Toro salvaje
8.1
55,808
Drama
Jake la Motta es un joven boxeador que se entrena duramente con la ayuda de su hermano y mánager Joey. Su sueño es convertirse en el campeón de los pesos medios. Pero Jake es un paranoico muy violento que descarga su agresividad tanto dentro como fuera del ring. Incluso su hermano es víctima de su enfermizo carácter. Cuando, por fin, alcanza el éxito, su vida se convierte en una pesadilla. Por un lado, su matrimonio marcha cada vez peor ... [+]
9 de junio de 2013
9 de junio de 2013
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los boxeadores se pueden dividir entre los que se son pegadores y los que son, por el contrario, encajadores. Los primeros son los que intentan acabar por la vía rápida las peleas. Conocen bien hasta dónde pueden hacer daño con un solo golpe e intentan buscar el mentón del contrario a la primera de cambio. Por contra, los encajadores tratan de asfixiar a sus contrincantes recibiendo puñetazos. Recibirlos es duro, pero darlos es agotador. Son capaces de soportar sin apenas inmutarse y esperan a que el adversario -desesperado y fatigado- baje la guardia para cazarle. Estos suelen terminar sonados, con el cerebro lleno de agujeros.
Martin Scorsese es un pegador nato. Desde el primer plano de sus películas lanza ganchos y directos al rostro de los espectadores. Rápidos y precisos. Demoledores. No hay preparación alguna, no deja unos minutos para estudiar el juego de piernas del que mira. La estrategia es clara: ser demoledor. Suena la campana (en cine se llama créditos) y el combate se convierte en una lucha sin cuartel. Los personajes aparecen con fuerza, los diálogos no buscan las cuerdas sino que profundizan en las psicologías y hacen avanzar la trama. No hay tregua para el espectador despistado. Después de cada asalto no hay rincón en el que tomar aire. Además, Scorsese, tiene en su esquina al mejor grupo de ayudantes que puede encontrar para disputar cada título. Podrá perder algún combate por ko técnico (por ejemplo, en Hollywood, en la ceremonia de entrega de los Oscar), pero derribarle sin que pueda levantarse es casi imposible. Cuando presenta sus películas viene bien entrenado y rodeado de la flor y nata, con el peso justo. Alguien puede decir que el combate (película Vs. espectador) no le ha gustado, que los golpes no han impactado con fuerza, pero nadie podrán acusar a Scorsese de tongo. Nadie.
Toro Salvaje es una película que apesta a boxeo. Pero no es una película sobre boxeo. Cuenta la historia de Jake La Motta, de como triunfa y de como fracasa, de como el fracaso se puede maquillar con lo efímero del triunfo, de cómo el triunfo puede ser -la mismo tiempo- el mayor de los fracasos, de cómo el triunfo es -finalmente- una tortura insoportable. El tema que trata Scorsese (de forma magistral) no es el boxeo (ese es el vehículo necesario para llegar hasta donde quiere) es el fracaso. Porque todo en este mundo lo es. Pero la película apesta -eso es verdad- a boxeo, a sangre, a golpes, a dolor. Es evidente que las escenas que se muestran sobre el ring son boxeo, pero el resto (las que relatan el matrimonio de La Motta o la relación con el hermano) son tan brutales como lo es un ko después de que un púlgil reciba una paliza inmensa.
Robert De Niro interpreta el papel de La Motta. Está estupendo. Además, (cosas de este actor) aparece gordo como un globo o en plena forma física sin caracterización alguna. Engordó para parecerse al verdadero La Motta y se pasó por el gimnasio para subir al ring siendo creíble al cien por cien.
