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La invasión de los zombies atómicos

Terror. Ciencia ficción Los pasajeros de un avión que acompañan en el vuelo a un científico nuclear son sometidos a una radiación que les convertirá en los más sanguinarios zombies. El problema para la humanidad vendrá cuando aterrizen y siembren el caos. (FILMAFFINITY)
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3
24 de abril de 2016 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Considerada (así lo he leído en un buen libro que recoge "todos" los estrenos cinematográficos en las salas de cine de Madrid y Barcelona, desde siempre) como "una de las peores cintas de terror jamás rodadas, ridícula desde el comienzo hasta el final", a mí me ha parecido soportable. Eso sí, porque sabía, más o menos, lo que iba a ver, no teniendo ninguna expectativa de ver buen cine.
Y en efecto, no es buena, es mediocre, francamente pobre en cuanto a guión, partiendo de una base que, ni siquiera cuando fue rodada, era mínimamente creíble. Vamos, que no tiene nada, no de realista, que eso jamás debe pedírsele a un film de estas características, sino ni siquiera de verosimilitud.
Pero no es vomitiva, no aburre a un rebaño de ovejas...si, repito por última vez, más o menos sabes a lo que te expones dando una oportunidad a la peli.
Y es que el ritmo es ágil y no hay tiempos muertos. La pena es que sólo se basa en los ataques de los zombies a distintos lugares, como el aeropuerto, cadena de televisión y/u hospital.
Las interpretaciones son pobres, con un protagonista, Hugo Stiglitz, que siempre ha sido un actor monocorde.
Algo de erotismo, sobre todo con respecto a la buenorra de María Rosaria Omaggio, que ya en "La lozana andaluza" dejó muestras de su buen y macizo cuerpo.
Adecuada pero algo machacona banda sonora de Stelvio Cipriani.
En fin, que sí, es mucho más mala que buena, pero no es la peor cinta de terror jamás rodada. Pero bueno, reconozco que el bueno de Umberto Lenzi las tiene mejores, que ya es decir.

http://filmsencajatonta.blogspot.com.es
2
1 de marzo de 2017 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un avión llega de cualquier parte, no se sabe de dónde, al aeropuerto; militares y periodistas aguardan pacientes y no poco temblorosos, la puerta se abre...
Y como surgidos del Infierno, voraces demonios atacan a todos los presentes, pero son seres humanos. Uno de los reporteros dice asombrado "Dios mío, es increíble, ¡es absurdo!".

Es una frase la cual, teniendo en cuenta la sangrienta algarabía que se desarrolla ante sus ojos, viene a resumir en esencia lo que significa toda esta película. Una de esas que llegan sin buscar, que te encuentran a ti sin importar cuánto tiempo la estabas evitando; verán ustedes, yo di clases de realización e interpretación con el sr. Benito Rabal, y no pude evitar preguntarle qué opinión tenía de esta "Incubo sulla Cittá Contaminata", ya que su padre Francisco aparecía en ella. "Pues seguro que tuvo que pasárselo bien haciéndola", me respondió entre risas.
Este tipo de obras encierran siempre muchas curiosidades. Su responsable es uno de los grandes artesanos del "exploitation" italiano, un incombustible Umberto Lenzi que dejó los "thrillers" y "giallos" para sumarse a la moda del terror como muchos de sus compatriotas (sobre todo por la senda del "cannibal horror"); desde que Romero sentara las bases modernas para el subgénero y lo viniese a disparar Fulci gracias a "Zombi 2", los muertos vivientes fueron uno de esos recursos característicos de la serie "B" y "Z". Así, 1.980 fue inaugurado por gente como Girolami y el dúo Fragasso/Mattei, así que el de Massa Marittima no iba a ser menos.

Una producción a tres países, con equipo y actores de México, Italia y España que se juntan en localizaciones de Madrid e Italia, periféricas en su gran mayoría, claro. Pero el director y sus tres guionistas (¿tantas manos hacían falta para escribir ésto?) tienen en mente una idea muy distinta acerca de los antagonistas que van a hacer del Mundo un infierno; la secuencia inicial en el aeropuerto va al meollo del asunto sin preocuparse de armar subtramas humanas salvo una escueta presentación del reportero Dean (el horrible e inexpresivo mexicano Hugo Stiglitz).
Esto es suficiente para saber qué clase de desinterés hay para con los personajes, pero lo que dejará al fan descolocado será el aterrizaje de ese avión (pilotado por nadie y llegado de un lugar que nos importa un rábano) de cuyo interior emergen...¡"zombies" no! Observamos la avanzada desquiciada de lo que podría ser más bien un comando terrorista, todos ellos de piel abrasada y con el único objetivo de matar; Lenzi se desmarca de los lentos errantes de Romero y propone un desvío disparatado y brusco en el género presagiando lo que dos décadas después traería Danny Boyle en su "28 Días Después", pero de un modo mucho más radical y paródico.

