Matar a un ruiseñor
1962 

8.3
49,823
Drama
Adaptación de la novela homónima de Harper Lee. En la época de la Gran Depresión, en una población sureña, Atticus Finch (Gregory Peck) es un abogado que defiende a un hombre negro acusado de haber violado a una mujer blanca. Aunque la inocencia del hombre resulta evidente, el veredicto del jurado es tan previsible que ningún abogado aceptaría el caso, excepto Atticus Finch, el ciudadano más respetable de la ciudad. Su compasiva y ... [+]
25 de febrero de 2013
25 de febrero de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una película que esta rodada en estado de gracia, maravillosa :)
Nos encontramos ante una película sublime, arrebatadora, a ratos sensible y a ratos memorable, merecedora de ser considerada una de las mejores producciones de todos los tiempos, te conquista con una simplicidad que reina desde el principio hasta el fin. Adaptación de la novela homónima de Harper Lee, nos cuenta un drama sobre lo mejor y lo peor del ser humano y de las crueldades muchas veces somos capaces de cometer.
“Matar a un ruiseñor” fue una de las primeras películas en tratar el tema de la discriminación y la intolerancia racial, sin presunciones y sin “ñoñerías”, una cinta en el que un hombre blanco educa a sus hijos enseñándoles a respetar a las personas, sean quienes sean, mientras se enfrenta a los obstáculos de una sociedad mezquina y reticente a aceptar las diferencias. En definitiva, con una buena historia, un buen director, un excelentísimo actor y una fotografía en blanco y negro cuidadísima … estaba cantado que tenía que salir una obra maestra.
Nos encontramos ante una película sublime, arrebatadora, a ratos sensible y a ratos memorable, merecedora de ser considerada una de las mejores producciones de todos los tiempos, te conquista con una simplicidad que reina desde el principio hasta el fin. Adaptación de la novela homónima de Harper Lee, nos cuenta un drama sobre lo mejor y lo peor del ser humano y de las crueldades muchas veces somos capaces de cometer.
“Matar a un ruiseñor” fue una de las primeras películas en tratar el tema de la discriminación y la intolerancia racial, sin presunciones y sin “ñoñerías”, una cinta en el que un hombre blanco educa a sus hijos enseñándoles a respetar a las personas, sean quienes sean, mientras se enfrenta a los obstáculos de una sociedad mezquina y reticente a aceptar las diferencias. En definitiva, con una buena historia, un buen director, un excelentísimo actor y una fotografía en blanco y negro cuidadísima … estaba cantado que tenía que salir una obra maestra.
13 de junio de 2013
13 de junio de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque parezca mentira, hace añares que quiero ver esta película y nunca la pude por una u otra razón. Pero anoche, ¡oh casualidad!, en el décimo aniversario de la muerte de Gregory Peck la pusieron en TV. Y la vi, la vi de cabo a rabo y disfruté cada minuto de filmación y me ratifiqué en mi idea de que hoy ya no se hacen películas de esta talla y hermosura.
La historia es una adaptación de la novela del mismo título de Harper Lee, que narra los avatares de una población del sur de EE.UU. en plena época de la Gran Depresión. Atticus Finch (Gregory Peck) es un abogado de provincias a quien por indicación del juez le toca defender de oficio a un hombre negro acusado de haber violado a una mujer blanca. Y aunque nada lo incrimina de manera fehaciente, el veredicto de un jurado compuesto por blancos es tan previsible que finalmente es condenado. No obstante, Atticus Finch hace una valerosa y emotiva defensa del acusado que le granjea enemistades, pero le otorga el respeto y la admiración de sus dos hijos, huérfanos de madre.
El film tiene una dirección maravillosa de Robert Mulligan, un excepcional guión de Horton Foote basado en la novela de Lee (Oscar), fotografía nítida y preciosa, en blanco y negro, claro, de Russell Harlan, una archimeritoria dirección artística (que valdría otro Oscar) y por supuesto la genial interpretación de Gregory Peck que le valdría el tercer Oscar en su momento. Igualmente llamativas son las interpretaciones de los niños, auténticos protagonistas del film, pues es a través de ellos, sobre todo de la hija, que se narra la historia.
