Matar a un ruiseñor
1962 

8.3
49,826
Drama
Adaptación de la novela homónima de Harper Lee. En la época de la Gran Depresión, en una población sureña, Atticus Finch (Gregory Peck) es un abogado que defiende a un hombre negro acusado de haber violado a una mujer blanca. Aunque la inocencia del hombre resulta evidente, el veredicto del jurado es tan previsible que ningún abogado aceptaría el caso, excepto Atticus Finch, el ciudadano más respetable de la ciudad. Su compasiva y ... [+]
9 de enero de 2012
9 de enero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maravillosa película , que invita a la reflexión y que transcurrido un tiempo apetece volver a verla.
Mucho y bueno se puede comentar de ésta obra de arte (muy bien descrita y comentada en todos los comentarios que he leído) pero yo me quedo como siempre con los personajes :
1º La genial interpretación de Gregory Peck, encarnando al prototipo de padre que nos gustaría tener a todos , tranquilo , respetuoso, condescendiente , comprensivo, que intenta educar a sus hijos por convicción y no por imposición , inculcándole valores morales a sus hijos , dándole los consejos y pautas a seguir desde la experiencia de padre y haciéndoles ver que aunque no le gustaría que nunca vieran la crueldad de la vida , por el instinto proteccionista del padre hacia los hijos , también es necesario que se enfrenten y vean como es en realidad la maldad del ser humano .
2º La interpretación enternecedora de los hijos Jem y Scout , donde podemos ver el amor y la devoción que sienten hacia Atticus , pero sobre todo destacar la madurez de dos niños que a sus edades pueden intuir las situaciones difíciles y de peligro en que podía verse el padre y el instinto proteccionista que deberían tener hacia él , dando la vida si fuera necesario.
Mucho y bueno se puede comentar de ésta obra de arte (muy bien descrita y comentada en todos los comentarios que he leído) pero yo me quedo como siempre con los personajes :
1º La genial interpretación de Gregory Peck, encarnando al prototipo de padre que nos gustaría tener a todos , tranquilo , respetuoso, condescendiente , comprensivo, que intenta educar a sus hijos por convicción y no por imposición , inculcándole valores morales a sus hijos , dándole los consejos y pautas a seguir desde la experiencia de padre y haciéndoles ver que aunque no le gustaría que nunca vieran la crueldad de la vida , por el instinto proteccionista del padre hacia los hijos , también es necesario que se enfrenten y vean como es en realidad la maldad del ser humano .
2º La interpretación enternecedora de los hijos Jem y Scout , donde podemos ver el amor y la devoción que sienten hacia Atticus , pero sobre todo destacar la madurez de dos niños que a sus edades pueden intuir las situaciones difíciles y de peligro en que podía verse el padre y el instinto proteccionista que deberían tener hacia él , dando la vida si fuera necesario.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Me quedo con la ternura y la felicidad del momento en que Scout se apoya sobre Atticuss en el porche de la casa y conversan plácidamente .
10 de enero de 2012
10 de enero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace muchos, muchos años, en un tórrido y deprimido lugar del sur de los Estados Unidos, de cuyo nombre no me quiero acordar, vivía una niña llamada Scout, con su hermano Jem y su padre Atticus Finch. Por desgracia estos niños vivían sin madre pues esta había fallecido cuando ellos eran muy pequeños. Siendo su padre el encargado de educarlos en los valores de la vida. De vez en cuando Scout, que era la pequeña, le preguntaba a su hermano Jem si su madre había sido bonita y si los había querido mucho, a lo que Jem contestaba afirmativamente. Se pasaban los días de asueto jugando en el jardín pues era época estival y no había clases y a ellos se les unía cada verano Tití, un amigo sureño que no vivía en el mismo pueblo que ellos. Mientras ellos saboreaban las mieles de la inocencia tan comunes en la niñez, su padre, Atticus, trabajaba duro en los juzgados, defendiendo a hombres (puesto que era abogado) que en no reducidos casos no podían pagarle salvo en especie. Se decía de Atticus que era el hombre más valorado por sus conciudadanos, por ser el hombre más íntegro del pueblo y quizás del país, puesto que Atticus defendía con inquebrantable fe a hombres en los cuales él creía ciegamente, fuesen de la condición que fuesen y porque jamás se dejaba llevar por prejuicios o convencionalismos. Todo en la vida de estos tres personajes marchaba con normalidad hasta que un día a Atticus se le ofrece un caso escabroso: defender a un hombre de color acusado de violar y golpear a una mujer blanca. Es entonces cuando sus conciudadanos se empiezan a cuestionar la credibilidad de Atticus al defender a tan execrable canalla (según ellos) y a sus hijos contra los prejuicios raciales.
