quien padece parálisis facial que lo suyo no es tan especial porque que todos tenemos una nariz o cinco dedos en la mano, a un viejo al que unos globos y su poco peso le hacen volar por los aires que eso se soluciona con un poco de pan, o a una joven criada que está apunto de ser castigada por un descuido... que a él le gusta que le tiren el agua encima. Son gestos de magnanimidad y disposiciones de ayuda a todos que culminarán con la paloma de los milagros. Para esos pobres con más picaresca que inteligencia que se ven acuciados por los poderosos (la referencia a Mussolini y a los especuladores de posguerra es clara), la figura de Totó se convierte en una especie de hada madrina o en un santo, y a él acudirán con la esperanza de remediar sus males.
Cada cual pide lo que no tiene y en lo que pone su felicidad, que se concreta en algo material, en una mejora de salud, en una satisfacción personal (en forma de orgullo o de pasión, como se ve con el policía o el amante de la bailarina), o en un afecto que por momentos se identifica con unos zapatos, con la luna o con el sol (poético es ese momento del amanecer, que nos recuerda al mejor Chaplin)... pero donde lo que realmente se quiere es un beso largamente esperado (hay que ver como se ilumina el rostro de Edvige). Asistimos a todo el horizonte de materialismo y a toda la espiritualidad para una triste realidad en que algunos tratan de cercenar las alas a los individuos de a pie. Menos mal que en este mundo las escobas aún permiten volar, y que quien cree y ama siempre encuentra una salida para creer en el día de mañana. Eso es lo que dice la canción que no deja de sonar durante toda la película -¡que no pare la música del organillo!, ni siquiera durante la carga sobre la barricada-, pues les "basta una cabaña para vivir y dormir, un poco de tierra para vivir y morir, y solo pedimos un par de zapatos, unos calcetines y un poco de pan".
Ese podría ser el lema de tantos desahuciados y de tantos indignados que brotan en tiempos de penuria. Y esa podría ser la respuesta de Totó a quienes propugnan el enfrentamiento como camino para vencer en la lucha: la verdadera revolución social no pasa por la violencia sino por la conversión de los corazones, y tampoco depende de la satisfacción de todas las apetencias y necesidades, porque ahí tenemos a ese triste soplón que se contenta con un abrigo de piel o con un sombrero... para seguir tan pobre como antes y en soledad, o a ese pobre sensual que busca saciarse con la bailarina y pierde la libertad. La dignidad exige un poco de tierra y de pan, pero después necesita de alguien que a uno le quiera y a quien querer, ya sea una madre que nos cuida desde el cielo o una mujer (o un hombre) dispuesta a vivir cada amanecer como si entonces recibiera el sol como regalo.
"Milagro en Milán" es, además, la otra cara del neorrealismo italiano, el rostro amable pero mordaz que permite hablar de un tiempo de escasez. Estamos, en el fondo, ante un cuento (comienza con "érase una vez" y termina con la sentencia "un reino donde "buenos días" quiera decir de verdad "buenos días"") o ante una parábola moral que desde la tierra trata de volar a las alturas, con la magia de la imaginación o con la fe de la esperanza. Y es que Vittorio de Sica y Cesare Zavattini sabían cómo hacer llegar al espectador un cine comprometido y social, y también cómo conmover con una historia que hablase al hombre desde sus más profundas inquietudes y anhelos, haciéndole soñar con los ojos abiertos.
Vemos a una abuela que encuentra a un bebé entre los repollos de su huerta, y que desde entonces pasa a ser madre de adopción para dar todo su amor. El tiempo pasa, la mujer se muere, y el niño Totó se convierte en un joven de buen corazón dispuesto a hacer creer a un desesperado suicida que la vida es bella, a un jorobado o a quien padece parálisis facial que lo suyo no es tan especial porque que todos tenemos una nariz o cinco dedos en la mano, a un viejo al que unos globos y su poco peso le hacen volar por los aires que eso se soluciona con un poco de pan, o a una joven criada que está apunto de ser castigada por un descuido... que a él le gusta que le tiren el agua encima. Son gestos de magnanimidad y disposiciones de ayuda a todos que culminarán con la paloma de los milagros. Para esos pobres con más picaresca que inteligencia que se ven acuciados por los poderosos (la referencia a Mussolini y a los especuladores de posguerra es clara), la figura de Totó se convierte en una especie de hada madrina o en un santo, y a él acudirán con la esperanza de remediar sus males.
