La película me parece que tiene un buen comienzo, desarrollando los personajes y situaciones, pero cuando termina la primera parte de la acción, empiezan a pasar cosas incoherentes, una tras otra, el resto de la película.

Es una peli entretenida sin más, que la semana que viene, no te acuerdas.

Otra película española en que no se entiende a los actores cuando hablan. ¿Es que no les enseñan a vocalizar? ¿No se supone que le pagan a alguien para que haga de técnico de sonido? He tenido que parar y volver atrás en varias ocasiones para intentar entender lo que decían, pero ni aún así.

Pero ese no es el único problema de esta película. Supongo que sobre el papel parecía un buen argumento, pero en la pantalla resulta fallido, por no decir absurdo o incluso ridículo. Las motivaciones de los personajes y muchos de sus actos no se comprenden, y uno no llega en ningún momento a involucrarse en la historia. La verdad es que acabó por darme igual lo que ocurriese, y eso es un síntoma de que la película ha fracasado.

En fin, a pesar de las buenas críticas profesionales, no aconsejo verla, para mí ha sido una pérdida de tiempo.

Una espléndidas actuaciones hacen de este thriller un ejercicio de presión constante sin salirse de la formalidad de la industria.
No se apresura a la hora de tomar decisiones, tomándose su tiempo, aunque todo pasa deprisa, con una veracidad sorprenderte para la propuesta que expone.
Todo el entramado tiene una inteligencia insidiosa en su proceder con un arrojo vertiginoso.
La riqueza actoral siempre está presente en esta historia, convirtiéndose en una de las alegrías para el cine español.

Es todo demasiado anunciado, forzado y rebuscado, es decir, delirante (tremens), y cuando crees (que no me ves) que se va a calmar o que ya no puede empeorar todavía un poco más, por fa, para ya, descansa, reposa, te sorprende, para mal, aumenta la apuesta, oligofrenia, el disparate, la sinrazón (que a mi razón tampoco se hace), nuevo giro (al infierno) del guion sin parangón, horror, en una suma o concatenación imposible, horrible, de casualidades, azares, coincidencias, cretinismos (a mayores, por arrobas), tonterías y fantasmadas que por muchas ganas de dejarte el cerebro en off, apagado, borrado, suspendido, pendido de un hilo, aquello no cuela, hace agua, se inunda, y que por muchos momentos pareciera comedia, parodia, de hecho, te apiadas, fe, esperanza y caridad, imaginando las dificultades (terroríficas) que pasarían los pobres actores (no está pagado, no somos nada ni nadie, lo que nos mande/n, padre, lo que nos digan o dicen, los chicos de los recados, neurotransmisores) para tratar de aguantarse la risa ante las nuevas situaciones (esa acumulación insana indiscriminada, a cada cual más aberrante o idiota si cabe que la anterior o precedente) que el director les planteaba o la historia (en mala hora), tan chunga chusca, les demandaba o exigía (nacer para esto, para hacer tanto el indio, descojonación, depresión, descalzaperros, Me voy, de una vez por todas, y no sé si Volveré, alguna vez) o simplemente una desparramada desfachatada desmadrada imitación, copia y pega, de las americanadas burradas barrabasadas bobadas lobotomizadas plano ence/falo/grama más estupefacientes y escalofriantes de aquellas tierras, las que mezclan a lo que salga sentimientos familieros de todo a cien y se lleva la casa o el apartamento en Torrevieja, toda, acción a cholón (sea, ir y venir como pollas sin cabeza, corres que te la pelas) y enormidades a tutiplén, qué belén, lo que comienza como una montaña rusa acaba como el tren de la bruja y por el camino un circo de tres pistas, me desbarranco y me despiporro, la crisma, y la urna (la de Keats precisamente y no otra, la griega, esa), y la caja, el lomo, de cuajo, me descuajeringo y desorino, Orinoco, me meo todo.
Los actores están bien, hacen lo que pueden, no juzguen, Elena y Luis van sobrados de oficio, Álex es guapo o atractivo, según se vea, cuestión de gustos, pero un actor realmente limitado al fin y al cabo, habla bajo, a la chita callando, somormujo, y se esfuerza, compungido, es Mario Casas en todavía más sobrio o romo pinti/parado, chico majo, voluntarioso, de buen aspecto, decíamos, y los personajes, vamos a ver, esto debe parar, son demasiado fieles a la realidad, naturalidad, los hombres (que sí amaban a las mujeres, pero no sabía cómo, la o con un canuto) son unos completos asnos (Tosar es el mayor cretino o energúmeno de la historia del cine, todas fuera, ni una dentro, y García no le anda tan a la zaga, a rebufo, a rueda, Vaya par de idiotas, juntos no suman una costilla), zoquetes, mequetrefes, deshechos (derechos, suponemos que también) humanos, desastres, hecatombes, descartes, retales, debacles, acaboses, heces, homos ecces, bestias patéticas que dan a la pena gran vergüenza y a las que las pobres mujeres tienen que salvar, perdonar, aguantar, a cuestas cargar y solventar (o soportar) su ristra infinita de fechorías, atropellos, estropicios, perrerrías, cagadas, matufias, malicias y marranadas sin (venir a) cuento que perpetran sin descanso estos seres tan zarrapastrosos o lerdos, ni uno bueno o con de frente dos dedos, hay, por tanto, que cortar por lo sano, para empezar a hablar, huevos, digamos, más pronto que rápido, ya mismo, date vida, por dónde o quién empezamos, huéspedes los dedos, echan chispas, la boca agua, los ojos chiribitas, coge la podadora, aquella, sanctórumsancta, de Eloy de la Iglesia, dale que te pego.

Más allá de que es un drama con todas las letras, tiene todo en su punto exacto.
Una expectante historia que va desde el suspenso al drama y viceversa, con dos soberbios actores como Luis Tosar y Alex García, que están excelentemente secundados por Elena Anaya.
Sin dudas la idea de Juan Galiñanes se ejecuta de manera perfecta, con tamaño elenco y un guionista de primera línea a su lado.
Lo que más sorprende es la naturalidad con que el personaje de Tosar, trata un tema muy duro, moralmente, que tiene consecuencias aún peores, y las lleva sobre sus hombros con sencillez, pero con una culpa de inmensas proporciones.-