Antes de la medianoche
2013 

7.3
28,148
24 de junio de 2014
24 de junio de 2014
17 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Está claro que la trilogía de Linklater tiene muchos adeptos, y eso se nota en la cantidad de críticas inexplicablemente gloriosas que he encontrado también de esta tercera entrega. Y es que los que convirtieron a la parejita protagonista en personajes de culto, ya les echen lo que les echen están dispuestos a flipar con ellos hasta la muerte.
Yo, por hache o por be, no me llegué a enganchar de ninguna de las 2 partes anteriores. La primera, la de Viena, me pareció supergilipollas y los diálogos casi idénticos a los de dos besugos borrachos. La segunda, la del reencuentro en París, infumable, pastelosa y a ratos directamente vomitiva. Donde muchos vieron supuestos diálogos inteligentísimos y naturales como la vida misma yo solo vi un cutre proceso de cortejo más bien torpe por parte de los dos protagonistas. No obstante, no perdí la esperanza y siempre tuve claro que si había un tercer acto también me lo tragaría, más que nada, para darle algún sentido a toda esta sarta de majaderías con pretensiones de originalidad.
Y al final el sentido que tiene es el de todas las historias de amor más o menos largas: la rutina, el aburrimiento, el desinterés, la disfunción eréctil, el dolor de cabeza crónico, la insatisfacción, la decepción, la tensión a punto de estallar... En fin, si algo bueno puedo decir de esta entrega es que, dentro de la inanidad del producto completo, es la más sincera, la más reconocible. Al menos es algo menos flower power que las otras dos.
Pero eso sí, igual de aburrida, o más si cabe. La constante verborrea del personaje neuropático de Julie Delpy a ratos provoca estupor y a ratos horror. De todas formas ya era así en las dos primeras partes, de modo que el marido en el pecado lleva la penitencia. Ya sabía bien con qué clase de loro se juntaba. Pero claro, es lo típico: lo que al principio era más o menos llevadero e incluso simpático de la pareja, al cabo de los años se hace insoportable y desquiciante. Bueno, pero qué os voy a contar?
Yo, por hache o por be, no me llegué a enganchar de ninguna de las 2 partes anteriores. La primera, la de Viena, me pareció supergilipollas y los diálogos casi idénticos a los de dos besugos borrachos. La segunda, la del reencuentro en París, infumable, pastelosa y a ratos directamente vomitiva. Donde muchos vieron supuestos diálogos inteligentísimos y naturales como la vida misma yo solo vi un cutre proceso de cortejo más bien torpe por parte de los dos protagonistas. No obstante, no perdí la esperanza y siempre tuve claro que si había un tercer acto también me lo tragaría, más que nada, para darle algún sentido a toda esta sarta de majaderías con pretensiones de originalidad.
Y al final el sentido que tiene es el de todas las historias de amor más o menos largas: la rutina, el aburrimiento, el desinterés, la disfunción eréctil, el dolor de cabeza crónico, la insatisfacción, la decepción, la tensión a punto de estallar... En fin, si algo bueno puedo decir de esta entrega es que, dentro de la inanidad del producto completo, es la más sincera, la más reconocible. Al menos es algo menos flower power que las otras dos.
Pero eso sí, igual de aburrida, o más si cabe. La constante verborrea del personaje neuropático de Julie Delpy a ratos provoca estupor y a ratos horror. De todas formas ya era así en las dos primeras partes, de modo que el marido en el pecado lleva la penitencia. Ya sabía bien con qué clase de loro se juntaba. Pero claro, es lo típico: lo que al principio era más o menos llevadero e incluso simpático de la pareja, al cabo de los años se hace insoportable y desquiciante. Bueno, pero qué os voy a contar?
1 de julio de 2013
1 de julio de 2013
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues se acabó.
¿O quizás no? Sólo el tiempo y la entente que forman Richard Linklater, Julie Delpy y Ethan Hawke dirán.
El listón estaba alto, altísimo después de Antes del amanecer y Antes del anochecer. Por ello, lo que esta película viene a demostrar es que, cuando hay talento, talento del de verdad, alcanzar la perfección una y otra vez es sencillo.
