Marcha de valientes
7.6
5,189
Bélico. Western. Aventuras
Un severo coronel de La Unión (Wayne) está al frente de un regimiento que debe infiltrarse en pleno territorio confederado para cumplir una difícil misión. En esta aventura lo acompaña un médico de buenos sentimientos (Holden). Para evitar que revele sus planes al enemigo, se ven obligados a llevarse como rehén a una joven rebelde sureña (Constance Towers) que conoce la misión. (FILMAFFINITY)
18 de febrero de 2020
18 de febrero de 2020
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es un clásico que encierra un clásico que esconde un clásico. A la maestría de John Ford en la dirección de una cinta casi coral, con sus tiempos de intervención medidos y sus planos, casi siempre sin mover la cámara, se une una estructura de viaje homérico, en el que se añade un choque de egos y de formas de entender la vida, personalizados en Wayne y Holden.
Cual viaje homérico, la partida se encontrará con su sirena y con multitud de situaciones de peligro. La visión de la Guerra Civil de Ford, no obstante, no es maniquea. Los confederados no son unos seres perversos. Los dibuja valerosos, pobres y muy concienciados con su causa, sin llegar a condenarla nunca y, de hecho, no existe un planteamiento del por qué de esta guerra. Sólo hay un momento en el que condena una actitud y es la de dos desertores confederados, a los que pinta como deshechos biológicos, que atrapan a un sheriff confederado, un oficial retirado, que se mantiene siempre muy digno. En ese momento, Ford realiza la única condena a una actitud y a unas personas.
Uno de los puntos fuertes de Feeney es siempre el manejo de sus secundarios. En realidad, los personajes principales en las películas de Ford apenas son esbozados con cuatro hachazos. Lo normal en sus películas, como también ocurre en esta, es que el protagonista sea un héroe de una pieza, pero es en la coreografía de secundarios donde la tarta coge multitud de sabores. Estos personajes siempre tienen debilidades, a diferencia de los protagonistas, pero son los encargados de dotar de encanto al film.
Un momento especial de la obra desata una emoción difícil de gestionar y aún más difícil de resolver, en el momento en que un grupo de niños son obligados a entrar en combate. El desenlace del episodio es genial. Es, además, el momento más recordado de la película. Recomendada.
Cual viaje homérico, la partida se encontrará con su sirena y con multitud de situaciones de peligro. La visión de la Guerra Civil de Ford, no obstante, no es maniquea. Los confederados no son unos seres perversos. Los dibuja valerosos, pobres y muy concienciados con su causa, sin llegar a condenarla nunca y, de hecho, no existe un planteamiento del por qué de esta guerra. Sólo hay un momento en el que condena una actitud y es la de dos desertores confederados, a los que pinta como deshechos biológicos, que atrapan a un sheriff confederado, un oficial retirado, que se mantiene siempre muy digno. En ese momento, Ford realiza la única condena a una actitud y a unas personas.
Uno de los puntos fuertes de Feeney es siempre el manejo de sus secundarios. En realidad, los personajes principales en las películas de Ford apenas son esbozados con cuatro hachazos. Lo normal en sus películas, como también ocurre en esta, es que el protagonista sea un héroe de una pieza, pero es en la coreografía de secundarios donde la tarta coge multitud de sabores. Estos personajes siempre tienen debilidades, a diferencia de los protagonistas, pero son los encargados de dotar de encanto al film.
Un momento especial de la obra desata una emoción difícil de gestionar y aún más difícil de resolver, en el momento en que un grupo de niños son obligados a entrar en combate. El desenlace del episodio es genial. Es, además, el momento más recordado de la película. Recomendada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La carga de los niños soldado es, de lejos, la secuencia más emocionante de la cinta. Cuando la ve uno por primera vez, no deja de preguntarse cómo acabará la acción y, desde luego, se solidariza con los heroicos muchachuelos en contra de los que hasta ese momento han protagonizado el filme, que son Wayne y los suyos. Las súplicas de la madre para que no se lleven a su hijo, la actitud del reverendo que manda la compaía de estudiantes y el desarrollo de la batalla posterior, constituyen una joya dentro de un diamante. Lo mejor de una cinta en sí impresionante.
