El topo
6.4
24,857
Intriga. Thriller
Años 70, en plena guerra fría. El fracaso de una misión especial en Hungría provoca un cambio en la cúpula de los servicios secretos británicos. Uno de los defenestrados es el agente George Smiley. Sin embargo, cuando ya se había hecho a la idea de retirarse, le encargan una nueva misión: se sospecha que hay un “topo” infiltrado en la cúpula del Servicio y sólo alguien de fuera puede averiguar quién es. Con la ayuda de otros agentes ... [+]
21 de enero de 2012
21 de enero de 2012
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo que empezar este escrito haciendo una comparación. Creo que si no la hago exploto, pero es que el personaje que interpreta Gary Oldman me ha recordado muchísimo al que interpretó Toni Servillo en “Il Divo” (2008). Ambos son personajes físicamente parecidos, dotados de ese aire enigmático e imperturbable que los convierte en personajes tremendamente herméticos.
Comparaciones aparte, el film de Tomas Alfredson peca de una cosa que quizás no sea del agrado del espectador, y es que el propio espectador tiene que ir reconstruyendo el puzzle que se forma en la película sin ayuda alguna. Porque el berenjenal que hay montado es tan grande que te acabas perdiendo. Eso sí, al final todo queda aclarado, pese que personalmente pensaba que el topo iba a ser alguien que me iba a sorprender y acabé decepcionado al ver que no.
La trama irá desarrollándose a partir de un fracaso en una misión en Hungría, en la que el agente secreto Jim Prideaux (Mark Strong) se ve envuelto. Será entonces cuando la cúpula del servicio secreto británico intente desenmascarar al topo que hay entre sus filas. Un encargo que le encomiendan a George Smiley (Gary Oldman) que siendo un miembro a punto de retirarse, intentará averiguar desde fuera quien es el traidor. Con la ayuda de algunos agentes fieles como Peter Guillam (Benedict Cumberbatch) y agentes encubiertos como Ricki Tarr (Tom Hardy), Smiley intentará dar caza al topo.
Pese a que su trama no es lo mejor del film, su reparto se convierte en una garantía imprescindible en la que reposa casi todo el peso. Gary Oldman (“Drácula de Bram Stoker“, 1992) es el protagonista principal encarnando al agente George Smiley, un oficial de inteligencia, sagaz e invulnerable, envuelto en un aura de calma bajo sus gafas de pasta. Correcta actuación de Gary Oldman que podría haber dado de más. En cambio, sorprenden las actuaciones de Benedict Cumberbatch (“Sherlock” (Serie TV), 2010) y Mark Strong (“Robin Hood“, 2010). El primero encarna a Peter Guillam, un hombre fiel a las órdenes de Smiley que arriesgará su vida para obtener información de dentro de la cúpula del servicio secreto. Hábil y escurridizo, el agente Guillam tiene esa perspicacia que al personaje de Oldman le falta. Strong interpreta al agente Prideaux, un misterioso agente del cual poco se sabe.
(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento por falta de espacio)
Comparaciones aparte, el film de Tomas Alfredson peca de una cosa que quizás no sea del agrado del espectador, y es que el propio espectador tiene que ir reconstruyendo el puzzle que se forma en la película sin ayuda alguna. Porque el berenjenal que hay montado es tan grande que te acabas perdiendo. Eso sí, al final todo queda aclarado, pese que personalmente pensaba que el topo iba a ser alguien que me iba a sorprender y acabé decepcionado al ver que no.
La trama irá desarrollándose a partir de un fracaso en una misión en Hungría, en la que el agente secreto Jim Prideaux (Mark Strong) se ve envuelto. Será entonces cuando la cúpula del servicio secreto británico intente desenmascarar al topo que hay entre sus filas. Un encargo que le encomiendan a George Smiley (Gary Oldman) que siendo un miembro a punto de retirarse, intentará averiguar desde fuera quien es el traidor. Con la ayuda de algunos agentes fieles como Peter Guillam (Benedict Cumberbatch) y agentes encubiertos como Ricki Tarr (Tom Hardy), Smiley intentará dar caza al topo.