Joe Pesci y Cathy Moriarty, aunque más discretos, también sobresalen en sus interpretaciones. El guión de Paul Schrader y Mardik Martin es espléndido y, rematado con el montaje extraordinario que se realizó, se convierte en algo difícil de repetir. Dicho esto, comprenderán que los espectadores pierden el primer aslto a los puntos según ponen un pie en la sala. La fotografía de Michael Chapman tampoco desentona y es fantástica. Será difícil que alguien retrate con tanto acierto a un boxeador sobre el ring. Cercano al expresionismo más brutal, Chapman arranca hasta el último detalle en cada toma. El montaje (ya he dicho que es extraordinario) termina haciendo de la película un combate de boxeo en sí mismo. Rupturas, elípsis, cierta brusquedad en el ritmo narrativo. Tal y como es una pelea entre doce cuerdas. Todo parece ser una sucesión de asaltos que provoca en el espectador la sensación de recibir golpes para los que, por inesperados, no tiene defensa alguna. La banda sonora es notable. Incluye el Intermezzo de la Cavalleria Rusticana de Mascagni. Y eso es garantía de buen gusto. Es curioso cómo funciona la imagen brutal que arrastra el boxeo acompañada de una música exquisita. Y este es el primer crochet de izquierda que recibe el espectador nada más comenzar la proyección. En pleno rostro. La belleza de la violencia. Su poética sus paños calientes. El resto de la banda sonora es exquisita y matiza cada toma con elegancia.
La Motta triunfó en el boxeo. Llegó a ser campeón de su peso. Soltaba hachazos que no resistía casi nadie. El mismísimo Ray Sugar (el que acabó con la carrera de La Motta) besó la lona un par de veces. Pero triunfó arrastrando sus obsesiones, sus paranoias y, sobre todo, su perfil de fracasado. Los celos, la falta de inteligencia y de astucia fuera de ring, la ambición sin límites que debilita a cualquiera, fueron sus contrincantes definitivos. La Motta nació para fracasar.
Scorsese, en la otra esquina, nació para triunfar. Contando, por ejemplo, este fracaso, este viaje a las alturas y la caída en la lona infernal de una vida dibujada con trazos gruesos e inexactos. Caída en el olvido después de pasados los diez segundos que cuenta en voz alta un árbitro inmutable.
inventodeldemonio.es/blog
Martin Scorsese es un pegador nato. Desde el primer plano de sus películas lanza ganchos y directos al rostro de los espectadores. Rápidos y precisos. Demoledores. No hay preparación alguna, no deja unos minutos para estudiar el juego de piernas del que mira. La estrategia es clara: ser demoledor. Suena la campana (en cine se llama créditos) y el combate se convierte en una lucha sin cuartel. Los personajes aparecen con fuerza, los diálogos no buscan las cuerdas sino que profundizan en las psicologías y hacen avanzar la trama. No hay tregua para el espectador despistado. Después de cada asalto no hay rincón en el que tomar aire. Además, Scorsese, tiene en su esquina al mejor grupo de ayudantes que puede encontrar para disputar cada título. Podrá perder algún combate por ko técnico (por ejemplo, en Hollywood, en la ceremonia de entrega de los Oscar), pero derribarle sin que pueda levantarse es casi imposible. Cuando presenta sus películas viene bien entrenado y rodeado de la flor y nata, con el peso justo. Alguien puede decir que el combate (película Vs. espectador) no le ha gustado, que los golpes no han impactado con fuerza, pero nadie podrán acusar a Scorsese de tongo. Nadie.
Toro Salvaje es una película que apesta a boxeo. Pero no es una película sobre boxeo. Cuenta la historia de Jake La Motta, de como triunfa y de como fracasa, de como el fracaso se puede maquillar con lo efímero del triunfo, de cómo el triunfo puede ser -la mismo tiempo- el mayor de los fracasos, de cómo el triunfo es -finalmente- una tortura insoportable. El tema que trata Scorsese (de forma magistral) no es el boxeo (ese es el vehículo necesario para llegar hasta donde quiere) es el fracaso. Porque todo en este mundo lo es. Pero la película apesta -eso es verdad- a boxeo, a sangre, a golpes, a dolor. Es evidente que las escenas que se muestran sobre el ring son boxeo, pero el resto (las que relatan el matrimonio de La Motta o la relación con el hermano) son tan brutales como lo es un ko después de que un púlgil reciba una paliza inmensa.
Robert De Niro interpreta el papel de La Motta. Está estupendo. Además, (cosas de este actor) aparece gordo como un globo o en plena forma física sin caracterización alguna. Engordó para parecerse al verdadero La Motta y se pasó por el gimnasio para subir al ring siendo creíble al cien por cien.