Cada cual pide lo que no tiene y en lo que pone su felicidad, que se concreta en algo material, en una mejora de salud, en una satisfacción personal (en forma de orgullo o de pasión, como se ve con el policía o el amante de la bailarina), o en un afecto que por momentos se identifica con unos zapatos, con la luna o con el sol (poético es ese momento del amanecer, que nos recuerda al mejor Chaplin)... pero donde lo que realmente se quiere es un beso largamente esperado (hay que ver como se ilumina el rostro de Edvige). Asistimos a todo el horizonte de materialismo y a toda la espiritualidad para una triste realidad en que algunos tratan de cercenar las alas a los individuos de a pie. Menos mal que en este mundo las escobas aún permiten volar, y que quien cree y ama siempre encuentra una salida para creer en el día de mañana. Eso es lo que dice la canción que no deja de sonar durante toda la película -¡que no pare la música del organillo!, ni siquiera durante la carga sobre la barricada-, pues les "basta una cabaña para vivir y dormir, un poco de tierra para vivir y morir, y solo pedimos un par de zapatos, unos calcetines y un poco de pan".
Ese podría ser el lema de tantos desahuciados y de tantos indignados que brotan en tiempos de penuria. Y esa podría ser la respuesta de Totó a quienes propugnan el enfrentamiento como camino para vencer en la lucha: la verdadera revolución social no pasa por la violencia sino por la conversión de los corazones, y tampoco depende de la satisfacción de todas las apetencias y necesidades, porque ahí tenemos a ese triste soplón que se contenta con un abrigo de piel o con un sombrero... para seguir tan pobre como antes y en soledad, o a ese pobre sensual que busca saciarse con la bailarina y pierde la libertad. La dignidad exige un poco de tierra y de pan, pero después necesita de alguien que a uno le quiera y a quien querer, ya sea una madre que nos cuida desde el cielo o una mujer (o un hombre) dispuesta a vivir cada amanecer como si entonces recibiera el sol como regalo.
"Milagro en Milán" es, además, la otra cara del neorrealismo italiano, el rostro amable pero mordaz que permite hablar de un tiempo de escasez. Estamos, en el fondo, ante un cuento (comienza con "érase una vez" y termina con la sentencia "un reino donde "buenos días" quiera decir de verdad "buenos días"") o ante una parábola moral que desde la tierra trata de volar a las alturas, con la magia de la imaginación o con la fe de la esperanza. Y es que Vittorio de Sica y Cesare Zavattini sabían cómo hacer llegar al espectador un cine comprometido y social, y también cómo conmover con una historia que hablase al hombre desde sus más profundas inquietudes y anhelos, haciéndole soñar con los ojos abiertos.
16 de noviembre de 2015
16 de noviembre de 2015
9 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esto de las etiquetas da mucho juego a la estupidez. Una joya del neorrealismo italiano. Vale. Bien. Eso quiere decir, supongo, que esta película hay verla desde una posición concreta y bajo unos puntos de vista determinados por la época. De acuerdo. Nos ponemos intelectuales y en situación, porque si no te llega es por tu falta de cultura y sensibilidad.
La historia empieza bien e interesa, con algunas escenas de mérito, algunas situaciones originales y un personaje protagonista bien definido y encantador. La ambientación y las penalidades de postguerra se recrean en un tono de costumbrismo mágico que resulta muy atractivo. Muy bien hasta aquí. Pero, de repente, para resolver una situación que solo tiene una salida (la de siempre: gana la banca), a los chabolistas, como a los apóstoles, se le aparece el Espíritu Santo en forma de paloma.
Y es a partir de ahí cuando la película entra en un desmadre sin sentido saliendo del costumbrismo mágico para caer de lleno en un surrealismo desvergonzado, lastimoso e incomprensible que da al traste con las buenas sensaciones de la primera media hora.
Uno aguanta hasta el final para ver si se corrige el desmadre, pero el final... ¡Jo, qué final! Me lo expliquen, porfa, que me falta cultura y sensibilidad para asimilar la apoteosis.
La historia empieza bien e interesa, con algunas escenas de mérito, algunas situaciones originales y un personaje protagonista bien definido y encantador. La ambientación y las penalidades de postguerra se recrean en un tono de costumbrismo mágico que resulta muy atractivo. Muy bien hasta aquí. Pero, de repente, para resolver una situación que solo tiene una salida (la de siempre: gana la banca), a los chabolistas, como a los apóstoles, se le aparece el Espíritu Santo en forma de paloma.
Y es a partir de ahí cuando la película entra en un desmadre sin sentido saliendo del costumbrismo mágico para caer de lleno en un surrealismo desvergonzado, lastimoso e incomprensible que da al traste con las buenas sensaciones de la primera media hora.
Uno aguanta hasta el final para ver si se corrige el desmadre, pero el final... ¡Jo, qué final! Me lo expliquen, porfa, que me falta cultura y sensibilidad para asimilar la apoteosis.
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