Ida
2013 

6.9
17,263
Drama
Polonia, 1960. Anna (Agata Trzebuchowska), una novicia huérfana que está a punto de hacerse monja, descubre que tiene un pariente vivo: una hermana de su madre que no quiso hacerse cargo de ella de niña. La madre superiora obliga a Anna a visitarla antes de tomar los hábitos. La tía, una juez desencantada y alcohólica, cuenta a su sobrina que su verdadero nombre es Ida Lebenstein, que es judía y que el trágico destino de su familia se ... [+]
21 de abril de 2014
21 de abril de 2014
14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
La fotografía es maravillosa. Los encuadres y los planos están cuidadosamente confeccionados para que cada escena sea digna de análisis. Incluso la escala de grises parece haber sido creada especialmente para la película, con un contraste muy ligero que difiere del blanco y negro moderno. Por otro lado, a pesar de la lentitud del filme, la tensión entre los personajes es constante y la brutalidad de algunos momentos evita que el espectador se desconcentre. Es más, consigue crear una sensación de agobio a partir de diálogos escasos y concisos, valiéndose de la crudeza de las imágenes y de la sobriedad de los actores. Totalmente recomendable: hace que salgas del cine dándole vueltas a lo que acabas de ver.
10 de marzo de 2015
10 de marzo de 2015
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Exageradamente, Ida no cuenta nada. Y si lo hace... De la forma más vacía posible. Hay maneras de contar una historia e Ida no sabe hacerlo, totalmente desaprovechada. Cuenta una historia vacía en la que no da claros momentos de disfrute al espectador(tan sólo la fotografía y la dirección en los planos son acertadas); con personajes planos, escasamente desarrollados de la manera más fácil posible, que se mueven meramente por orden del director, por lo que es difícil empatizar con ellos. Todo esto y que los acontecimientos ocurran porque sí, hacen que en alguna ocasión parezca incluso una parodia cutre de Amelie.
30 de marzo de 2014
30 de marzo de 2014
39 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente fotografía en blanco y negro y magnífica ambientación para esta historia sosa, lenta y aburrida, desarrollada en la Polonia de los 60.
Mientras el metraje transcurre, los personajes, en su débil (por no decir nula) definición, se pasean por la pantalla con una parsimonia tan enfermiza que roza la desgana a nivel contagioso para el espectador, que no tiene otro camino que centrarse en las húmedas miradas perdidas de las protagonistas, mientras espera una reacción inexistente a ese desencanto que sólo el destino de ambas parece delimitar, en este extraño (¿experimento?) que parece querer rememorar el arte y el ensayo.
Lo mejor, ya digo, la fotografía y la sobriedad de la puesta en escena. De ahí los tres puntos que le doy.
Lo peor: la historia.
Es recomendable haber dormido bien antes de verla.
Mientras el metraje transcurre, los personajes, en su débil (por no decir nula) definición, se pasean por la pantalla con una parsimonia tan enfermiza que roza la desgana a nivel contagioso para el espectador, que no tiene otro camino que centrarse en las húmedas miradas perdidas de las protagonistas, mientras espera una reacción inexistente a ese desencanto que sólo el destino de ambas parece delimitar, en este extraño (¿experimento?) que parece querer rememorar el arte y el ensayo.
Lo mejor, ya digo, la fotografía y la sobriedad de la puesta en escena. De ahí los tres puntos que le doy.
Lo peor: la historia.
Es recomendable haber dormido bien antes de verla.
27 de febrero de 2015
27 de febrero de 2015
21 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ida, de Pawel Pawlikowski, es una nueva versión de la hermana Luke, de Fred Zinnemann en «Historia de una monja» (USA 1959). Aquella religiosa de Zinnemann representaba la realidad convexa de la religión, mientras que esta religiosa de Pawlikowski representa la realidad cóncava. Para explicarme he de ir al «spoiler», pues mi explicación desvela parte esencial del guión y sobre todo del inesperado final, que deben quedar velados para el lector que no haya visto el filme.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
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Lo que quiero decir es que la monja Luke de Zinnemann es una mujer que desde lo mundanal ingresa en la religión, en el marco religioso, en el recogimiento de un convento cristiano, para finalizar volviendo a lo mundanal; lo cual yo llamo realidad convexa o trascendencia pronunciada hacia afuera. En cambio, Ida, la monja postulante de Pawlikowski es una mujer que desde el recogimiento de la religión, desde la paz orante del convento cristiano sale a lo mundanal, para acabar regresando al albergue de lo religioso; lo cual yo nombró como realidad cóncava o trascendencia pronunciada hacia adentro. La hermana Luke se aventura en la religión, pero en sus entrañas descubre la necesidad imperiosa de libertad que solo puede hallar en el exterior mundano. La hermana Ida se aventura en lo mundanal, pero cuando prueba la vacuidad y asfixia que lo mundano conlleva siente la necesidad imperiosa de volver a la religión, al silencio y sosiego trascendente que ofrece la misma. Son dos perspectivas de la experiencia religiosa igual de respetables y dignas de consideración, la convexa y la cóncava.