Pese a que su trama no es lo mejor del film, su reparto se convierte en una garantía imprescindible en la que reposa casi todo el peso. Gary Oldman (“Drácula de Bram Stoker“, 1992) es el protagonista principal encarnando al agente George Smiley, un oficial de inteligencia, sagaz e invulnerable, envuelto en un aura de calma bajo sus gafas de pasta. Correcta actuación de Gary Oldman que podría haber dado de más. En cambio, sorprenden las actuaciones de Benedict Cumberbatch (“Sherlock” (Serie TV), 2010) y Mark Strong (“Robin Hood“, 2010). El primero encarna a Peter Guillam, un hombre fiel a las órdenes de Smiley que arriesgará su vida para obtener información de dentro de la cúpula del servicio secreto. Hábil y escurridizo, el agente Guillam tiene esa perspicacia que al personaje de Oldman le falta. Strong interpreta al agente Prideaux, un misterioso agente del cual poco se sabe.
(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Siendo un hombre capaz de notar cuando está en peligro, posee también una gran memoria para recordar las cosas. Tampoco me olvido de Tom Hardy (“Bronson“, 2008), quien interpreta a Ricki Tarr un inconformista agente que tras realizar una misión secreta en Turquía, recala en casa de Smiley tras poseer una información que le puede ser útil. El resto del reparto, pese a que cuenta con grandes actores como Colin Firth (“El discurso del Rey“, 2010), Toby Jones, John Hurt (“Alien, el octavo pasajero“, 1979) o Stephen Graham, ninguno de ellos llega a hacer una interpretación en la que tengan un protagonismo muy extenso, concreto o destacable. Lo cual no quiere decir que sus roles en el film no sean importantes ni mucho menos, ya que todos ellos son parte importante en la trama.
La música describe a la perfección esa parsimonia que tiene Gary Oldman, al mismo tiempo que también nos describe lo bien que deben disimularse las apariencias. Nos mete en una atmósfera intranquila, haciendo notar al espectador que en época de Guerra Fria había que actuar con cautela y ser prevenido.
Los lugares que se muestran como el cubículo insonoro y ultra hermético donde se reúnen los cinco miembros de la Cúpula con aspecto austero y frio, denota el misticismo que envuelve la cinta y que deja claro que nos encontramos ante un autentico film de espías en el que nada es lo que parece.
Aparte, los nombres en clave como Calderero, Sastre, Soldado y Espía personifican mas a los personajes dotándolos de una característica única que los diferencia del resto. Aunque personalmente no le veo mucha utilidad ya que se nos facilita quien es cada uno en el film, pero es curioso saber porqué a cada uno se le llama así.
La música describe a la perfección esa parsimonia que tiene Gary Oldman, al mismo tiempo que también nos describe lo bien que deben disimularse las apariencias. Nos mete en una atmósfera intranquila, haciendo notar al espectador que en época de Guerra Fria había que actuar con cautela y ser prevenido.
Los lugares que se muestran como el cubículo insonoro y ultra hermético donde se reúnen los cinco miembros de la Cúpula con aspecto austero y frio, denota el misticismo que envuelve la cinta y que deja claro que nos encontramos ante un autentico film de espías en el que nada es lo que parece.
Aparte, los nombres en clave como Calderero, Sastre, Soldado y Espía personifican mas a los personajes dotándolos de una característica única que los diferencia del resto. Aunque personalmente no le veo mucha utilidad ya que se nos facilita quien es cada uno en el film, pero es curioso saber porqué a cada uno se le llama así.
26 de diciembre de 2011
26 de diciembre de 2011
27 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
00:35. Noche del Viernes;
Dos amigos y yo acabamos de salir de ver Immortals, hacemos una sesión doble de cine y nos metemos en la sala de El Topo, según había leído sobre espías en la guerra fria y con el director de “Déjame entrar” por lo que no sonaba nada mal, además con varios actores de renombre.
Tras ver un par de trailers, empieza la peli y con la primera escena nos empezamos a descojonar los tres, mientras el resto del cine nos chista y nos mira molesto; ¡es John Hurt! ¡El viejo loco que hacia el fritanga con un bastón y una túnica hace solo un momento en Immortals, ahora está vestido de traje y habla muy serio!
