Import/Export
6.4
1,525
Drama
Historia de dos personas que toman caminos opuestos. Olga, una enfermera cansada de vivir con el dinero contado, deja atrás Ucrania y viaja hacia Occidente buscando una vida mejor. Esa vida mejor será en Viena como limpiadora y más adelante como modelo porno en internet. Paul ya está en Occidente, es austriaco, vive en Viena y es un guardia jurado en paro. Las chapuzas que le permiten ir tirando son cada vez más miserables y los amigos ... [+]
6 de mayo de 2014
6 de mayo de 2014
Sé el primero en valorar esta crítica
Es muy difícil ver películas de Ulrich Seidl en las salas comerciales. Le dan algún premio en un festival, sale en cuatro noticias especializadas y se vuelve a sumergir. Hasta la próxima.
En las sociedades, en todas, hay lo que se llama la superficie y lo que se podría llamar las cloacas. Superficie y cloacas, en los países del llamado Primer Mundo son muy parecidas. Las diferencias en contenido son anecdóticas. Sin embargo sí hay algo que las diferencia en la forma, y es el grado de separación entre cloacas y superficies en cada uno de los países que pertenecen a ese primer mundo. Entre más distancia, más represión y más hipocresía. Y suele ser en los países del centro/norte de Europa donde esta diferencia es más grande. Esta diferencia trae como resultado que la reacción de determinadas conciencias sea más visceral y más radical. No es una casualidad que la pintura expresionista tenga sus máximos exponentes en pintores del centro/norte de Europa. Sus obras son como gritos de presos que ya no pueden soportar más su encierro. El humor irreverente y cruel de los ingleses se podría decir que es hijo de su contención. O el odio de Thomas Bernhard por Austria, fruto del afán del país por figurar como un país modélico.
En los países del sur esta diferencia es menor, algunas veces mínima. Las prostitutas en las calles y polígonos españoles es habitual, borrachos tirados por las esquinas suele ser común y hasta zurullos entre coche y coche. Contar miserias de España en películas sería aburrir.
Pero la conciencia centroeuropea es más “exquisita”. Lo clasifica todo y todo lo almacena. Siguen un poco aquello de “lo que no ves es cómo si no lo sintieses”. Pero algunos sí que lo ven y muy bien. Y lo vomitan en forma de obra de arte. Sólo hay que leer alguna novela de Bernhard o ver un cuadro de Egon Schiele. Pues esa estela sigue Ulrich Seidl. Y se dedica a contárnoslo.
Viendo la película de Ulrich Seidl a nadie se le ocurriría pensar, de no saberlo, que transcurre en Europa, el import, y en Ucrania, el export, o al revés, porque qué más da a dónde vas y de dónde vienes si huyes de un sitio y el otro no te complace. Uno podía pensar que es un escenario apocalíptico. Todos los exteriores están escogidos para hacer daño, implacablemente. Me imagino haciendo el montaje y cortando donde apareciese algo de vida sana, de alegría, de esperanza. Y no es porque Ulrich Seidl sea sádico si no porque no quiere distracciones. Hay gente que sufre y que sufre mucho. Eso es lo que debe quedar claro. Y vaya si queda.
Vidas desamparadas, sin esperanza que van de un sitio a otro por ir. Una chica huye de los siniestros resultados de un poscomunismo desolador y termina maltratada pero resignada, sin su hija, en Austria. Un joven a merced de todo lo malo del capitalismo huye de esa misma Austria y termina, en una paradoja cruel, haciendo autostop en Ucrania, huyendo hacia un destino incierto y mísero pero con el atractivo de la esperanza por lo desconocido. Una esperanza que ya ha perdido en la modélica Austria.
Todo aderezado con vandalismo urbano, explotación sexual, esclavismo laboral, pobreza extrema, vejez maltratada. Y sin embargo tanta desgracia está bien trabada en estas vidas. La vemos absolutamente posible.
Los temas en Ulrich Seidl lo son todo. Casi no hay dialogo. Los trabajos interpretativos son de un automatismo descarado, los personajes van y vienen, no caminan. Se aparean, no hacen el amor. Cumplen con su trabajo, no son profesionales. La fotografía es una pero podía ser otra, no marca especialmente las escenas. El tema. El tema. ¿Y cuál es el tema?
Para explicar el tema, baste un detalle. Hay escenas en las calles, las casas y los bares de Ucrania. Y hay escenas en las calles, las casas y los bares de Austria. Parece fácilmente aceptable que la miseria y la pobreza inunden las imágenes que transcurren en Ucrania. Ya se sabe, la catástrofe de la sociedad comunista: edificios sin mantenimiento, coches viejos, calles sin asfaltar, casas desangeladas. Pero sorprenden las imágenes que muestran la acción en Austria. Son exactamente igual de frías. La Austria de la Filarmónica de Viena, el Prater y la catedral de San Esteban.