El mérito pues de esta nueva historia de una monja que en 2013 nos ha presentado Pawel Pawlikowski, es que cuando por doquier hoy lo que la sociedad del negocio y de cuernos retorcidos nos potencia como referencias significativas de libertad, de realización personal y de gozo existencial son entre otros la alcoholización, el ruido, el desmadre nocturno, el tabaquismo o drogas similares y por supuesto el sexo repentino con quien nos guste, he ahí una joven mujer de origen judío (al igual que unos años antes había hecho Edith Stein en Alemania), que sintiéndose vacía, desvitalizada de sentido existencial, en medio de la mundanidad cautivadora, requiere como si del mismísimo oxígeno se tratara, del desestresante y nutricional silencio (porque no lo olvidemos, Dios si de algo es Señor por excelencia, no es del ruido, es del silencio). Por ello es tan llamativamente acertado y sobresaliente el final que nos presenta Pawlikowski en la historia de su monja Ida, porque es todo lo contrario de lo que la gigantesca, ruidosa y negocianta oferta mundana usa para camelarnos por todos lados y a cada momento; es decir, Pawlikowski se ha atrevido a apostar contracorriente por la mencionada perspectiva cóncava con la monja postulante regresando al espacio profesional religioso de recogimiento y silencio donde centrarse en el plus trascendente de la vida (recogimiento y silencio en el sentido en que son una necesidad y una realidad tan imprescindible para lo humano, como el aire que se respira o el agua que se bebe). En definitiva, más que plausible el enfoque cóncavo, el viceversa representado por la protagonista Ida de Pawlikowski; ni mejor ni peor que el que nos propuso en 1959 Fred Zinnemann con su sor Luke.
En definitiva, como dejó escrito Editk Stein, la filósofa judía convertida al cristianismo, ordenada monja carmelita y luego asesinada en una cámara de gas por el nazismo: «¿A dónde nos conduce Dios? No lo sabemos. Sólo sabemos que nos conduce.»
Fej Delvahe
Lo que quiero decir es que la monja Luke de Zinnemann es una mujer que desde lo mundanal ingresa en la religión, en el marco religioso, en el recogimiento de un convento cristiano, para finalizar volviendo a lo mundanal; lo cual yo llamo realidad convexa o trascendencia pronunciada hacia afuera. En cambio, Ida, la monja postulante de Pawlikowski es una mujer que desde el recogimiento de la religión, desde la paz orante del convento cristiano sale a lo mundanal, para acabar regresando al albergue de lo religioso; lo cual yo nombró como realidad cóncava o trascendencia pronunciada hacia adentro. La hermana Luke se aventura en la religión, pero en sus entrañas descubre la necesidad imperiosa de libertad que solo puede hallar en el exterior mundano. La hermana Ida se aventura en lo mundanal, pero cuando prueba la vacuidad y asfixia que lo mundano conlleva siente la necesidad imperiosa de volver a la religión, al silencio y sosiego trascendente que ofrece la misma. Son dos perspectivas de la experiencia religiosa igual de respetables y dignas de consideración, la convexa y la cóncava.
