Amy (La chica detrás del nombre)Documental
2015 

7.3
13,072
Documental
Documental sobre la famosa cantante británica Amy Winehouse, que cuenta con imágenes inéditas de archivo y entrevistas con la malograda estrella, que murió en julio del 2011 a los 27 años de edad por parada cardíaca consecuencia de sus excesos con las drogas y el alcohol, adicciones agravadas por su bulimia. Amy Winehouse, ganadora de 6 Premios Grammys, se vio desde muy joven afectada por el divorcio de sus padres. Tenía un talento ... [+]
9 de noviembre de 2015
9 de noviembre de 2015
18 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenía muchas ganas de ver este documental puesto que Amy Winehouse es una de las pocas cantantes que han alcanzado un éxito demoledor teniendo realmente algo especial en su voz y, sobretodo, en su forma de vivir la música. Y eso es, precisamente, lo que no refleja el documental.
Tristemente, el documental se centra en un 95% en la faceta destructiva de Amy, nada nuevo, nada que no conozcamos ya gracias al circo mediático que la rodeaba. Poco se habla de su faceta creativa (quizá un poco más en el inicio del documental) algo imperdonable cuando para un personaje como el de ella la música era tan sumamente importante en su vida, como la sentía (como se puede ver en la grabación con Tony Bennett y algunos pocos trozos más) y como la necesitaba.
Por suerte, durante el documental podemos ver muchos directos y grabaciones en el estudio, que son realmente los momentos en los que disfruté del visionado.
Es obvio que toda la destrucción de Amy tiene que ser contanda en un documental sobre su figura, pero no es necesario que esto ocupe prácticamente todo el metraje de forma repetitiva, incluso cansina, y más cuando para nadie estos datos eran un secreto. Y para colmo, la banda sonora que acompaña a las imágenes de archivo no podría ser más sensacionalista...
En fin, lo de siempre, documentales sobre artistas de un nivel histórico que no nos muestran lo que nos interesa a los que sentimos la música, sino que intentan sacar partido del lado más polémico de sus vidas para dar más carroña a un público con un criterio no basado en lo estrictamente musical.
Tristemente, el documental se centra en un 95% en la faceta destructiva de Amy, nada nuevo, nada que no conozcamos ya gracias al circo mediático que la rodeaba. Poco se habla de su faceta creativa (quizá un poco más en el inicio del documental) algo imperdonable cuando para un personaje como el de ella la música era tan sumamente importante en su vida, como la sentía (como se puede ver en la grabación con Tony Bennett y algunos pocos trozos más) y como la necesitaba.
Por suerte, durante el documental podemos ver muchos directos y grabaciones en el estudio, que son realmente los momentos en los que disfruté del visionado.
Es obvio que toda la destrucción de Amy tiene que ser contanda en un documental sobre su figura, pero no es necesario que esto ocupe prácticamente todo el metraje de forma repetitiva, incluso cansina, y más cuando para nadie estos datos eran un secreto. Y para colmo, la banda sonora que acompaña a las imágenes de archivo no podría ser más sensacionalista...
En fin, lo de siempre, documentales sobre artistas de un nivel histórico que no nos muestran lo que nos interesa a los que sentimos la música, sino que intentan sacar partido del lado más polémico de sus vidas para dar más carroña a un público con un criterio no basado en lo estrictamente musical.
9 de noviembre de 2015
9 de noviembre de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amy Winehouse, el mito, la leyenda de la música que se fue demasiado pronto. La cantante y compositora británica capaz de fundir distintos estilos musicales como el jazz, Rock o el soul, murió un 23 de julio de 2011 con tan solo 27 años de edad y tras sufrir un colapso por el síndrome de abstinencia, fruto del desorden alimentario que llevaba y el alcohol. Justo al año siguiente fue incluida en el número 26 en el listado de las 100 mejores mujeres en la música.
Y aunque su muerte parecía que estaba anunciada por el tipo de vida que llevaba (ojito al cambio físico que experimenta de principio a fin y que podemos ver en el tramo final), Amy dejó huérfanos de su voz a miles de seguidores. Era lógico pensar en la creación de este documental sobre su vida, realizado con entrevistas, videos caseros, conciertos y testimonios que nos acercan hasta Amy, la chica detrás del éxito.
Y al estar filmada de este modo, el concepto de realidad gana en extensión. Hay una persona física y real que se escondía detrás de una poderosa voz. Y quiero saber más sobre ella. Las letras de sus canciones cobran otra dimensión al ser enlazadas con momentos cotidianos de su vida.
