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Antes de la medianoche

Romance. Drama La tercera parte de la trilogía se desarrolla en Grecia. Nueve años después de su segundo encuentro romántico, el destino vuelve a unir las vidas de Celine (Julie Delpy) y Jesse (Ethan Hawke). (FILMAFFINITY)
Críticas 170
Críticas ordenadas por utilidad
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10
5 de julio de 2013
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ay..... sí, la única manera de empezar bien con esta entrada es suspirando. O haciendo esto: oáuishgnñaoi dfjgñadflgna. dlgsndñovi hnñnvb yñmoemufgjl bvukhjen ñsudhgñoaigvjn vloiunjalcoghenom :D

Aclaración: yo la he visto en versión original. Las dos anteriores las vi en español, pero no quería perder la oportunidad de verla en el cine así que la vi aquí en París en versión original. Y me alegro muchísimo, porque al subir este trailer, viendo el que estaba en español, he descubierto que a Julie Delpy le han cambiado la voz de doblaje y no hay cosa que ODIE más que eso. Y en cualquier caso, por muy bueno que sea el doblaje nunca igualará a la versión original, siempre se perderán detalles del actor que el doblador no puede imitar.

Dicho esto, voy a por ello. Esto no es cine. Esto es la VIDA MISMA. No creo que pueda hacer una crítica objetiva ni sensata, ni siquiera mínimamente ordenada, puesto que requeriría un trabajo de organización muy artificial que le quitaría espontaneidad, y eso sería traicionar la misma esencia de la película. ¿Seguro que es una película? ¿No será que Richard Linklater se ha colado con una cámara y una capa de invisibilidad en la vida de dos personas?
Todavía no me lo creo. Me dejó tan afectada que me estoy planteando ir otra vez al cine esta noche o mañana. He tratado de ver entrevistas a los actores pero ni siquiera puedo porque mi mente lo rechaza. Se pregunta: ¿qué hacen Jesse y Céline ahí, mirando a la cámara y hablándole directamente? ¿Se han dado cuenta de que llevamos 18 años espiándolos?

No hay duda de que el trabajo completo, desde la primera "Before Sunrise" hasta esta última, se ha convertido probablemente en uno de los mejores trabajos cinematográficos de la historia, y a pesar de su sencillez y naturalidad, en uno de los más ambiciosos. Como ya he leído por ahí, ojalá hagan una cuarta, ojalá podamos verles envejecer y acabar esta relación con ellos.

Los últimos 25 minutos son.... magistrales. Creo que nunca me he reído tanto, a pesar de tener ganas de llorar, y creo que nunca he visto frente a mis ojos una escena más veraz que esta. Guión y actores son dignos de Oscar. Qué demonios, el Oscar se les queda corto, eso es para actores normales, terrestres. Ellos tienen que haber venido de algún otro lado.

Para los amantes de las otras dos que tengan miedo de que la esencia se pierda: no temáis. Es diferente e igual. Siguen siendo los mismos personajes, la misma estética y el tiempo sigue siendo el eje central de la historia, de un modo u otro. Pero también son diferentes precisamente por ese tercer protagonista: el tiempo. Ya no estamos ante los Jesse y Céline que se conocieron y se enamoraron locamente. Ni ante los que volvieron a unirse tras no haberse olvidado pasados 9 años. Estamos ante una madre y un padre, y del mismo modo que J.K Rowling adaptó los libros de Harry Potter al lector que comenzó a leerlos con 9 años y terminó siendo casi un adulto, Linklater ha hecho crecer al espectador junto con sus dos personajes. Puede que haya alguno al que no le guste la evolución, alguno que todavía piense que esto es la Cenicienta y haya sido incapaz de comprender que la vida es diferente. Pero si yo, que tengo 23 años y vi las otras dos tan sólo hace un año, tuve ganas de aplaudir cuando acabó la película, estoy segura que esos serán los menos. La primera fue quizá la más romántica y tuvo un público más amplio. A mí me encantó, por supuesto, aunque probablemente cierto público hollywoodiense se sintiera decepcionado con la segunda. Pero si adoraste la segunda, como me pasó a mí, entonces vas a amar la tercera.

No puedo decir nada más, porque voy a repetirme en lo mismo. Me parece absurdo hablar de la fotografía, de los secundarios, de la banda sonora. Todo eso me da igual, eso pertenece al cine, y esto no es cine. O quizá, ESTO ES CINE, y nada más lo es.

Id a verla de una vez.