14 de agosto de 2017
14 de agosto de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde Tennessee los hombres de los uniformes azules se abren camino a través de Mississippi, unos 1.700 soldados a caballo con una misión suicida: hacer picadillo a la civilización sudista en el camino y llegar a Louisina de una pieza.
Y como toda hazaña histórica, ésta tuvo su recreación.
La Edad de Oro del "western" está presta a acabar con la década de los '50, y no falta mucho; va ligado a tan inevitable hecho el que la última obra de John Ford de 1.959 esté enmarcada en dicho género, y a su vez sea todo un canto del cisne a las "gloriosas" hazañas de los caballeros de la Unión, quienes ya ocuparon un lugar especial en su filmografía en forma de trilogía, una última aventura sobre aquellos "héroes" del Norte la cual, en un gesto de auténtica ironía, se mantiene como la única vez que el director pone el dedo en la llaga de la Guerra de Secesión.
A partir de un libro de Harold Sinclair que narra, a su modo ficticio, la incursión a principios de 1.863 del coronel Benjamin Grierson y los suyos en las tierras rebeldes del Sur para finalizar henchidos de gloria en Baton Rouge, el dios del Oeste encaró otra enorme producción llena de problemas, desde malas relaciones con sus actores y elevados costes a trágicos accidentes, destacando la muerte del mítico "stuntman" Fred Kennedy, y tanto su prohibición de alcohol por razones de salud como el intento de suicidio de la esposa de John Wayne sólo tensaron el ambiente más de lo que ya estaba...
La premisa queda establecida en una corta secuencia inicial, con los auténticos Ulysses Grant y William Sherman; Wayne interpreta a John Marlowe, el álter-ego duro y expeditivo, a la medida del actor, del histórico Grierson (y donde uno era profesor de música el presente es un ex-ingeniero de ferrocarriles, muy irónico). Su contrario tiene el rostro rudo pero amable de William Holden, y pese a que iban a ser Clark Gable y James Stewart quienes se vieran las caras, la rivalidad entre sus personajes, de las mejores bazas del film, resulta tanto más creíble cuanto que la relación de los actores no era la mejor.
Típica situación del bélico: frente a la brusquedad del oficial de turno, la humanidad del doctor, que participa en la batalla por causas no ideológicas, aun viéndose arrastrado por su importancia, la que expone esa comunidad de hombres tan fuertemente unida, clásico de la idiosincrasia "fordiana"; las intenciones están claras observando esos créditos iniciales tan pretendidamente épicos. Por enésima vez Hollywood se presta a la mitificación del lado unionista, si bien el director se esfuerza, durante el desarrollo de la trama episódica, en mostrar la cara más cruda, violenta y patética de la guerra, y de cuando en cuando en uno y ambos bandos (no hay muchos, pero los instantes junto a los confederados son memorables).
"Episódica" ya que su avance, el de la caballería hasta su destino, se ve atravesado de incidentes argumentales, que de alguna manera resultan claves en la evolución, aparentemente invisible, de los personajes. El más innecesario involucra a Hannah, la obligatoria fémina de esta clase de títulos, mitad florero, mitad contrincante de una guerra de sexos con el protagonista (Wayne antipático y amargo como nunca), pero aun extendiéndose el cara a cara a cuestiones más profundas ya que media el origen ideológico-político, el guión de John Mahin y Martin Rackin no concede oportunidad a la presencia de una lucha de puntos de vista. La unionista es la que cuenta.
En todo caso Constance Towers no es sino el contrapunto dramático-romántico a la melancolía de Kendall y la brutalidad y recelo de Marlowe (luego justificado en una perturbadora secuencia donde el de Iowa puede demostrar sus buenas capacidades más allá de la fachada de cemento con la que siempre se cubre). No satisface, de igual forma, la visión de Ford: frente a la estrategia, dignidad y buenos modales de la caballería, la incompetencia, falta de escrúpulos y mal juicio de los confederados, unos traidores, sucios y maleantes que mandan a niños a primera línea de combate y se lanzan a cara descubierta contra el enemigo (esta escena, la de su intento de asalto a la ya tomada Newton, es ridícula...).