La película es un cántico a la honestidad y al civismo en una época oscura de racismo, intolerancia e ignorancia, donde un hombre viudo y sus hijos se convierten en adalides de los más desfavorecidos, la gente de color –sobre todo- y los enfermos mentales, encarnado en un personaje demente que acaba jugando un decisivo papel en la historia. Una película aleccionadora y bella, emotiva y tierna. Una película que nadie con sensbilidad debe dejar de ver. La mera presencia y genial interpretación de Gregory Peck ya es suficiente, pero la película tienen mucho más. Es un cántico a la vida, a la vida tal como es, incluidos sus aspectos terribles. Pero como le dice Atticus a su pequeño hijo: querría evitarte que vieras estas cosas (tremendas) de a vida, pero es algo que no se puede evitar. Un diez para este film de siempre jamás.
La historia es una adaptación de la novela del mismo título de Harper Lee, que narra los avatares de una población del sur de EE.UU. en plena época de la Gran Depresión. Atticus Finch (Gregory Peck) es un abogado de provincias a quien por indicación del juez le toca defender de oficio a un hombre negro acusado de haber violado a una mujer blanca. Y aunque nada lo incrimina de manera fehaciente, el veredicto de un jurado compuesto por blancos es tan previsible que finalmente es condenado. No obstante, Atticus Finch hace una valerosa y emotiva defensa del acusado que le granjea enemistades, pero le otorga el respeto y la admiración de sus dos hijos, huérfanos de madre.
El film tiene una dirección maravillosa de Robert Mulligan, un excepcional guión de Horton Foote basado en la novela de Lee (Oscar), fotografía nítida y preciosa, en blanco y negro, claro, de Russell Harlan, una archimeritoria dirección artística (que valdría otro Oscar) y por supuesto la genial interpretación de Gregory Peck que le valdría el tercer Oscar en su momento. Igualmente llamativas son las interpretaciones de los niños, auténticos protagonistas del film, pues es a través de ellos, sobre todo de la hija, que se narra la historia.
La película es un cántico a la honestidad y al civismo en una época oscura de racismo, intolerancia e ignorancia, donde un hombre viudo y sus hijos se convierten en adalides de los más desfavorecidos, la gente de color –sobre todo- y los enfermos mentales, encarnado en un personaje demente que acaba jugando un decisivo papel en la historia. Una película aleccionadora y bella, emotiva y tierna. Una película que nadie con sensbilidad debe dejar de ver. La mera presencia y genial interpretación de Gregory Peck ya es suficiente, pero la película tienen mucho más. Es un cántico a la vida, a la vida tal como es, incluidos sus aspectos terribles. Pero como le dice Atticus a su pequeño hijo: querría evitarte que vieras estas cosas (tremendas) de a vida, pero es algo que no se puede evitar. Un diez para este film de siempre jamás.
3 de julio de 2013
3 de julio de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Abogado sureño defendiendo a un negro con riesgo de su propia vida. Magnifica interpretación de Gragory Peck en su papel de abogado . Padre de un niño y una niña huérfanos de madre. En un pueblo sureño se enfrenta a todos los vecinos por defender a un joven negro acusado de violar a una joven. Matar a un ruiseñor ¿se refiere a la defensa inocente que los hijos hacen de su padre ante el grupo de vecinos que quieren linchar al negro? O, ¿se referirá al propio negro que prácticamente lo pintan como un ángel que se dedica a hacer el bien entre la vecindad?
25 de diciembre de 2013
25 de diciembre de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al adaptar esta novela del mismo nombre, Robert Mulligan consigue una gran película, una obra maestra digna de verse una y otra vez.