Desde luego es un mérito que este anciano actor tenga la capacidad de salir en todas las películas que voy a ver al cine.
Después de un prólogo bastante prometedor vieeeeeeeeenen los títulos de crédito, y vaya si vinieron parece que no se vayan a marchar nunca, acompañan a Gary Oldman mientras da un agradable paseo por Londres, no se cuánto duraron, creo que como unos 45 minutos más o menos, se ve a un Gary Oldman más “oldman” que nunca (sí, se me a ocurrido a mi solito) caminando… la cámara le sigue y luego…le sigue siguiendo… recorre una calle, cruza un paso de cebra, continúa… prosigue paseando por un puente la cámara se recrea en…su paseo, en su mirada melancólica, después entra en un portal, sube unas escaleras se ve como las sube una a una la cámara se jacta de cada escalón que sube, la música acompaña ese sinuoso caminar, llega a casa, se sienta en el sofá (en realizar esta acción tarda 10 minutos) y se queda mirando al vacío otros 10 minutos más, habrá algunos que digan que esto es poesía pura, una fiel representación de la tranquila vida del jubilado, una presentación genial del personaje en el que nos muestra su personalidad a través de un simple paseo, pues yo lo único que veo es una soporífera puesta en escena que sino te duerme, te irrita, por lo menos te das cuenta del ritmo que va a llevar el film así que al menos es franca y sabes lo que viene a continuación.
Dos amigos y yo acabamos de salir de ver Immortals, hacemos una sesión doble de cine y nos metemos en la sala de El Topo, según había leído sobre espías en la guerra fria y con el director de “Déjame entrar” por lo que no sonaba nada mal, además con varios actores de renombre.
Tras ver un par de trailers, empieza la peli y con la primera escena nos empezamos a descojonar los tres, mientras el resto del cine nos chista y nos mira molesto; ¡es John Hurt! ¡El viejo loco que hacia el fritanga con un bastón y una túnica hace solo un momento en Immortals, ahora está vestido de traje y habla muy serio!
Desde luego es un mérito que este anciano actor tenga la capacidad de salir en todas las películas que voy a ver al cine.
Después de un prólogo bastante prometedor vieeeeeeeeenen los títulos de crédito, y vaya si vinieron parece que no se vayan a marchar nunca, acompañan a Gary Oldman mientras da un agradable paseo por Londres, no se cuánto duraron, creo que como unos 45 minutos más o menos, se ve a un Gary Oldman más “oldman” que nunca (sí, se me a ocurrido a mi solito) caminando… la cámara le sigue y luego…le sigue siguiendo… recorre una calle, cruza un paso de cebra, continúa… prosigue paseando por un puente la cámara se recrea en…su paseo, en su mirada melancólica, después entra en un portal, sube unas escaleras se ve como las sube una a una la cámara se jacta de cada escalón que sube, la música acompaña ese sinuoso caminar, llega a casa, se sienta en el sofá (en realizar esta acción tarda 10 minutos) y se queda mirando al vacío otros 10 minutos más, habrá algunos que digan que esto es poesía pura, una fiel representación de la tranquila vida del jubilado, una presentación genial del personaje en el que nos muestra su personalidad a través de un simple paseo, pues yo lo único que veo es una soporífera puesta en escena que sino te duerme, te irrita, por lo menos te das cuenta del ritmo que va a llevar el film así que al menos es franca y sabes lo que viene a continuación.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Después de eso recuerdo un montón de conversaciones que me hicieron perderme irremediablemente en la trama, hablaban de un infiltrado, de la guerra fría, de movidas con los rusos… pero nada me quedaba claro, puede que no pusiera toda mi atención pero… ¿no dice una ley esencial del cine que todo lo que se dice en lugar de ser mostrado se pierde para el público?, el caso de esta película en referencia a ésto es bastante curioso, se muestra en imágenes la banalidad o se explaya en mostrar pequeñas ideas demasiado tiempo, para luego por el contrario contar el grueso de la trama en largas conversaciones que carecerán de interés y de sentido para alguien que no tenga plenos conocimientos del contexto social en que se basa.
