El juicio de Nuremberg
1961 

8.2
14,114
Drama
En 1948, tres años después del final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuatro jueces, cómplices de la política nazi de esterilización y limpieza étnica, van a ser juzgados en Nuremberg. Sobre Dan Haywood (Spencer Tracy), un juez norteamericano retirado, recae la importante responsabilidad de presidir este juicio contra los crímenes de guerra nazis. (FILMAFFINITY)
8 de abril de 2014
8 de abril de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Impresionante película que narra los famosos juicios de Nuremberg en los que los aliados juzgaron a la mayoría de los responsables de la barbarie nazi. Un elenco de actores de primera realza esta extraordinaria obra de visión obligada como interesantísimo documento histórico y por las reflexiones morales morales que plantea. Atención al escalofriante discurso final de Burt Lancaster y al de Spencer Tracy con su veredicto, así como a la magnífica actuación de un inmenso Montgomery Clift y la enérgica interpretación de Maximilian Schell recompensada con un merecido Oscar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El guión se centra en mostrar cómo fue posible que brillantes hombres y respetados juristas fueron capaces de mirar para otro lado y consentir todo lo que pasó aún a sabiendas de las consecuencias que tendrían lugar. Esa fue la gran tragedia del pueblo alemán que trató de justificar lo injustificable, que se dejó llevar por las bravatas de un loco fanático cargado de odio y lo colocó al frente de la cancillería otorgándole plenos poderes. Hitler no engañó a nadie porque en sus discursos y reflexiones recogidas en su libro "Mi lucha" ya dejó bien claras cuáles eran sus intenciones para poner orden en su país y convertir a Alemania en una superpotencia compuesta por una raza de arios puros.
Dejó bien claro desde el principio quiénes eran sus enemigos a exterminar y aún así nadie le paró los pies hasta que comenzó la guerra. Pero las personas juzgadas no cumplieron sus penas íntegras ni de lejos porque se consideró que Alemania era un país clave para la reconstrucción de Europa y contener a los comunistas soviéticos. De hecho a punto de finalizar la guerra altos mandos políticos y militares estadounidenses defendieron una alianza con los nazis para enfrentarse a los rusos.
También se reprocha a los americanos que juzgaron a los criminales de guerra que también ellos cometieron atrocidades que quedaron impunes como los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki en los que en unos segundos se asesinaron a decenas de miles de japoneses. En definitiva y sin querer extenderme demasiado lo que se explica en el film en boca de un Burt Lancaster, que con su discurso pone los pelos de punta, es cómo es posible que el mal triunfe en el corazón de las personas buenas e inteligentes y la situación degenere hasta el límite de la maldad humana. Lancaster lo explica muy bien pero no lo justifica porque acaba reconociendo su error y pide perdón por sus responsabilidades.
Dejó bien claro desde el principio quiénes eran sus enemigos a exterminar y aún así nadie le paró los pies hasta que comenzó la guerra. Pero las personas juzgadas no cumplieron sus penas íntegras ni de lejos porque se consideró que Alemania era un país clave para la reconstrucción de Europa y contener a los comunistas soviéticos. De hecho a punto de finalizar la guerra altos mandos políticos y militares estadounidenses defendieron una alianza con los nazis para enfrentarse a los rusos.
También se reprocha a los americanos que juzgaron a los criminales de guerra que también ellos cometieron atrocidades que quedaron impunes como los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki en los que en unos segundos se asesinaron a decenas de miles de japoneses. En definitiva y sin querer extenderme demasiado lo que se explica en el film en boca de un Burt Lancaster, que con su discurso pone los pelos de punta, es cómo es posible que el mal triunfe en el corazón de las personas buenas e inteligentes y la situación degenere hasta el límite de la maldad humana. Lancaster lo explica muy bien pero no lo justifica porque acaba reconociendo su error y pide perdón por sus responsabilidades.
25 de enero de 2018
25 de enero de 2018
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El problema es que no es un documental, pero tampoco es una historia inventada, esta en ese filo y aceptando esto hay que rendirse a lo siguiente: "esto es solo un planteamiento de algunos puntos interesantes en modo show-judicial" ya, siendo así las cosas entonces: no vamos a ver argumentos realmente solidos, en vez de ello se plantean una serie de discursos mas o menos elocuentes en donde la justicia depende de un mix de falasias*(ver spoiler) y la capacidad expresiva/espática que tenga un abogado u otro con el espectador, esto bajo mi punto de vista es algo bastante barato y ya un cliché sobre todo en este rubro (cine jurídico), aunque fuera el comienzo del estilo que luego fue evolucionado (ver B de Barcenas) no por eso hay que perdonarle nada.