"Matar a un ruiseñor" nos adentra con inmensa autenticidad y sentimiento en la infancia de dos hermanos: Jem y Scoutt. Y, a través de sus ojos, el espectador revive sin problemas las aventuras infantiles de la niñez más verdadera entre exploraciones clandestinas a la casa misteriosa del vecindario, peleas de colegiales, lecciones imborrables de un padrazo e... injusticias sociales de las que están comenzando a ser conscientes. Debo decir que es muy difícil encontrar una cinta que describa con tanto acierto, naturalidad, mimo y viveza lo que es la niñez. Porque aquí se nos conforman unos personajes pueriles excelentes. El metraje se nos narra principalmente a través de los ojos de la niña de 6 años Jean-Louis Finch... a la que la llaman (y le gusta que la llamen) Scoutt; una "niña-chicazo" ávida por descubrir no solo algunas travesuras, sino también los misterios que envuelven la sensibilidad adulta; una cría revoltosa pero también cargada de inocencia, ternura y buenos sentimientos... algo que comparte con su hermano mayor Jem, un niño de 10 años algo más maduro pero no menos enternecedor.
Pero no son solo las páginas de la inolvidable novela de Harper Lee tienen las que tienen el mérito de sumergirnos en una infancia cargada de matices y calado. Mulligan cuida cada paso, cada duración del plano, cada inserción de la banda sonora, para transmitir un abanico de emociones que van desde el misterio aventurero pasando por el enigma tenso, el comprensible drama, la tremenda reflexión o el curioso humor (el espectador acabará oliendo los arbustos y flores testigos de los avatares de la pandilla infantil, el neumático viejo usado como juguete, o los vetustos libros de texto para la escuela). Las sobresalientes interpretaciones de los críos también consiguen que sus personajes se nos hagan absolutamente inolvidables.
Pero la cinta nos reserva aún mucho más. A través de la inocencia de los hermanos Finch descubrimos al paterfamilias, un viudo llamado Atticus interpretado por Gregory Peck en el papel de su vida (merecidísimo su Oscar en 1962). Atticus es un padre que es visto por sus hijos (y por el espectador) como un hombre imponente que empapa seguridad, calidez, tranquilidad y protección a sus hijos, y que además lega a sus vástagos unas enseñanzas imperecederas fruto de la experiencia, y narradas con tanta simpleza como verdad como para que resulten incuestionables. Pero Atticus es además un abogado que acepta defender a un "negro" acusado injustamente de violar a una "blanca". Durante el proceso judicial (el momento del juicio es de una grandiosa intensidad) la cinta nos mostrará terribles prejuicios, momentos de inmoralidad, de parcialidad, de tabúes destapados (merece mucho la pena descubrir también al personaje de Robert Duvall) y de abuso de la sociedad sureña de los años 30.
Y, conforme avanza el metraje, Atticus se vuelve más humano, multidimensional y admirable. Es sin duda uno de los grandes (y más reales) héroes del séptimo arte con su enorme integridad e impavidez. Atticus resulta la elegante voz de la conciencia y del idealismo imperturbable.
En definitiva, la película tiene tantas virtudes y tonalidades que verla es admirable, no verla es imperdonable para cualquier cinéfilo.
Lo mejor: La dirección, las interpretaciones, el guión... a destacar...
"Matar a un ruiseñor" nos adentra con inmensa autenticidad y sentimiento en la infancia de dos hermanos: Jem y Scoutt. Y, a través de sus ojos, el espectador revive sin problemas las aventuras infantiles de la niñez más verdadera entre exploraciones clandestinas a la casa misteriosa del vecindario, peleas de colegiales, lecciones imborrables de un padrazo e... injusticias sociales de las que están comenzando a ser conscientes. Debo decir que es muy difícil encontrar una cinta que describa con tanto acierto, naturalidad, mimo y viveza lo que es la niñez. Porque aquí se nos conforman unos personajes pueriles excelentes. El metraje se nos narra principalmente a través de los ojos de la niña de 6 años Jean-Louis Finch... a la que la llaman (y le gusta que la llamen) Scoutt; una "niña-chicazo" ávida por descubrir no solo algunas travesuras, sino también los misterios que envuelven la sensibilidad adulta; una cría revoltosa pero también cargada de inocencia, ternura y buenos sentimientos... algo que comparte con su hermano mayor Jem, un niño de 10 años algo más maduro pero no menos enternecedor.
