El mundo en sus manos
7.6
5,249
Aventuras
1850. Jonathan Clark, el capitán de la goleta La peregrina de Salem, traslada desde Alaska a San Francisco un cargamento de valiosas pieles de foca. En el hotel en el que se aloja conoce y se enamora de la condesa rusa Marina Selanova, que trata de huir para evitar un matrimonio concertado por el zar con el pérfido príncipe Semyon. (FILMAFFINITY)
4 de febrero de 2020
4 de febrero de 2020
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que era desconocida hasta ahora por mi, que me he hecho con el DVD, e imprescindible de mencionar dentro de la carrera de Gregory Peck y más aún de Anthony Quinn, como aquella de peleas en alta mar al mejor estilo de casi-piratas acerca del monopolio de la venta de las pieles de foca en San Francisco y sus visicitudes en la tierra de Alaska.
Dueño de la goleta La peregrina de Salem, el capitán caerá rendido ante los encantos de una condesa rusa interpretada por Ann Blyth, cuyos severos rasgos faciales, casi masculinizados al mejor estilo de Patricia Laffaan en algunos primeros planos sobre todo al principio de la película, cuando su personaje está consternado por la situación a la que su prometido, el príncipe Semyon la ha llevado, destaca sin embargo un alma sensible y tierna, que dará paso a combates navales, y al resto de una historia entretenida en la que el amor, la moderna visión de concienciación acerca de la importancia de no cometer un exterminio con las focas o cualquier otro animal, que es digna de mención debido a que es un importante mensaje.
Así la trama queda redonda, en una hora y media que pasa pronto, y que nos deja una brillante interpretación de Gregory Peck en su mejor momento, y un Anthony Quinn demasiado sobreactuado como suele ser su firma desgraciadamente en la mayor parte de sus trabajos.
La dirección es buena, y además de plantear temas tan actuales como la protección de la especie marina, nos invita a algo más a participar de un triángulo amoroso discreto, pero que es el corazón de la película, y que servirá para que el detonante de acción y aventuras solo pase a un segundo plano a pesar de ocupar más minutos.
Brillante película. Efectos mejor imposible para los años 50 y una gran calidad de vestuario y de fotografía.
Dueño de la goleta La peregrina de Salem, el capitán caerá rendido ante los encantos de una condesa rusa interpretada por Ann Blyth, cuyos severos rasgos faciales, casi masculinizados al mejor estilo de Patricia Laffaan en algunos primeros planos sobre todo al principio de la película, cuando su personaje está consternado por la situación a la que su prometido, el príncipe Semyon la ha llevado, destaca sin embargo un alma sensible y tierna, que dará paso a combates navales, y al resto de una historia entretenida en la que el amor, la moderna visión de concienciación acerca de la importancia de no cometer un exterminio con las focas o cualquier otro animal, que es digna de mención debido a que es un importante mensaje.
Así la trama queda redonda, en una hora y media que pasa pronto, y que nos deja una brillante interpretación de Gregory Peck en su mejor momento, y un Anthony Quinn demasiado sobreactuado como suele ser su firma desgraciadamente en la mayor parte de sus trabajos.
La dirección es buena, y además de plantear temas tan actuales como la protección de la especie marina, nos invita a algo más a participar de un triángulo amoroso discreto, pero que es el corazón de la película, y que servirá para que el detonante de acción y aventuras solo pase a un segundo plano a pesar de ocupar más minutos.
Brillante película. Efectos mejor imposible para los años 50 y una gran calidad de vestuario y de fotografía.
7 de marzo de 2023
7 de marzo de 2023
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Raoul Walsh nos brinda aventuras marinas y románticas con algunos momentos repletos de dinamismo y vigor (características inherentes a su cine), en especial los que cuentan con la participación de un enérgico y sonriente Anthony Quinn.
Pese a todo la película no depara excesivas situaciones memorables dentro de una trama con precipitado vínculo amoroso, acotaciones de tipo ecológico, imágenes documentales y un retrato caprichoso y maniqueo de los rusos como tipos excesivamente serios y avinagrados, hecho al que quizás haya contribuido el contexto en el que se rodó el film, en plena Guerra Fría.
