Matar a un ruiseñor
1962 

8.3
49,825
Drama
Adaptación de la novela homónima de Harper Lee. En la época de la Gran Depresión, en una población sureña, Atticus Finch (Gregory Peck) es un abogado que defiende a un hombre negro acusado de haber violado a una mujer blanca. Aunque la inocencia del hombre resulta evidente, el veredicto del jurado es tan previsible que ningún abogado aceptaría el caso, excepto Atticus Finch, el ciudadano más respetable de la ciudad. Su compasiva y ... [+]
5 de septiembre de 2012
5 de septiembre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptación de la novela de Harper Lee que ganó el premio Pulitzer en 1961, Matar a un Ruiseñor es una producción de Alan J. Pakula dirigida por Robert Mulligan y protagonizada por Gregory Peck, los niños Mary Badham, Phillip Alford y un Robert Duvall que debutaba con el trascendente papel de Boo Radley, el ruiseñor al que hace referencia el título del film. La película sería una de las ganadoras de la edición de los Oscar de 1963, cuando de 8 nominaciones se llevo 3: los más que merecidos para Gregory Peck como mejor actor, el de mejor guión adaptado para Harper Foote y mejor dirección artística, quedándose sin otros que bien se podría haber llevado como el de mejor película, mejor director para Mulligan, o el de mejor música para Elmer Bernstein.
La historia sigue a Atticus Finch (Peck), abogado que acepta defender un caso en el que un chico de color (Brock Peters) ha sido acusado de violación a pesar de ser inocente, sin haber evidencias de que sea el auténtico culpable. El hecho de que Finch le defienda le supondrá a él y a su familia problemas con el pueblo en el que residen, pues creen que el acusado es el autor de los hechos simplemente por ser negro. Además, todo ello está contado bajo el punto de vista de su hija (a través de su voz en Off), que recuerda los tiempos que pasó de joven junto a su padre y hermano, tiempos que estuvieron marcados por el miedo que le tenían a su vecino, un chico con problemas mentales (Duvall).
Película de buenas intenciones que sirve de ejemplo de cómo actuar en la vida ante cualquier situación mediante la figura de Atticus Finch, encarnado por un excelente Gregory Peck, en un papel que marcó su carrera como actor. Personaje que enseña que hay que ser justo, ecuánime, que hay que meterse en la piel de los demás para juzgar los actos que se cometen en la vida. Suyos son los mejores momentos y frases de una película que combina de manera perfecta thriller (el caso de violación), drama (las consecuencias de ponerse del lado del débil) y aventuras (las pesquisas de los hijos de Finch respecto a su misterioso vecino).
Si he calificado de ejemplar lo sucedido en la ficción delante de las cámaras, el mismo adjetivo me sirve para definir todo su trabajo técnico y artístico, desde el trabajo de Mulligan (director infravalorado procedente de la generación surgida de la televisión), la adaptación del guión, la música, la dirección artística y su buena recreación de Alabama, los actores, todo. Por cierto, citando a estos últimos, los intérpretes, resulta fácil alabar a Gregory Peck como Atticus Finch, pero no hay que dejar pasar la elección de los actores infantiles que aparecen en pantalla, todos perfectos y lejos de los niños repelentes, estúpidos y sabelotodo que pueblan el cine actual, entre ellos destaca la hija interpretada por Mary Badham, nominada al Oscar por su labor.
Uno de esos clásicos para los que no ha pasado el tiempo, resulta tan válido hoy como en el momento de su estreno hace casi cuarenta años. Imprescindible.
La historia sigue a Atticus Finch (Peck), abogado que acepta defender un caso en el que un chico de color (Brock Peters) ha sido acusado de violación a pesar de ser inocente, sin haber evidencias de que sea el auténtico culpable. El hecho de que Finch le defienda le supondrá a él y a su familia problemas con el pueblo en el que residen, pues creen que el acusado es el autor de los hechos simplemente por ser negro. Además, todo ello está contado bajo el punto de vista de su hija (a través de su voz en Off), que recuerda los tiempos que pasó de joven junto a su padre y hermano, tiempos que estuvieron marcados por el miedo que le tenían a su vecino, un chico con problemas mentales (Duvall).
Película de buenas intenciones que sirve de ejemplo de cómo actuar en la vida ante cualquier situación mediante la figura de Atticus Finch, encarnado por un excelente Gregory Peck, en un papel que marcó su carrera como actor. Personaje que enseña que hay que ser justo, ecuánime, que hay que meterse en la piel de los demás para juzgar los actos que se cometen en la vida. Suyos son los mejores momentos y frases de una película que combina de manera perfecta thriller (el caso de violación), drama (las consecuencias de ponerse del lado del débil) y aventuras (las pesquisas de los hijos de Finch respecto a su misterioso vecino).
