El hombre de las mil caras
2016 

6.7
21,385
Thriller. Drama
Francisco Paesa (Eduard Fernández), ex agente secreto del gobierno español, responsable de la operación contra ETA más importante de la historia, se ve envuelto en un caso de extorsión en plena crisis de los GAL y tiene que huir del país. Cuando regresa años después está arruinado. En tales circunstancias, recibe la visita de Luis Roldán (Carlos Santos), ex Director General de la Guardia Civil, y de su mujer Nieves Fernández Puerto ... [+]
23 de septiembre de 2016
23 de septiembre de 2016
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Retrato histórico ambientado de manera inmejorable. Es capaz de sumergirte en la década de los 80 y los 90 a través de infinitos escenarios que situan todos los hechos acontecidos en esta historia tan increible como real. Otro buen guión de un Alberto Rodriguez que empieza a consagrarse en el cine español.
La actuación de Eduard Fernandez se adapta bien al papel pero se echa de menos algo mas de expresividad, aquella que como casi siempre brilla por su ausencia en José Coronado. Pese a que la narración de lo que sucedió es bastante fiel a la realidad y se consigue recrear la atmosfera perfecta, falta algo de frescura o emotividad con el que se abandone esa camino tan lineal y se aporte algo más. De hecho, algunas partes son algo lentas y monotonas, y si lo unimos a los eventuales cortes televisivos sobre los que se apoya esta película para narrar lo sucedido, parece que estemos viendo un documental sobre la historia de España.
Si Alberto Rodriguez supiera aparcar por un momento ese objetivo de fidelidad y realismo que en ocasiones se traduce en una trama demasiado pesada y compleja, conseguiria que esta fuera, la película de "los mil Goyas."
La actuación de Eduard Fernandez se adapta bien al papel pero se echa de menos algo mas de expresividad, aquella que como casi siempre brilla por su ausencia en José Coronado. Pese a que la narración de lo que sucedió es bastante fiel a la realidad y se consigue recrear la atmosfera perfecta, falta algo de frescura o emotividad con el que se abandone esa camino tan lineal y se aporte algo más. De hecho, algunas partes son algo lentas y monotonas, y si lo unimos a los eventuales cortes televisivos sobre los que se apoya esta película para narrar lo sucedido, parece que estemos viendo un documental sobre la historia de España.
Si Alberto Rodriguez supiera aparcar por un momento ese objetivo de fidelidad y realismo que en ocasiones se traduce en una trama demasiado pesada y compleja, conseguiria que esta fuera, la película de "los mil Goyas."
5 de febrero de 2017
5 de febrero de 2017
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La peli es un thriller. Pero thriller thriller que no deja de ser un thriller en cualquier momento. Todas las conversaciones están rodadas igual, con altas pretensiones de mantener una intriga que en realidad no tiene. Ese el fallo de la peli, que no tiene tensión... y quiere ser un thriller a toda costa. Está bien que un thriller no tenga acción, género que se le suele adosar con demasiada frecuencia (igual que a la ciencia ficción), pero un thriller tiene que tener tensión... pero esta historia no la tiene. Un documental sobre todo el asunto de Roldán hubiera sido más efectivo. Tiene un título rimbombante pero, o yo me despité, o no hay mil caras por ninguna parte: no es sorprendente ni impactante ni engancha. Ha gustado a mucha gente y yo esperaba unirme a ellos (me gustaron Grupo 7 y La Isla Mínima) pero no puedo.
En resumen, para contar una historia que todo el mundo sabe cómo acaba hay que tener muy claro que al contarla, en el camino, vamos a disfrutar, pero las ganas de generar tensión no se ven correspondidas con la trama. Mucho formato thriller y poco lerele.
En resumen, para contar una historia que todo el mundo sabe cómo acaba hay que tener muy claro que al contarla, en el camino, vamos a disfrutar, pero las ganas de generar tensión no se ven correspondidas con la trama. Mucho formato thriller y poco lerele.