La simpática foca Luisa y la mítica secuencia de la carrera oceánica de góndolas entre Anthony Quinn y Gregory Peck es lo mejor de este aceptable y entretenido título aventurero-romántico con guión del reputado Borden Chase basado en una novela de Rex Beach.
Pese a todo la película no depara excesivas situaciones memorables dentro de una trama con precipitado vínculo amoroso, acotaciones de tipo ecológico, imágenes documentales y un retrato caprichoso y maniqueo de los rusos como tipos excesivamente serios y avinagrados, hecho al que quizás haya contribuido el contexto en el que se rodó el film, en plena Guerra Fría.
La simpática foca Luisa y la mítica secuencia de la carrera oceánica de góndolas entre Anthony Quinn y Gregory Peck es lo mejor de este aceptable y entretenido título aventurero-romántico con guión del reputado Borden Chase basado en una novela de Rex Beach.
5 de marzo de 2025
5 de marzo de 2025
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hombre de Boston. Voy, voy (lo más memorable) o Fue, fue, Oye cómo va. Sofócame. Altas finanzas. Por los placeres/percebes sin cáscara. ¡Viva Rusia!... y su madre. Sofocados.
Se ve que Putin, Ivan Drago, los rusos de Equalizer y toda la ristra infinita de malos jolivudenses que asolan ya estaban en pleno apogeo en el siglo diecinueve, de esos polvos, estos lodos, Promesas del este, Gorrión rojo, La casa Rusia, Desde Rusia con amor, y que por aquel entonces, gracias a dios, no había todavía (ni siquiera nacido) un jodido Trump bufonesco tocando las pelotas a todo el resto y tenemos a Peck, en cambio, salimos ganando, partiendo la pana y poniendo orden, qué gozo, (lo) compro (todo), será por dinero (gringo), de hecho, también los franceses (previamente comprada a los españoles) les vendieron la Luisiana, la tierra es, o debería ser, de quien la trabaja, no de quien pone los dólares.
Bueno, el caso es que empieza en gloria y acaba de aquella manera, en cuanto dejan el puerto de San Francisco la cosa se estropea o empantana atora, qué pena de boda nunca realizada o consumada, a dos velas.
Ella (vivita y coleando, con casi cien años, ahora, quién los pillara, por banda, viento en popa a toda vela, mientras escribo estas ya inmortales líneas, qué maravilla, seguramente me lea mismamente mañana, las noticias buenas nuevas vuelan, corren que se las pelan, preciosa, se retiró tan pronto para casarse con un médico y tener cinco hijos, la que sabe, sabe, y la que no, ahí sigue o anda, operada, se transustancia) es pequeña pero matona, y él alto y sosainas, sea, el hidalgo de los mares y Ana Karenina más el aborigen maloliente y el portugués (Spencer Tracy en Capitanes intrépidos, ¿no había allí también otra carrera de barcos o la memoria me folla?) hijoputa es o tenía que ser (película, a más a más, multicultural, no discrimina, ni lo humano ni lo animal, e inclusiva, donde caben dos, también treinta y tres, animalista, solo matan lo matable, y ecologista, respetan el ecosistema, a la madre Naturaleza, a Nanouk el esquimal si se tercia, si se pone por delante, documenta, visionaria) en una historia de aventuras para niños (y no es un insulto o algo despectivo, la recuerdo feliz en aquella época), no tanto para los algo ya más talluditos, para todos aquellos con pelos en salva sea/n la/s parte/s, dios no lo quiera, no te depiles, sí, también, para recién nacidos, que empieza en fiesta, frenesí y disparate, alucinante, fascinante y delirante, trepidante y estimulante, desaforada e inclemente, impresionante y estomagante, y que, con el paso de los minutos, se va domando, amansando, y siendo cada vez más convencional y aburrida, conducida, estabulada, al introducir, sobre todo, a la realeza rusa, y al meter o encasquetar/nos, de manera tan poco inspirada o disimulada o sutil, a la fuerza ahorcan, la más burda propaganda, de hecho, la única buena consecuencia de esa infausta nefanda nefasta venta fue que tanto tiempo después dio lugar, la rueda de la fortuna, a la serie Doctor en Alaska (y a Dinarama qué cabe duda, tal vez a Fangoria, imaginaos por un feliz momento la pareja de baile que hubieran formado Kamchatka y Alaska, tango feroz, bachata, lambada, abracadabra, sana, sana, culito de rana), lo demás, nada, en un palo pinchada una reverenda mierda, mejor república socialista soviética eterna y aquí paz y después gloria, las comparaciones son odiosas como decían con tan buen criterio o lucidez en Sin perdón, donde se pongan un rey o una reina, un zar de todas las rusias o una zarina como dios manda, viva (que si quieres, arroz) Catalina, que se quiten cutres ridiculeces corruptas democráticas protagonizadas por mediocres, eunucos, correveidiles y maritornes o lametraserillos, horror de horrores, que solo de robar y matar a toda hora, con la sonrisa en la boca, ni una mala palabra ni una acción buena, saben, y sin la más mínima clase ni elegancia, o (para eso) valen, será por focas y morsas.