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http://elrincondepsawyer.blogspot.fr/
5
12 de enero de 2014
22 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ejemplo perfecto de cómo convertir una historia romántica original y agradable en una convencional, irritante, pseudointelectual y pretenciosa. Además tiene algo que ya me cansó del cine general (y creo que también a muchos cinéfilos) que se está dando cada vez con mayor frecuencia cuya única justificación es la explotación comercial, no tiene principio ni fin. Y con esto no me refiero a que no veo el nacimiento y muerte del protagonista, como algún gracioso podría refutarme, sino que para entender la historia debo ver una película anterior y termina en una posterior, que nadie sabe cuando saldrá.
Recuerdo de cómo la primera parte me gustó ya que tenía los tópicos que tal vez se consideran adolescentes e inmaduros, pero era agradable y uno podía verse identificado, y los personajes eran queribles, puros y de buena voluntad (léase sin dobles intenciones).
En esta tercera parte todo eso desaparece, se convirtió en más de lo mismo, lo que se ve casi siempre en este tipo de películas. Los problemas familiares, las peleas, la manipulación de parte de uno y otro pensando en su propio bien, etc, etc. Obvio, porque ahora los personajes son “maduros” (aquí léase “maduro” a alguien que no sabe por qué, pero se carga de tareas y responsabilidades que no le gustan ni nadie lo obliga a hacerlo, pero hay que ser “maduro”).
Lo peor de todo es el aire pretencioso que intentan darle, haciendo transcurrir la historia en Grecia y con escenas como la conversación intelectual en la mesa, ideal para los que se regodean en sus pajas mentales pensando que después de ver películas como esta son más inteligentes y cultos; por esa misma razón no se olvidan de nombrar París, oh París olala. A esta altura si todos los personajes de películas idealizados que viven en París conicidieran en espacio y tiempo París tendría graves problemas demográficos. Hasta le dedican 5 minutos a una charla sobre donde tirar los restos de una manzana. Ni hablar del personaje de Julie Delpy, ya está todo dicho, infumable. De la chica dulce y tierna de la primera parte no queda nada. Es una loca manipuladora, insportable. Las feminazis deben estar saltando de felicidad. Debe ser un sueño hecho realidad ver un personaje así en cine y ampliamente aceptado, donde nada de lo que dice es verdad, todo es pensando y especulando en la respuesta del otro para su propio bien, lo convirtieron en un personaje odioso. Tampoco intento defender a Jesse, está donde está porque quiere, creo que al estar con alguien así también degrada su personaje porque hubiera sido impensable luego de las 2 primeras películas que la tercera se desarrolle como lo hace.
Si será aburrida y convencional que hasta tiene a las hijas rubias perfectas hermosas. Cada vez que veo una película así se me hace imposible no recordar American Beauty, cómo contrasta, le patea el culo a estos bodrios y nos ofrece una visión más amplia de la vida.
9
2 de julio de 2013
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Brillantísimos diálogos, dos actores en estado de gracia, ajustadísimas realización y producción a la historia (perfectamente) narrada, enorme capacidad de observación, e inteligentísima reflexión.

La película es más madura (al igual que lo era la segunda entrega con respecto al desenfadado e ingenuo romance juvenil de la primera), por la sencilla razón de que los extraordinarios personajes protagonistas han madurado y cargan ahora con responsabilidades, ausentes en aquellas primeras vacaciones "interaileras" vienesas, en cualquier caso encantadoras.

Antes del anochecer... qué bien sienta una copa en una terraza del sur del Peloponeso griego. La mejor entrega de una estupenda e imprescindible trilogía del cine contemporáneo.
9
28 de junio de 2013
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los dos jóvenes se conocían desde hacía apenas unas pocas horas. No obstante, ya eran dos auténticos enamorados, casi desde el momento mismo en que se vieron por primera vez en el tren. Andaban (no cogidos de la mano, sino de algo invisible pero mucho más fuerte) por las calles de una ciudad extraña pero que a la vez les resultaba muy familiar. Se la hicieron suya. Lo que decía ella le interesaba a él; lo que decía él le interesaba a ella. Lo que ambos decían absorbía a todo oyente que hubiera tenido la suerte de interceptar alguna de sus observaciones y/o comentarios. Pero ni los diálogos más gozosos hacían olvidar a los actores de la obra que, de vez en cuando, se tenía que mirar el reloj. No por aburrimiento, sino porque ese idilio que tan pronto había nacido... tan pronto moriría. El guiri norteamericano y la turista francesa tenían impuesta una -innegociable- hora de vuelta a casa... y cuando salió el sol, muy a su pesar, a casa volvieron.

Nueve años después, la suerte (que contó con el inestimable empujoncito de los designios de la industria editorial) propició un segundo encuentro. El escenario había cambiado. Ahora ella jugaba como local y él como equipo visitante. Casi una década había transcurrido desde su primer -y hasta la fecha último- encuentro, sin embargo, nada parecía haber cambiado entre ambos. Opiniones, ocurrencias y sentimientos intactos... solo que en un estado un poco más avanzado de maduración. Todo esto surgido como de la nada, casi sin quererlo. A veces parece (y solo parece) que las grandes conquistas apenas requieren esfuerzo. Será, quizás, por la inspiración, que como se sabe, si bien es escurridiza, también puede recuperarse con el debido estímulo. Las musas, efectivamente, existen, solo hay que saber encontrarlas. Y así, como se ha dicho, todo parece más fácil... por increíble que parezca, valga la redundancia.