Refuerza esto el uso constante (e irritante) del himno de la caballería para marcar el tono grandilocuente y heroico de sus actos...esa clase de detalles que sé que provocan el orgasmo al cineasta. Sorprende además que un demócrata como él, que exigió la misma remuneración a los extras negros que a los blancos, que accedió a cambiar ciertas partes ofensivas de los diálogos de Althea N. Gibson (la célebre deportista en su único papel para el cine), no haga partícipe a su caballería de la liberación de esclavos, cosa que sí hicieron los hombres de Grierson en su paso por Mississippi (quizás la actitud conservadora de Wayne tuvo aquí más peso).
Al margen de todo esto, ¿qué queda? Pues lo que un fan del "western" clásico y de Ford espera ver en pantalla: un increíble uso logístico del medio natural y del paisaje, el equilibrio tan delicado entre aventura, drama y humor que no cualquiera logra, un despliegue de medios espectacular, a la altura de la Mirisch, esa eficacia única para rodar excitantes y enormes escenas de acción, ya sea a caballo o a pie, donde el espectador, abrumado por la sensación de aventura épica, se deja arrastrar a ella sin remedio. La camaradería y amistad entre los personajes contrasta no obstante con la tensión y dificultad del rodaje...
En el colmo de los obstáculos, la muerte de Kennedy durante las recordadas secuencias climáticas del paso por el puente obligaron a Ford a finalizar su obra con una conclusión menos triunfal (no hay llegada a Baton Rouge) y más oscura, ciertamente extraña, pues parece que la historia se quedase a mitad de todo.
Para la productora "Misión de Audaces" fue un éxito efímero cuya estrella se apagó pronto, para Ford una experiencia bastante traumática quedando en última instancia como obra menor en su amplia carrera...
Y como toda hazaña histórica, ésta tuvo su recreación.
La Edad de Oro del "western" está presta a acabar con la década de los '50, y no falta mucho; va ligado a tan inevitable hecho el que la última obra de John Ford de 1.959 esté enmarcada en dicho género, y a su vez sea todo un canto del cisne a las "gloriosas" hazañas de los caballeros de la Unión, quienes ya ocuparon un lugar especial en su filmografía en forma de trilogía, una última aventura sobre aquellos "héroes" del Norte la cual, en un gesto de auténtica ironía, se mantiene como la única vez que el director pone el dedo en la llaga de la Guerra de Secesión.
A partir de un libro de Harold Sinclair que narra, a su modo ficticio, la incursión a principios de 1.863 del coronel Benjamin Grierson y los suyos en las tierras rebeldes del Sur para finalizar henchidos de gloria en Baton Rouge, el dios del Oeste encaró otra enorme producción llena de problemas, desde malas relaciones con sus actores y elevados costes a trágicos accidentes, destacando la muerte del mítico "stuntman" Fred Kennedy, y tanto su prohibición de alcohol por razones de salud como el intento de suicidio de la esposa de John Wayne sólo tensaron el ambiente más de lo que ya estaba...
La premisa queda establecida en una corta secuencia inicial, con los auténticos Ulysses Grant y William Sherman; Wayne interpreta a John Marlowe, el álter-ego duro y expeditivo, a la medida del actor, del histórico Grierson (y donde uno era profesor de música el presente es un ex-ingeniero de ferrocarriles, muy irónico). Su contrario tiene el rostro rudo pero amable de William Holden, y pese a que iban a ser Clark Gable y James Stewart quienes se vieran las caras, la rivalidad entre sus personajes, de las mejores bazas del film, resulta tanto más creíble cuanto que la relación de los actores no era la mejor.
Típica situación del bélico: frente a la brusquedad del oficial de turno, la humanidad del doctor, que participa en la batalla por causas no ideológicas, aun viéndose arrastrado por su importancia, la que expone esa comunidad de hombres tan fuertemente unida, clásico de la idiosincrasia "fordiana"; las intenciones están claras observando esos créditos iniciales tan pretendidamente épicos. Por enésima vez Hollywood se presta a la mitificación del lado unionista, si bien el director se esfuerza, durante el desarrollo de la trama episódica, en mostrar la cara más cruda, violenta y patética de la guerra, y de cuando en cuando en uno y ambos bandos (no hay muchos, pero los instantes junto a los confederados son memorables).