Se ve que Putin, Ivan Drago, los rusos de Equalizer y toda la ristra infinita de malos jolivudenses que asolan ya estaban en pleno apogeo en el siglo diecinueve, de esos polvos, estos lodos, Promesas del este, Gorrión rojo, La casa Rusia, Desde Rusia con amor, y que por aquel entonces, gracias a dios, no había todavía (ni siquiera nacido) un jodido Trump bufonesco tocando las pelotas a todo el resto y tenemos a Peck, en cambio, salimos ganando, partiendo la pana y poniendo orden, qué gozo, (lo) compro (todo), será por dinero (gringo), de hecho, también los franceses (previamente comprada a los españoles) les vendieron la Luisiana, la tierra es, o debería ser, de quien la trabaja, no de quien pone los dólares.
Bueno, el caso es que empieza en gloria y acaba de aquella manera, en cuanto dejan el puerto de San Francisco la cosa se estropea o empantana atora, qué pena de boda nunca realizada o consumada, a dos velas.
Ella (vivita y coleando, con casi cien años, ahora, quién los pillara, por banda, viento en popa a toda vela, mientras escribo estas ya inmortales líneas, qué maravilla, seguramente me lea mismamente mañana, las noticias buenas nuevas vuelan, corren que se las pelan, preciosa, se retiró tan pronto para casarse con un médico y tener cinco hijos, la que sabe, sabe, y la que no, ahí sigue o anda, operada, se transustancia) es pequeña pero matona, y él alto y sosainas, sea, el hidalgo de los mares y Ana Karenina más el aborigen maloliente y el portugués (Spencer Tracy en Capitanes intrépidos, ¿no había allí también otra carrera de barcos o la memoria me folla?) hijoputa es o tenía que ser (película, a más a más, multicultural, no discrimina, ni lo humano ni lo animal, e inclusiva, donde caben dos, también treinta y tres, animalista, solo matan lo matable, y ecologista, respetan el ecosistema, a la madre Naturaleza, a Nanouk el esquimal si se tercia, si se pone por delante, documenta, visionaria) en una historia de aventuras para niños (y no es un insulto o algo despectivo, la recuerdo feliz en aquella época), no tanto para los algo ya más talluditos, para todos aquellos con pelos en salva sea/n la/s parte/s, dios no lo quiera, no te depiles, sí, también, para recién nacidos, que empieza en fiesta, frenesí y disparate, alucinante, fascinante y delirante, trepidante y estimulante, desaforada e inclemente, impresionante y estomagante, y que, con el paso de los minutos, se va domando, amansando, y siendo cada vez más convencional y aburrida, conducida, estabulada, al introducir, sobre todo, a la realeza rusa, y al meter o encasquetar/nos, de manera tan poco inspirada o disimulada o sutil, a la fuerza ahorcan, la más burda propaganda, de hecho, la única buena consecuencia de esa infausta nefanda nefasta venta fue que tanto tiempo después dio lugar, la rueda de la fortuna, a la serie Doctor en Alaska (y a Dinarama qué cabe duda, tal vez a Fangoria, imaginaos por un feliz momento la pareja de baile que hubieran formado Kamchatka y Alaska, tango feroz, bachata, lambada, abracadabra, sana, sana, culito de rana), lo demás, nada, en un palo pinchada una reverenda mierda, mejor república socialista soviética eterna y aquí paz y después gloria, las comparaciones son odiosas como decían con tan buen criterio o lucidez en Sin perdón, donde se pongan un rey o una reina, un zar de todas las rusias o una zarina como dios manda, viva (que si quieres, arroz) Catalina, que se quiten cutres ridiculeces corruptas democráticas protagonizadas por mediocres, eunucos, correveidiles y maritornes o lametraserillos, horror de horrores, que solo de robar y matar a toda hora, con la sonrisa en la boca, ni una mala palabra ni una acción buena, saben, y sin la más mínima clase ni elegancia, o (para eso) valen, será por focas y morsas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Es cierto, todo, solo hay que ver cómo conservaron a los búfalos o a los nativos para verlo con nuestros propios ojos.