Por eso, el documental funciona y emociona, descubriendo a todos aquellos que estaban a su lado, tanto los buenos, como los malos que solo veían un billete de dólar en vez de una artista (ese tipo de carroña que, tarde o temprano, termina mostrando su verdadera cara).
Recuerdo haber visto en su momento por YouTube el video de la actuación de Serbia y pensar “pobre chica”. Era la viva imagen del precio de la fama o de cómo el éxito termina pasando factura. Y como dice Tony Bennett “la vida te enseña a sobrellevarlo, si vives para contarlo”.
Más en: https://alquimistacinefilo.wordpress.com
Y aunque su muerte parecía que estaba anunciada por el tipo de vida que llevaba (ojito al cambio físico que experimenta de principio a fin y que podemos ver en el tramo final), Amy dejó huérfanos de su voz a miles de seguidores. Era lógico pensar en la creación de este documental sobre su vida, realizado con entrevistas, videos caseros, conciertos y testimonios que nos acercan hasta Amy, la chica detrás del éxito.
Y al estar filmada de este modo, el concepto de realidad gana en extensión. Hay una persona física y real que se escondía detrás de una poderosa voz. Y quiero saber más sobre ella. Las letras de sus canciones cobran otra dimensión al ser enlazadas con momentos cotidianos de su vida.
Por eso, el documental funciona y emociona, descubriendo a todos aquellos que estaban a su lado, tanto los buenos, como los malos que solo veían un billete de dólar en vez de una artista (ese tipo de carroña que, tarde o temprano, termina mostrando su verdadera cara).
Recuerdo haber visto en su momento por YouTube el video de la actuación de Serbia y pensar “pobre chica”. Era la viva imagen del precio de la fama o de cómo el éxito termina pasando factura. Y como dice Tony Bennett “la vida te enseña a sobrellevarlo, si vives para contarlo”.
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2 de marzo de 2016
2 de marzo de 2016
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando te cuentan que vas a ver un documental de Amy Winehouse, ¿qué esperas? ¿Que os cuenten lo mismo de siempre o aquello que no sabíais? Supongo que lo segundo. ¿Que se centre casi exclusivamente en la polémica que la rodeó o que, por el contrario, también veamos su faceta como cantante y compositora? Supongo que lo segundo también. Pues muy bien: en Amy (La chica detrás del nombre) no vais a encontrar nada nuevo bajo el sol. Una de las cosas que hacen enorme la infravalorada y casi ninguneada Love & Mercy, el biopic de Brian Wilson, cantante y compositor de los Beach Boys, es que te están contando una historia de la que no tenías ni idea. Yo de los Beach Boys solo conocía sus canciones más famosas; Love & Mercy me mostró la cara oculta de una persona brillante pero desgastada por su enfermedad mental, cómo se gestaron algunos de los greatest hits, cómo era el fluir creativo de Wilson, pero también cómo fue su vida en el terreno más personal. Música y vida privada entrelazadas en un perfecto equilibrio.
En cambio, ¿qué encontramos en Amy? Simple y llanamente todo aquello que ya vimos en los noticiarios y la prensa amarilla del momento. De hecho, hay un reportaje de la BBC que ya retrata lo que Asif Kapadia cuenta aquí. Kapadia se limita a centrar el foco de su atención en la turbia relación que mantuvo Amy con su novio Blake y con el desalmado de su padre, y en las drogas y las bebidas y los excesos que la caracterizaron. En lo sola que estuvo y en lo mal que llevó la fama. Lo más lejos que llega Kapadia en su retrato es contarnos que Amy era una persona débil que necesitaba que la cuidaran y la trataran bien, pero que solo dio con buitres que la querían por su dinero y su fama. Vale, eso ya lo sabía. No me descubres nada ni me dibujas a Amy en su totalidad. Amy era cantante de jazz y yo poca música veo durante las casi dos horas que dura. No veo mucho de Amy cantando en la intimidad, ni cómo eran las sesiones de grabación de sus discos ni como compone y arma sus grandes éxitos. No veo que hablen mucho de música, de sus influencias, de sus gustos musicales, ni veo entendidos en la materia dando su opinión, qué se yo, de sus letras o de la mezcla de géneros en la que se encuadraba su estilo tan personal. No veo nada de los entresijos de la industria discográfica ni de cómo se manejaba Amy y sus mánagers en este sentido. Hay muy poco de la Amy cantante y compositora y son como pequeñas píldoras repartidas durante todo el metraje y, casi todas, concentradas durante la primera parte. Kapadia, para compensar, pone fragmentos de sus canciones de vez en cuando, pero eso no es mostrar el lado musical de la cantante. Ni mucho menos.