Es así como empieza una de las diez mejores películas de la historia, sí, lo han leído bien, una de las diez mejores películas de la historia. En la que Harper Lee (la autora del libro, puesto que es una adaptación de su novela homónima) nos sumerge en el profundo, despiadado e injusto sur de la gran depresión, donde los hombres de color son tratados como bestias y solo tienen derecho a callar y a sufrir si no quieren sufrir aún más y donde sus tribunales quebrantan la mayor ley que existe en el derecho universal, aquella que dice que es preferible absolver a diez culpables antes que declarar culpable a un solo inocente. En esta película se desnuda con inquebrantable vigor una de las mayores y más perjudiciales lacras que ha tenido los Estados Unidos: el racismo. Harper Lee nos dice a través de Atticus Finch: “Solo se puede comprender a un hombre calzándote sus zapatos y caminando con ellos”, en reproche a todos esos hombres/bestias incapaces de ver a los hombres de color, como lo que son, sus iguales.
Nota: seguir leyendo, esta crítica no contiene spoiler, es extensa y no cabía en un solo cuadro.
Es así como empieza una de las diez mejores películas de la historia, sí, lo han leído bien, una de las diez mejores películas de la historia. En la que Harper Lee (la autora del libro, puesto que es una adaptación de su novela homónima) nos sumerge en el profundo, despiadado e injusto sur de la gran depresión, donde los hombres de color son tratados como bestias y solo tienen derecho a callar y a sufrir si no quieren sufrir aún más y donde sus tribunales quebrantan la mayor ley que existe en el derecho universal, aquella que dice que es preferible absolver a diez culpables antes que declarar culpable a un solo inocente. En esta película se desnuda con inquebrantable vigor una de las mayores y más perjudiciales lacras que ha tenido los Estados Unidos: el racismo. Harper Lee nos dice a través de Atticus Finch: “Solo se puede comprender a un hombre calzándote sus zapatos y caminando con ellos”, en reproche a todos esos hombres/bestias incapaces de ver a los hombres de color, como lo que son, sus iguales.
Nota: seguir leyendo, esta crítica no contiene spoiler, es extensa y no cabía en un solo cuadro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pero sobre todo, esta es una honda reflexión sobre el derecho legal y el natural, una disyuntiva que resulta irreconciliable. Esta película nos obliga a plantearnos qué pasa cuando la ley que es la encargada de protegernos, en lugar de ello, condena a un inocente o absuelve a un culpable. Es ahí donde entra la ley natural, es decir, la ley de los hombres o la venganza. Y además es ante esta disyuntiva ante la cual Atticus Finch tendrá la decisión mas difícil de su vida.
Muy de vez en cuando aparece una película capaz de armonizar forma y contenido, en la que sus bellas imágenes están a la altura de sus diálogos y de sus hondas reflexiones. “Matar a un ruiseñor” es uno de esos pocos milagros. Estas películas que conjugan belleza y reflexión son películas irreprochables puesto que nos brindan su primer fin, que es el entretenimiento, y el último y más refinado, el despertar intelectual del espectador, su capacidad de concienciar; y es que como leí una vez en “La montaña mágica” de Thomas Mann, diré aquello de que “el arte solo es moral en la medida en que despierta”.
Las enseñanzas de Atticus Finch (uno de los personajes más memorables y humanos de la gran pantalla) a sus hijos, como aquella que da título a la película y en la que decía que jamás se debe matar a un ruiseñor porque estos nos hacen mas bella la vida con sus cantos; las interpretaciones de absolutamente todos; el debut de Robert Duvall; la dirección; la música; la fotografía; su sólido guión; la ternura de la historia vista desde los ojos de Scout, que es quién nos narra la historia evocando su infancia, dotando a esta película de un carácter pueril, tan necesario para huir de la asfixiante atmósfera sureña; su esperanzador e inmejorable final; hacen que esta sea una película destinada a perdurar y a entrar en el Olimpo del cine junto con películas como Casablanca o Ciudadano Kane. Todo un derroche de talento en la cual nada es mejorable y una de esas películas de las cuales no puedes morir sin haberla visto.