Sin embargo la sorpresa, más mala que buena, se queda en este, dicho por el mismo Stiglitz, absurdo comienzo; el director entonces divaga más de hora y veinte por distintos escenarios que cruzarán estos infectados/contaminados por la radiación arrasando a toda persona que se halle en su camino y a los diferentes personajes que les combatirán. Pero éstos no poseen ni carisma ni harán absolutamente nada salvo dar tantas vueltas como la trama, que básicamente registra el avance descontrolado de estos peculiares "zombies" camorristas mientras el guión esboza a los militares como auténticos ineptos y subnormales.
No es de extrañar pensar eso cuando los atacantes están desperdigados por la ciudad matando a las pobres gentes y los anteriores con los brazos cruzados en sus bases sin poner en alerta a la población; entre tanto, aquí tenemos al reportero y su novia que huyen lejos de la ciudad, allí a la mujer del militar Warren quedándose en casa y haciendo esculturas, al otro lado a su hija y su novio, cuyas apariciones son patéticas e innecesarias por el corto espacio de tiempo que permanecen con vida, allá unas chicas que bailan en un programa de televisión al margen de todo...

Poco más se puede rascar salvo un par de secuencias interiores brutales, filmadas de noche (en el chalet de Warren y en el hospital), que acercan la película a la violencia surrealista de Fulci y D'Amato (si bien Lenzi nunca contó con la destreza del primero para las angustiantes atmósferas ni con el malicioso desparpajo del segundo) y la apuesta de presentar la historia en un entorno urbano (aun rodada en el extrarradio y polígonos industriales) en lugar de seguir con las selvas y escapadas insulares de "Zombi 2" y "Apocalipsis Caníbal".
Esto es debido a que el tono serio y crítico que desea mantener la trama es aplastado por los niveles de descacharre con los que se descuelga el italiano, siendo el cutrerío tal que éste lo deja todo (diálogos, situaciones, actores, giros de guión) en pura parodia, involuntaria quizás, pero difícil de disimular. Y al final, en un alarde de incompetencia artística y debido a la falta de presupuesto, los artífices del espectáculo deciden rematarlo con uno de esos colofones que uno desea que jamás hubieran existido; ¿para qué tanto esfuerzo si la pesadilla va a volver a repetirse? (esto es un auténtico bucle temporal más peliagudo que el de "12 Monos").

Quizás si "Incubo..." sobrevive al paso del tiempo, incluso alzándose como joyita de culto para fanáticos, ha sido gracias a su autoconsciente absurdo, su zarrapastroso encanto.
Pero en esta ocasión el sentimiento nostálgico y entrañable no aporta ningún valor. Aun así Laura Trotter merece un Oscar por ser capaz de proferir esas frases tan cargadas de dramatismo y trascendencia sin sucumbir a la carcajada...
26 de abril de 2021 Sé el primero en valorar esta crítica
Nadie puede llamarse a engaño. Qué querían ver si no; cuando leyeron su título. Al menos como se tituló en España; un encabezamiento mucho más sincero que el original, “Incubo sulla città contaminata (Nightmare City)” (Súcubo sobre la ciudad contaminada (Ciudad de pesadillas)), el cual es mucho más sugerente pero también engañoso.

Es ésta una de esas cintas que siendo sin discusión, mala, mala, mala… tiene un no sé qué. Un no sé qué que soy incapaz de descifrar. Quizá, su bondad incógnita, sea porque la vi en uno de aquellos cines de verano durante unas vacaciones. Quizá, porque me reí más de lo que me asusté. No lo sé; pero no hay nada que pueda destacar de ella; nada. El argumento, si es que existe, es simple e incoherente. Las actuaciones son forzadas y poco creíbles; sin que de ello se pueda culpar a los actores, que se limitan a cumplir; por profesionalidad. Son los zombis más mal hechos que soy capaz de recordar, aunque esto puede ser achacable al bajo presupuesto y ser hasta perdonable. Entonces ¿por qué esa… nostalgia? Entonces me sincero conmigo mismo; su, no sé qué, es aquel erotismo del cine italiano de finales de los setenta, es ese gore cutre que me provoca más hilaridad que horror; y ese no poder dejar de pensar que rezuma salsa para bravas.

Sólo se la recomiendo a nostálgicos empedernidos a pecadores confesos y no se me ocurre… a nadie más.
6
4 de mayo de 2025 Sé el primero en valorar esta crítica
Película inclasificable entre el cine de zombis, la ciencia ficción pulp y el apocalipsis atómico, Nightmare City es un ejemplo brillante —y delirante— del cine de explotación italiano más desacomplejado. Aquí no hay muertos lentos: los infectados corren, usan cuchillos, sabotean instalaciones y disparan armas de fuego. Son víctimas de una contaminación nuclear, pero también símbolos grotescos de un orden que se derrumba.

Umberto Lenzi rueda con urgencia y furia, sin preocuparse demasiado por la coherencia interna, pero sí por mantener la acción en ebullición constante. La violencia es explícita, el ritmo imparable y el tono abiertamente sensacionalista. El maquillaje es rudimentario, casi artesanal, pero efectivo en su crudeza. Y la música de Stelvio Cipriani añade una capa de extrañeza al conjunto.

Nightmare City no es una buena película en términos convencionales, pero su potencia reside en su entrega total al caos. Es puro cine de género, brutal y desvergonzado, que transforma sus limitaciones en estilo. Para amantes de la serie B sin filtros y del cine que apuesta más por el impacto que por la sutileza.
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