Me gusta el beso en la cárcel o catacumba, delante de todos, cuando ella llora, y la primera media hora, como ya dijimos, es soberbia gozosa pura locura, después amuerma el alma, salvo momentos aislados, y avergüenza el intelecto y aporrea la sensibilidad y ofende el gusto y afecta el (buen) juicio tanta tonta correría, discurso panfleto y boba nadería, empate, el final es bonito, gol en el último minuto.
Borden Chase, buenos diálogos y frases sueltas. La parte documental canta por soleares transparencias y el baile sí que está realmente bien o bueno, hasta otra, buena suerte y buenas noches, noches.
Me gusta el beso en la cárcel o catacumba, delante de todos, cuando ella llora, y la primera media hora, como ya dijimos, es soberbia gozosa pura locura, después amuerma el alma, salvo momentos aislados, y avergüenza el intelecto y aporrea la sensibilidad y ofende el gusto y afecta el (buen) juicio tanta tonta correría, discurso panfleto y boba nadería, empate, el final es bonito, gol en el último minuto.
Borden Chase, buenos diálogos y frases sueltas. La parte documental canta por soleares transparencias y el baile sí que está realmente bien o bueno, hasta otra, buena suerte y buenas noches, noches.
23 de marzo de 2024
23 de marzo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Así es Jonathan Clark (Peck), el Hombre de Boston, el capitán de la goleta "La Peregrina de Salem" que cuando empuña el timón tiene "El mundo en sus manos" ... y Alaska en su bolsillo.
Es también el cazador de focas condenado a muerte por los rusos que ocupan esa península gélida que los yanquis empiezan a llamar "La América rusa".
Estamos en San Francisco en 1850 y tiene en su bolsillo los diez millones de dólares necesarios para comprar Alaska al zar.
Magnífica cinta de aventuras náuticas con una preciosa carrera entre la goleta de Clark y la "Santa Isabel" del Portugués (Quinn).
Y aventuras portuarias a la búsqueda de buenas tripulaciones o de diversiones que compensasen los meses pasados fuera del hogar.
Y tremendas peleas, y buen humor, que para eso está el Portugués o el fornido esquimal manco.
Y el romance, cómo no en una obra de aventuras, con la condesa rusa Marina Selanova (Blyth). Es verdaderamente entonces, cuando Marina y Clark empuñan el timón mientras el viento azota las velas, cuando realmente el mundo está en sus manos. Lo tienen a sus pies.
Un buen guion al que únicamente puede achacarse la demagogia de culpar a los "otros" del exterminio de las focas mientras "nosotros" las cazamos con cordura. Pura mentira. Acierta, sin embargo, cuando denuncia la esclavitud a que los rusos tenían sometidos a los indígenas de las islas Aleutianas obligados a cazar para ellos. Lastimosa situación que trató de enderezar Catalina la Grande, pero que fue muy real durante muchos años.