Quedará para el recuerdo la maravillosa metáfora de la abeja que cuela en el coche con todos dando manotazos torpemente, tratando de espantarla hasta que el señor Gary Oldman mira a la abeja con solemnidad como un padre miraría a al hijo que le acaba de tirar el tiesto y baja la ventanilla pacientemente para que el bicho salga sosesagadamente. Como idea está bien pero el tempo de la acción llevado es exasperante.
…Después solo recuerdo a Carmen Electra bailando delante de mí vestida solamente con un gorro de Papa Noel e indicándome con el dedo que me acerque a ella, me levanto para no resultar descortés y me preparo para blandir en mis manos esos recauchutados pechos…
Me incorporo de mi asiento transpuesto al notar que alguien me zarandea los hombros, es un segurata invitándonos amablemente a salir – ¡venga a dormir la mona a la puta calle! –
unos títulos de créditos adornan la pantalla ahora sobre fondo negro (curiosamente más entretenidos que los del comienzo), observo a mis amigos desperezándose y claramente molestos por lo empujones que reciben por parte del de seguridad, la sala del cine está completamente vacía, son las 02:50…
El Topo…
Creo que ha llegado el momento de iniciarme en el cine de Jodorowski.
Un 3,3.
Quedará para el recuerdo la maravillosa metáfora de la abeja que cuela en el coche con todos dando manotazos torpemente, tratando de espantarla hasta que el señor Gary Oldman mira a la abeja con solemnidad como un padre miraría a al hijo que le acaba de tirar el tiesto y baja la ventanilla pacientemente para que el bicho salga sosesagadamente. Como idea está bien pero el tempo de la acción llevado es exasperante.
…Después solo recuerdo a Carmen Electra bailando delante de mí vestida solamente con un gorro de Papa Noel e indicándome con el dedo que me acerque a ella, me levanto para no resultar descortés y me preparo para blandir en mis manos esos recauchutados pechos…
Me incorporo de mi asiento transpuesto al notar que alguien me zarandea los hombros, es un segurata invitándonos amablemente a salir – ¡venga a dormir la mona a la puta calle! –
unos títulos de créditos adornan la pantalla ahora sobre fondo negro (curiosamente más entretenidos que los del comienzo), observo a mis amigos desperezándose y claramente molestos por lo empujones que reciben por parte del de seguridad, la sala del cine está completamente vacía, son las 02:50…
El Topo…
Creo que ha llegado el momento de iniciarme en el cine de Jodorowski.
Un 3,3.
1 de enero de 2012
1 de enero de 2012
26 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
No tengo palabras. Es la película más coñazo que he visto desde hace años... El director se las arregla para que algunos soberbios actores estén absolutamente inexpresivos todo el tiempo, con cara de sota. La trama se va construyendo a pedazos y deja de interesarte mucho antes de que llegue el desenlace. No hay acción, ni intriga, ni nada: sólo grano grueso, gafas grandes, muchos humo... El director sólo parece interesado en recrear la atmósfera casposa de los setenta. Y encima es larga!
24 de diciembre de 2011
24 de diciembre de 2011
16 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Instrucciones de uso para el consumo correcto de 'El topo'. Imprescindible, ir del todo concienciado a la sala de cine, porque el tópico es cierto: hay obras de arte que no pueden digerirse en cualquier estado, exigiéndose así cierta predisposición por parte del destinatario. En otras palabras, para matar el rato en alguna tarde tonta, seguro que la cartelera proveerá al respetable de una cantidad generosa de otras cintas de entretenimiento ligero. Por si todavía había algún desprevenido en la sala, la película viene firmada por Tomas Alfredson, el mismo director que con su último trabajo hasta ahora sorprendiera a propios y extraños situando un filme del género terror/fantástico entre lo más destacable del año 2008.
El título de la joya en cuestión bebía de una de las máximas de la buena conducta vampiresca: 'Déjame entrar'. Gracias a las buenas recomendaciones y al siempre efectivo fenómeno boca-oreja, la película pasó de ser una propuesta de corto alcance (su destino a priori más previsible) a consolidarse como uno de los filmes que más éxito cosechó en aquella temporada entre crítica y público. De modo que el desconocido Tomas Alfredson (sus trabajos anteriores siguen a día de hoy casi inéditos fuera de las fronteras de su Suecia natal) pasó a ser uno de los cineastas más prometedores del cine europeo. Con el frío emotivo de la noche llegó su eclosión... para su confirmación, el director de Lidingö ha elegido no salir de su entorno natural.