Muy de vez en cuando aparece una película capaz de armonizar forma y contenido, en la que sus bellas imágenes están a la altura de sus diálogos y de sus hondas reflexiones. “Matar a un ruiseñor” es uno de esos pocos milagros. Estas películas que conjugan belleza y reflexión son películas irreprochables puesto que nos brindan su primer fin, que es el entretenimiento, y el último y más refinado, el despertar intelectual del espectador, su capacidad de concienciar; y es que como leí una vez en “La montaña mágica” de Thomas Mann, diré aquello de que “el arte solo es moral en la medida en que despierta”.
Las enseñanzas de Atticus Finch (uno de los personajes más memorables y humanos de la gran pantalla) a sus hijos, como aquella que da título a la película y en la que decía que jamás se debe matar a un ruiseñor porque estos nos hacen mas bella la vida con sus cantos; las interpretaciones de absolutamente todos; el debut de Robert Duvall; la dirección; la música; la fotografía; su sólido guión; la ternura de la historia vista desde los ojos de Scout, que es quién nos narra la historia evocando su infancia, dotando a esta película de un carácter pueril, tan necesario para huir de la asfixiante atmósfera sureña; su esperanzador e inmejorable final; hacen que esta sea una película destinada a perdurar y a entrar en el Olimpo del cine junto con películas como Casablanca o Ciudadano Kane. Todo un derroche de talento en la cual nada es mejorable y una de esas películas de las cuales no puedes morir sin haberla visto.
13 de marzo de 2012
13 de marzo de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una película de otra época. Está rodada en blanco y negro con el estilo de los años 40 y 50, aunque sea de 1962.
Se trata de un intenso drama judicial y familiar que cuenta con la tremenda interpretación de Gregory Peck. El actor da vida a un abogado que tiene que defender a un negro acusado de violación en una sociedad completamente racista. Al mismo tiempo se nos cuenta la historia de sus hijos, que juegan a intentar ver a un vecino huraño y sospechoso que vive encerrado en su casa.
El ritmo es pausado, tranquilo, sin artificios. Hay que dejarse llevar por su narrativa para llegar a apreciar que eso es lo que la hace buena. El papel de Peck lleva todo el peso del film, sobre todo en la larguísima secuencia del juicio. La historia de los niños también está muy bien contada y complementa el retrato social que nos quieren mostrar, además de ofrecer una dosis de emotividad que no llega a entrar en la ñoñería.
Un tipo de cine del que ya no se hace. Un buen clásico.
Se trata de un intenso drama judicial y familiar que cuenta con la tremenda interpretación de Gregory Peck. El actor da vida a un abogado que tiene que defender a un negro acusado de violación en una sociedad completamente racista. Al mismo tiempo se nos cuenta la historia de sus hijos, que juegan a intentar ver a un vecino huraño y sospechoso que vive encerrado en su casa.
El ritmo es pausado, tranquilo, sin artificios. Hay que dejarse llevar por su narrativa para llegar a apreciar que eso es lo que la hace buena. El papel de Peck lleva todo el peso del film, sobre todo en la larguísima secuencia del juicio. La historia de los niños también está muy bien contada y complementa el retrato social que nos quieren mostrar, además de ofrecer una dosis de emotividad que no llega a entrar en la ñoñería.
Un tipo de cine del que ya no se hace. Un buen clásico.
2 de abril de 2012
2 de abril de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una de esas películas en las que el cómo está muy por encima del qué. No me malinterpreten, pues el relato adaptado de Harper Lee es ameno, pero dista de ser apasionante o de tener una verdadera trascendencia: es un caso muy similar al que se da en La noche del cazador, en el que el resultado visual es tan absorbente que poco importa la pobreza de la premisa inicial. Sin haber leído el original, concluyo que tanto el director como el reparto están muy por encima de la calidad literaria del guión, y no creo que me equivoque al decir que si se volviera a rodar una adaptación los resultados serían muchos más discretos y menos frescos, porque es dificil repetir este pequeño milagro. Robert Mulligan da a la historia un aire inquietante sin caer en lo onírico y hace de Macon un lugar inolvidable, sin olvidar una dirección de actores soberbia. Gregory Peck, y solo él, es el que convierte un personaje plano a priori en un Atticus Finch perfecto y plenamente humano; la interpretación de los niños también es anormalmente natural y engarza con el tono de la historia. En definitiva, película que tiene una fama merecida de clásico y un ejemplo de cómo el cine puede superar al best seller que lo engendró.