Pero no son solo las páginas de la inolvidable novela de Harper Lee tienen las que tienen el mérito de sumergirnos en una infancia cargada de matices y calado. Mulligan cuida cada paso, cada duración del plano, cada inserción de la banda sonora, para transmitir un abanico de emociones que van desde el misterio aventurero pasando por el enigma tenso, el comprensible drama, la tremenda reflexión o el curioso humor (el espectador acabará oliendo los arbustos y flores testigos de los avatares de la pandilla infantil, el neumático viejo usado como juguete, o los vetustos libros de texto para la escuela). Las sobresalientes interpretaciones de los críos también consiguen que sus personajes se nos hagan absolutamente inolvidables.
Pero la cinta nos reserva aún mucho más. A través de la inocencia de los hermanos Finch descubrimos al paterfamilias, un viudo llamado Atticus interpretado por Gregory Peck en el papel de su vida (merecidísimo su Oscar en 1962). Atticus es un padre que es visto por sus hijos (y por el espectador) como un hombre imponente que empapa seguridad, calidez, tranquilidad y protección a sus hijos, y que además lega a sus vástagos unas enseñanzas imperecederas fruto de la experiencia, y narradas con tanta simpleza como verdad como para que resulten incuestionables. Pero Atticus es además un abogado que acepta defender a un "negro" acusado injustamente de violar a una "blanca". Durante el proceso judicial (el momento del juicio es de una grandiosa intensidad) la cinta nos mostrará terribles prejuicios, momentos de inmoralidad, de parcialidad, de tabúes destapados (merece mucho la pena descubrir también al personaje de Robert Duvall) y de abuso de la sociedad sureña de los años 30.
Y, conforme avanza el metraje, Atticus se vuelve más humano, multidimensional y admirable. Es sin duda uno de los grandes (y más reales) héroes del séptimo arte con su enorme integridad e impavidez. Atticus resulta la elegante voz de la conciencia y del idealismo imperturbable.
En definitiva, la película tiene tantas virtudes y tonalidades que verla es admirable, no verla es imperdonable para cualquier cinéfilo.
Lo mejor: La dirección, las interpretaciones, el guión... a destacar...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
... los momentos del juicio.
Lo peor: No es un defecto (y además es necesario para transmitir sensación de veracidad), pero el destino de Tom es como el que era en la vida misma en aquella época.
Lo peor: No es un defecto (y además es necesario para transmitir sensación de veracidad), pero el destino de Tom es como el que era en la vida misma en aquella época.
4 de enero de 2015
4 de enero de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay grandes clásicos del cine que a modo de retrato costumbrista nos muestran historias enclavadas en contextos muy particulares con mensajes que buscan llamar a la cordura, con la perspectiva del tiempo muchas de estas narraciones pueden sentirse anacrónicas, pero de otras aún hoy podemos sacar conclusiones que nos ayuden a superar recelos y prejuicios que lo único que consiguen es no dejarnos avanzar y crecer como personas.
En este sentido, “Matar a un Ruiseñor” (1962) se convierte en un perfecto ejemplo de un fiel retrato costumbrista que bajo el ojo analítico del tiempo nos muestra los prejuicios, el odio y las barreras sociales que instruían el comportamiento de la sociedad norteamericana en la década de los 30. Quizás el simple hecho de que hoy en día sintamos tanta distancia con respecto a esta sociedad retratada en la película sea el mayor galardón que hombres comprometidos con la igualdad entre las personas como Luther King puedan recibir, aunque por norma general (desgraciadamente) sea un premio póstumo.
Una vez dicho esto, ahondemos en la película. “Matar a un Ruiseñor” (1962) dirigida por Robert Mulligan y protagonizada por Gregory Peck y Brock Peters, se concibe como la adaptación cinematográfica de una novela de igual nombre escrito por Harper Lee, que recibió el premio Pulitzer el año anterior al estreno de la película. No sólo es un título obligatorio por su contenido, si no que nos encontramos ante una de las cien mejores películas estadounidenses de este último siglo (puesto nº 25 de la lista creada por la AFI), así que ya podéis coger la lista y dar por visto, con nosotros, uno de los grandes títulos del cine.