"Episódica" ya que su avance, el de la caballería hasta su destino, se ve atravesado de incidentes argumentales, que de alguna manera resultan claves en la evolución, aparentemente invisible, de los personajes. El más innecesario involucra a Hannah, la obligatoria fémina de esta clase de títulos, mitad florero, mitad contrincante de una guerra de sexos con el protagonista (Wayne antipático y amargo como nunca), pero aun extendiéndose el cara a cara a cuestiones más profundas ya que media el origen ideológico-político, el guión de John Mahin y Martin Rackin no concede oportunidad a la presencia de una lucha de puntos de vista. La unionista es la que cuenta.
En todo caso Constance Towers no es sino el contrapunto dramático-romántico a la melancolía de Kendall y la brutalidad y recelo de Marlowe (luego justificado en una perturbadora secuencia donde el de Iowa puede demostrar sus buenas capacidades más allá de la fachada de cemento con la que siempre se cubre). No satisface, de igual forma, la visión de Ford: frente a la estrategia, dignidad y buenos modales de la caballería, la incompetencia, falta de escrúpulos y mal juicio de los confederados, unos traidores, sucios y maleantes que mandan a niños a primera línea de combate y se lanzan a cara descubierta contra el enemigo (esta escena, la de su intento de asalto a la ya tomada Newton, es ridícula...).
Refuerza esto el uso constante (e irritante) del himno de la caballería para marcar el tono grandilocuente y heroico de sus actos...esa clase de detalles que sé que provocan el orgasmo al cineasta. Sorprende además que un demócrata como él, que exigió la misma remuneración a los extras negros que a los blancos, que accedió a cambiar ciertas partes ofensivas de los diálogos de Althea N. Gibson (la célebre deportista en su único papel para el cine), no haga partícipe a su caballería de la liberación de esclavos, cosa que sí hicieron los hombres de Grierson en su paso por Mississippi (quizás la actitud conservadora de Wayne tuvo aquí más peso).
Al margen de todo esto, ¿qué queda? Pues lo que un fan del "western" clásico y de Ford espera ver en pantalla: un increíble uso logístico del medio natural y del paisaje, el equilibrio tan delicado entre aventura, drama y humor que no cualquiera logra, un despliegue de medios espectacular, a la altura de la Mirisch, esa eficacia única para rodar excitantes y enormes escenas de acción, ya sea a caballo o a pie, donde el espectador, abrumado por la sensación de aventura épica, se deja arrastrar a ella sin remedio. La camaradería y amistad entre los personajes contrasta no obstante con la tensión y dificultad del rodaje...
En el colmo de los obstáculos, la muerte de Kennedy durante las recordadas secuencias climáticas del paso por el puente obligaron a Ford a finalizar su obra con una conclusión menos triunfal (no hay llegada a Baton Rouge) y más oscura, ciertamente extraña, pues parece que la historia se quedase a mitad de todo.
Para la productora "Misión de Audaces" fue un éxito efímero cuya estrella se apagó pronto, para Ford una experiencia bastante traumática quedando en última instancia como obra menor en su amplia carrera...
8 de septiembre de 2022
8 de septiembre de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un coronel de enorme severidad de La Unión (Wayne) está al frente de un regimiento. Su misión es infiltrarse en territorio confederado y cumplir una muy peligrosa misión. Lo acompaña un médico de buenos sentimientos (Holden) y, además, para evitar que delate sus planes al enemigo, se llevan como rehén a una bella y joven sureña (Towers), que se ha enterado de los planes.
Enorme dirección de John Ford, una obra auténticamente épica de nuestro gran director que combina el vigor de una tropa, con la amargura y el dolor de la guerra, y una mitificación lúcida, que en ocasiones parece un documento veraz de la época y de aquella terrible guerra entre hermanos.
Maravillosos paisajes y decorados que dotan de autenticidad la cinta con un uso del paisaje impresionante que concluye en una auténtica obra de arte.
Excelente guion de John Lee Mahin y Martin Rackin (adaptación de la novela de Harold Sinclair), grande la música de David Buttolph y una esplendente y hermosa fotografía de William H. Clothier que recorre con la cámara, tanto las escenas de acción y guerra, como los agrestes paisajes americanos.