El mérito pues de esta nueva historia de una monja que en 2013 nos ha presentado Pawel Pawlikowski, es que cuando por doquier hoy lo que la sociedad del negocio y de cuernos retorcidos nos potencia como referencias significativas de libertad, de realización personal y de gozo existencial son entre otros la alcoholización, el ruido, el desmadre nocturno, el tabaquismo o drogas similares y por supuesto el sexo repentino con quien nos guste, he ahí una joven mujer de origen judío (al igual que unos años antes había hecho Edith Stein en Alemania), que sintiéndose vacía, desvitalizada de sentido existencial, en medio de la mundanidad cautivadora, requiere como si del mismísimo oxígeno se tratara, del desestresante y nutricional silencio (porque no lo olvidemos, Dios si de algo es Señor por excelencia, no es del ruido, es del silencio). Por ello es tan llamativamente acertado y sobresaliente el final que nos presenta Pawlikowski en la historia de su monja Ida, porque es todo lo contrario de lo que la gigantesca, ruidosa y negocianta oferta mundana usa para camelarnos por todos lados y a cada momento; es decir, Pawlikowski se ha atrevido a apostar contracorriente por la mencionada perspectiva cóncava con la monja postulante regresando al espacio profesional religioso de recogimiento y silencio donde centrarse en el plus trascendente de la vida (recogimiento y silencio en el sentido en que son una necesidad y una realidad tan imprescindible para lo humano, como el aire que se respira o el agua que se bebe). En definitiva, más que plausible el enfoque cóncavo, el viceversa representado por la protagonista Ida de Pawlikowski; ni mejor ni peor que el que nos propuso en 1959 Fred Zinnemann con su sor Luke.
En definitiva, como dejó escrito Editk Stein, la filósofa judía convertida al cristianismo, ordenada monja carmelita y luego asesinada en una cámara de gas por el nazismo: «¿A dónde nos conduce Dios? No lo sabemos. Sólo sabemos que nos conduce.»
Fej Delvahe
11 de julio de 2014
11 de julio de 2014
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía tiempo que no veía algo nuevo, algo original, digamos, hacía tiempo que no veía arte en el cine, alguien que se atreve a hacer algo nuevo, a buscar nuevos caminos, un nuevo lenguaje cinematográfico, sin duda es una joya de los últimos años.
El director polaco Pawel Pawlikowski se atreve a narrar una historia dura de la historia polaco (el asesinato de los judíos por parte de los polacos) sin narrar la historia nacista, los polacos también cometieron crímenes de guerra, quedándose con sus pertenencias y demás cosas.
Una película corta, duración que no se suele ver hoy en día, parece ser que para contar muchas cosas se necesita hacer una película de tres horas, “Ida” narra en ochenta minutos un centenar de cosas.
Es un drama psicológico, social, político, religioso…encierran mucha reflexión estas dos mujeres.
Todo ello narrado con inteligencia y sabiduría, cine artístico y sabio.
Creo que el punto fuerte de la película es la fotografía, es lo que más choca de todo pues los personajes y protagonistas no son lo más importante a narrar, a veces aparecen en unas esquinas y el centro de la escena lo ocupa el edificio…algo que ya se había visto antes en pintura pero que yo recuerde, a nadie se le había ocurrido ponerlo en el cine.
Una película muy bella pero solamente tiene un punto negativo, resulta ser una película muy fría, muy distante, muy sobria, se ve muy bien pero no me comprometo con los personajes…quizás sea eso lo que buscaba el director.
Hace años que no veía algo tan original, pero no solamente se ha buscado la originalidad, también un nuevo camino, a veces esta búsqueda suele ser un riesgo pero en este caso, el resultado ha sido algo muy positivo, obteniendo grandes críticas en todos los festivales.
El director polaco Pawel Pawlikowski se atreve a narrar una historia dura de la historia polaco (el asesinato de los judíos por parte de los polacos) sin narrar la historia nacista, los polacos también cometieron crímenes de guerra, quedándose con sus pertenencias y demás cosas.
Una película corta, duración que no se suele ver hoy en día, parece ser que para contar muchas cosas se necesita hacer una película de tres horas, “Ida” narra en ochenta minutos un centenar de cosas.
Es un drama psicológico, social, político, religioso…encierran mucha reflexión estas dos mujeres.
Todo ello narrado con inteligencia y sabiduría, cine artístico y sabio.
Creo que el punto fuerte de la película es la fotografía, es lo que más choca de todo pues los personajes y protagonistas no son lo más importante a narrar, a veces aparecen en unas esquinas y el centro de la escena lo ocupa el edificio…algo que ya se había visto antes en pintura pero que yo recuerde, a nadie se le había ocurrido ponerlo en el cine.
Una película muy bella pero solamente tiene un punto negativo, resulta ser una película muy fría, muy distante, muy sobria, se ve muy bien pero no me comprometo con los personajes…quizás sea eso lo que buscaba el director.
Hace años que no veía algo tan original, pero no solamente se ha buscado la originalidad, también un nuevo camino, a veces esta búsqueda suele ser un riesgo pero en este caso, el resultado ha sido algo muy positivo, obteniendo grandes críticas en todos los festivales.
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