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Ema

Drama Ema, una joven bailarina, decide separarse de Gastón luego de entregar a Polo en adopción, el hijo que ambos habían adoptado y que fueron incapaces de criar. Desesperada por las calles del puerto de Valparaíso, Ema busca nuevos amores para aplacar la culpa. Sin embargo, ese no es su único objetivo, también tiene un plan secreto para recuperarlo todo. (FILMAFFINITY)
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9
8 de enero de 2021 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viernes, 8 de mayo de 2020. Era inevitable que en mitad del confinamiento alguna película lograra arrastrarme delante del portátil para que mis dedos galopasen de nuevo sobre las teclas, presos de esa furia refulgente que nos posee cuando asistimos a cualquier espectáculo que nos conmueve. Ema, la octava película del chileno Pablo Larraín, ha sido la culpable. Guilty pleasure en toda regla cuyo único pero es no haber podido disfrutarla en una sala de cine por culpa de este maldito virus que nos acecha. Historia arriesgada tanto en lo formal como en lo argumental que supone el proyecto quizá más personal —e imprevisible— en la fulgurante carrera del cineasta chileno. Nada podía presagiar que su siguiente proyecto, tras el salto a la Meca del cine con Jackie, fuera esta lúcida apología del reguetón rodada entre agosto y septiembre de 2018 en Valparaíso.

Larraín se apoya en el magnífico trabajo actoral de la magnética Mariana Di Girolamo para erigir un prodigioso relato feminista cimentado en la urgencia de lo cotidiano, la calle, el baile… Todo ello impregnado de la viscosa sexualidad que exuda un género tan vilipendiado como simbólico. «El reguetón es la vida y yo te la bailo. Es un orgasmo y yo lo puedo bailar», asevera una de sus protagonistas en un momento del filme. Bailarinas como Ema, quien vampiriza todo lo que toca hasta hacerlo arder ante nuestros ojos. La mirada cómplice del espectador subyugado ante un sol termonuclear que provoca incendios espontáneos. El tremendo rompecabezas argumental que supone la primera hora de película logra ordenarse en su segunda parte a partir de una narración más reposada, menos visceral. Aunque en esta parte del metraje el cineasta opte por ofrecer algunas concesiones, eso no significa que nuestra atención decaiga. Al contrario, las pinceladas de poesía engranan a la perfección con la estética urbana, descarnada, dotando al conjunto de una profundidad que supera posibles imposturas. La reivindicación de este feminismo combativo, en ocasiones nihilista, se apoya de manera decisiva en las presuntas señas de identidad reguetoneras. Larraín, como su protagonista, se libera en el rush final —el rompecabezas no era tal— sin traicionar ninguno de sus principios para resultar más accesible al gran público. Puedes odiarla o amarla, pero Ema no te deja indiferente.

Apoyado en la sobresaliente fotografía de su habitual colaborador Sergio Armstrong, Larraín nos deja en Ema un buen puñado de imágenes icónicas. Esos planos nocturnos del final del verano en Valparaíso, con las calles ardiendo —no solo metafóricamente— contrastan con la aparente languidez de las secuencias matutinas, marcando de forma deliberada una diferencia entre los personajes y sus motivaciones. El duelo interpretativo entre Mariana Di Girolamo y Gael García Bernal se construyó a partir de diálogos improvisados, la mayoría de ellos plagados de violencia soterrada y una opresión constante. La banda sonora cuenta con tres composiciones ex profeso que contribuyen al ‘perreo’ y por el minimalista score del compositor neoyorquino de ascendencia chilena Nicolas Jaar se cuelan a lo largo del metraje los trinos de multitud de aves que nos recuerdan constantemente esa ansiada libertad (generacional) por la que lucha Ema.
8
28 de enero de 2020
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ema no es un film para todos los públicos. Requiere de una mirada despojada de prejuicios, dispuesta a dejarse llevar, a cuestionar muchos de los límites que todos tenemos aunque en muchos casos no seamos conscientes de ello. Es un personaje que va años por delante del "empoderamiento femenino" del que ahora se habla. Es una historia de personajes complejos, más oscuros que claros, incoherentes a veces, pero que transpiran autenticidad.

La interpretación de Mariana Di Girolamo es espectacular. La música de Nicolas Jaar y el reguetón envuelven toda la historia. La electrizante fotografía de Valparaíso aporta una potente estética visual. El uso del fuego, la danza, el sexo como elementos de liberación y la total modernidad con que se mueve el personaje protagonista entre géneros y opciones sexuales son dos de las mejores bazas del film.