En el reparto los inconmensurables John Wayne y Wlliam Holden, junto a la bonita y eficiente Constance Towers en los principales papeles. Acompañan más que mejor Althea Gibson, Hoot Gibson o Russell Simpson, entre otros.
Estamos ante un brillante western sobre la Guerra Civil Norteamericana, dotado de verismo, sentimiento y con la esencia de uno de los más grandes directores del género y del cine: John Ford.
Enorme dirección de John Ford, una obra auténticamente épica de nuestro gran director que combina el vigor de una tropa, con la amargura y el dolor de la guerra, y una mitificación lúcida, que en ocasiones parece un documento veraz de la época y de aquella terrible guerra entre hermanos.
Maravillosos paisajes y decorados que dotan de autenticidad la cinta con un uso del paisaje impresionante que concluye en una auténtica obra de arte.
Excelente guion de John Lee Mahin y Martin Rackin (adaptación de la novela de Harold Sinclair), grande la música de David Buttolph y una esplendente y hermosa fotografía de William H. Clothier que recorre con la cámara, tanto las escenas de acción y guerra, como los agrestes paisajes americanos.
En el reparto los inconmensurables John Wayne y Wlliam Holden, junto a la bonita y eficiente Constance Towers en los principales papeles. Acompañan más que mejor Althea Gibson, Hoot Gibson o Russell Simpson, entre otros.
Estamos ante un brillante western sobre la Guerra Civil Norteamericana, dotado de verismo, sentimiento y con la esencia de uno de los más grandes directores del género y del cine: John Ford.
13 de octubre de 2023
13 de octubre de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Ford en esta gran película recrea con una exuberante imaginería en Technicolor un hecho real acontecido durante la Guerra de Secesión estadounidense y novelado por Harold Sinclair.
El talento del maestro Ford en la narración es incuestionable, con una excelente composición de planos y un dominio admirable del espacio y el tiempo cinematográficos, concediendo profundidad y trascendencia a unos personajes en conflicto complejos e interesantes, exprimiendo sus emociones hábilmente y sin falsos artificios, y huyendo de cualquier tipo de maniqueísmo.
La manifestación de las fatídicas consecuencias físicas y de las tensiones psicológicas derivadas de la contienda bélica, dejan bien claro por parte de Ford su sentimiento de repulsa hacia la guerra y su postura inequívocamente antibelicista.
El talento del maestro Ford en la narración es incuestionable, con una excelente composición de planos y un dominio admirable del espacio y el tiempo cinematográficos, concediendo profundidad y trascendencia a unos personajes en conflicto complejos e interesantes, exprimiendo sus emociones hábilmente y sin falsos artificios, y huyendo de cualquier tipo de maniqueísmo.
La manifestación de las fatídicas consecuencias físicas y de las tensiones psicológicas derivadas de la contienda bélica, dejan bien claro por parte de Ford su sentimiento de repulsa hacia la guerra y su postura inequívocamente antibelicista.
13 de enero de 2006
13 de enero de 2006
12 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un extraordinario western protagonizado por John Wayne a las órdenes de ese maestro que fué John Ford, conteniendo las características propias de las películas rodadas por ambos.Aquí Wayne encarna al duro y férreo soldado, amargado por ciertos hechos ocurridos en su pasado. Por otra parte,esta película es también, al igual que "Fort Apache", "Rio Grande" o "La legión invencible", un cántico más de Ford a la caballería de los Estados Unidos, si bien la película, contiene ciertos elementos del llamado cine intimista, lo que no impide, claro está, que se encuadre dentro del cine de aventuras y, en concreto, del cine del oeste.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En 1863, durante la Guerra de Secesión, al coronel nordista John Marlowe (John Wayne) se le encarga una peligrosa misión: introducirse en territorio enemigo y tomar un importante nudo ferroviario convertido en un destacable depósito de víveres y armas, indispensables para las tropas sudistas. Al coronel, le acompaña el mayor Kendall (William Holden), un médico del ejército que, desde un primer momento, no coincide con la forma de actuar de Marlowe, por lo que nace una enemistad que va incrementándose a medida que se desarrolla la misión, si bien este hecho no retrasa el avance de la brigada nordista, la cual, tras cumplir su objetivo, ha de enfrentarse con el dilema de como volver a sus líneas sin ser capturada por las tropas del Sur.
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