Vamos, que se han dedicado a ensalzar este documental porque va de Amy Winehouse y vuelve a centrar su atención otra vez en lo meramente sensacionalista, quedándose otra vez en la superficie, y con la misma hondura que un telediario de sobremesa. Me hago cruces aún de cómo esto ha pasado por encima de La mirada del silencio (la mejor producción, ya no dentro de la categoría de mejor documental, sino de todos los Oscars 2016).
En cambio, ¿qué encontramos en Amy? Simple y llanamente todo aquello que ya vimos en los noticiarios y la prensa amarilla del momento. De hecho, hay un reportaje de la BBC que ya retrata lo que Asif Kapadia cuenta aquí. Kapadia se limita a centrar el foco de su atención en la turbia relación que mantuvo Amy con su novio Blake y con el desalmado de su padre, y en las drogas y las bebidas y los excesos que la caracterizaron. En lo sola que estuvo y en lo mal que llevó la fama. Lo más lejos que llega Kapadia en su retrato es contarnos que Amy era una persona débil que necesitaba que la cuidaran y la trataran bien, pero que solo dio con buitres que la querían por su dinero y su fama. Vale, eso ya lo sabía. No me descubres nada ni me dibujas a Amy en su totalidad. Amy era cantante de jazz y yo poca música veo durante las casi dos horas que dura. No veo mucho de Amy cantando en la intimidad, ni cómo eran las sesiones de grabación de sus discos ni como compone y arma sus grandes éxitos. No veo que hablen mucho de música, de sus influencias, de sus gustos musicales, ni veo entendidos en la materia dando su opinión, qué se yo, de sus letras o de la mezcla de géneros en la que se encuadraba su estilo tan personal. No veo nada de los entresijos de la industria discográfica ni de cómo se manejaba Amy y sus mánagers en este sentido. Hay muy poco de la Amy cantante y compositora y son como pequeñas píldoras repartidas durante todo el metraje y, casi todas, concentradas durante la primera parte. Kapadia, para compensar, pone fragmentos de sus canciones de vez en cuando, pero eso no es mostrar el lado musical de la cantante. Ni mucho menos.
Vamos, que se han dedicado a ensalzar este documental porque va de Amy Winehouse y vuelve a centrar su atención otra vez en lo meramente sensacionalista, quedándose otra vez en la superficie, y con la misma hondura que un telediario de sobremesa. Me hago cruces aún de cómo esto ha pasado por encima de La mirada del silencio (la mejor producción, ya no dentro de la categoría de mejor documental, sino de todos los Oscars 2016).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
@Cinergicos
16 de mayo de 2016
16 de mayo de 2016
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escuché con reverencia y admiración el segundo disco de Amy Winehouse, Back to Black, el que la catapultó hacia la fama y la muerte. Contenía unas letras que presagiaban una sensibilidad e inteligencia especiales, unas melodías inspiradas, una potente producción de Mark Ronson... y una foto en la portada, con la cantante mirando a la cámara como preguntándose "¿en qué demonios me he metido?" Amy fue el producto de eso que ahora llaman una familia desestructurada. Jamás pudo superar el divorcio de sus padres, y su elección de parejas siempre fue un desastre, como si hubiera querido emular a su admirada Billie Holiday. El documental, afortunadamente nada hagiográfico, pone de manifiesto la pésima gestión de su vida que llevó a cabo, ayudada por la legión de buitres que pululaban a su alrededor, empezando por el padre que, como buen judío, volvió corriendo a casa para llenarse los bolsillos con el talento de su hija, y continuando con el deficiente mental del que estaba gravemente enamorada. En este sentido, los padres de Amy no aprobaron el resultado final del documental, que sin necesidad de meter el dedo en el ojo plasma bien a las claras el circo que se montó alrededor de la cantante en cuanto empezaron a llover los millones. Amy es una película triste. Duele pensar lo que habría podido lograr esta chica de haber blindado más su intimidad y tratado de rehabilitarse. Por supuesto, siempre nos quedará su música, por desgracia escasa. No tuvo tiempo para más.