La historia arranca en una pequeña ciudad norteamericana, donde dos hermanos (Scout y Jem) viven con su padre, el abogado más respetado de la zona (Atticus). Esta diferenciación inicial no es casualidad, para nuestro gusto es una de las claves de la película, esa doble visión, la del adulto y la inocente de los niños, completa esta crítica social desarmando de argumento alguno el odio racial.matar-a-un-ruiseñor-gregory-peck-imagen
Será cuando Atticus tome la defensa ante el tribunal de un humilde campesino negro acusado de violar a una mujer blanca, cuando la historia comience, invitando tanto a los personajes como al telespectador a ser partes de la discriminación a la que Tom Robinson se ve sometido por el hecho de ser negro. Los niños, ocupados de vigilar en sus aventuras de infancia a un peculiar vecino de la zona que se convertirá en su particular “hombre del saco”, irán aportando su semilla a la crítica de la injusticia que se está cometiendo contra un hombre, mediante el desconocimiento de las estrictas y absurdas reglas sociales que en aquella época dividían al país; y esto mismo, les hará crecer, dejándonos ver durante el desarrollo de la película, la cual retrata tres años en la vida de nuestros protagonistas, cómo van formándose superando muchos de estos prejuicios.
De los personajes mucho hay que decir, de entre este exquisito reparto vale la pena subrayar, por distintas razones a estos actores:
En primer lugar, otorgarle la ovación que se merece la actuación del gran Gregory Peck, que os sonará de otros títulos como “Vacaciones en Roma” (1953) o “La Profecía” (1976), Atticus se muestra como un hombre en evolución con una gran profundidad psicológica. Como hecho curioso, quizás os gustará saber que para prepararse el papel recurrió a la persona que inspiró al personaje, entablando una gran amistad.
De otro lado, nos encontramos con el pequeño “Boo” Radley, interpretado por el conocido Robert Duvall (saga “El Padrino” entre una lista interminable de títulos), el cual es un joven huraño que ha pasado toda su vida recluido en la casa de sus padres, este entrañable personaje muestra en su propia piel ese pudor al qué dirán, que va a marcar su vida y la de sus padres. Para convertirse en este peculiar joven, Robert Duvall pasó seis meses huyendo de la luz del sol incluso llegando a teñir su pelo para alcanzar un tono casi albino, para completar este perfil misterioso que tanto ocupara los pensamientos de los jóvenes Finch.
A parte de los personajes, habría que destacar otros elementos como el rodaje, el cual estuvo dividido en varias localizaciones: Monroeville en el estado de Alabama, la cual fue preparada para emular las condiciones que se le suponen a los años treinta del siglo pasado, decorados y escenografías por las que la película obtuvo el Oscar (1963); los estudios de la Universal Pictures (Hollywood, CA) para las escenas del juicio; Pasadena y Hollywood (CA).
Además de ese galardón, recibió el reconocimiento en los Globos de Oro, en el Festival de Cannes, el WGA, el de la Academia de Cine Italiano, y en los Oscar, donde consiguió la estatuilla, a parte de la ya mencionada, por la actuación de Gregory Peck, por la música de Elmer Bernstein y por promover el entendimiento internacional. Todos ellos se otorgaron en el 1963.
https://cinemasticas.wordpress.com/2014/10/14/matar-a-un-ruisenor-1962/
En este sentido, “Matar a un Ruiseñor” (1962) se convierte en un perfecto ejemplo de un fiel retrato costumbrista que bajo el ojo analítico del tiempo nos muestra los prejuicios, el odio y las barreras sociales que instruían el comportamiento de la sociedad norteamericana en la década de los 30. Quizás el simple hecho de que hoy en día sintamos tanta distancia con respecto a esta sociedad retratada en la película sea el mayor galardón que hombres comprometidos con la igualdad entre las personas como Luther King puedan recibir, aunque por norma general (desgraciadamente) sea un premio póstumo.