Un film quizás no redondo, pero admirable por lo arriesgado y necesario por lo disruptivo ante tanto producto plano y gris en la era de Netflix. Delicatessen para quien sintonice con el universo que plantea.
7
5 de febrero de 2020 1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ema está dirigida por Pablo Larraín y, para empezar, conviene decir que no está dirigida para cualquier tipo de público. Es buen cine, pero está lleno de imágenes que chocan con lo que un espectador casual acostumbra a ver. Es reflexiva y profundamente aterradora en la manera de ver el mundo que tiene Ema (Mariana di Girolamo). Ella y su pareja (Gael García Bernal) se dedican al baile, pero la adopción de un niño, y su fracaso al criarlo, los ha llevado a tener que devolverlo y afrontarlo. Los diálogos entre ambos son demoledores, como también lo es el plan que tiene ella para recuperarlo todo.

A ritmo de reguetón, de excesos con la bebida y de amplitud sexual de miras, Pablo Larraín nos presenta una película emocionalmente dura por su contenido. Todo eso es gracias a su actriz, Mariana di Girolamo, quien conquista la pantalla y nos hace sentir todo tipo de emociones. Potencial visual, una banda sonora que llega a asfixiar y unos diálogos tremendos, arriesgados y en ocasiones surrealistas nos dejan caer que el chicleno Pablo Larraín es un director al que conviene seguir muy de cerca. Su sello es tan personal que deja huella imborrable en el espectador. Podrá gustar más o menos su propuesta, pero no se olvidarán.

En definitiva, EMA es una buena sorpresa para el cine. Una propuesta tan personal como arriesgada, visual, musical e interpretativamente potente. La mayoría saldrán del cine sin entender lo que han visto, pero su desenlace es tan escalofriante como revelador. Pocas veces se sale de la sala de cine tan interesado con una película como con esta. No apto para cualquiera, pero muy recomendable para amantes del buen cine.
8
7 de febrero de 2020 1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algunos consideran que una película es buena cuando sigue rondando por tu cabeza días, incluso semanas después de haberla visto. Si nos atenemos a este peculiar método de valoración entonces podemos decir, sin lugar a dudas, que "Ema" se trata de una película excelente. Puede que haya algunas aristas en la última película del director chileno, pero es innegable su capacidad, casi hipnótica, de atrapar todos los sentidos del espectador y llevarlo de la mano a los rincones más recónditos y escabrosos de la condición humana.

La necesidad manifiesta que tiene la protagonista de "quemar para sembrar" es literalmente llevada a la pantalla desde el primer fotograma de a película que nos muestra un semáforo (simbolo cívico por excelencia) en llamas porque definitivamente la vida de la protagonista no atiende a normas ni pautas establecidas. El individualismo supremo toma las riendas de una mujer que tras un revulsivo acontecimiento en su vida, ya bastante disfuncional, decide quemar todo lo que haya que quemar para imponer su nueva condición de madre, hija, hermana, mujer, amante, amiga y profesional con el objetivo de conseguir sembrar una nueva concepción social y familiar que no nos dejará indiferentes.

Lo mejor: La capacidad narrativa para contar una historia que raya lo enfermizo, con el refuerzo de un entorno audiovisual de vanguardia.

Lo peor: Es una película difícil de recomendar, tanto por su devastador mensaje como por un lenguaje cinematográfico bastante exigente.

www.aluCINEando.com
9
17 de febrero de 2020 1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ema, de Pablo Larraín es un Zaska en los sentidos de las y los espectadores.

Sales del cine con ganas de gritar, de bailar! Subidón de endorfinas con un drama que te sacará de tus esquemas más profundos, y no tan profundos. Toca fibras, te asusta, te sorprende, te excita.

Atraviesa la adopción, la familia, la pareja, la amistad, el amor, en su estado más puro y salvaje, eso es lo que nos muestra Larraín, a través de unas desgarradoras actuaciones, de una banda sonora acorde y un ritmo que te atrapa y sorprende desde el principio hasta el final.

Protagonistas mujeres, fuertes, reales, es un verdadero placer disfrutar de ver actuando a mujeres, como mujeres reales, con directores/as que las dejan ser.

Y así, es una de las mejores películas que he disfrutado este 2020. Es una lástima, que tanto los Goya, como los Oscar, hayan acaparado de nuevo las salas de cine, se ha quedado desangelada la cartelera para quiénes ya teníamos la tarea hecha. Ema, no tuvo oportunidad de danza en Navarra, ni dos semanas en los Golem.

Que prisa, lleva la cartelera, desde el 2019, las películas pasan fugaces, suerte si las alcanzas a ver.
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