15 de octubre de 2015
15 de octubre de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amy Winehouse, por si alguien no la conoce, fue una talentosa cantante de jazz, R&B contemporáneo, neo-soul… No solamente tenía una voz magnífica y personal sino que además componía sus propias letras, demostrando no sólo capacidad interpretativa sino también una gran creatividad compositiva. Alcanzó el éxito en dos zancadas, llegó a lo más alto. Pero la exposición mediática implacable que sufrió a raiz de alcanzar la fama, unida a las relaciones conflictivas que tuvo y su trepidante estilo de vida, hicieron que su vida empezara a desmoronarse trágicamente hasta morir tras una intoxicación etílica en Julio de 2011, a la edad de 27 años.
Además de conocer la controvertida historia de Amy Winehouse, el otro aliciente de la película radica en su director. Se trata de Asif Kapadia, quien nos dejó boquiabiertos hace unos años a todos los amantes del documental con su excelente “Senna”, en el que también pudimos ver a otro talento muerto prematuramente, en ese caso el piloto brasileño Ayrton Senna. Por lo tanto, los ingredientes para disfrutar de un documental de nivel estaban sobre la mesa.
El documental tiene todos los elementos necesarios para no defraudar. Hay imágenes de Amy de niña y de adolescente, y multitud de videos de conciertos, ensayos y grabaciones de la cantante. La narración es lineal, salvo un par de incursiones a la niñez de Amy en forma de fotografías, y se nos muestra su relación familiar, algo turbulenta, con unos padres separados desde que Amy era pequeña y su relación con ambos. Especialmente con su padre en la época en que Amy ya era famosa y él intentaba rescatarla, sin éxito, de sus adicciones.
Kapadia aborda el tema con sorprendente limpieza. Había material de sobra para hacer un documental morboso y amarillento, pero el director prefiere tratar con absoluto respeto a la cantante. También evita el tópico de los documentales que son un rosario de entrevistas que terminan haciéndose tediosas. La gran cantidad de grabaciones que existen de Amy Winehouse hace que el producto audiovisual resulte variado y más digerible para el espectador.
La película nos introduce en la vida de Amy sin darnos respiro, sufrimos con ella la heroicidad de salir a la calle siendo literalmente ametrallada por los flashes de los periodistas que hacían guardia en la puerta de su casa. Asimismo, somos testigos de la innecesaria crueldad con que era tratada por parte de los presentadores de los talk shows televisivos, machacando a golpe de gag de dudoso gusto las debilidades de Amy Winehouse.
La cantante se ajusta perfectamente a la expresión “juguete roto”. Insegura y necesitada de afecto, su cohorte de chupópteros la fue exprimiendo y manipulando, hasta dejarla a la deriva. Siempre rodeada de gente y siempre sola. Sintiendo el vértigo del que está en la cima y le falta el oxígeno para respirar a tanta altura.
El documental sigue su camino inexorable. La joven que vemos al principio, apasionada por el jazz y el soul, llena de energía e integridad, se viene abajo cuando se encuentra cara a cara con el éxito. Ahí inicia su descenso a los infiernos y lo vemos de un modo paulatino e imparable. Amy se vuelve frágil y quebradiza cuanto más triunfa. Y llega la droga, la bulimia, el alcohol. Y llega la muerte.
Resulta desconcertante pero a la vez reveladora la forma en que se relaciona Amy con su padre y su novio. Enamorada perdidamente de él, éste la abandona para volver con su anterior pareja. Pero cuando se hace famosa vuelve con ella y se casan. Su relación turbulenta la volvió aún más insegura y dependiente. En cuanto al padre, algo parecido. La abandonó de niña y luego apareció cuando se hizo famosa. Amy, curiosamente, adoraba a dos hombres que la habían abandonado.
La parte meramente musical es, lógicamente, magnífica. Por la pantalla van desfilando todas las canciones importantes de la Winehouse, como “Valerie”, “Back to black”, “Rehab”, “You know I’m no good”, “Love is a losing game”, “Just friends”, etc. para deleite de sus seguidores y para descubrimiento de quienes no la conocieran, que no habrá muchos.
Kepadia es especialmente cuidadoso en la parte final, cuando la vida de Amy ya es una vorágine de insomnio, borracheras y baja autoestima. Pero no se recrea en ello. Nos lo muestra, pero no lo convierte en el objetivo de la película. Entre tanto ocaso, aparece la escena en que Amy Winehouse graba con uno de sus ídolos, Tony Bennett. Por unos minutos parece haber resucitado la Amy del principio, apasionada de la música. Esa escena con Tony es conmovedora, pero también el preludio de la tragedia.