Una vez dicho esto, ahondemos en la película. “Matar a un Ruiseñor” (1962) dirigida por Robert Mulligan y protagonizada por Gregory Peck y Brock Peters, se concibe como la adaptación cinematográfica de una novela de igual nombre escrito por Harper Lee, que recibió el premio Pulitzer el año anterior al estreno de la película. No sólo es un título obligatorio por su contenido, si no que nos encontramos ante una de las cien mejores películas estadounidenses de este último siglo (puesto nº 25 de la lista creada por la AFI), así que ya podéis coger la lista y dar por visto, con nosotros, uno de los grandes títulos del cine.
La historia arranca en una pequeña ciudad norteamericana, donde dos hermanos (Scout y Jem) viven con su padre, el abogado más respetado de la zona (Atticus). Esta diferenciación inicial no es casualidad, para nuestro gusto es una de las claves de la película, esa doble visión, la del adulto y la inocente de los niños, completa esta crítica social desarmando de argumento alguno el odio racial.matar-a-un-ruiseñor-gregory-peck-imagen
Será cuando Atticus tome la defensa ante el tribunal de un humilde campesino negro acusado de violar a una mujer blanca, cuando la historia comience, invitando tanto a los personajes como al telespectador a ser partes de la discriminación a la que Tom Robinson se ve sometido por el hecho de ser negro. Los niños, ocupados de vigilar en sus aventuras de infancia a un peculiar vecino de la zona que se convertirá en su particular “hombre del saco”, irán aportando su semilla a la crítica de la injusticia que se está cometiendo contra un hombre, mediante el desconocimiento de las estrictas y absurdas reglas sociales que en aquella época dividían al país; y esto mismo, les hará crecer, dejándonos ver durante el desarrollo de la película, la cual retrata tres años en la vida de nuestros protagonistas, cómo van formándose superando muchos de estos prejuicios.
De los personajes mucho hay que decir, de entre este exquisito reparto vale la pena subrayar, por distintas razones a estos actores:
En primer lugar, otorgarle la ovación que se merece la actuación del gran Gregory Peck, que os sonará de otros títulos como “Vacaciones en Roma” (1953) o “La Profecía” (1976), Atticus se muestra como un hombre en evolución con una gran profundidad psicológica. Como hecho curioso, quizás os gustará saber que para prepararse el papel recurrió a la persona que inspiró al personaje, entablando una gran amistad.
De otro lado, nos encontramos con el pequeño “Boo” Radley, interpretado por el conocido Robert Duvall (saga “El Padrino” entre una lista interminable de títulos), el cual es un joven huraño que ha pasado toda su vida recluido en la casa de sus padres, este entrañable personaje muestra en su propia piel ese pudor al qué dirán, que va a marcar su vida y la de sus padres. Para convertirse en este peculiar joven, Robert Duvall pasó seis meses huyendo de la luz del sol incluso llegando a teñir su pelo para alcanzar un tono casi albino, para completar este perfil misterioso que tanto ocupara los pensamientos de los jóvenes Finch.
A parte de los personajes, habría que destacar otros elementos como el rodaje, el cual estuvo dividido en varias localizaciones: Monroeville en el estado de Alabama, la cual fue preparada para emular las condiciones que se le suponen a los años treinta del siglo pasado, decorados y escenografías por las que la película obtuvo el Oscar (1963); los estudios de la Universal Pictures (Hollywood, CA) para las escenas del juicio; Pasadena y Hollywood (CA).
Además de ese galardón, recibió el reconocimiento en los Globos de Oro, en el Festival de Cannes, el WGA, el de la Academia de Cine Italiano, y en los Oscar, donde consiguió la estatuilla, a parte de la ya mencionada, por la actuación de Gregory Peck, por la música de Elmer Bernstein y por promover el entendimiento internacional. Todos ellos se otorgaron en el 1963.
https://cinemasticas.wordpress.com/2014/10/14/matar-a-un-ruisenor-1962/
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