Import/Export
6.4
1,525
Drama
Historia de dos personas que toman caminos opuestos. Olga, una enfermera cansada de vivir con el dinero contado, deja atrás Ucrania y viaja hacia Occidente buscando una vida mejor. Esa vida mejor será en Viena como limpiadora y más adelante como modelo porno en internet. Paul ya está en Occidente, es austriaco, vive en Viena y es un guardia jurado en paro. Las chapuzas que le permiten ir tirando son cada vez más miserables y los amigos ... [+]
15 de diciembre de 2009
15 de diciembre de 2009
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
De composición increíble, con planos frontales constantes y con aires desmesurados hacen de Inport-Export una película de una realización de lo más interesante.
El montaje es excelente, la complejidad de pasar de un plano frontal a otro más fijo es muy bueno, el problema es cuando pasa de un plano fijo frontal a uno con movimiento en cámara al hombro.
La historia trata acerca de la inmigración pero toda la historia esta tratada con un fondo decadente y mal-sano. Personajes complejos , alineados y tremendamente castigados por la política del triunfador.
Una película de lo más recomendable, envuelta entre tristeza y lo putrefacto de lo supuesta mente países del primer mundo.
El montaje es excelente, la complejidad de pasar de un plano frontal a otro más fijo es muy bueno, el problema es cuando pasa de un plano fijo frontal a uno con movimiento en cámara al hombro.
La historia trata acerca de la inmigración pero toda la historia esta tratada con un fondo decadente y mal-sano. Personajes complejos , alineados y tremendamente castigados por la política del triunfador.
Una película de lo más recomendable, envuelta entre tristeza y lo putrefacto de lo supuesta mente países del primer mundo.
4 de enero de 2010
4 de enero de 2010
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya no sé qué decir que no hayan dicho todos los que han opinado. Se parece a Haneke, el modo de relatar el choque de culturas, de clases, de sexos... A ver... Vi el film a lo largo de varios días, en la computadora, muy de cerca, cortándolo más de 20 veces. Casi no lo podía soportar y muchas veces tapaba con la mano fragmentos de la pantalla para no ver algunas partes del cuadro. Pocas veces me pasó eso en la vida y que no sea en atrocidades como Hostel. Quedé revuelto y preguntándome muchas cosas. Una de ellas es el límite entre lo que se toma o se filma de seres casi indefensos y se exhibe a todo el mundo. Yo creo que es necesario mostrar lo que nunca se muestra en el cine, la muerte, la soledad, la degradación y el sin sentido, pero a la vez me inquieta y me pregunto cuál es el límite ético. Si esos viejitos, cuando eran adultos en plena posesión de sus facultades, hubieran aceptado ser filmados hasta la muerte, como en parte Nicholas Ray por Wim Wenders en Lightning Over Water, me sentiría tal vez más cómodo y vería el film con menos prejuicios. Pero a la vez sé que esa filmación y todo ese movimiento en el geriátrico debe haber sido una experiencia feliz, intensísima, para todos. Con feliz me refiero a plena, viva, paradójicamente. Entonces creo que rescato eso, esa aventura del equipo de Seidl. Ese riesgo de tocar los bordes, un límite terrible que nadie toca. Me recuerda por momentos algunas de las obras de teatro de la Compagnia Pippo Delbono, de Italia, con su trabajo sobre y con los "discapacitados", que integran la propia troupe.
Lo otro que pienso es que es lo invernal del film lo que despierta esa sensación -por momentos- de excesiva manipulación, de regodeo en lo terrible: esa nieve, esos edificios, la mugre, ese frío... Claro que son ciertos, pero no creo que la película hubiera perdido nada si de vez en cuando salía el sol o ella y su amiga se iban de picnic al Prater. Seidl quería que fuera de invierno, y por eso el rodaje fue muy largo, pero para mí conspira en parte con lo que él desea expresar. Tal vez hubiera sido aún más tremendo todo. En fin... Lo otro que quiero decir es que ellos, los dos, cada uno a su modo, se hacen querer. Se hubieran merecido alguna tregua. Ella la tiene, pero en circunstancias terribles. Él nunca. Merecerían ser mimados, acariciados, entibiados. Después la vida sigue.