“Amy” es el retrato de una cantante frágil, pero también el retrato del mundo del espectáculo. Un mundo que no tiene reparos, en el que la sombra es mucho más grande que la luz, pese a que es esto lo único que se ve, y en el que el negocio es siempre lo primero. The show must go on.
https://keizzine.wordpress.com/
Además de conocer la controvertida historia de Amy Winehouse, el otro aliciente de la película radica en su director. Se trata de Asif Kapadia, quien nos dejó boquiabiertos hace unos años a todos los amantes del documental con su excelente “Senna”, en el que también pudimos ver a otro talento muerto prematuramente, en ese caso el piloto brasileño Ayrton Senna. Por lo tanto, los ingredientes para disfrutar de un documental de nivel estaban sobre la mesa.
El documental tiene todos los elementos necesarios para no defraudar. Hay imágenes de Amy de niña y de adolescente, y multitud de videos de conciertos, ensayos y grabaciones de la cantante. La narración es lineal, salvo un par de incursiones a la niñez de Amy en forma de fotografías, y se nos muestra su relación familiar, algo turbulenta, con unos padres separados desde que Amy era pequeña y su relación con ambos. Especialmente con su padre en la época en que Amy ya era famosa y él intentaba rescatarla, sin éxito, de sus adicciones.
Kapadia aborda el tema con sorprendente limpieza. Había material de sobra para hacer un documental morboso y amarillento, pero el director prefiere tratar con absoluto respeto a la cantante. También evita el tópico de los documentales que son un rosario de entrevistas que terminan haciéndose tediosas. La gran cantidad de grabaciones que existen de Amy Winehouse hace que el producto audiovisual resulte variado y más digerible para el espectador.
La película nos introduce en la vida de Amy sin darnos respiro, sufrimos con ella la heroicidad de salir a la calle siendo literalmente ametrallada por los flashes de los periodistas que hacían guardia en la puerta de su casa. Asimismo, somos testigos de la innecesaria crueldad con que era tratada por parte de los presentadores de los talk shows televisivos, machacando a golpe de gag de dudoso gusto las debilidades de Amy Winehouse.
La cantante se ajusta perfectamente a la expresión “juguete roto”. Insegura y necesitada de afecto, su cohorte de chupópteros la fue exprimiendo y manipulando, hasta dejarla a la deriva. Siempre rodeada de gente y siempre sola. Sintiendo el vértigo del que está en la cima y le falta el oxígeno para respirar a tanta altura.
El documental sigue su camino inexorable. La joven que vemos al principio, apasionada por el jazz y el soul, llena de energía e integridad, se viene abajo cuando se encuentra cara a cara con el éxito. Ahí inicia su descenso a los infiernos y lo vemos de un modo paulatino e imparable. Amy se vuelve frágil y quebradiza cuanto más triunfa. Y llega la droga, la bulimia, el alcohol. Y llega la muerte.
Resulta desconcertante pero a la vez reveladora la forma en que se relaciona Amy con su padre y su novio. Enamorada perdidamente de él, éste la abandona para volver con su anterior pareja. Pero cuando se hace famosa vuelve con ella y se casan. Su relación turbulenta la volvió aún más insegura y dependiente. En cuanto al padre, algo parecido. La abandonó de niña y luego apareció cuando se hizo famosa. Amy, curiosamente, adoraba a dos hombres que la habían abandonado.
La parte meramente musical es, lógicamente, magnífica. Por la pantalla van desfilando todas las canciones importantes de la Winehouse, como “Valerie”, “Back to black”, “Rehab”, “You know I’m no good”, “Love is a losing game”, “Just friends”, etc. para deleite de sus seguidores y para descubrimiento de quienes no la conocieran, que no habrá muchos.
Kepadia es especialmente cuidadoso en la parte final, cuando la vida de Amy ya es una vorágine de insomnio, borracheras y baja autoestima. Pero no se recrea en ello. Nos lo muestra, pero no lo convierte en el objetivo de la película. Entre tanto ocaso, aparece la escena en que Amy Winehouse graba con uno de sus ídolos, Tony Bennett. Por unos minutos parece haber resucitado la Amy del principio, apasionada de la música. Esa escena con Tony es conmovedora, pero también el preludio de la tragedia.
“Amy” es el retrato de una cantante frágil, pero también el retrato del mundo del espectáculo. Un mundo que no tiene reparos, en el que la sombra es mucho más grande que la luz, pese a que es esto lo único que se ve, y en el que el negocio es siempre lo primero. The show must go on.
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