13 de octubre de 2016
13 de octubre de 2016
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si por su envaramiento solemne digno de mejor causa, a nuestros héroes patrios hay que tratarlos a golpe de esperpento y chanza, a brochazos gruesos, con paladas de fea vulgaridad, no merecen, ni conocen, unción y silencio, vale charanga de burdel, ruido de vomitonas y mal vino, caspa y esas cosas; si quizás fueron las sombras chinas, ese juego de espejos fríos, en la distancia, parodia clínica, reflejo triste del teatro político, trastienda oculta y oscura; tal vez el exceso de metraje, juego del escondite alargado innecesariamente, vueltas y revueltas para nada, minuciosidad en la bobada; puede ser que el Roldán, ese algarrobo tan ridículo y patético como centro de todo, qué interés puede tener un elemento tan penoso si no es como símbolo del estado de cosas tan abyecto que nos contempla y rodea con grave y jocosa ignominia, o de pasada; o que me quedara con más ganas del antes, de cómo se las ingenió como jefe de todo esto tan grosero, de la guardia civil nada menos, que del después que se ve en la película; no sé... Pero el caso es que me pareció pesada, anodina, cargante, estirada y fofa durante buena parte de su recorrido. Ya digo, el tono engolado y altivo, casi como de reportaje de supuesta calidad o documental de ficción, es elegante y adulto, pero a la vez un tanto fuera de lugar si tenemos en cuenta la calaña o calado infame de nuestra realidad patria y la fauna tan cochambrosa que la puebla. Al final, probablemente mejore y encuentre su mayor sentido. En cualquier caso, me parecería mucho más interesante lo que no se contó, lo que solo se nombró por encima o se intuyó, todo ese trampantojo formado por figurones tipo Belloch, Asunción, Vera y demás ralea de tanto susto y echar rápidamente la mano a la cartera.
De todas maneras, a pesar de lo ya comentado, el ejercicio tiene su valor, no lo despreciemos, se le reconoce el mérito a esta película que podría ser, puestos a jugar a los papás y las mamás, un remedo de "Munich", "Zodiac" y "El topo". La primera por su internacionalidad de espías, fronteras y búsqueda; la segunda por el puntillismo investigador, su tiempo detenido, el absurdo sordo que asoma al final del túnel, y la tercera por una visión oscura y sórdida de ese mundo cenagoso, tan poco soleado, muy tétrico.
Se le reconoció, a Alberto Rodríguez, en su anterior trabajo el esfuerzo por rebuscar en nuestro pasado más cercano, aunque fuera solo como fondo de una historia de cine negro. Ahora lo afrontó de frente (relativamente, no del todo. Tengo la sensación de que fueron casi exclusivamente a por los más débiles e insignificantes y casi nada dijeron de las piezas de caza mayor, me refiero, claro, al gobierno socialista en bloque de aquel momento. Se apunta algo, se deja ver, se señala a alguno. Pero en mi opinión, muy poca cosa. Uno querría más sangre, más riesgo, más retrato certero de esas altas tan bajas esferas políticas que reinaron con tanta desvergüenza e impunidad sangrante en aquellos cercanos y ominosos tiempos, que se aireara la casa y se levantaran las alfombras). Y es bueno que así fuera, que diera luz a esta historia tan chusca y aberrante o recurrente, que tanto nos retrata/señala malamente como país, a esas alcantarillas del poder tan cutres y millonarias, a esas charcas tan ineptas y mentirosas.
Eduard está muy bien; Paesa es, cómo no, la metáfora del cuento, ese hombre invisible, jefe entre la niebla, bufón, máscara, medio, instrumento, tráfico, conseguidor, equilibrista y artista de la pista de esa realidad paralela que todos los días da sustento y vida a la ficción tan trucada que nos muestran en la televisión, la otra cara del teatrillo, su verdadera fuerza y sentido. Él es la némesis de Roldán, y a la vez su repetición, más listo y capaz pero igual de solo y a punto de desaparecer ya, confundido en su propio juego de apariencias y escapismo, de espejismos y humo.
De todas maneras, a pesar de lo ya comentado, el ejercicio tiene su valor, no lo despreciemos, se le reconoce el mérito a esta película que podría ser, puestos a jugar a los papás y las mamás, un remedo de "Munich", "Zodiac" y "El topo". La primera por su internacionalidad de espías, fronteras y búsqueda; la segunda por el puntillismo investigador, su tiempo detenido, el absurdo sordo que asoma al final del túnel, y la tercera por una visión oscura y sórdida de ese mundo cenagoso, tan poco soleado, muy tétrico.