Por ejemplo, durante el transcurso de la primera -y mágica- noche, los dos tortolitos contrataron los servicios de un poeta callejero. El trato consistía en que ellos debían decirle sus respectivos nombres, así como un par de conceptos. Pasados unos segundos, y para mayor asombro de los contratantes, el artista ya tenía terminada la composición, y aunque ésta no fuera precisamente digna de, por ejemplo, el Siglo de Oro (quizás por esto gustó tanto), sí que consiguió dejar un excelente sabor de boca en su audiencia. El joven gallito, que por un momento vio peligrar su conquista, insinuó que, tal vez, todo se tratara de un engaño. Que el poeta ya lo tenía todo preparado. Que tenía en su cabeza un esqueleto de rimas y versos claramente definido y adaptable a cualquier palabra que se le diera. Pero en el fondo, todas estas sospechas, como se ha dicho, tenían su origen en la más insana de las envidias.

Aceptemos pues que la improvisación existe. Que la sorpresa causada por lo espontáneo es un regalo al que no hay por qué mirar con desconfianza. Aceptemos también que en el arte (especialmente en el cine) esta alegría en potencia es poco más que una quimera. La razón: una vez el espectador ha pagado por la función (hay quien sigue haciéndolo), no hay que recriminarle el que exija al producto un mínimo de calidad, algo que normalmente puede garantizarse con un intenso trabajo de preparación. Pulir el guión, sudar la gota gorda durante el periodo de post-producción, ensayar una y otra vez, probar con nuevas tomas... todo sirve para que el cliente salga contento. A pesar de todo esto, sigue siendo posible dar la impresión (si ésta parece auténtica, nos damos por satisfechos) de que todas las horas dedicadas a que las piezas encajen, ''en realidad'' hayan sido escasos segundos.

Sin rodeos: lo que está a punto de vivirse en nuestras desérticas salas de proyección puede marcar, y puede decirse sin temor alguno a ser tildado de exagerado, un auténtico momento histórico. La razón: Richard Linklater, maestro absoluto de la improvisación impostada (en el buen sentido de la expresión), presenta por fin la película supone la culminación de su estilo; de su manera de captar la vida a través de ese artificio al que llamamos cine. Ocho años después de la formidable 'Antes del atardecer', el cineasta de Texas vuelve a buscar la compañía de Ethan Hawke y Julie Delpy, es decir, la de Jesse y Celine, ambos en plena crisis de los cuarenta (y con quienes sobra decir que se siente como en casa), para resucitar, en 'Antes del anochecer', la cumbre contemporánea del género con una de las más secuenciales -vista por capítulos- y a la vez elípticas -en conjunto- historias amorosas que nos haya dado jamás el séptimo arte (en este último aspecto, en apretada disputa con el mismísimo Ingmar Bergman y sus 'Secretos de un matrimonio', o con la forma que ha tenido siempre Leos Carax de acercarse a sus queridos actores)... y dicho sea de paso, y de nuevo sin miedo a pasarse de frenada, una de las más maravillosas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
De Viena a París, y de París al Peloponeso, antaño cuna del milagro griego (auspiciado por armas clásicas ahora añoradas... y afortunadamente reivindicadas); actualmente devastada ruina por obra y gracia de los agentes de la peor crisis económica de los últimos tiempos. Ya se sabe que nada aguanta impertérritamente el paso del tiempo, y que lo que antes fue esplendoroso puede devenir en mustio; en ceniza. Linklater lo sabe... y Hawke... y Delpy (y dicho sea de paso, también lo sabía el gran Wong Kar-Wai de 'Chungking Express', quien no podía evitar pensar en yogures caducados cada vez que pensaba en una relación sentimental). El envejecimiento no está sujeto a negociación... aunque tampoco está escrito en el destino que dicho proceso tenga que ser un suplicio. Como ya sucediera en el segundo episodio de su particular romance, el guión, escrito a seis manos, se descubre, desde el minuto cero, como lo que cabía esperar: un templo erigido en honor a la naturalidad, a la química, al ingenio y al diálogo como vehículo para alcanzar todas estas virtudes que, a veces, resulta que sí son imperecederas.

