La cordillera
5.5
4,071
Intriga. Drama
En una Cumbre de presidentes latinoamericanos en Chile, en donde se definen las estrategias y alianzas geopolíticas de la región, Hernán Blanco (Ricardo Darín), el presidente argentino, vive un drama político y familiar que le hará enfrentarse a sus propios demonios. Deberá tomar dos decisiones que podrían cambiar el curso de su vida en el orden público y privado: por un lado, una complicada situación emocional con su hija, y por otro, ... [+]
23 de octubre de 2017
23 de octubre de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sigo solo y parecía tonto.
Política internacional y Drama familiar. Ricardo Darín y Dolores Fonzi.
La grisura metálica, tediosa y aséptica de "La intérprete" de Pollack y "El escritor" de Polanski, el intríngulis salsero de "El mensajero del miedo" en su clásica versión o quizás mejor (peor) en la de Demme, la amenazante locura de "Corredor sin retorno", el viaje a las montañas blancas en busca de "La cura del bienestar" y "La juventud", el cachondeo cosmopolita y feroz de Hitchcock con Newman y Andrews en "Cortina rasgada", la chusco-erótica del poder en James Bond y sus escapadas a las nieves y el amor, todas las películas cartón piedra de serie b sobre espías intrigados e intrigantes, John le Carré, John Frankenheimer, sus "Siete días de Mayo" y otras paranoias ciertas, y John English (el humor, sea voluntario o no, nunca debe faltar). Súmale la estrella invitada Christian Slater y sus "Very Bad Things" como representante del pérfido imperio gringo y dale un toque argentino de perversa perversidad en el último firmante y ni siquiera así, querido y preclaro lector, te podrás hacer una idea prístina de lo que es este coso tan pinturero y pintiparado.
Experimento despampanante y tal vez algo chanante. Leones por corderos y el buen pastor del pacífico norte que siempre señorea/dirige al rebaño díscolo, o muy servil, político americano de más abajo, de... el sur.
El hombre común, la tabla rasa, el hombre normal, el mediocre, un tipo serio, Juan Nadie y Juan Lanas, Yo, Claudio y buscando a Ricardo, de nombre Hernán Blanco.
La bondad es la forma más elaborada del mal. Por si no quedaba claro.
Los locos y los muertos siempre dicen la verdad.
Los caballos galopan en los sueños con la desenfrenada libertad del deseo.
Política internacional y Drama familiar. Ricardo Darín y Dolores Fonzi.
La grisura metálica, tediosa y aséptica de "La intérprete" de Pollack y "El escritor" de Polanski, el intríngulis salsero de "El mensajero del miedo" en su clásica versión o quizás mejor (peor) en la de Demme, la amenazante locura de "Corredor sin retorno", el viaje a las montañas blancas en busca de "La cura del bienestar" y "La juventud", el cachondeo cosmopolita y feroz de Hitchcock con Newman y Andrews en "Cortina rasgada", la chusco-erótica del poder en James Bond y sus escapadas a las nieves y el amor, todas las películas cartón piedra de serie b sobre espías intrigados e intrigantes, John le Carré, John Frankenheimer, sus "Siete días de Mayo" y otras paranoias ciertas, y John English (el humor, sea voluntario o no, nunca debe faltar). Súmale la estrella invitada Christian Slater y sus "Very Bad Things" como representante del pérfido imperio gringo y dale un toque argentino de perversa perversidad en el último firmante y ni siquiera así, querido y preclaro lector, te podrás hacer una idea prístina de lo que es este coso tan pinturero y pintiparado.
Experimento despampanante y tal vez algo chanante. Leones por corderos y el buen pastor del pacífico norte que siempre señorea/dirige al rebaño díscolo, o muy servil, político americano de más abajo, de... el sur.
El hombre común, la tabla rasa, el hombre normal, el mediocre, un tipo serio, Juan Nadie y Juan Lanas, Yo, Claudio y buscando a Ricardo, de nombre Hernán Blanco.
La bondad es la forma más elaborada del mal. Por si no quedaba claro.
Los locos y los muertos siempre dicen la verdad.
Los caballos galopan en los sueños con la desenfrenada libertad del deseo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El hombre invisible es el más peligroso.
27 de enero de 2018
27 de enero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llega a las pantallas la esperada película de Santiago Mitre (Buenos Aires, 1980), con Ricardo Darín en el papel del presidente de la República Argentina. Un proyecto del que, a primera vista, se podría esperar la típica película política, de conspiraciones y dobles tratos, pero que tiene un punto inquietante que la hace novedosa y en momentos adictiva.