Si he calificado de ejemplar lo sucedido en la ficción delante de las cámaras, el mismo adjetivo me sirve para definir todo su trabajo técnico y artístico, desde el trabajo de Mulligan (director infravalorado procedente de la generación surgida de la televisión), la adaptación del guión, la música, la dirección artística y su buena recreación de Alabama, los actores, todo. Por cierto, citando a estos últimos, los intérpretes, resulta fácil alabar a Gregory Peck como Atticus Finch, pero no hay que dejar pasar la elección de los actores infantiles que aparecen en pantalla, todos perfectos y lejos de los niños repelentes, estúpidos y sabelotodo que pueblan el cine actual, entre ellos destaca la hija interpretada por Mary Badham, nominada al Oscar por su labor.
Uno de esos clásicos para los que no ha pasado el tiempo, resulta tan válido hoy como en el momento de su estreno hace casi cuarenta años. Imprescindible.
13 de octubre de 2012
13 de octubre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en la novela homónima de Harper Lee, Matar a un Ruiseñor es un film con muchas y grandes cualidades. Es cine con niños que no resulta ñoño aunque pudiera parecerlo. Los jóvenes protagonistas bordan sus papeles. El odio racial y la desconfianza atenazan a un pueblo del sur de los EEUU tras un episodio supuestamente delictivo, el cual es visto desde la perspectiva de una pareja de hermanos menores de edad. Enternecedora aunque demasiado moralizante para mi gusto.
6 de diciembre de 2012
6 de diciembre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Inmejorable obra de Robert Mulligan con un inconmensurable Gregory Peck, y con unas más que notables actuaciones de Mary Badham y Brock Peters, el argumento es éticamente muy interesante aunque el ritmo eso si a veces es un poco lento, la fotografía muy conseguida al igual que los decorados, los diálogos bien trabajados y sin duda la narración perfecta, y como nota interesante la primera aparición de un joven Robert Duvall, por lo que sin duda es una película que no debe faltar en nuestra filmografía de grandes obras que debemos ver.
7 de enero de 2013
7 de enero de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayer por la noche por fin me pude acercar a una de las tres películas favoritas de Doug Walker; la vi con mi novia y con otra estudiante de Derecho que además se había leído el libro.
Muy interesante. Está ambientada en un pueblecito de Texas en 1932, donde la gente está hecha polvo por la crisis del 29. Se centra en el tema del racismo, pero trata la tolerancia a varios niveles, y también la inocencia y la pérdida de la misma.
Los protagonistas son un niño y una niña hijos de un abogado (Gregory Peck) de clase media-baja muy respetado, con unos valores morales muy altruistas.
Los niños ven como a su padre le asignan defender en un juicio a un negro acusado de violación; al aceptar el caso, mucha gente del pueblo le pierde el respeto y le llaman a él y a sus hijos "nigger lovers".
Y mientras tanto los niños, jugando, investigan a un vecino misterioso, que nunca se deja ver y por lo tanto se dicen cosas muy malas sobre él. Tanto ellos como el resto de los personajes (excepto el abogado, que tampoco aparece demasiado hasta el juicio) dan muchísimas cosas por hecho hasta que llega el juicio.
Tiene muchas escenas buenas, pero la mejor seguramente es la del juicio, que incluye el inolvidable monólogo que se marca Gregory Peck.
La chica que se había leído el libro me dijo que en éste el racismo es mucho más palpable, la gente es mucho más violenta al respecto, que en la película es un poco más suave y se trata de manera más casual. A mí esto en principio me parece un acierto, ya que el principal problema del racismo y otros prejuicios es que se den por hecho de manera casual (el primer paso antes de verlo de manera pasional). Seguramente este fue el triste caso en América durante mucho tiempo.
Extraordinariamente recomendable.
Muy interesante. Está ambientada en un pueblecito de Texas en 1932, donde la gente está hecha polvo por la crisis del 29. Se centra en el tema del racismo, pero trata la tolerancia a varios niveles, y también la inocencia y la pérdida de la misma.
Los protagonistas son un niño y una niña hijos de un abogado (Gregory Peck) de clase media-baja muy respetado, con unos valores morales muy altruistas.