Lo otro que pienso es que es lo invernal del film lo que despierta esa sensación -por momentos- de excesiva manipulación, de regodeo en lo terrible: esa nieve, esos edificios, la mugre, ese frío... Claro que son ciertos, pero no creo que la película hubiera perdido nada si de vez en cuando salía el sol o ella y su amiga se iban de picnic al Prater. Seidl quería que fuera de invierno, y por eso el rodaje fue muy largo, pero para mí conspira en parte con lo que él desea expresar. Tal vez hubiera sido aún más tremendo todo. En fin... Lo otro que quiero decir es que ellos, los dos, cada uno a su modo, se hacen querer. Se hubieran merecido alguna tregua. Ella la tiene, pero en circunstancias terribles. Él nunca. Merecerían ser mimados, acariciados, entibiados. Después la vida sigue.
24 de agosto de 2010
24 de agosto de 2010
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vivimos en un mundo muy cruel, ya sea por exceso o por defecto. Ya sea por falta de "higiene" (entendido en muchos sentidos), o por un exceso de ella. El contraste es una arma cinematográfico interesante, con grandes posibilidades. Y aquí se explota al máximo, hasta el punto que se queda en eso, en contraste, en una concatenación de planos en blanco y planos en negro (metaforicamente hablando), dispuestos alternativamente y con tanto tino, que parece que van a tocarse en cualquier momento, quizás para indicar que los extremos están en realidad muy cerca, como lo estaban las dictaduras fascistas de las disctaduras comunistas.
El resultado en ambos lados de la moneda, es la infelicidad. Una infidelidad mayúscula ante un sistema, en uno y otro lado, en el que hay que saber jugar para tener un futuro mínimamente digno. Para los jugadores que no tienen buenas cartas, no hay sitio. Solo humillación, miedo y vergüenza.
Esta película en términos dramáticos es casi como un documental, o como un reality. Pocas películas hay tan frías, por lo continuado y reiterativo, sin un atisbo de concesión a una dramatización más cercana a lo largo de todo su metraje. Son todas escenas que podríamos ver en la calle fugazmente. Formalmente, en cambio, aunque estática, la puesta en escena es tan deliveradamente fría, que aparece la mano de una dirección que ha querido ser muy precisa, que ha querido contarnos las cosas a través de cuadros compuestos al milimetro. Es en el cuadro donde aparece el drama. Es un loable ejercicio cinematográfico, que aquí se ha llevado hasta las últimas consecuencias.
Dentro del cuadro, ocurre la vida, en toda su crueldad. La imagen que transmiten esos cuadros, quizás son excesivas. El director echa mano de la exageración en las situaciones con la idea soñada por todos los directores del mundo, de que su cine resulte útil. Ulrich Seidl quiere cambiar una sociedad, la occidental, que le parece que ha llegado a cotas de frialdad y de despersonalización, que la equiparan a los lugares más bárbaros del mundo. Hay secuencias en esta película que son casi insoportables, por mucha educación que muestren los personajes. La frialdad obtiene sus frutos. Hay momentos en que cuesta seguir adelante con Import/Export. Su propósito social está conseguido.
El resultado en ambos lados de la moneda, es la infelicidad. Una infidelidad mayúscula ante un sistema, en uno y otro lado, en el que hay que saber jugar para tener un futuro mínimamente digno. Para los jugadores que no tienen buenas cartas, no hay sitio. Solo humillación, miedo y vergüenza.
Esta película en términos dramáticos es casi como un documental, o como un reality. Pocas películas hay tan frías, por lo continuado y reiterativo, sin un atisbo de concesión a una dramatización más cercana a lo largo de todo su metraje. Son todas escenas que podríamos ver en la calle fugazmente. Formalmente, en cambio, aunque estática, la puesta en escena es tan deliveradamente fría, que aparece la mano de una dirección que ha querido ser muy precisa, que ha querido contarnos las cosas a través de cuadros compuestos al milimetro. Es en el cuadro donde aparece el drama. Es un loable ejercicio cinematográfico, que aquí se ha llevado hasta las últimas consecuencias.