31 de julio de 2012
31 de julio de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Matar a un ruiseñor ha sido siempre mi clásico favorito. Historia perfecta, guión asentado y flexible, diálogos sentenciosos y abrumadores, una música celestial, y emotividad a flor de piel contando la historia a través de los ojos de una niña, con un mensaje claro y rotundo, el de la honestidad y el de la igualdad (en un contexto claramente racista en el sur de los Estados Unidos durante la época de la gran depresión). Preciosa y emotiva película para desterrar prejuicios, para ver el mundo con otros ojos, para querer a tus congéneres y superar adversidades con la cabeza alta.
Este ‘Matar a un ruiseñor’ (la frase encierra una metáfora preciosa) narra la vida de Atticus (una de las mejores interpretaciones en la carrera de Gregory Peck) un abogado viudo que vive con sus dos hijos y a los que educa en la bondad, la comprensión y la tolerancia, con grandes dosis de amor. Atticus recibe el encargo de defender a un hombre negro acusado de violar a una mujer blanca en un contexto sureño abominablemente racista, esta y otras muchas pequeñas historias que se entrecruzan en la trama consiguen reanimar al espectador, enternecerlo, inyectarle el mensaje de la tolerancia y emocionar con las ocurrencias pueriles de una niña ‘Scout’, que se comporta más como un chico y de cuya boca salen las verdades capaces de avergonzar a los mayores que le rodean en ese ambiente sureño.
Buena fotografía en blanco y negro, gran recreación del ambiente, una música que cala en tristeza y esperanza por igual y unos personajes redondos, forjados en convicciones, rumiantes de pobreza tras el crack de 1929 y (eso sí es achacable) exageradamente maniqueos. La película salva esta última circunstancia gracias a la sutileza con la que el guión va soltando las pequeñas filias de los personajes con la que se van desgranando sus corazones, segregando sus almas a cuentagotas, de forma que el trabajo de Mulligan es capaz de saltar este exceso de atribuciones a sus personajes porque se proyectan lentamente.
Pero incluso sobre la fortaleza que adquiere la trama judicial como la vía principal sobre la que se vertebra la película, existe una segunda que se desarrolla de manera más subterfugia pero que in crescendo va adquiriendo un cariz importantísimo en la película. Se trata del de la propia educación de los dos menores que viven con él, un tema que compite en importancia en la propia película y que se desarrolla con una dulzura y un encanto encomiables, para formar parte de una película imprescindible.
http://palomitasconchoco.wordpress.com
Este ‘Matar a un ruiseñor’ (la frase encierra una metáfora preciosa) narra la vida de Atticus (una de las mejores interpretaciones en la carrera de Gregory Peck) un abogado viudo que vive con sus dos hijos y a los que educa en la bondad, la comprensión y la tolerancia, con grandes dosis de amor. Atticus recibe el encargo de defender a un hombre negro acusado de violar a una mujer blanca en un contexto sureño abominablemente racista, esta y otras muchas pequeñas historias que se entrecruzan en la trama consiguen reanimar al espectador, enternecerlo, inyectarle el mensaje de la tolerancia y emocionar con las ocurrencias pueriles de una niña ‘Scout’, que se comporta más como un chico y de cuya boca salen las verdades capaces de avergonzar a los mayores que le rodean en ese ambiente sureño.
Buena fotografía en blanco y negro, gran recreación del ambiente, una música que cala en tristeza y esperanza por igual y unos personajes redondos, forjados en convicciones, rumiantes de pobreza tras el crack de 1929 y (eso sí es achacable) exageradamente maniqueos. La película salva esta última circunstancia gracias a la sutileza con la que el guión va soltando las pequeñas filias de los personajes con la que se van desgranando sus corazones, segregando sus almas a cuentagotas, de forma que el trabajo de Mulligan es capaz de saltar este exceso de atribuciones a sus personajes porque se proyectan lentamente.
Pero incluso sobre la fortaleza que adquiere la trama judicial como la vía principal sobre la que se vertebra la película, existe una segunda que se desarrolla de manera más subterfugia pero que in crescendo va adquiriendo un cariz importantísimo en la película. Se trata del de la propia educación de los dos menores que viven con él, un tema que compite en importancia en la propia película y que se desarrolla con una dulzura y un encanto encomiables, para formar parte de una película imprescindible.
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