Para que se hagan una idea: me había propuesto apuntar los momentos más brillantes y las secuencias más arrebatadoras, pero a los diez minutos me he dado cuenta de que no hacía falta. Por la sencilla razón de que toda la película es tan brillante, tan hermosa, tan real y está tan viva que no hay nada que destaque por encima de lo demás. Es pura y dura perfección fílmica, desde el primer minuto hasta el último.
Con su habitual estilo de dejadez visual y sencillez extrema (la importancia está en la palabra, no en lo visual... y aun así, qué maravilla de planos-secuencia se marca el realizador), Richard Linklater nos lleva esta vez a Grecia con Jesse y Celine, y el viaje merece la pena. La gran genialidad reside en esta ocasión en que, en vez de volver a repetir el esquema del encuentro más o menos casual en una capital europea, el trío maravillas, alma y corazón de la trilogía, apuesta por presentar una situación nueva. Nunca antes habíamos visto a Jesse y Celine en la situación sentimental en la que empiezan la película, y la arriesgada apuesta no sólo sale bien, sino que demuestra de nuevo que, como guionistas, Linklater, Hawke y Delpy son insuperables. Y lo son porque los diálogos y la manera en que se describen las relaciones de pareja, de padres e hijos o las dificultades de la paternidad y la vida en común siguen rezumando una credibilidad absoluta, una verdad absolutamente real. No hay artificio, no hay frases prefabricadas, no hay cursilerías, porque tampoco las hay en la vida real. Éso es la película: la realidad más absoluta, a veces dulce, a veces amarga, como el amor y la muerte. Jesse y Celine se divierten, se hacen reír, se aman, discuten y se enfadan, y lo hacen de tal forma que hay una conexión inmediata con todos los espectadores, porque esas mismas palabras han salido de nuestra boca alguna vez en la vida. La conexión emocional con ellos es, por tanto, inmediata y muy fuerte, hasta el punto de que los recibimos en pantalla y los despedimos con una sonrisa, porque son casi como de la familia, como dos más de nuestro círculo de amigos, tan reales resultan.
Y qué decir a estas alturas sobre Hawke y Delpy como actores, salvo que la química que han desarrollado sobrepasa todo lo imaginable. Es espectacular verlos juntos, una experiencia única, por lo electrizante de sus miradas, sus gestos, la enorme confianza que tienen el uno en el otro.
En definitiva, tercera película y tercera obra maestra del equipo "Antes del". Cine cómico (es divertidísima), dramático (no pestañeen siquiera en la secuencia en el hotel, o se perderán una de las más demoledoras y brillantes discusiones de pareja jamás escritas) y romántico (si no lo digo reviento: le da una patada allá donde más duele a todos los romances adolescentes o no que pueblan hoy las pantallas y las novelas) de enorme calidad. Gracias Julie, Ethan y Richard por este regalo en tres partes. Y que sean cuatro, por favor.
Lo mejor: Todo.
Lo peor: Nada.
¿O quizás no? Sólo el tiempo y la entente que forman Richard Linklater, Julie Delpy y Ethan Hawke dirán.
El listón estaba alto, altísimo después de Antes del amanecer y Antes del anochecer. Por ello, lo que esta película viene a demostrar es que, cuando hay talento, talento del de verdad, alcanzar la perfección una y otra vez es sencillo.
Para que se hagan una idea: me había propuesto apuntar los momentos más brillantes y las secuencias más arrebatadoras, pero a los diez minutos me he dado cuenta de que no hacía falta. Por la sencilla razón de que toda la película es tan brillante, tan hermosa, tan real y está tan viva que no hay nada que destaque por encima de lo demás. Es pura y dura perfección fílmica, desde el primer minuto hasta el último.