Jesse y Celine definitivamente lo son. En un pueblo con mar, las dos almas gemelas hacen acopio de eterna juventud -de espíritu- y nos seducen, una vez más, haciendo lo que mejor se les da. Caminando, observando, escuchando y, por supuesto, hablando. De nada y de todo. Hawke y Delpy, perfectamente fusionados con sus respectivos personajes, filosofan, se detienen en lo banal y construyen un trascendente (pero nada cargante) y pasional tango dialéctico confirmado por la deliciosa voz de Cháris Alexíou, encargada de turno de bajar el telón... a la espera de que, algún día -por qué no- éste vuelva a subir. Esta tercera entrega, mejor que la segunda, que al mismo tiempo era mejor que la primera (teniendo en cuenta que ésta ya era una señora joya), es deliciosa durante la bonanza; intensísima en la tempestad, y siempre espontáneamente inteligente. A ratos divertida, a ratos triste, a ratos catártica y fascinante en cada frase; en cada gesto. 'Antes del anochecer', ineludible obra maestra, tiene gracia hasta a la hora de admitir, si es que pueden considerarse como tales, sus defectos (ahí está esa divertida manera de empalmar sus alargadísimas tomas). Nos recoge y nos abandona en el momento adecuado, y de paso pone el broche de oro a una -de momento- trilogía perfecta en su imperfección, quizás porque su objeto de estudio (esto es, las relaciones de pareja, metáfora redonda de esta continua pelea que es el vida) es perfectamente imperfecto. Bravo. Bravísimo.
4
8 de julio de 2013
24 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos encontramos en Antes del anochecer con el cierre de una reputada trilogía romántica, de la cual no es necesario ver las dos primeras partes para entender el argumento, pues las referencias al pasado son constantes y rápidamente nos ponen en situación. Los protagonistas son una pareja moderna (él escritor de éxito, ella mujer trabajadora, puede que abogada o similar, a la que se rifan importantes firmas) con una dilatada historia común, de vacaciones en Grecia sumidos en la clásica encrucijada sentimental pasados los 40.

Compuesta por cinco o seis extensas escenas de diálogo más o menos insustancial la mayor parte del tiempo y primeros planos en escenarios casi siempre estáticos, el film no utiliza ningún mecanismo de expresión cinematográfico para contar su "historia" (luego explico las comillas) llegando a asemejarse más a una obra de teatro.

La película en ningún momento logra involucrar al espectador que no conozca de antemano a la pareja, de la que prefiero no saber más, sencillamente porque no ocurre nada de interés, funcionando la obra como una suerte de remembranza de los sucesos acaecidos en los dos primeros films, y también como cobijo para las reflexiones sobre lo divino y lo humano (algunas curiosas y acertadas para tratarse de idiotas integrales, eso sí) que nos brindan los protagonistas en sus divagantes e interminables diálogos. De este modo su visionado llega a hacerse muy cansino hacia la mitad de metraje, cobrando algo de fuerza hacia el final, sin ofrecer tampoco una resolución convincente.

Comparaciones con el cine de Woody Allen serían sostenibles (caracteres con pretensiones intelectuales, algunos diálogos ingeniosos y divertidos) si no fuera porque en la obra del neoyorquino los personajes casi siempre experimentan evolución y se nos narran una serie de sucesos, mientras que en Antes del anochecer tenemos una relación ya establecida y unos personajes que al final de la película se encuentran en el mismo punto que al principio, personajes que al espectador que, como yo mismo, no ha visto los dos films anteriores, importan muy poco, como poco me importa la opinión de mi vecina del tercero sobre la vejez y las viruelas. ¿Se me entiende?

Antes del anochecer acaba por suponer una degeneración del séptimo arte, reducido a la mínima expresión en un ladrillo que podría haberse presentado en forma, como digo, de obra teatral (como un entremés sin gracia), o bien como entrada de blog de cotilleos, tanto hubiera dado y lo mismo lograría transmitir al respetable, ya que no emplea ninguna de las posibilidades que el medio cinematográfico brinda. Sus únicas virtudes terminan por ser la interpretación de los actores (de nuevo, muy teatral) y algún diálogo ágil e ingenioso, que sin embargo enseguida es estirado hasta el tedio.

Quizás como piloto de una serie de TV hubiese tenido más sentido, pero poquito cine podemos encontrar en sus incontables minutos de pretenciosa verborrea (venga, seamos sinceros: nadie habla así). Pero bueno, para no pasar nada, no está tan mal.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Resulta esclarecedor que sea al final el hombre el que tenga que ceder ante los caprichosos desvaríos de la mujer (una chalada con ramalazos feminazis y capaz de decir cualquier burrada sobre sus propias hijas) y acudir como perrito faldero en son de paz, así como, según parece, también cede a sus propias pretensiones en favor de las de ella, en un guión muy conservador en todo momento por mucha pose "progre" que luzcan insistentemente sus personajes, que transmiten la idea (junto a las otras parejas que aparecen en la secuencia de la cena) de que lo moderno y guay es denigrar a tu marido delante de los demás, proclamando a los cuatro vientos lo pequeño que tiene el pene o ridiculizando su forma de ser, mientras ellos callan y sonríen felices.
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