Se le reconoció, a Alberto Rodríguez, en su anterior trabajo el esfuerzo por rebuscar en nuestro pasado más cercano, aunque fuera solo como fondo de una historia de cine negro. Ahora lo afrontó de frente (relativamente, no del todo. Tengo la sensación de que fueron casi exclusivamente a por los más débiles e insignificantes y casi nada dijeron de las piezas de caza mayor, me refiero, claro, al gobierno socialista en bloque de aquel momento. Se apunta algo, se deja ver, se señala a alguno. Pero en mi opinión, muy poca cosa. Uno querría más sangre, más riesgo, más retrato certero de esas altas tan bajas esferas políticas que reinaron con tanta desvergüenza e impunidad sangrante en aquellos cercanos y ominosos tiempos, que se aireara la casa y se levantaran las alfombras). Y es bueno que así fuera, que diera luz a esta historia tan chusca y aberrante o recurrente, que tanto nos retrata/señala malamente como país, a esas alcantarillas del poder tan cutres y millonarias, a esas charcas tan ineptas y mentirosas.
Eduard está muy bien; Paesa es, cómo no, la metáfora del cuento, ese hombre invisible, jefe entre la niebla, bufón, máscara, medio, instrumento, tráfico, conseguidor, equilibrista y artista de la pista de esa realidad paralela que todos los días da sustento y vida a la ficción tan trucada que nos muestran en la televisión, la otra cara del teatrillo, su verdadera fuerza y sentido. Él es la némesis de Roldán, y a la vez su repetición, más listo y capaz pero igual de solo y a punto de desaparecer ya, confundido en su propio juego de apariencias y escapismo, de espejismos y humo.
17 de marzo de 2017
17 de marzo de 2017
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
45/05(12/02/17) Esperado última dirección del sevillano Alberto Rodríguez tras su exitosa “La isla Mínima”, pero la frescura motriz de esta se ha quedado en un entretenido sin más este film, que se ve con tanta facilidad como se olvida, paso atrás del realizador, que ha tirado por lo convencional, dejando eso sí algún momento reseñable, pero no me saca de lo ordinario, relato tan lineal como previsible, dos horas con una voz en off desequilibradamente usada, subrayando lo obvio, con personajes de los que sabremos lo mismo al empezar que al acabar, sin saber bien sus motivaciones y comportamientos arbitrarios. El guion del propio director y Rafael Cobos (“La isla Mínima”), basado en el libro periodístico de Manuel Cerdán “Paesa, el espía de las mil caras”, la idea de esta película sobre Paesa pasó por diversos directores antes de llegar a Alberto Rodríguez, que decidió limitar la película a la historia de la huida de Roldán que sirve para retratar a Paesa, en lo que es un retrato de un tiempo de corruptelas, corruptos, y mucha corrupción moral (nada cambia con el paso del tiempo, si acaso los nombres). Paesa y Roldán es el fruto de un tiempo de oportunistas, de trileros, de mentirosos, de conspiradores, la fuga del segundo, director general de la Guardia Civil, Luis Roldán, huyó de España con 1.500 millones de pesetas (unos 9 millones de euros para las nuevas generaciones) y al que Paesa ocultó durante varios meses en París, participando posteriormente en su entrega y detención. Paesa, que se embolsó una fortuna con tal “colaboración” fue capaz de sostener la gran mentira y fingir su propia muerte. A través de diferentes capítulos sobreimpresionados (comienza con “El Algarrobo”, sobrenombre de Roldán) vamos conociendo a diferentes “tahúres” que se movían alrededor del poder para sacar “tajada”, donde el protagonista Paesa era un as manipulando a unos y a otros, y este mosaico de roles son presentados por el cineasta sin pretender hacer juicios de valor, esto inteligentemente se lo deja al espectador.
Aborda la relación entre el que fuera agente secreto español Francisco Paesa (Eduard Fernández) y el exdirector general de la Guardia Civil, Luis Roldán (Carlos Santos). Paesa (Eduard Fernández), responsable de la operación contra ETA más importante de la historia, se ve envuelto en un caso de extorsión en plena crisis de los GAL y tiene huir del país. Cuando regresa, años después, está arruinado. En tales circunstancias, recibe visita de Luis Roldán y su mujer Nieves Fernández (Marta Etura), le ofrecen un millón de dólares si les ayuda a salvar 1.500 millones de pesetas sustraídos. En colaboración con su inseparable amigo Jesús Camoes (José Coronado), el Piloto, Paesa diseña un plan infalible.
