La edad de la inocencia
1993 

7.0
17,365
Romance. Drama
Nueva York, año 1870. Newland Archer (Daniel Day-Lewis), un caballero de la alta sociedad neoyorquina, está prometido con May Welland (Winona Ryder), una joven de su misma clase social. Pero sus sentimientos cambian cuando conoce a la poco convencional prima de May, la condesa Olenska (Michelle Pfeiffer). Desde el principio, defenderá la difícil posición de la condesa, cuya separación de un marido autoritario la ha convertido en una ... [+]
1 de julio de 2007
1 de julio de 2007
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se sabe de sobra que las historias de amor nunca tuvieron lugar entre las grandes obras durante las últimas décadas (considerando últimas décadas por últimos 50 años), y salvo contadas excepciones, a lo largo de la historia son pocas las que se recuerdan.
Por ser un tanto bastante pesadas, aburridas, lógicas, pretenciosas, fáciles, irreales y fundamentalmente tontas, nunca contagiaron al espectador, que lejos de creer en las estupideces que suelen comentar estas historias, preferió apartarse de la huella y sumergirse en temas mucho más complejos y susceptibles de ser vistos, como el suspenso y la mafia, que caminan de la mano, justificadamente, con los elogios.
La Edad de la Inocencia partió justamente desde esa base de características de las que suelen abusar las películas románticas, lo cual no garantizaba estar frente a un buen filme, y ambientada en el siglo XIX, dato que en principio tampoco era algo alentador.
Pero varios de esos pronósticos pesimistas se vieron caer y estrellarse contra el piso cuando, al ir transcurriendo la película, ésta enganchaba mucho más de lo esperado, por medio de temas tales como el honor, la lealtad, el compromiso, el respeto, el engaño, la fidelidad y el arrepentimiento, que enmarcados en una trama de amor a la distancia, disimulaban perfectamente las carencias argumentativas que este tipo de películas suele ofrecer.
Fuera de todo eso, la fantástica voz en off made in Scorsese en la lengua del protagonista (buen Dany Day), añade un tono de suspenso y dramatismo inusuales para el tema tratado, que ayudan enormemente en el desarrollo y evolución de la película.
Scorsese nos demuestra que su ingenio y creatividad no se limitan sólo a unos pocos temas por los cuales es reconocido (la mafia, la noche neoyorquina) y que más allá del tema elegido, sin perder la maña y las argucias y siempre fiel a su estilo, puede ser un todoterreno en cuanto se lo disponga; ya que él fue quien prácticamente convirtió una simple historia romántica, que en manos de la gran mayoría de directores hubiese sido una generadora de largos bostezos, en una obra apasionante y muy digna de ser vista.
Por ser un tanto bastante pesadas, aburridas, lógicas, pretenciosas, fáciles, irreales y fundamentalmente tontas, nunca contagiaron al espectador, que lejos de creer en las estupideces que suelen comentar estas historias, preferió apartarse de la huella y sumergirse en temas mucho más complejos y susceptibles de ser vistos, como el suspenso y la mafia, que caminan de la mano, justificadamente, con los elogios.
La Edad de la Inocencia partió justamente desde esa base de características de las que suelen abusar las películas románticas, lo cual no garantizaba estar frente a un buen filme, y ambientada en el siglo XIX, dato que en principio tampoco era algo alentador.
Pero varios de esos pronósticos pesimistas se vieron caer y estrellarse contra el piso cuando, al ir transcurriendo la película, ésta enganchaba mucho más de lo esperado, por medio de temas tales como el honor, la lealtad, el compromiso, el respeto, el engaño, la fidelidad y el arrepentimiento, que enmarcados en una trama de amor a la distancia, disimulaban perfectamente las carencias argumentativas que este tipo de películas suele ofrecer.
Fuera de todo eso, la fantástica voz en off made in Scorsese en la lengua del protagonista (buen Dany Day), añade un tono de suspenso y dramatismo inusuales para el tema tratado, que ayudan enormemente en el desarrollo y evolución de la película.