Puede que el telón de fondo de una guerra no encaje demasiado con esta afirmación, pero hay trampa. En efecto, aquí no hay explosiones, ni trincheras, ni desembarcos multitudinarios. Acción más bien poca la que hubo en la guerra fría... tensión, en cambio, la hubo; a raudales (los buenos y sencillos tiempos de la Segunda Guerra Mundial se ven muy lejos en el horizonte del recuerdo). La acción nos lleva a la primera mitad de la década de los años setenta, época en la que un mundo bipolarizado no estaba exento de actores externos con apariciones estelares que pedían a gritos no perder protagonismo en la escena internacional. Una época en la que las caras de poker eran el mejor escudo/arma para desenmascarar al enemigo.
Éste era el juego que se llevaba en aquellos complicadísimos, tensos y -cómo no- fríos tiempos. La calma tensa que reinaba en todas partes era la teórica antesala de un supuesto fin de los tiempos que estaba constantemente a la vuelta de la esquina. El apocalipsis estaba cerca, y vendría servido por un enemigo del que había constancia, pero que nadie estaba en condiciones de identificar. Resultado: la paranoia colectiva, manifestada en todos los estamentos de la sociedad. Desde el humilde trabajador que fruncía el ceño, en claro gesto de desconfianza, antes de beber un vaso de agua, a los más importantes cargos del estado, que evitaban darse la vuelta, por miedo a recibir una puñalada por espalda. Eso sí, por encima de todo, se tenía que guardar las apariencias.
El título de la joya en cuestión bebía de una de las máximas de la buena conducta vampiresca: 'Déjame entrar'. Gracias a las buenas recomendaciones y al siempre efectivo fenómeno boca-oreja, la película pasó de ser una propuesta de corto alcance (su destino a priori más previsible) a consolidarse como uno de los filmes que más éxito cosechó en aquella temporada entre crítica y público. De modo que el desconocido Tomas Alfredson (sus trabajos anteriores siguen a día de hoy casi inéditos fuera de las fronteras de su Suecia natal) pasó a ser uno de los cineastas más prometedores del cine europeo. Con el frío emotivo de la noche llegó su eclosión... para su confirmación, el director de Lidingö ha elegido no salir de su entorno natural.
Puede que el telón de fondo de una guerra no encaje demasiado con esta afirmación, pero hay trampa. En efecto, aquí no hay explosiones, ni trincheras, ni desembarcos multitudinarios. Acción más bien poca la que hubo en la guerra fría... tensión, en cambio, la hubo; a raudales (los buenos y sencillos tiempos de la Segunda Guerra Mundial se ven muy lejos en el horizonte del recuerdo). La acción nos lleva a la primera mitad de la década de los años setenta, época en la que un mundo bipolarizado no estaba exento de actores externos con apariciones estelares que pedían a gritos no perder protagonismo en la escena internacional. Una época en la que las caras de poker eran el mejor escudo/arma para desenmascarar al enemigo.
Éste era el juego que se llevaba en aquellos complicadísimos, tensos y -cómo no- fríos tiempos. La calma tensa que reinaba en todas partes era la teórica antesala de un supuesto fin de los tiempos que estaba constantemente a la vuelta de la esquina. El apocalipsis estaba cerca, y vendría servido por un enemigo del que había constancia, pero que nadie estaba en condiciones de identificar. Resultado: la paranoia colectiva, manifestada en todos los estamentos de la sociedad. Desde el humilde trabajador que fruncía el ceño, en claro gesto de desconfianza, antes de beber un vaso de agua, a los más importantes cargos del estado, que evitaban darse la vuelta, por miedo a recibir una puñalada por espalda. Eso sí, por encima de todo, se tenía que guardar las apariencias.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Este gesto, o gran farsa, era quizás el único que impedía que el pánico se apoderara definitivamente de la situación.