La historia (irregularmente) es contada en off por Jesús Camoes (José Coronado) fiel amigo de Paesa, personaje ficticio creado por los guionistas basándose en varias personas cercanas al espía, con lo que vemos es en realidad filtrado por la visión de una persona parcial en los hechos, con lo que a veces podemos sentirnos despistados y manipulados, aunque también es manejada para dar luz a diversos temas complejos, para dar fluidez a todo el farragoso entramado político de la época, aunque no siempre bien logrado.
Una narración ágil gracias a su dinámica edición y asu vigorosa música, que sumada a la susodicha voz en off (Henry Hill y Sam Rothstein) por momentos tiene efluvios las scorsesianas cintas “Goodfellas” y “Casino”. Cinta con bastantes trampas, que se suman a sus lagunas argumentales, a sus vacíos de información, a la confusión a algunos tramos, y es que su complejidad evolutiva no es salvada con éxito, con elipsis temporales desconcertantes. Lo bueno es su elegante creación de atmósfera inquietante cercana, por su falta de acción, por su ritmo sereno, sus muchos intercambios conversacionales, al espíritu literario del especialista en cine de espías, el inglés John Le Carré, esto también sustentado en su modo de filmar alternando con nervio planos largos, planos fijos y cámara en mano vibrante, donde tienen importancia las miradas, el mundo interior nada idealista de los protagonistas, pragmáticos supervivientes. Enmarcando a los personajes en una tela de araña (hecha de mentiras, dudas, timos,...) que se va cerrando y haciendo más pegajosa a medida que avanza. Rodríguez dosifica de modo caustico goteo de humor seco, adusto, ejemplo el running-gag del cuadro que va y viene de Paesa, su Modigliani (flaso), alegoría de la personalidad del anti-héroe del film.
Las taras son bastantes, como el nulo desarrollo de los personajes, a los que no se les da fondo alguno, con lo que derivan en acartonados y encorsetados, con los que empatizar es misión nula, su interrelación es hosca, solo Roldán tienen peso con la que mantiene con su esposa, aunque se nota impostada y poco clara. Nunca sabremos de donde viene Paesa, siempre de gesto estoico, no sabremos su motor de comportamiento, tampoco Roldán es una figura atractiva, presentado de modo tosco, como una caricatura, es difícil (por no decir increíble) que esa personalidad frágil e insegura hubiera sido el director de la guardia civil y azote de ETA. Tampoco crece en su capacidad de síntesis, pues con tanto personaje (mucho prescindible) que entra y sale desvía la atención de lo crucial, con giros enrevesados que despistan y llevan a la confusión y con ella el alejamiento del espectador. A todo esto se añade su falta de emoción, de escenas verdaderas de tensión, su carencia de intensidad, no habiendo escenas reales que recordar, todo tan inane y aséptico, como lineal.
Aborda la relación entre el que fuera agente secreto español Francisco Paesa (Eduard Fernández) y el exdirector general de la Guardia Civil, Luis Roldán (Carlos Santos). Paesa (Eduard Fernández), responsable de la operación contra ETA más importante de la historia, se ve envuelto en un caso de extorsión en plena crisis de los GAL y tiene huir del país. Cuando regresa, años después, está arruinado. En tales circunstancias, recibe visita de Luis Roldán y su mujer Nieves Fernández (Marta Etura), le ofrecen un millón de dólares si les ayuda a salvar 1.500 millones de pesetas sustraídos. En colaboración con su inseparable amigo Jesús Camoes (José Coronado), el Piloto, Paesa diseña un plan infalible.
La historia (irregularmente) es contada en off por Jesús Camoes (José Coronado) fiel amigo de Paesa, personaje ficticio creado por los guionistas basándose en varias personas cercanas al espía, con lo que vemos es en realidad filtrado por la visión de una persona parcial en los hechos, con lo que a veces podemos sentirnos despistados y manipulados, aunque también es manejada para dar luz a diversos temas complejos, para dar fluidez a todo el farragoso entramado político de la época, aunque no siempre bien logrado.