Con su habitual estilo de dejadez visual y sencillez extrema (la importancia está en la palabra, no en lo visual... y aun así, qué maravilla de planos-secuencia se marca el realizador), Richard Linklater nos lleva esta vez a Grecia con Jesse y Celine, y el viaje merece la pena. La gran genialidad reside en esta ocasión en que, en vez de volver a repetir el esquema del encuentro más o menos casual en una capital europea, el trío maravillas, alma y corazón de la trilogía, apuesta por presentar una situación nueva. Nunca antes habíamos visto a Jesse y Celine en la situación sentimental en la que empiezan la película, y la arriesgada apuesta no sólo sale bien, sino que demuestra de nuevo que, como guionistas, Linklater, Hawke y Delpy son insuperables. Y lo son porque los diálogos y la manera en que se describen las relaciones de pareja, de padres e hijos o las dificultades de la paternidad y la vida en común siguen rezumando una credibilidad absoluta, una verdad absolutamente real. No hay artificio, no hay frases prefabricadas, no hay cursilerías, porque tampoco las hay en la vida real. Éso es la película: la realidad más absoluta, a veces dulce, a veces amarga, como el amor y la muerte. Jesse y Celine se divierten, se hacen reír, se aman, discuten y se enfadan, y lo hacen de tal forma que hay una conexión inmediata con todos los espectadores, porque esas mismas palabras han salido de nuestra boca alguna vez en la vida. La conexión emocional con ellos es, por tanto, inmediata y muy fuerte, hasta el punto de que los recibimos en pantalla y los despedimos con una sonrisa, porque son casi como de la familia, como dos más de nuestro círculo de amigos, tan reales resultan.
Y qué decir a estas alturas sobre Hawke y Delpy como actores, salvo que la química que han desarrollado sobrepasa todo lo imaginable. Es espectacular verlos juntos, una experiencia única, por lo electrizante de sus miradas, sus gestos, la enorme confianza que tienen el uno en el otro.
En definitiva, tercera película y tercera obra maestra del equipo "Antes del". Cine cómico (es divertidísima), dramático (no pestañeen siquiera en la secuencia en el hotel, o se perderán una de las más demoledoras y brillantes discusiones de pareja jamás escritas) y romántico (si no lo digo reviento: le da una patada allá donde más duele a todos los romances adolescentes o no que pueblan hoy las pantallas y las novelas) de enorme calidad. Gracias Julie, Ethan y Richard por este regalo en tres partes. Y que sean cuatro, por favor.
Lo mejor: Todo.
Lo peor: Nada.
25 de julio de 2013
25 de julio de 2013
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sucede cada nueve años. Celine (Julie Delpy) y Jesse (Etan Hawke) pasean y hablan sin parar acompañados por la cámara de Richard Linklater. Lo hacen en tres películas ("Antes de amanecer", "Antes del atardecer" y "Antes del anochecer") que cuentan la historia de su pareja en continuidad, pero separadas por sendas elipsis en las que el tiempo real de sus vidas es el mismo que el tiempo intercalado entre las respectivas producciones. Una trilogía que, vista en perspectiva, desvela algunas claves que nos ayudan a entender mejor el mundo en el que vivimos.
"Antes del anochecer" aporta algunas novedades con respecto a las dos entregas anteriores. Los protagonistas han llegado a la edad adulta, forman una pareja estable con hijos y padecen el desgaste de una prolongada vida conyugal. El carácter itinerante de los dos encuentros anteriores esta vez queda relegado a un largo paseo por el campo que está insertado en la parte central de la película dentro de una estructura compuesta por cinco grandes bloques. Esta vez no hay trenes ni aviones que separen, ni esposas en otros continentes ni funerales de abuelas; en esta ocasión los protagonistas están de vacaciones en Grecia y no están solos, tienen familia y compañeros de viaje.
Linklater cierra, de momento, brillantemente la trilogía situando a sus personajes (los actores colaboran en el guión) en una situación límite en la que deberán enfrentarse cara a cara a sus más íntimos sentimientos y a la erosión que supone el inevitable paso del tiempo.
"Antes del anochecer" aporta algunas novedades con respecto a las dos entregas anteriores. Los protagonistas han llegado a la edad adulta, forman una pareja estable con hijos y padecen el desgaste de una prolongada vida conyugal. El carácter itinerante de los dos encuentros anteriores esta vez queda relegado a un largo paseo por el campo que está insertado en la parte central de la película dentro de una estructura compuesta por cinco grandes bloques. Esta vez no hay trenes ni aviones que separen, ni esposas en otros continentes ni funerales de abuelas; en esta ocasión los protagonistas están de vacaciones en Grecia y no están solos, tienen familia y compañeros de viaje.
Linklater cierra, de momento, brillantemente la trilogía situando a sus personajes (los actores colaboran en el guión) en una situación límite en la que deberán enfrentarse cara a cara a sus más íntimos sentimientos y a la erosión que supone el inevitable paso del tiempo.