Scorsese nos demuestra que su ingenio y creatividad no se limitan sólo a unos pocos temas por los cuales es reconocido (la mafia, la noche neoyorquina) y que más allá del tema elegido, sin perder la maña y las argucias y siempre fiel a su estilo, puede ser un todoterreno en cuanto se lo disponga; ya que él fue quien prácticamente convirtió una simple historia romántica, que en manos de la gran mayoría de directores hubiese sido una generadora de largos bostezos, en una obra apasionante y muy digna de ser vista.
4 de julio de 2020
4 de julio de 2020
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Notable película de Scorsese. Notables interpretaciones. Notable ambientación, puesta en escena, dirección. Trata el típico asunto del amor imposible por los convencionalismos sociales. Trata de cómo nacemos literalmente atrapados en una sociedad de cuyos códigos difícilmente podemos escapar. Trata en concreto de la estructura de la sociedad heteropatriarcal, cuya fina tela de araña es tejida con sutiles y femeninas artes precisamente para proteger a las mujeres de los caprichos masculinos. Trata, en definitiva, del molde con que la civilización, la vida bien, nos troquela, sosteniéndonos en un sofisticado presente lleno de fruslerías que no solo nos hacen la vida más fácil sino que nos definen, diciéndonos quienes somos a través de símbolos comunes, siendo reconocibles a costa eso sí de tener que cumplir con las reglas del grupo. Hay muchos primeros planos de los objetos que definen a las personas, mucho más que sus pensamientos o sus sentimientos, que están todos amoldados a lo políticamente correcto de la época. He leído mucho aquí sobre la rigidez moral de la alta sociedad del s.XIX, pero que no se engañe nadie no. La sociedad reflejada aquí confía tanto en la conveniencia de sus códigos como nosotros en los nuestros. Somos todos, siempre, figurantes, somos siempre una imprimación sobre el fondo en el que nacemos. Y no hay escapatoria.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Winona Rider no creo que sea una manipuladora camuflada de cordero, como he leído por aquí. Creo que juega con honradez el juego para el que ella ha sido educada. No hay hipocresía. No hay mala conciencia en ella. Solo la más pura inocencia de quien hace lo que tiene que hacer. Incluso Daniel Day-Lewis, que es más inteligente y tiene mayores inquietudes, al principio de la película se siente cómodo en su papel de prometido. Está haciendo lo que debe. Aparece Michelle Pfeiffer, que viene de otra sociedad, que no termina de encajar en esta, y que se permite gastar bromas sobre las costumbres que encuentra en Nueva York, sobre lo aburrido de tal noble, sobre lo absurdo de algún convencionalismo, es extranjera. El encanto, el aire fresco, la gracia y la exótica belleza de esta perspectiva exterior seducen a Daniel Day-Lewis. Finalmente no se atreverá a dejar el suelo firme que siempre ha conocido, pero ya ha quedado incapacitado para volver a la naturalidad del personaje tal como es al inicio. No volverá a la edad de la inocencia porque ya no podrá nunca volver a jugar el juego desde dentro.
Señores, la sociedad precisa de esta hipocresía para funcionar, adora los bordaditos, bibelots, vajillas y conversaciones enlatadas, los iphones y los lemas comunes son necesarios para la formación y sostén de una sociedad. La hipocresía tiene un valor positivo visto desde dentro, porque una sociedad no puede sobrevivir sin convenciones necesariamente artificiales, y solo nos parece corruptora y limitante de la libertad individual (negativa) cuando juzgamos sus códigos desde el exterior.
La imposibilidad del amor entre los protagonistas, la voz en off, el desarrollo completo, lento, del arco narrativo que les lleva a conocerse, irse enamorando, resistirse, volver, demorándose en elipsis y en momentos clave de su relación siempre insatisfecha, en los que ambos quedan paralizados de impotencia ante la incapacidad de decidir, y llevado finalmente hasta un salto de 25 años (y es que, qué rápido pasa la vida una vez nos resignamos, señores) da a la película un ritmo quizá de novela decimonónica que no agrade a todo el mundo. A pesar de todo cinematográficamente funciona la narración, la dirección, la fotografía y el montaje.