Y es que quizás lo que pase, es que para el joven austriaco que termina caminando por una carretera ucraniana todo el esplendor de Viena es inexistente.
Y da lo mismo dónde vivas si te ha tocado ser de los perdedores, los indefensos, los marginados. Aquí y allí, comunismo o capitalismo, nadie se va a ocupar de ti.
Ulrich Seidl no se pregunta cómo hemos llegado hasta aquí. En esta película nos muestra dónde estamos.
No estaría mal pasar esta película por los Institutos de Bachillerato. Tendría cabida en varias asignaturas.
En las sociedades, en todas, hay lo que se llama la superficie y lo que se podría llamar las cloacas. Superficie y cloacas, en los países del llamado Primer Mundo son muy parecidas. Las diferencias en contenido son anecdóticas. Sin embargo sí hay algo que las diferencia en la forma, y es el grado de separación entre cloacas y superficies en cada uno de los países que pertenecen a ese primer mundo. Entre más distancia, más represión y más hipocresía. Y suele ser en los países del centro/norte de Europa donde esta diferencia es más grande. Esta diferencia trae como resultado que la reacción de determinadas conciencias sea más visceral y más radical. No es una casualidad que la pintura expresionista tenga sus máximos exponentes en pintores del centro/norte de Europa. Sus obras son como gritos de presos que ya no pueden soportar más su encierro. El humor irreverente y cruel de los ingleses se podría decir que es hijo de su contención. O el odio de Thomas Bernhard por Austria, fruto del afán del país por figurar como un país modélico.
En los países del sur esta diferencia es menor, algunas veces mínima. Las prostitutas en las calles y polígonos españoles es habitual, borrachos tirados por las esquinas suele ser común y hasta zurullos entre coche y coche. Contar miserias de España en películas sería aburrir.
Pero la conciencia centroeuropea es más “exquisita”. Lo clasifica todo y todo lo almacena. Siguen un poco aquello de “lo que no ves es cómo si no lo sintieses”. Pero algunos sí que lo ven y muy bien. Y lo vomitan en forma de obra de arte. Sólo hay que leer alguna novela de Bernhard o ver un cuadro de Egon Schiele. Pues esa estela sigue Ulrich Seidl. Y se dedica a contárnoslo.
Viendo la película de Ulrich Seidl a nadie se le ocurriría pensar, de no saberlo, que transcurre en Europa, el import, y en Ucrania, el export, o al revés, porque qué más da a dónde vas y de dónde vienes si huyes de un sitio y el otro no te complace. Uno podía pensar que es un escenario apocalíptico. Todos los exteriores están escogidos para hacer daño, implacablemente. Me imagino haciendo el montaje y cortando donde apareciese algo de vida sana, de alegría, de esperanza. Y no es porque Ulrich Seidl sea sádico si no porque no quiere distracciones. Hay gente que sufre y que sufre mucho. Eso es lo que debe quedar claro. Y vaya si queda.
Vidas desamparadas, sin esperanza que van de un sitio a otro por ir. Una chica huye de los siniestros resultados de un poscomunismo desolador y termina maltratada pero resignada, sin su hija, en Austria. Un joven a merced de todo lo malo del capitalismo huye de esa misma Austria y termina, en una paradoja cruel, haciendo autostop en Ucrania, huyendo hacia un destino incierto y mísero pero con el atractivo de la esperanza por lo desconocido. Una esperanza que ya ha perdido en la modélica Austria.
Todo aderezado con vandalismo urbano, explotación sexual, esclavismo laboral, pobreza extrema, vejez maltratada. Y sin embargo tanta desgracia está bien trabada en estas vidas. La vemos absolutamente posible.
Los temas en Ulrich Seidl lo son todo. Casi no hay dialogo. Los trabajos interpretativos son de un automatismo descarado, los personajes van y vienen, no caminan. Se aparean, no hacen el amor. Cumplen con su trabajo, no son profesionales. La fotografía es una pero podía ser otra, no marca especialmente las escenas. El tema. El tema. ¿Y cuál es el tema?
Para explicar el tema, baste un detalle. Hay escenas en las calles, las casas y los bares de Ucrania. Y hay escenas en las calles, las casas y los bares de Austria. Parece fácilmente aceptable que la miseria y la pobreza inunden las imágenes que transcurren en Ucrania. Ya se sabe, la catástrofe de la sociedad comunista: edificios sin mantenimiento, coches viejos, calles sin asfaltar, casas desangeladas. Pero sorprenden las imágenes que muestran la acción en Austria. Son exactamente igual de frías. La Austria de la Filarmónica de Viena, el Prater y la catedral de San Esteban.