Una narración ágil gracias a su dinámica edición y asu vigorosa música, que sumada a la susodicha voz en off (Henry Hill y Sam Rothstein) por momentos tiene efluvios las scorsesianas cintas “Goodfellas” y “Casino”. Cinta con bastantes trampas, que se suman a sus lagunas argumentales, a sus vacíos de información, a la confusión a algunos tramos, y es que su complejidad evolutiva no es salvada con éxito, con elipsis temporales desconcertantes. Lo bueno es su elegante creación de atmósfera inquietante cercana, por su falta de acción, por su ritmo sereno, sus muchos intercambios conversacionales, al espíritu literario del especialista en cine de espías, el inglés John Le Carré, esto también sustentado en su modo de filmar alternando con nervio planos largos, planos fijos y cámara en mano vibrante, donde tienen importancia las miradas, el mundo interior nada idealista de los protagonistas, pragmáticos supervivientes. Enmarcando a los personajes en una tela de araña (hecha de mentiras, dudas, timos,...) que se va cerrando y haciendo más pegajosa a medida que avanza. Rodríguez dosifica de modo caustico goteo de humor seco, adusto, ejemplo el running-gag del cuadro que va y viene de Paesa, su Modigliani (flaso), alegoría de la personalidad del anti-héroe del film.
Las taras son bastantes, como el nulo desarrollo de los personajes, a los que no se les da fondo alguno, con lo que derivan en acartonados y encorsetados, con los que empatizar es misión nula, su interrelación es hosca, solo Roldán tienen peso con la que mantiene con su esposa, aunque se nota impostada y poco clara. Nunca sabremos de donde viene Paesa, siempre de gesto estoico, no sabremos su motor de comportamiento, tampoco Roldán es una figura atractiva, presentado de modo tosco, como una caricatura, es difícil (por no decir increíble) que esa personalidad frágil e insegura hubiera sido el director de la guardia civil y azote de ETA. Tampoco crece en su capacidad de síntesis, pues con tanto personaje (mucho prescindible) que entra y sale desvía la atención de lo crucial, con giros enrevesados que despistan y llevan a la confusión y con ella el alejamiento del espectador. A todo esto se añade su falta de emoción, de escenas verdaderas de tensión, su carencia de intensidad, no habiendo escenas reales que recordar, todo tan inane y aséptico, como lineal.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Eduard Fernández como Paesa hace una actuación tan plana como flemática, un cero en expresividad, pasivo, con lo gran actor que es, aquí parece ser alumno aventajado de la academia de interpretación Chuck Norris, ni siente, ni padece. Carlos Santos realiza una sobreactuación risible, nervioso, histriónico, de gesto miedoso, de personalidad infantil, inverosímil. Emilio Gutiérrez Caba en un par de escenas demuestra lo brillante que es en su contención, destilando mala baba con apenas un gesto, amenazante con su sonrisa tenue, siendo pequeños oasis las dos charlas que mantiene con Eduard Fernández, exquisitas. Coronado cumple sin más, correcto. Al igual que Marta Etura hace lo que puede con su volátil rol.
La puesta en escena demuestra gran presupuesto (según los cánones hispanos), con una ampulosa dirección artística de Pepe Domingo del Olmo (“La isla Mínima”), rodando en Madrid, Segovia, París, Ginebra, y Singapore, en hermosos escenarios, filtrados por la excelente fotografía de Alex Catalán (“Las isla Mínima”), con su gusto por los planos cenitales que dan dimensión dramática, variando entre los mencionados planos fijos y los nerviosos cámara en mano, con una paleta de colores suaves, jugando con la semioscuridad y la luz leve, siendo la artífice del mejor plano de la cinta: Paesa mira el reloj mientras sujeta su cigarrillo, hay una especie de tapiz al fondo, mapamundi antiguo desplegado en dos esferas, alegoría de la personalidad compleja del antihéroe; con un montaje neurálgico que da fluidez a los diferentes escenarios y elipsis espaciales y temporales de José M. G. Moyano (“La isla Mínima”). La música de Julio de la Rosa (“La isla Mínima”) otorga (artificiosamente) una cadencia tensa formidable, por encima de la calidad del film, compactando con pétreo sentido de la reposada acción el metraje.
Spoiler:
Ejemplo de cómo se desvía la atención sin sentido alguno es la llamada que el personaje belga hace a Jesus Camoes y luego lo vemos muerto en una habitación de hotel, no pinta nada, aporta nada, mero relleno, o igual en la edición se ha perdido a donde iba esto, que un personaje sin importancia se le de relevancia al final da idea del cierto caos narrativo del guión.
En conjunto me queda una cinta amena, pero de caducidad al terminar los créditos, un resbalón en la buena carrera del realizador, espero mejore en su siguiente obra. Fuerza y honor!!!