Este gesto es en el que se apoya Alfredson para construir 'El topo', su adaptación de la novela de John le Carré, una historia genuinamente de espías, bajo una óptica hiperrealista que la sitúa en las antípodas de franquicias como, por ejemplo, la más célebre de Ian Fleming. El glamour y los disparos certeros son dejados de lado para abrir paso a conspiraciones urdidas en los rincones más oscuros de pisos francos y depósitos de archivos. El punto de partida es sencillo: hay un infiltrado en la alta cúpula del servicio de inteligencia británica, conocida como el ''Circus''. Lo que empieza siendo poco más que una sospecha va revelándose poco a poco como una aterradora verdad que exige que alguien tome cartas en el asunto.
Para ello, nada mejor que las dotes de un magistral Gary Oldman, que llevará a cabo una minuciosa investigación (o partida de ajedrez) destinada a desenmascarar al presunto agente doble. Hasta aquí, ningún problema, pero pasados pocos minutos, todo se va enmarañando en lo que es una espiral de personajes, intereses cruzados, mentiras, medias verdades, fantasmas del pasado y múltiples subtramas. Háganse a la idea, para comprender la totalidad de la historia de 'El topo', harían falta dos o tres visionados con los cinco sentidos puestos en todo lo mostrado en la pantalla. ¿Significa esto que a Alfredson le falta claridad en la exposición de argumentos? Para nada, desde el magistral arranque el director deja claro que sabe lo que se hace. Más bien habría que darle las gracias por respetar la complejidad de la obra de le Carré, y plasmarla de una forma tan convincente; tan personal.
Y así, volvemos al principio, en el que se dejaba constancia de que 'El topo' es claramente una película que debe verse con la voluntad de no aceptar códigos previamente descifrados. Esta tarea corresponde al espectador, que debe aprender a leer entre líneas; a encontrar las respuestas en los detalles. Porque la verdad no espera a ser descubierta sino que hay que ir a buscarla: en la actitud y tics nerviosos del interrogado, en el pulso tembloroso de un camarero, en una llamada a destiempo... o en el reflejo de las gafas a pocos centímetros por encima de una media sonrisa del todo reveladora. Con sutileza, con extrema elegancia y con una narrativa de empaque añejo pero de espíritu indudablemente moderno, Alfredson firma un sesudo y denso ejercicio de estilo a veces tan hipnóticamente extraño como un Santa Claus con la cara de Lenin, y a veces tan sublime que hasta la versión disco de Julio Iglesias de "La Mer" parece, palabra, la quintaesencia de la música (por no hablar de la banda sonora compuesta por Alberto Iglesias). Así pues, ni el hype agua la confirmación oficial de un director al que no le puede la presión, y que firma un trabajo de género modélico y un retrato memorable de una época tan fría como apasionante.
Este gesto es en el que se apoya Alfredson para construir 'El topo', su adaptación de la novela de John le Carré, una historia genuinamente de espías, bajo una óptica hiperrealista que la sitúa en las antípodas de franquicias como, por ejemplo, la más célebre de Ian Fleming. El glamour y los disparos certeros son dejados de lado para abrir paso a conspiraciones urdidas en los rincones más oscuros de pisos francos y depósitos de archivos. El punto de partida es sencillo: hay un infiltrado en la alta cúpula del servicio de inteligencia británica, conocida como el ''Circus''. Lo que empieza siendo poco más que una sospecha va revelándose poco a poco como una aterradora verdad que exige que alguien tome cartas en el asunto.
Para ello, nada mejor que las dotes de un magistral Gary Oldman, que llevará a cabo una minuciosa investigación (o partida de ajedrez) destinada a desenmascarar al presunto agente doble. Hasta aquí, ningún problema, pero pasados pocos minutos, todo se va enmarañando en lo que es una espiral de personajes, intereses cruzados, mentiras, medias verdades, fantasmas del pasado y múltiples subtramas. Háganse a la idea, para comprender la totalidad de la historia de 'El topo', harían falta dos o tres visionados con los cinco sentidos puestos en todo lo mostrado en la pantalla. ¿Significa esto que a Alfredson le falta claridad en la exposición de argumentos? Para nada, desde el magistral arranque el director deja claro que sabe lo que se hace. Más bien habría que darle las gracias por respetar la complejidad de la obra de le Carré, y plasmarla de una forma tan convincente; tan personal.