Estupenda realización que mezcla con acierto lo romántico con la acción. Excelentes personajes, con ese Hombre de Bostón que queda como prototipo de aventurero pero también de avispado patrón de barco que huele a distancia lo que puede ser un gran negocio.
Impecables interpretaciones de todos, con un gran Peck, McIntire, Quinn o Blyth. Precioso el colorido y la música, lo mismo que el vestuario y la ambientación en general.
Gran película de aventuras náuticas por el estrecho de Behring. No se la pierdan.
Es también el cazador de focas condenado a muerte por los rusos que ocupan esa península gélida que los yanquis empiezan a llamar "La América rusa".
Estamos en San Francisco en 1850 y tiene en su bolsillo los diez millones de dólares necesarios para comprar Alaska al zar.
Magnífica cinta de aventuras náuticas con una preciosa carrera entre la goleta de Clark y la "Santa Isabel" del Portugués (Quinn).
Y aventuras portuarias a la búsqueda de buenas tripulaciones o de diversiones que compensasen los meses pasados fuera del hogar.
Y tremendas peleas, y buen humor, que para eso está el Portugués o el fornido esquimal manco.
Y el romance, cómo no en una obra de aventuras, con la condesa rusa Marina Selanova (Blyth). Es verdaderamente entonces, cuando Marina y Clark empuñan el timón mientras el viento azota las velas, cuando realmente el mundo está en sus manos. Lo tienen a sus pies.
Un buen guion al que únicamente puede achacarse la demagogia de culpar a los "otros" del exterminio de las focas mientras "nosotros" las cazamos con cordura. Pura mentira. Acierta, sin embargo, cuando denuncia la esclavitud a que los rusos tenían sometidos a los indígenas de las islas Aleutianas obligados a cazar para ellos. Lastimosa situación que trató de enderezar Catalina la Grande, pero que fue muy real durante muchos años.
Estupenda realización que mezcla con acierto lo romántico con la acción. Excelentes personajes, con ese Hombre de Bostón que queda como prototipo de aventurero pero también de avispado patrón de barco que huele a distancia lo que puede ser un gran negocio.
Impecables interpretaciones de todos, con un gran Peck, McIntire, Quinn o Blyth. Precioso el colorido y la música, lo mismo que el vestuario y la ambientación en general.
Gran película de aventuras náuticas por el estrecho de Behring. No se la pierdan.
13 de diciembre de 2020
13 de diciembre de 2020
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mundo en sus manos, me ha decepcionado considerablemente.
Ahora mismo la paso a la lista de esas películas de fama mundial que no volveré a ver nunca.
Los puntos positivos y que han mantenido mi atención, son aquellos en los que luce en escena la pareja protagonista y algún que otro momento divertido (pocos, no mucho).
Lo tenía todo para funcionar, pero a mi me ha aburrido con la reiteración de absurdas situaciones en las que la bebida y las peleas sirven de relleno.
Yo personalmente, esperaba mucho más de esta película. Supongo que de ahí, mi gran decepción.
La frase irse a pique se usa de una forma coloquial para señalar que algo o alguien cayeron estrepitosamente, pero no en un sentido literal de la palabra caída, si no por el contrario como una forma figurativa de decir que algo o alguien dejaron de estar en la posición que antes se encontraba.
El mundo en sus manos, hace aguas por todas partes.
Ahora mismo la paso a la lista de esas películas de fama mundial que no volveré a ver nunca.
Los puntos positivos y que han mantenido mi atención, son aquellos en los que luce en escena la pareja protagonista y algún que otro momento divertido (pocos, no mucho).
Lo tenía todo para funcionar, pero a mi me ha aburrido con la reiteración de absurdas situaciones en las que la bebida y las peleas sirven de relleno.
Yo personalmente, esperaba mucho más de esta película. Supongo que de ahí, mi gran decepción.
La frase irse a pique se usa de una forma coloquial para señalar que algo o alguien cayeron estrepitosamente, pero no en un sentido literal de la palabra caída, si no por el contrario como una forma figurativa de decir que algo o alguien dejaron de estar en la posición que antes se encontraba.
El mundo en sus manos, hace aguas por todas partes.
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