Si abandonamos la rigurosidad argumental lo que queda seria un simple planteamiento de ideas (algunas mas interesantes o clásicas que otras) pero claro, contra eso también esta el contexto histórico (en el 61 EEUU continuaba su rutina belicosa en otros países mientras ejercía "fuerte influencia" por decirlo suave en la RFA (lado occidental de Alemania)) entonces, ni es un juicio serio, ni tampoco una inocente puesta en cuestión de asuntos humanos post-segunda guerra...diseccionándola así, muy a mi pesar me queda un panfleto de propaganda política semi-sofisticado, que apela a falsas paradojas entre ellas tópicos humanitarios y cuestiones "de fuerza mayor" léase: patriotismo, amortiguación del mal, burocracia sin caras, que nada tienen que ver con el asunto puntual (el de los acusados), para colar la utópica imparcialidad en la justicia (la yankee oh casualidad, ya en su típico papel de policías del mundo), y un cierre que deja a los que la ven como "Bueno...es una película" contentos y satisfechos con el globo de la justicia no-estructurada/procedural en la mano.
Dado que hoy estamos acostumbrados a guiones muchísimo mas pobres (abismalmente diría yo) no puedo decir que sea una mala película, pero no le compro ni un 10% de lo que dice.
Si abandonamos la rigurosidad argumental lo que queda seria un simple planteamiento de ideas (algunas mas interesantes o clásicas que otras) pero claro, contra eso también esta el contexto histórico (en el 61 EEUU continuaba su rutina belicosa en otros países mientras ejercía "fuerte influencia" por decirlo suave en la RFA (lado occidental de Alemania)) entonces, ni es un juicio serio, ni tampoco una inocente puesta en cuestión de asuntos humanos post-segunda guerra...diseccionándola así, muy a mi pesar me queda un panfleto de propaganda política semi-sofisticado, que apela a falsas paradojas entre ellas tópicos humanitarios y cuestiones "de fuerza mayor" léase: patriotismo, amortiguación del mal, burocracia sin caras, que nada tienen que ver con el asunto puntual (el de los acusados), para colar la utópica imparcialidad en la justicia (la yankee oh casualidad, ya en su típico papel de policías del mundo), y un cierre que deja a los que la ven como "Bueno...es una película" contentos y satisfechos con el globo de la justicia no-estructurada/procedural en la mano.
Dado que hoy estamos acostumbrados a guiones muchísimo mas pobres (abismalmente diría yo) no puedo decir que sea una mala película, pero no le compro ni un 10% de lo que dice.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
*Como pretender que la culpabilidad del pueblo alemán exime la del juez, básicamente: si la cantidad de culpables es muy grande no podemos juzgar a todos porque es impractico, lo que no tiene nada que ver con que este juez puntual haya cometido o no sus crímenes, el veredicto aclara esto pero mientras tanto nos plantean como perspectivas serias este tipo de falsos argumentos durante las casi 3 horas antes del final.
12 de septiembre de 2009
12 de septiembre de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para mí una obra de arte. Está película es imprescindible. Una película sobre el hombre y sobre el colectivo. Tiene todos los componentes para hacernos entender los comportamientos humano y el comportamiento colectivo. Además de ser una joya histórica por su contenido es una joya en lo humano. Para entender la historia ( y el presente) y para disfrutar del mejor cine y disfrutar de un reparto de actores inolvidable.
23 de diciembre de 2012
23 de diciembre de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al final de la Segunda Guerra mundial se designa al juez americano Daniel Haywood (Spencer Tracy) como presidente en el proceso contra los criminales de guerra alemanes en Nuremberg. Está firmemente decidido a servir al derecho sin prejuicios. El coronel Lawson (Richard Widmark) es el acusador americano, mientras que el famoso abogado Rolfe (Maximilian Schell) se presenta como defensor.
Lograda crónica del proceso de Nuremberg, interpretada por toda una serie de caras conocidas, lo que quizás no ayude demasiado a su credibilidad. Sobre todo Maximilian Schell brilla en su papel y su trabajo fue coronado inmediatamente con un Oscar, al igual que Abby Mann por su guión que es una versión extensa de su obra para televisión.
Emocionante, provocadora e impactante película, aunque quizás sea algo larga. Magnifica fotografía de Ernest Laszlo.
Lograda crónica del proceso de Nuremberg, interpretada por toda una serie de caras conocidas, lo que quizás no ayude demasiado a su credibilidad. Sobre todo Maximilian Schell brilla en su papel y su trabajo fue coronado inmediatamente con un Oscar, al igual que Abby Mann por su guión que es una versión extensa de su obra para televisión.
Emocionante, provocadora e impactante película, aunque quizás sea algo larga. Magnifica fotografía de Ernest Laszlo.
26 de noviembre de 2015
26 de noviembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El autocontrol –bastante escaso por cierto, en la humanidad de hoy- es una grandiosa capacidad, en parte innata y el resto aprendido, que poseemos los seres humanos para tener dominio sobre nuestros impulsos y emociones. Es una suerte de sometimiento consciente de nuestros deseos, con lo que ganamos estabilidad emocional, responsabilidad, y criterios de justicia.