El resultado es una de las mejores películas de este género.
Señores, la sociedad precisa de esta hipocresía para funcionar, adora los bordaditos, bibelots, vajillas y conversaciones enlatadas, los iphones y los lemas comunes son necesarios para la formación y sostén de una sociedad. La hipocresía tiene un valor positivo visto desde dentro, porque una sociedad no puede sobrevivir sin convenciones necesariamente artificiales, y solo nos parece corruptora y limitante de la libertad individual (negativa) cuando juzgamos sus códigos desde el exterior.
La imposibilidad del amor entre los protagonistas, la voz en off, el desarrollo completo, lento, del arco narrativo que les lleva a conocerse, irse enamorando, resistirse, volver, demorándose en elipsis y en momentos clave de su relación siempre insatisfecha, en los que ambos quedan paralizados de impotencia ante la incapacidad de decidir, y llevado finalmente hasta un salto de 25 años (y es que, qué rápido pasa la vida una vez nos resignamos, señores) da a la película un ritmo quizá de novela decimonónica que no agrade a todo el mundo. A pesar de todo cinematográficamente funciona la narración, la dirección, la fotografía y el montaje.
El resultado es una de las mejores películas de este género.
19 de octubre de 2010
19 de octubre de 2010
28 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Menudo bodrio. Parece mentira que el director de "Taxi Driver" o "Casino", cambiando totalmente de registro, haya sido capaz de perpetrar una cosa así.
Sí. La pareja protagonista está bien en su papel. Tanto la Pfeiffer como el Daniel Day-Lewis hacen creibles sus interpretaciones. Y la Winona no lo hace mal. Además, ninguno de los actores secundarios desentona.
Y el retrato de la aristocracia neoyorquina de la década de 1820 es plausible, en efecto.
Pero es taaaaaaaaaaaaan lenta...
Me imagino que ese ritmo taaaaaaaaan pausado se deberá a la novela en la que está basada. No hay ningun giro inesperado de guión. No hay final sorprendente. En definitiva, una buena peli para tratar a aquellos que padezcan de insomnio.
Sí. La pareja protagonista está bien en su papel. Tanto la Pfeiffer como el Daniel Day-Lewis hacen creibles sus interpretaciones. Y la Winona no lo hace mal. Además, ninguno de los actores secundarios desentona.
Y el retrato de la aristocracia neoyorquina de la década de 1820 es plausible, en efecto.
Pero es taaaaaaaaaaaaan lenta...
Me imagino que ese ritmo taaaaaaaaan pausado se deberá a la novela en la que está basada. No hay ningun giro inesperado de guión. No hay final sorprendente. En definitiva, una buena peli para tratar a aquellos que padezcan de insomnio.
6 de agosto de 2008
6 de agosto de 2008
22 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película muy bonita, muy bien ambientada, con grandes actores, con un gran director..., pero en la que no pasa absolutamente nada. Es decir, podría haber contado lo mismo en diez minutos y, yo por lo menos, me habría quedado igual. Sucede en Nueva York, pero lo mismo podía darse en cualquier otro sitio. No entiendo tanto despliegue para tan poca chicha. Eso sí, los protagonistas, muy guapos todos.
17 de agosto de 2008
17 de agosto de 2008
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
La edad de la inocencia es otra de esas películas que me fascinó en su momento y tenía miedo de volver a ver por si no hubiera soportado el paso del tiempo. Nada más lejos de la realidad. La edad de la inocencia ha ganado con el tiempo, siendo para mí una de las mejores películas de Martin Scorsese.
Esta vez Scorsese vuelve a alejarse de sus obsesiones y temas habituales para adaptar una novela de la escritora Edith Warton, que aparentemente era más adecuada al estilo de James Ivory. Pero en manos del director neoyorkino, la obra de Warton se transforma en un apasionado y deslumbrante melodrama, en el que la esencia de la novela y el estilo de Scorsese conviven a la perfección.