Y así, volvemos al principio, en el que se dejaba constancia de que 'El topo' es claramente una película que debe verse con la voluntad de no aceptar códigos previamente descifrados. Esta tarea corresponde al espectador, que debe aprender a leer entre líneas; a encontrar las respuestas en los detalles. Porque la verdad no espera a ser descubierta sino que hay que ir a buscarla: en la actitud y tics nerviosos del interrogado, en el pulso tembloroso de un camarero, en una llamada a destiempo... o en el reflejo de las gafas a pocos centímetros por encima de una media sonrisa del todo reveladora. Con sutileza, con extrema elegancia y con una narrativa de empaque añejo pero de espíritu indudablemente moderno, Alfredson firma un sesudo y denso ejercicio de estilo a veces tan hipnóticamente extraño como un Santa Claus con la cara de Lenin, y a veces tan sublime que hasta la versión disco de Julio Iglesias de "La Mer" parece, palabra, la quintaesencia de la música (por no hablar de la banda sonora compuesta por Alberto Iglesias). Así pues, ni el hype agua la confirmación oficial de un director al que no le puede la presión, y que firma un trabajo de género modélico y un retrato memorable de una época tan fría como apasionante.
27 de diciembre de 2011
27 de diciembre de 2011
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es ´´Tinker, tailor, soldier, spy...´´ una película fácil, como no lo son ninguna de las novelas de John Le Carré. Estamos ante un cine casi de arte y ensayo, ante una obra de artesanía cinematográfica donde su director se mueve como pez en el agua, o como esquimal en el hielo, que sería más apropiado en este caso. Tomas Alfredson se revela como un cineasta con una habilidad fuera de lo común para retratar personas y lugares fríos, tristes, emocionalmente gélidos. Lo hace con una concisión sorprendente, con una caligrafía recta que camina durante todo el metraje segura de sí misma, sin contemplaciones.
En mi opinión, estamos ante una grandísima película, que será denostada y más que probablemente ninguneada en el circulo de premios y festivales, pero que perdurará en la memoria cinéfila con nombre propio. Con un guión complicadísimo pero preciso cual reloj suizo, deberemos visionarla varias veces para desgranar la totalidad de la historia en su conjunto, lo cual me parece más un pro que un contra hacia el filme. Reparto sublime, no quiero destacar a nadie en particular porque me parece una obra coral, aunque Colin Firth cada vez me gusta más y lo de Gary Oldman es para quitarse el sombrero, ¡que interpretación repleta de matices, aplomo y silencios abrumadores! La banda sonora, el vestuario, la fotografía... Recomendable al cien por cien para cualquiera que sepa apreciar el buen cine, pausado, sutil y elaborado. A los que le guste la acción de consumo rápido, coches de lujo, explosiones y mujeres suntuosas no tienen que torturarse, en la sala de al lado tienen Misión Imposible IV.
En mi opinión, estamos ante una grandísima película, que será denostada y más que probablemente ninguneada en el circulo de premios y festivales, pero que perdurará en la memoria cinéfila con nombre propio. Con un guión complicadísimo pero preciso cual reloj suizo, deberemos visionarla varias veces para desgranar la totalidad de la historia en su conjunto, lo cual me parece más un pro que un contra hacia el filme. Reparto sublime, no quiero destacar a nadie en particular porque me parece una obra coral, aunque Colin Firth cada vez me gusta más y lo de Gary Oldman es para quitarse el sombrero, ¡que interpretación repleta de matices, aplomo y silencios abrumadores! La banda sonora, el vestuario, la fotografía... Recomendable al cien por cien para cualquiera que sepa apreciar el buen cine, pausado, sutil y elaborado. A los que le guste la acción de consumo rápido, coches de lujo, explosiones y mujeres suntuosas no tienen que torturarse, en la sala de al lado tienen Misión Imposible IV.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
P.D. Portentoso final. La ultima secuencia donde se resuelve el futuro que depara a todos los personajes después de lo acaecido, con un tema musical elegido a la perfección, está montada magistralmente. Prideaux (Mark Strong) derrama una lágrima, Haydon (Firth) sangre: es el precio de la traición, de haber burlado la ética y ¿los sentimientos ocultos? Genial.
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