1 de agosto de 2013
1 de agosto de 2013
31 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bodrio de culto.
Me cuesta creer las buenas críticas a esta saga de muy bajo presupuesto, filmada a los ponchazos, el único fin de semana q Ethan Hawke y Julie Delphy coincidían libres y donde el director y productor Richard Linklater andaba flojo de dinero para las locaciones, y consiguió lo más barato que había en Grecia.
Excepto la buena nueva del comienzo, es una tortura el desarrollo, era todo el tiempo escuchar a una mina en actitud adolescente, que no quedó bien con su cuerpo después de ser madre, que todo ve mal, y vive histérica quejándose de todo y por todo.
Lo peor es q vuelve a tener final abierto.
Y bueno, la próxima será dentro de 20 años y transcurrirá en un geriátrico y se llamará Before Pills ( Antes de las Pastillas ).
Con esta película confirmé lo del Cine de Culto, donde los cultores de una forma casi insostenible, tal cual hinchas de fútbol, defienden cualquier libreto que proponga su director de culto o cualquier papel que interpreten sus actores de culto.
Por lo menos a mí no me vuelven a agarrar !!!
Me cuesta creer las buenas críticas a esta saga de muy bajo presupuesto, filmada a los ponchazos, el único fin de semana q Ethan Hawke y Julie Delphy coincidían libres y donde el director y productor Richard Linklater andaba flojo de dinero para las locaciones, y consiguió lo más barato que había en Grecia.
Excepto la buena nueva del comienzo, es una tortura el desarrollo, era todo el tiempo escuchar a una mina en actitud adolescente, que no quedó bien con su cuerpo después de ser madre, que todo ve mal, y vive histérica quejándose de todo y por todo.
Lo peor es q vuelve a tener final abierto.
Y bueno, la próxima será dentro de 20 años y transcurrirá en un geriátrico y se llamará Before Pills ( Antes de las Pastillas ).
Con esta película confirmé lo del Cine de Culto, donde los cultores de una forma casi insostenible, tal cual hinchas de fútbol, defienden cualquier libreto que proponga su director de culto o cualquier papel que interpreten sus actores de culto.
Por lo menos a mí no me vuelven a agarrar !!!
14 de julio de 2013
14 de julio de 2013
22 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estos malos imitadores de Rohmer y Allen siguen, lamentablemente, campando a sus anchas unos años después.Delpy y Hawke llenos de tics y tratando de convencernos de que nos están mostrando una historia tan natural como la propia vida. Pero no es así, esto es una impostura, una estúpida farsa de progres maduros que buscan una identidad que ya les ha sido concedida por la comodidad del sistema al que aparentan irritar.
Delpy sigue potenciando el único papel que malinterpreta. Hawke entra al trapo y con la camisa estudiadamente colocada, lanza largas peroratas: "y ahora que soy adulto, quiero que todo vaya despacio". Para mí, es el actor de Los amos de Brooklyn. Trataré de olvidar este sobrevalorado trilobodrio. Nada más insoportable que este sentido del humor infantiloide y con nimia gracia. Las referencias a la edad y al sexo son de un nivel pésimo y la imposibilidad que tienen los personajes para soportar el silencio les hace hablar y hablar y hablar rellenando el metraje de sandeces como: "a veces tengo la sensación de que tú respiras helio y yo oxígeno".
El maestro Rohmer merece mejores seguidores que estos niñatos que se divierten con juguetes existenciales. Que al menos sirva para apreciar al maestro.
Delpy sigue potenciando el único papel que malinterpreta. Hawke entra al trapo y con la camisa estudiadamente colocada, lanza largas peroratas: "y ahora que soy adulto, quiero que todo vaya despacio". Para mí, es el actor de Los amos de Brooklyn. Trataré de olvidar este sobrevalorado trilobodrio. Nada más insoportable que este sentido del humor infantiloide y con nimia gracia. Las referencias a la edad y al sexo son de un nivel pésimo y la imposibilidad que tienen los personajes para soportar el silencio les hace hablar y hablar y hablar rellenando el metraje de sandeces como: "a veces tengo la sensación de que tú respiras helio y yo oxígeno".
El maestro Rohmer merece mejores seguidores que estos niñatos que se divierten con juguetes existenciales. Que al menos sirva para apreciar al maestro.
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