Desde el inicio "La cordillera" nos mantiene intrigados en la butaca, con la presentación de los grandes dilemas a los que debe enfrentarse el presidente argentino, Hernán Blanco, verazmente interpretado por Ricardo Darín. Por un lado, Blanco tiene que hacer frente a las supuestas amenazas del marido de su hija y a inestabilidad psicológica de ésta y por el otro, tiene que acudir por primera vez a una cumbre hispanoamericana de gran importancia estratégica, en la que está en juego un importante acuerdo petrolífero. Dos situaciones límites a las que Blanco se enfrenta aparentemente desde la normalidad y la campechanía de un hombre que ha llegado al gobierno desde un estrato humilde y silencioso. Porque Blanco parece, en un principio, un pelele manejado por su equipo de gobierno, pero en el transcurso de la película nos vamos dando cuenta de que Blanco es mucho más de lo que aparenta, tanto en su dimensión política, como en su dimensión personal.
Más en planoamericano.wordpress.com
Desde el inicio "La cordillera" nos mantiene intrigados en la butaca, con la presentación de los grandes dilemas a los que debe enfrentarse el presidente argentino, Hernán Blanco, verazmente interpretado por Ricardo Darín. Por un lado, Blanco tiene que hacer frente a las supuestas amenazas del marido de su hija y a inestabilidad psicológica de ésta y por el otro, tiene que acudir por primera vez a una cumbre hispanoamericana de gran importancia estratégica, en la que está en juego un importante acuerdo petrolífero. Dos situaciones límites a las que Blanco se enfrenta aparentemente desde la normalidad y la campechanía de un hombre que ha llegado al gobierno desde un estrato humilde y silencioso. Porque Blanco parece, en un principio, un pelele manejado por su equipo de gobierno, pero en el transcurso de la película nos vamos dando cuenta de que Blanco es mucho más de lo que aparenta, tanto en su dimensión política, como en su dimensión personal.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Así descubrimos que además de tener una amante joven y una relación un tanto extraña con su hija, Blanco,negocia de forma astuta tanto con sus homólogos, como con los gringos (en un inglés bastante aceptable).
De modo que ese hombre blanco y atento, que se preocupa hasta de la mano vendada de su anfitriona chilena, se va convirtiendo en una representación fría y calculadora del mal, dando al espectador la oportunidad de comenzar a hacer similitudes entre la apabullante localización de la cumbre, en un hotel entre montañas heladas, y la personalidad de Blanco. Un hombre, Blanco, que en su presentación inicial parece no inmutarse por nada, manteniéndose como un témpano ante las críticas de un tertuliano radiofónico, que sus colaboradores le ponen en un tablet, y evitando cualquier tipo de gesto, ante las turbulencias que atizan el avión a su paso por las cumbres.
Pero esa frialdad, se hace más inquietante en presencia de su hija y en especial tras una crisis psicológica que va a provocar su ingreso en el hospital y la posterior llamada a un psicólogo, que decide recurrir a la hipnosis para sacar a la hija de su ensimismamiento. Una terapia que va a actuar de desencadenante para que Blanco comience a quitarse su careta (o mejor dicho su caro traje y corbata), dando rienda suelta a sus dotes manipuladoras, en un curioso juego entre realidad y ficción, que a través de la hipnosis y el poder de la evocación, va a llevarnos a descubrir la verdadera personalidad de Blanco, tanto en un nivel personal, como en su dimensión política, gracias a la última y evocadora secuencia que cierra la película.
Una película que va descubriendo capas, gracias, sin duda, a la interpretación muy creíble de Ricardo Darín, que consigue dotar de hondura y verdad a un personaje alejado de sus trabajos habituales. Sin olvidarse de la dirección ágil de Mitre que con sus planos largos, sus diálogos dinámicos o el perfil psicológico de sus fundidos entre planos, consigue capturar la atención del espectador y dejarle un poso tras los títulos de crédito.
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De modo que ese hombre blanco y atento, que se preocupa hasta de la mano vendada de su anfitriona chilena, se va convirtiendo en una representación fría y calculadora del mal, dando al espectador la oportunidad de comenzar a hacer similitudes entre la apabullante localización de la cumbre, en un hotel entre montañas heladas, y la personalidad de Blanco. Un hombre, Blanco, que en su presentación inicial parece no inmutarse por nada, manteniéndose como un témpano ante las críticas de un tertuliano radiofónico, que sus colaboradores le ponen en un tablet, y evitando cualquier tipo de gesto, ante las turbulencias que atizan el avión a su paso por las cumbres.