Joe Pesci y Cathy Moriarty, aunque más discretos, también sobresalen en sus interpretaciones. El guión de Paul Schrader y Mardik Martin es espléndido y, rematado con el montaje extraordinario que se realizó, se convierte en algo difícil de repetir. Dicho esto, comprenderán que los espectadores pierden el primer aslto a los puntos según ponen un pie en la sala. La fotografía de Michael Chapman tampoco desentona y es fantástica. Será difícil que alguien retrate con tanto acierto a un boxeador sobre el ring. Cercano al expresionismo más brutal, Chapman arranca hasta el último detalle en cada toma. El montaje (ya he dicho que es extraordinario) termina haciendo de la película un combate de boxeo en sí mismo. Rupturas, elípsis, cierta brusquedad en el ritmo narrativo. Tal y como es una pelea entre doce cuerdas. Todo parece ser una sucesión de asaltos que provoca en el espectador la sensación de recibir golpes para los que, por inesperados, no tiene defensa alguna. La banda sonora es notable. Incluye el Intermezzo de la Cavalleria Rusticana de Mascagni. Y eso es garantía de buen gusto. Es curioso cómo funciona la imagen brutal que arrastra el boxeo acompañada de una música exquisita. Y este es el primer crochet de izquierda que recibe el espectador nada más comenzar la proyección. En pleno rostro. La belleza de la violencia. Su poética sus paños calientes. El resto de la banda sonora es exquisita y matiza cada toma con elegancia.
La Motta triunfó en el boxeo. Llegó a ser campeón de su peso. Soltaba hachazos que no resistía casi nadie. El mismísimo Ray Sugar (el que acabó con la carrera de La Motta) besó la lona un par de veces. Pero triunfó arrastrando sus obsesiones, sus paranoias y, sobre todo, su perfil de fracasado. Los celos, la falta de inteligencia y de astucia fuera de ring, la ambición sin límites que debilita a cualquiera, fueron sus contrincantes definitivos. La Motta nació para fracasar.
Scorsese, en la otra esquina, nació para triunfar. Contando, por ejemplo, este fracaso, este viaje a las alturas y la caída en la lona infernal de una vida dibujada con trazos gruesos e inexactos. Caída en el olvido después de pasados los diez segundos que cuenta en voz alta un árbitro inmutable.
inventodeldemonio.es/blog
26 de abril de 2014
26 de abril de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Argumento:
Jake la Motta es un joven boxeador que se entrena duramente con la ayuda de su hermano y mánager Joey. Su sueño es convertirse en el campeón de los pesos medios. Pero Jake es un paranoico muy violento que descarga su agresividad tanto dentro como fuera del ring. Incluso su hermano es víctima de su enfermizo carácter. Cuando, por fin, alcanza el éxito, su vida se convierte en una pesadilla. Por un lado, su matrimonio marcha cada vez peor debido a sus contantes salidas nocturnas con otras mujeres; por otro, la mafia lo presiona para que amañe combates. (FILMAFFINITY)
Juicio:
A mi juicio, supera incluso a "Uno de los nuestros" en ser la proclamada mejor película de Scorsese (quizá sea más por la cultura y fama popular que por otra cosa). "Toro salvaje" reúne a un brutal Scorsese y a un inolvidable De Niro en una auténtica obra maestra cruda, violenta e hipertensa que no resulta nada fácil de ver pero que merece mucho más que una ovación. Una narración magistral, unos momentos inolvidables e interpretaciones impresionantes me convencen de que ésta es realmente la película perfecta del director hasta ahora.