Dentro del cuadro, ocurre la vida, en toda su crueldad. La imagen que transmiten esos cuadros, quizás son excesivas. El director echa mano de la exageración en las situaciones con la idea soñada por todos los directores del mundo, de que su cine resulte útil. Ulrich Seidl quiere cambiar una sociedad, la occidental, que le parece que ha llegado a cotas de frialdad y de despersonalización, que la equiparan a los lugares más bárbaros del mundo. Hay secuencias en esta película que son casi insoportables, por mucha educación que muestren los personajes. La frialdad obtiene sus frutos. Hay momentos en que cuesta seguir adelante con Import/Export. Su propósito social está conseguido.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Sin embargo, el señor Seidl comete algunos errores, embebido en su loable campaña social. El cine es síntesis. Y la ficción es ficción. El mensaje está dado, machacado, nos escupe en la cara una y otra vez. Tantas veces que resulta una aventura realmente desagradable, hasta molesta. Demasiada reiteración. Ese exceso, unido a la falta absoluta de hilo dramático entre los personajes, convierten la visión de la película en un ejercicio de paciencia y de angustia poco recomendable para gentes alegres, impacientes o sensibles al desasosiego.
El mensaje es contundente. Más vale que lo sea, a costa de él, se carga todo lo demás. Es tan fría que te congela.
Esta película tiene méritos cinematográficos muy interesantes que hay que aplaudir, pero serán pocos los espectadores que salgan de ella felices de la experiencia.
El mensaje es contundente. Más vale que lo sea, a costa de él, se carga todo lo demás. Es tan fría que te congela.
Esta película tiene méritos cinematográficos muy interesantes que hay que aplaudir, pero serán pocos los espectadores que salgan de ella felices de la experiencia.
27 de noviembre de 2009
27 de noviembre de 2009
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Opresiva y desalentadora película que, por su visión crítica sobre la emigración laboral entre el Este y el Oeste, puede ser interpretada como la cara oculta y amarga de la tan alabada integración europea. Con impúdica crudeza, el austriaco Ulrich Seidl observa el día a día de dos jóvenes -un austriaco que viaja a Ucrania para trabajar y una ucraniana que prueba fortuna en Viena- cuyas vidas, inesperadamente para el espectador, no llegan a cruzarse jamás. El estilo documentalista de Seidl se vale de actores no profesionales y emplazamientos reales (las escenas del geriátrico son especialmente duras) para hacernos sentir en nuestras propias carnes el hastío y la desesperanza de los dos protagonistas. Cierto es que el director se abstiene de emitir juicios y discursos políticos, pero la sola observación de cuanto nos muestra removerá las conciencias más adormecidas. No apta para estómagos sensibles.
9 de septiembre de 2011
9 de septiembre de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director austríaco apunta sus focos a esos seres anónimos con los que nos cruzamos todos los días en los largos, y con olor a orines, túneles de la vida. Pero en esos, a veces, interminables y medrosos pasadizos no sólo hay tristes desconocidos; algunos rostros hacen muecas de fastidioso reconocimiento, son los nuestros, también desesperados y pálidos, pasando fugaces por los deteriorados espejos de la subterránea galería.
Dura la visión de Ulrich de la vida de quienes buscan estabilidad, trabajo y un lugar cerca del sol y se alejan cada vez más de sus objetivos.
No recomendable para depresivos, ni para los millones de parados que como hormigas desocupadas pueblan el mundo y vagan desorientados dispuestos a cualquier cosa que les acerque a la ilusión del trabajo y a la zanahoria inalcanzable del futuro.
Dura la visión de Ulrich de la vida de quienes buscan estabilidad, trabajo y un lugar cerca del sol y se alejan cada vez más de sus objetivos.
No recomendable para depresivos, ni para los millones de parados que como hormigas desocupadas pueblan el mundo y vagan desorientados dispuestos a cualquier cosa que les acerque a la ilusión del trabajo y a la zanahoria inalcanzable del futuro.
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