La edad de la inocencia habla del amor apasionado, intenso e imposible entre el modélico e inteligente aristócrata Newland Archer y la exótica y liberal condesa Ellen Olenska. Todo ello ante los ojos de la conservadora sociedad neoyorkina de la época, para la que las guardar apariencias era el principal de sus objetivos.
La historia se va desgranando de forma pausada pero imparable, siempre acompañada por una voz narradora que nos pone al día de las convenciones de un mundo no demasiado diferente del actual. A través de secuencias magistralmente planificadas asistimos al desarrollo de un romance que hace saltar chispas de pasión en secuencias tan memorables como aquella en la que los enamorados ponen al fin las cartas sobre la mesa sobre lo que ambos sienten pero no pueden decirse.
Scorsese, sin abandonar la ciudad de Nueva York, demuestra que su estilo también se adapta a historias delicadas y complejas, y consigue una película donde cada plano, cada escena es un prodigio de sensibilidad, elegancia y talento.
Para redondear una película perfecta, el reparto resulta excepcional. Daniel Day Lewis está más contenido y sensible que nunca, mientras que Michelle Pfeiffer consigue ser una de las presencias más fascinantes que se puedan imaginar. Desgraciadamente, en una decisión incomprensible, ese año no fue candidata al Oscar, premio que debía haber ganado sin problema. La que si fue candidata fue Winona Ryder, haciendo el papel de la prometida del protagonista, que pese a su buen trabajo, palidece ante la química que existe entre los dos protagonistas.
No sería justo terminar sin mencionar la maravillosa banda sonora que acompaña las imágenes de La edad de la inocencia, obra del gran Elmer Bernstein. Un prodigio de elegancia, y para mi una de las mejores de los últimos veinte años.
Esta vez Scorsese vuelve a alejarse de sus obsesiones y temas habituales para adaptar una novela de la escritora Edith Warton, que aparentemente era más adecuada al estilo de James Ivory. Pero en manos del director neoyorkino, la obra de Warton se transforma en un apasionado y deslumbrante melodrama, en el que la esencia de la novela y el estilo de Scorsese conviven a la perfección.
La edad de la inocencia habla del amor apasionado, intenso e imposible entre el modélico e inteligente aristócrata Newland Archer y la exótica y liberal condesa Ellen Olenska. Todo ello ante los ojos de la conservadora sociedad neoyorkina de la época, para la que las guardar apariencias era el principal de sus objetivos.
La historia se va desgranando de forma pausada pero imparable, siempre acompañada por una voz narradora que nos pone al día de las convenciones de un mundo no demasiado diferente del actual. A través de secuencias magistralmente planificadas asistimos al desarrollo de un romance que hace saltar chispas de pasión en secuencias tan memorables como aquella en la que los enamorados ponen al fin las cartas sobre la mesa sobre lo que ambos sienten pero no pueden decirse.
Scorsese, sin abandonar la ciudad de Nueva York, demuestra que su estilo también se adapta a historias delicadas y complejas, y consigue una película donde cada plano, cada escena es un prodigio de sensibilidad, elegancia y talento.
Para redondear una película perfecta, el reparto resulta excepcional. Daniel Day Lewis está más contenido y sensible que nunca, mientras que Michelle Pfeiffer consigue ser una de las presencias más fascinantes que se puedan imaginar. Desgraciadamente, en una decisión incomprensible, ese año no fue candidata al Oscar, premio que debía haber ganado sin problema. La que si fue candidata fue Winona Ryder, haciendo el papel de la prometida del protagonista, que pese a su buen trabajo, palidece ante la química que existe entre los dos protagonistas.
No sería justo terminar sin mencionar la maravillosa banda sonora que acompaña las imágenes de La edad de la inocencia, obra del gran Elmer Bernstein. Un prodigio de elegancia, y para mi una de las mejores de los últimos veinte años.
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