Creo que, <<EL JUICIO DE NUREMBERG>>, es una de las más magistrales lecciones de autocontrol que nos haya dado el cine y está representado muy sabiamente por dos singulares antagonistas -el juez estadounidense, Daniel Haywood, y Ernst Janning, el sindicado alemán- que, en unos cuantos meses, aprenderán a reconocerse desde lo más íntimo de su esencia y también a valorarse como se merece cada uno, mientras que nosotros, como espectadores, tendremos ocasión de aquilatar su potencial humano y su objetividad sostenida hasta las últimas consecuencias.
Escrita de manera espléndida y brillante por Abby Mann, la trama de esta película se refiere mucho menos a la condena de algunos hombres que hicieron parte de los horrorosos y abominables sucesos cometidos por el nazismo, y se adentra mucho más en la búsqueda del entendimiento humano y en la capacidad inamisible que debe tener la Justicia, para trascender los sentires de patria y los reclamos de la jurisprudencia, para dar lugar a la virtud sagrada de la conciencia y sus sapientes criterios de verdad.
De esta forma, autocontrol, verdad y justicia, se sobreponen aquí a los reclamos personales y brillan esplendorosamente en un medio donde suelen primar los más reprobables intereses. Sumado a esto, una sobrecogedora puesta en escena que, a su precisa definición de espacios, suma unas dicientes panorámicas sobre la Alemania en ruinas con detrimento de valiosísimos espacios culturales; una fotografía con ciertos encuadres que pasan del significado objetivo al subjetivo, con gran maestría; y unas actuaciones donde, Spencer Tracy, Maximilian Schell, Burt Lancaster, Montgomery Clift y Judy Garland, se llevan todas las palmas, nos lleva a sentir que, definitivamente, estamos ante una sensible y majestuosa obra maestra.
A todo lo que vemos desde lo humano, lo psicológico y lo jurídico, el director Stanley Kramer, añade también unas imágenes documentales desgarradoras, que deberían verlas todos los gobernantes del mundo de hoy, para que quizás comprendan que, con la guerra se rinde honor a la ambición, a la crueldad y a la injusticia, pero muy poco a los trascendentales valores humanos. Y así no debe ser.
Se me antoja recordar una frase que leí hace algún tiempo de, Oliver Wendell Holmes Jr. (1841-1935), uno de los más ilustres personajes del derecho estadounidense, a quien Herr Rolfe, el defensor en la película, cita muy precisamente y cuando bien sabe que le conviene:
“Lo más trascendental en este mundo no es tanto saber en dónde estamos, sino en qué dirección nos estamos moviendo”.
Creo que, <<EL JUICIO DE NUREMBERG>>, es una de las más magistrales lecciones de autocontrol que nos haya dado el cine y está representado muy sabiamente por dos singulares antagonistas -el juez estadounidense, Daniel Haywood, y Ernst Janning, el sindicado alemán- que, en unos cuantos meses, aprenderán a reconocerse desde lo más íntimo de su esencia y también a valorarse como se merece cada uno, mientras que nosotros, como espectadores, tendremos ocasión de aquilatar su potencial humano y su objetividad sostenida hasta las últimas consecuencias.
Escrita de manera espléndida y brillante por Abby Mann, la trama de esta película se refiere mucho menos a la condena de algunos hombres que hicieron parte de los horrorosos y abominables sucesos cometidos por el nazismo, y se adentra mucho más en la búsqueda del entendimiento humano y en la capacidad inamisible que debe tener la Justicia, para trascender los sentires de patria y los reclamos de la jurisprudencia, para dar lugar a la virtud sagrada de la conciencia y sus sapientes criterios de verdad.
De esta forma, autocontrol, verdad y justicia, se sobreponen aquí a los reclamos personales y brillan esplendorosamente en un medio donde suelen primar los más reprobables intereses. Sumado a esto, una sobrecogedora puesta en escena que, a su precisa definición de espacios, suma unas dicientes panorámicas sobre la Alemania en ruinas con detrimento de valiosísimos espacios culturales; una fotografía con ciertos encuadres que pasan del significado objetivo al subjetivo, con gran maestría; y unas actuaciones donde, Spencer Tracy, Maximilian Schell, Burt Lancaster, Montgomery Clift y Judy Garland, se llevan todas las palmas, nos lleva a sentir que, definitivamente, estamos ante una sensible y majestuosa obra maestra.
A todo lo que vemos desde lo humano, lo psicológico y lo jurídico, el director Stanley Kramer, añade también unas imágenes documentales desgarradoras, que deberían verlas todos los gobernantes del mundo de hoy, para que quizás comprendan que, con la guerra se rinde honor a la ambición, a la crueldad y a la injusticia, pero muy poco a los trascendentales valores humanos. Y así no debe ser.
Se me antoja recordar una frase que leí hace algún tiempo de, Oliver Wendell Holmes Jr. (1841-1935), uno de los más ilustres personajes del derecho estadounidense, a quien Herr Rolfe, el defensor en la película, cita muy precisamente y cuando bien sabe que le conviene:
“Lo más trascendental en este mundo no es tanto saber en dónde estamos, sino en qué dirección nos estamos moviendo”.
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