Jake la Motta es un joven boxeador que se entrena duramente con la ayuda de su hermano y mánager Joey. Su sueño es convertirse en el campeón de los pesos medios. Pero Jake es un paranoico muy violento que descarga su agresividad tanto dentro como fuera del ring. Incluso su hermano es víctima de su enfermizo carácter. Cuando, por fin, alcanza el éxito, su vida se convierte en una pesadilla. Por un lado, su matrimonio marcha cada vez peor debido a sus contantes salidas nocturnas con otras mujeres; por otro, la mafia lo presiona para que amañe combates. (FILMAFFINITY)
Juicio:
A mi juicio, supera incluso a "Uno de los nuestros" en ser la proclamada mejor película de Scorsese (quizá sea más por la cultura y fama popular que por otra cosa). "Toro salvaje" reúne a un brutal Scorsese y a un inolvidable De Niro en una auténtica obra maestra cruda, violenta e hipertensa que no resulta nada fácil de ver pero que merece mucho más que una ovación. Una narración magistral, unos momentos inolvidables e interpretaciones impresionantes me convencen de que ésta es realmente la película perfecta del director hasta ahora.
30 de octubre de 2015
30 de octubre de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Toro salvaje nos cuenta una historia de violencia brutal a través de un Robert de Niro a un nivel superlativo. Scorsese concentra todo su talento para hacer brillar a un personaje principal absolutamente arrollador.
Una obra maestra que todo el mundo debería de ver. Puro cine.
Una obra maestra que todo el mundo debería de ver. Puro cine.
13 de febrero de 2017
13 de febrero de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Descarnada película, visceral y sanguinolenta. Al borde del desahucio espiritual. Un personaje con cara que siempre se mira en el espejo para saberse. Metáfora del instinto. Desde el principio hasta el final.
Película de descripción psicológica. Toro Salvaje es en sí mismo una sola cosa. La perfecta descripción de un personaje celoso, visceral, primitivo, autodestructivo, soez, atormentado y violento. Personaje de blanco y negro. Sin matices. De luchar contra uno mismo y en el ring. Y fuera. De cómo emerger y caer. Y al final, mirarse al espejo, como cada noche, para conocerse. Y lograrlo.
Cine religioso. De profunda carga católica. Personaje que quiere hallar redención a su brutalidad. Porque se sabe animal. Porque se siente culpable. Porque necesita el sacrificio. Para hallar la redención y el perdón. Ideado por Paul Schrader (protestante), es un personaje brutal, que en sus manos todavía hubiera ido a más. Scorsese (católico) lo templa.
Cine de autor. De cómo Scorsese realiza su película más personal por descarnada, razones que van directamente al hígado del espectador. Porque sabe explicar un personaje al borde de la destrucción, al borde del precipicio. Y en eso se explica a sí mismo. Como en un espejo.
Personajes muy bien trazados , con un De Niro a la cabeza que intuye ese personaje como trascendente, uno de los grandes de la historia del cine. La última parte de la película describe el ocaso y el fracaso como nunca se había percibido antes. Máxima expresión de la cámara subjetiva.
Y la forma. Magnífico blanco y negro en original recreación de ese cine de los años dorados. Nostálgico, sólo bañado por momentos de color de sangre. Movimientos de cámara tan subjetivos que afirman que ésta no es una película de boxeo. Ralentís, travellings, primerísimos planos, sonoridad abstracta. Rugidos. Y un montaje elaboradísimo. Donde cada golpe duele, donde el tiempo pasa con una extraña naturalidad. Con una capacidad única para armar un esqueleto final selecto, una personalidad única y culminante. Shoonmaker y Scorsese.
Y títulos de crédito, lacónicos, extrañamente bellos y trágicos. Con capacidad para describir lo que viene. Fondo musical de Cavalleria Rusticana, blanco y negro al ralentí, cadencias largas, emanando épica. Focos, y solamente un púgil en el ring, encuadrado entre las cuerdas.
Película que trasciende. Monumental y eterna.
Película de descripción psicológica. Toro Salvaje es en sí mismo una sola cosa. La perfecta descripción de un personaje celoso, visceral, primitivo, autodestructivo, soez, atormentado y violento. Personaje de blanco y negro. Sin matices. De luchar contra uno mismo y en el ring. Y fuera. De cómo emerger y caer. Y al final, mirarse al espejo, como cada noche, para conocerse. Y lograrlo.
Cine religioso. De profunda carga católica. Personaje que quiere hallar redención a su brutalidad. Porque se sabe animal. Porque se siente culpable. Porque necesita el sacrificio. Para hallar la redención y el perdón. Ideado por Paul Schrader (protestante), es un personaje brutal, que en sus manos todavía hubiera ido a más. Scorsese (católico) lo templa.