Pero esa frialdad, se hace más inquietante en presencia de su hija y en especial tras una crisis psicológica que va a provocar su ingreso en el hospital y la posterior llamada a un psicólogo, que decide recurrir a la hipnosis para sacar a la hija de su ensimismamiento. Una terapia que va a actuar de desencadenante para que Blanco comience a quitarse su careta (o mejor dicho su caro traje y corbata), dando rienda suelta a sus dotes manipuladoras, en un curioso juego entre realidad y ficción, que a través de la hipnosis y el poder de la evocación, va a llevarnos a descubrir la verdadera personalidad de Blanco, tanto en un nivel personal, como en su dimensión política, gracias a la última y evocadora secuencia que cierra la película.
Una película que va descubriendo capas, gracias, sin duda, a la interpretación muy creíble de Ricardo Darín, que consigue dotar de hondura y verdad a un personaje alejado de sus trabajos habituales. Sin olvidarse de la dirección ágil de Mitre que con sus planos largos, sus diálogos dinámicos o el perfil psicológico de sus fundidos entre planos, consigue capturar la atención del espectador y dejarle un poso tras los títulos de crédito.
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7 de julio de 2020
7 de julio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Demasiadas historias paralelas, que al final se quedan en nada, ni acaba de ser un trhiller político, ni un drama ni un film de intriga, eso sí Ricardo Darín espléndido como siempre, un film ambicioso que se queda corto en todos los palos que toca, menos quizás en las reuniones que mantienen los políticos a puerta cerrada y la incertidumbre moral en la que se ve envuelto Ricardo Darín. La historia de la hija , sus desequilibrios, sus oscuros recuerdos del pasado y su turbulenta vida matrimonial no me interesan en absoluto, por lo demas idas y venidas, Elena Anaya en un papel postizo que no se sabe muy bien porque está ahi realmente, en resumen más bien anodina aburrida y algo insustancial.
25 de agosto de 2017
25 de agosto de 2017
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debo decir que mis expectativas fueron en parte las que hicieron el trabajo sucio, quise caer en el salvaje cliché de volcar todo el sentido a la dirección de actores y ni siquiera eso estuvo a la altura de las circunstancias. Palpable lo inconcluso, la incomodidad y más aún el mal tedio, escaso el vértigo. Un Santiago Mitre que lo juega a todo y no gana nada, siendo irrisorios los climas. Todo el trabajo fue sofocado hasta el final, donde sin ánimos de darle respiro, se le concede un salvavidas de mala muerte.
El trabajo de Javier Juliá es el que dentro de esta masacre de sentidos se alza meritorio, mas allá de los límites impuestos supo concluir todos los ángulos con suave elegancia. Así como también Alberto Iglesias, que a pesar suya fue encerrado en una heladera toda la película.
El cine argentino posee una vara muy alta después del despegue de "Relatos Salvajes", salvando lo genérico donde enfrentarlas no sería justo para ninguno de los trabajos, "La Cordillera" no tiene pasta, seguridad, ni mucho menos ambición.
El trabajo de Javier Juliá es el que dentro de esta masacre de sentidos se alza meritorio, mas allá de los límites impuestos supo concluir todos los ángulos con suave elegancia. Así como también Alberto Iglesias, que a pesar suya fue encerrado en una heladera toda la película.
El cine argentino posee una vara muy alta después del despegue de "Relatos Salvajes", salvando lo genérico donde enfrentarlas no sería justo para ninguno de los trabajos, "La Cordillera" no tiene pasta, seguridad, ni mucho menos ambición.
29 de agosto de 2017
29 de agosto de 2017
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me decepcionó la película, la razón: el guión, no ahonda ni profundiza ningún tema, son dos subtramas en una historia contada en menos de dos horas. Ni el tema político se destaca, ni el personal (la vida íntima y familiar del presidente). Cuando nos etusiasmamos con la cumbre en la majestuosa cordillera con todos sus presidentes, de repente pasa a narrarnos la vida de la hija del presidente, es un ida y vuelta que no termina de encajar en ningún momento. Los actores están correctos, la propuesta es buena a simple vista, pero plasmado en la pantalla grande se ven fallos grandes. Es una opinión personal ya que ha tenido buenas críticas en algunos casos. El 6 es porque el argumento da para mucho y por los actores, pero los constantes desaciertos a medida que visionamos el largometraje hace a que todo quede sin resolverse.
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