La puesta en escena demuestra gran presupuesto (según los cánones hispanos), con una ampulosa dirección artística de Pepe Domingo del Olmo (“La isla Mínima”), rodando en Madrid, Segovia, París, Ginebra, y Singapore, en hermosos escenarios, filtrados por la excelente fotografía de Alex Catalán (“Las isla Mínima”), con su gusto por los planos cenitales que dan dimensión dramática, variando entre los mencionados planos fijos y los nerviosos cámara en mano, con una paleta de colores suaves, jugando con la semioscuridad y la luz leve, siendo la artífice del mejor plano de la cinta: Paesa mira el reloj mientras sujeta su cigarrillo, hay una especie de tapiz al fondo, mapamundi antiguo desplegado en dos esferas, alegoría de la personalidad compleja del antihéroe; con un montaje neurálgico que da fluidez a los diferentes escenarios y elipsis espaciales y temporales de José M. G. Moyano (“La isla Mínima”). La música de Julio de la Rosa (“La isla Mínima”) otorga (artificiosamente) una cadencia tensa formidable, por encima de la calidad del film, compactando con pétreo sentido de la reposada acción el metraje.
Spoiler:
Ejemplo de cómo se desvía la atención sin sentido alguno es la llamada que el personaje belga hace a Jesus Camoes y luego lo vemos muerto en una habitación de hotel, no pinta nada, aporta nada, mero relleno, o igual en la edición se ha perdido a donde iba esto, que un personaje sin importancia se le de relevancia al final da idea del cierto caos narrativo del guión.
En conjunto me queda una cinta amena, pero de caducidad al terminar los créditos, un resbalón en la buena carrera del realizador, espero mejore en su siguiente obra. Fuerza y honor!!!
23 de septiembre de 2016
23 de septiembre de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director Alberto Rodríguez presenta esta película a competición oficial en la 64 edición del Festival de Cine de San Sebastián.
Narración trepidante al puro estilo de los cómics y novela negra, adaptados a la gran pantalla, pero sin caer en la ficción de los superheroes y cuidando, como en todo film de cine negro, las distancias, los gestos y diálogos con doble fondo.
La velocidad de la película, el magnífico ritmo que le otorga el director, y los guiones, claros y concisos, nos envuelven en una trama en la que las sucesivas secuencias nos muestran desde dentro cómo es posible burlar a las fuerzas políticas y policiales de un país. Francisco Paesa, Paco se convierte en el centro de la trama, y en el símbolo de los valores que han marcado una época. Frío, distante, calculador, con pulso firme mueve los hilos de todos los personajes de forma magistral. Sin entrar en los pormenores de cuánto es real y cuánto es ficción, la película se deja seducir por este personaje y, en menor medida de Roldán (demasiado sensiblón). Es el símbolo de un tiempo, de un país donde los cínicos ladrones, la picaresca más sórdida, se ha apoderado de las clases dirigentes.
Asistimos con asombro a su entramado, a su poderosa inteligencia, sintiendo, como el personaje de José Coronado, que la mayoría pertenecemos a otra clase. La prodigiosa inteligencia de Paesa, nos queda muy lejos...Afortunadamente.
Narración trepidante al puro estilo de los cómics y novela negra, adaptados a la gran pantalla, pero sin caer en la ficción de los superheroes y cuidando, como en todo film de cine negro, las distancias, los gestos y diálogos con doble fondo.
La velocidad de la película, el magnífico ritmo que le otorga el director, y los guiones, claros y concisos, nos envuelven en una trama en la que las sucesivas secuencias nos muestran desde dentro cómo es posible burlar a las fuerzas políticas y policiales de un país. Francisco Paesa, Paco se convierte en el centro de la trama, y en el símbolo de los valores que han marcado una época. Frío, distante, calculador, con pulso firme mueve los hilos de todos los personajes de forma magistral. Sin entrar en los pormenores de cuánto es real y cuánto es ficción, la película se deja seducir por este personaje y, en menor medida de Roldán (demasiado sensiblón). Es el símbolo de un tiempo, de un país donde los cínicos ladrones, la picaresca más sórdida, se ha apoderado de las clases dirigentes.
Asistimos con asombro a su entramado, a su poderosa inteligencia, sintiendo, como el personaje de José Coronado, que la mayoría pertenecemos a otra clase. La prodigiosa inteligencia de Paesa, nos queda muy lejos...Afortunadamente.
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