Cine de autor. De cómo Scorsese realiza su película más personal por descarnada, razones que van directamente al hígado del espectador. Porque sabe explicar un personaje al borde de la destrucción, al borde del precipicio. Y en eso se explica a sí mismo. Como en un espejo.
Personajes muy bien trazados , con un De Niro a la cabeza que intuye ese personaje como trascendente, uno de los grandes de la historia del cine. La última parte de la película describe el ocaso y el fracaso como nunca se había percibido antes. Máxima expresión de la cámara subjetiva.
Y la forma. Magnífico blanco y negro en original recreación de ese cine de los años dorados. Nostálgico, sólo bañado por momentos de color de sangre. Movimientos de cámara tan subjetivos que afirman que ésta no es una película de boxeo. Ralentís, travellings, primerísimos planos, sonoridad abstracta. Rugidos. Y un montaje elaboradísimo. Donde cada golpe duele, donde el tiempo pasa con una extraña naturalidad. Con una capacidad única para armar un esqueleto final selecto, una personalidad única y culminante. Shoonmaker y Scorsese.
Y títulos de crédito, lacónicos, extrañamente bellos y trágicos. Con capacidad para describir lo que viene. Fondo musical de Cavalleria Rusticana, blanco y negro al ralentí, cadencias largas, emanando épica. Focos, y solamente un púgil en el ring, encuadrado entre las cuerdas.
Película que trasciende. Monumental y eterna.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Tres escenas religiosas capitales.
De Niro aguantando la paliza de Sugar Ray. Ese plano con cámara subjetiva al ralentí con el golpe final. El castigo.
De Niro en prisión expresando su visceralidad con golpes a la pared que resume la película. El momento en que se inicia el perdón.
El momento final en el espejo. Actor mediocre reflejando el alma. Redención y títulos de crédito finales. Una maravilla.
De Niro aguantando la paliza de Sugar Ray. Ese plano con cámara subjetiva al ralentí con el golpe final. El castigo.
De Niro en prisión expresando su visceralidad con golpes a la pared que resume la película. El momento en que se inicia el perdón.
El momento final en el espejo. Actor mediocre reflejando el alma. Redención y títulos de crédito finales. Una maravilla.
4 de octubre de 2017
4 de octubre de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aun apoyándose en una grandísima interpretación de Robert De Niro, Joe Pesci y una correcta (me supongo que así le bastaría a Martín Scorsese) de Cathy Moriarty la adaptación del guión al cine de la vida de Jake Lamotta se atasca, naufraga en una extensión del tiempo en el que la cinta entra en un bucle repetitivo, reiterativo alternando las situaciones deportivo-conyugales una y otra vez para acabar en pocos minutos con la última parte de la vida del púgil.
Scorsese da visos de realidad, con las escenas que rueda en esa piscina callejera, el vestuario y peinados de los personajes, la decoración de las casas de los italo-americanos, el encuentro tras una valla de Vickie y Jake, la agobiante arquitectura de los edificios con los vecinos como testigos de tu intimidad todo ello da los mejores momentos del film.
El uso de la cámara es atrevido que junto a la fotografía en blanco y negro consigue resaltar las cualidades de los actores haciendo que la película no se quede en un simple film de género.
Toro salvaje se deja ver, no obstante Scorsese tiene lagunas en la transmisión de la historia a imágenes.
Scorsese da visos de realidad, con las escenas que rueda en esa piscina callejera, el vestuario y peinados de los personajes, la decoración de las casas de los italo-americanos, el encuentro tras una valla de Vickie y Jake, la agobiante arquitectura de los edificios con los vecinos como testigos de tu intimidad todo ello da los mejores momentos del film.
El uso de la cámara es atrevido que junto a la fotografía en blanco y negro consigue resaltar las cualidades de los actores haciendo que la película no se quede en un simple film de género.
Toro salvaje se deja ver, no obstante Scorsese tiene lagunas en la transmisión de la historia a imágenes.
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