Y es que quizás lo que pase, es que para el joven austriaco que termina caminando por una carretera ucraniana todo el esplendor de Viena es inexistente.
Y da lo mismo dónde vivas si te ha tocado ser de los perdedores, los indefensos, los marginados. Aquí y allí, comunismo o capitalismo, nadie se va a ocupar de ti.
Ulrich Seidl no se pregunta cómo hemos llegado hasta aquí. En esta película nos muestra dónde estamos.
No estaría mal pasar esta película por los Institutos de Bachillerato. Tendría cabida en varias asignaturas.
16 de diciembre de 2016
16 de diciembre de 2016
Sé el primero en valorar esta crítica
Olga (Rak) es una enfermera ucraniana sin futuro que busca una vida mejor y para ello emigrará a Viena. Paul (Hoffmann) es un joven austríaco, guardia jurado en paro, lleno de deudas, con una difícil relación con su padrastro y que está cansado de sobrevivir a base de chapuzas. Por ello emigra a Ucrania para trabajar como reparador de máquinas tragaperras.
"Import/Export" fue la revelación internacional de Seidl y es cine social auténtico, muy bueno, frío, semidocumental que ofrece crudamente lo que hay: un tanto monta, monta tanto, en ese cruce de personajes/historias, en ese buceo en las cloacas de la realidad. El cineasta austríaco muestra, no expone tesis, pero la fuerza de las imágenes y la buena construcción de sus personajes son más que suficientes. Y así es ya uno de los más incómodos y coherentes autores europeos de su tiempo.
"Import/Export" fue la revelación internacional de Seidl y es cine social auténtico, muy bueno, frío, semidocumental que ofrece crudamente lo que hay: un tanto monta, monta tanto, en ese cruce de personajes/historias, en ese buceo en las cloacas de la realidad. El cineasta austríaco muestra, no expone tesis, pero la fuerza de las imágenes y la buena construcción de sus personajes son más que suficientes. Y así es ya uno de los más incómodos y coherentes autores europeos de su tiempo.
20 de julio de 2018
20 de julio de 2018
Sé el primero en valorar esta crítica
Es un pe li cu lón, con todas las letras? En que puede uno basarse para decir esto? Simple. Cuando un film te cachetea y sentís el golpe, quiere decir algo.
Import export dice mucho más que algo. Miles de personas dejan sus hogares por necesidad. Y eso es duro. Limpiando o llevando maquinitas de juegos.
Import export dice mucho más que algo. Miles de personas dejan sus hogares por necesidad. Y eso es duro. Limpiando o llevando maquinitas de juegos.
31 de enero de 2021
31 de enero de 2021
Sé el primero en valorar esta crítica
Interesante película del gran director austríaco. Seidl nos deja ser testigos de la vida de dos personas sobreviviendo al día a día de sus vidas, atravesadas por la situación económica/laboral. Una ucraniana que sufre las condiciones laborales de su país viaja a Austria para experimentar otros flagelos. Por el otro Lado, un joven con su padrastro que comercian máquinas tragamonedas en Austria, viajan hacia países del Este con sus costumbres y personalidades. Todos los protagonistas no saben hablar el idioma de dónde están. Gimen, bufan, insultan, van de aquí hacia allá y buscan sobrevivir.
El foco está puesto en el contexto que los lleva a actuar, en la incomodidad de ver las cosas que suceden en la vida real.
La dirección con la cámara fija, nos permite asomarnos como testigos. El guion es interesante. El montaje sumamente preciso.
El foco está puesto en el contexto que los lleva a actuar, en la incomodidad de ver las cosas que suceden en la vida real.
La dirección con la cámara fija, nos permite asomarnos como testigos. El guion es interesante. El montaje sumamente preciso.
1 de febrero de 2016
1 de febrero de 2016
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Poderoso caballero es Don Dinero, recitaba Quevedo allá por el siglo de oro, y no ha menguado en absoluto tal poder. Al poder del dinero dedica Seidl estas dos historias donde la ausencia de dinero se convierte en todo lo malo que uno pueda imaginar. Tan malo, tan crudo, tan desagradable, tan demoledor, tan desalentador, tan horripilante lo pinta Seidl que uno pregunta: ¿era tan necesario incidir tanto en lo desagradable para hacer llegar el mensaje, o el mensaje es apenas una excusa para tamaña ostentación de crudeza? Excesivo.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here