Los niños ven como a su padre le asignan defender en un juicio a un negro acusado de violación; al aceptar el caso, mucha gente del pueblo le pierde el respeto y le llaman a él y a sus hijos "nigger lovers".
Y mientras tanto los niños, jugando, investigan a un vecino misterioso, que nunca se deja ver y por lo tanto se dicen cosas muy malas sobre él. Tanto ellos como el resto de los personajes (excepto el abogado, que tampoco aparece demasiado hasta el juicio) dan muchísimas cosas por hecho hasta que llega el juicio.
Tiene muchas escenas buenas, pero la mejor seguramente es la del juicio, que incluye el inolvidable monólogo que se marca Gregory Peck.
La chica que se había leído el libro me dijo que en éste el racismo es mucho más palpable, la gente es mucho más violenta al respecto, que en la película es un poco más suave y se trata de manera más casual. A mí esto en principio me parece un acierto, ya que el principal problema del racismo y otros prejuicios es que se den por hecho de manera casual (el primer paso antes de verlo de manera pasional). Seguramente este fue el triste caso en América durante mucho tiempo.
Extraordinariamente recomendable.
12 de febrero de 2013
12 de febrero de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de ver "Matar a un ruiseñor" me quedo finalmente convencida que con el paso del tiempo resulta cada vez más complicado, si no imposible, mejorar a los clásicos del cine.
Temática social abordada con maestría, conversaciones inteligentes, personajes elaborados y claramente definidos son los ingredientes que componen esta película inolvidable, convirtiéndose en la típica que no puedes dejar de recomendar a tus amigos cuando el tema del cine sale a colación (a amigos interesados en el BUEN CINE, claro está). Me considero una persona exigente, sobretodo a la hora de decidir a qué le voy a dedicar parte de mi tiempo y atención, por eso opté por esta película.
Cuando una película acaba, agradezco poder sentir que dentro de mí ha cambiado algo, por pequeño que sea, y este drama personal con tintes de drama humano general lo consigue con creces. No concibo la idea de que alguien con un mínimo de sentimiento y racionalidad pueda ver esta película y se quede indiferente, ya no por la estelar interpretación de Gregory Peck, que es excelente, sino porque la temática que rige y sostiene la mayor parte del argumento de la cinta es real, forma parte de nuestra historia. Y es horrible. Películas como "Matar a un ruiseñor" estarán siempre ahí para recordarnos que el ser humano dista mucho de ser perfecto, como muchos se empeñan en defender. A excepción de Atticus, que es un ser extraordinario, de esos que harían cambiar mi concepción sobre la ética de la clonación. Sí, la película cambió algo dentro de mí: me grabó a fuego en el corazón que solo se puede sentir tristeza ante la certeza de que la injusticia es omnipresente, y que todavía quedan esperanzas al recordar que los héroes de carne y hueso pueden existir. Siempre que haya abogados que cumplan con su vocación y que sirvan a la justicia verdadera, como Atticus.
Temática social abordada con maestría, conversaciones inteligentes, personajes elaborados y claramente definidos son los ingredientes que componen esta película inolvidable, convirtiéndose en la típica que no puedes dejar de recomendar a tus amigos cuando el tema del cine sale a colación (a amigos interesados en el BUEN CINE, claro está). Me considero una persona exigente, sobretodo a la hora de decidir a qué le voy a dedicar parte de mi tiempo y atención, por eso opté por esta película.
Cuando una película acaba, agradezco poder sentir que dentro de mí ha cambiado algo, por pequeño que sea, y este drama personal con tintes de drama humano general lo consigue con creces. No concibo la idea de que alguien con un mínimo de sentimiento y racionalidad pueda ver esta película y se quede indiferente, ya no por la estelar interpretación de Gregory Peck, que es excelente, sino porque la temática que rige y sostiene la mayor parte del argumento de la cinta es real, forma parte de nuestra historia. Y es horrible. Películas como "Matar a un ruiseñor" estarán siempre ahí para recordarnos que el ser humano dista mucho de ser perfecto, como muchos se empeñan en defender. A excepción de Atticus, que es un ser extraordinario, de esos que harían cambiar mi concepción sobre la ética de la clonación. Sí, la película cambió algo dentro de mí: me grabó a fuego en el corazón que solo se puede sentir tristeza ante la certeza de que la injusticia es omnipresente, y que todavía quedan esperanzas al recordar que los héroes de carne y hueso pueden existir. Siempre que haya abogados que cumplan con su vocación y que sirvan a la justicia verdadera, como Atticus.
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