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La casa junto al mar

Drama En una pequeña cala cerca de Marsella, en pleno invierno, Angèle, Joseph y Armand vuelven a la casa de su anciano padre. Angèle es actriz y vive en París, y Joseph acaba de enamorarse de una chica mucho más joven. Armand es el único que se quedó en Marsella para llevar el pequeño restaurante que regentaba su padre. Es el momento de descubrir qué ha quedado de los ideales que les transmitió su progenitor, del mundo fraternal que ... [+]
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Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
7 de septiembre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía tiempo que no se estrenaba una película de Guediguian en nuestro país. Y este estreno es bienvenido porque se trata de una de las mejores obras del director francés. Hijo de padre armenio y madre alemana, nació y vivió la mayor parte de su vida en Marsella, y en consecuencia, su cine manifiesta su ser localista en cada una de sus películas. El idioma de sus películas es el francés, pero su visión de la vida es típicamente marsellesa, la de un hombre del interior de Francia, e íntimamente ligado a la costa mediterránea.
Su nueva obra transcurre en un pueblo costero cerca de Marsella donde vive un hombre al que un derrame cerebral lo ha dejado en un estado de coma profundo, sin esperanza de vida. En un mismo edificio junto al mar, viven con él sus dos hijos ya mayores, y como consecuencia de su probable muerte, y con el propósito de pasar una última Navidad todos juntos, regresan al hogar otro hijo que vive en Paris, y una hija actriz que recorre con sus obras toda Francia.
El film es una notable reflexión sobre la vida y la muerte, una especie de balance general donde cada uno se enfrenta a sí mismo y medita sobre lo que ha hecho y sobre lo que quiere hacer. Es también un film cargado de humanismo, donde cada personaje se encuentra y se sincera consigo mismo. Ese como si ese coma profundo del padre colocara a cada uno ante una real posición de finitud.
Como casi toda la obra de Guediguian el film está lleno de una gran ternura hacia los personajes. El director, y también guionista del film, les da una carnadura humana pintando a cada uno de ellos con defectos y virtudes que los torna muy reales, seres humanos vulnerables en una situación de potencial perdida que los obliga naturalmente a preguntarse qué voy a hacer de ahora en más.
Ese gran momento donde el hombre enfrenta la muerte del padre significa un corte de amarras. La vida rectora del padre termina, y comienza la vida definitivamente propia del hijo. Una vida totalmente propia, sin regencias ni posibilidades de consulta previa. Implica un instante de confusión. Es el momento de asumirse definitivamente a sí mismo. La muerte de los padres es la muerte del eje rector. Y ese momento de convulsión esta magníficamente expresado en las imágenes del Guediguian.
Pero el film de Guediguian no se queda solo en el aspecto intimista del relato. El hombre envejece y se enferma. El tiempo pasa y genera cambios. Los hijos que han estado fuera de la casa por muchos años son los que más perciben esos cambios. La aldea de pescadores cerca de Marsella donde trascurre la acción ya no es la misma. Los pescadores han desaparecido como también lo señalaba otro film francés que transcurría en la costa del norte: Angel et Tony (2010) de Alix Delaporte. Pero por otro lado, la costa se ha llenado de familias de inmigrantes que han cruzado el Mediterráneo en balsas y lanchas en busca de un futuro mejor escapando de las cruentas guerras y falta de trabajo en África del norte.
Esta última cuestión da la posibilidad a Guediguian de ahondar en su humanismo. El encuentro de una familia destrozada de los cuales solo quedan dos hermanitos termina por dar la visión de una situación prácticamente fuera de control como es la de la inmigración y que tan bien lo expresa Sea Sorrow, el film de Vanesa Redgrave, con imágenes realistas, lacerantes y de plena actualidad que describe el estado de situación en los vivacs destinados al alojamiento de esas personas bajo la supervisión de las Naciones Unidas.
En síntesis, un Guediguian auténtico, inspirado que nos deja un film para la reflexión profunda, que mantiene vivo el interés del espectador durante todo el desarrollo del mismo, contando una historia no solo llena de humanismo sino también de interés social, con un manejo notable de los tiempos cinematográficos, en el cual algo queda en el pasado dando lugar a vivir el futuro. Es la vida que pasa. Interpretada por un grupo de excelentes actores en los cuales destaca Ariane Ascáride. Un film para ver con detenimiento y emoción. Un film que marca un antes y un después de un momento crucial en la vida del hombre como es la perdida de los padres.
Charly Barny
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24 de octubre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con el savoir faire de Guédiguian, es una película que da gusto ver por la admirable fotografía, la gracia del entorno, la nostalgia que parece desprenderse de cada fotograma.
Los intérpretes todos en su punto, bien dibujados, con una secuencia de comportamiento verosímil.
Hubiese sido algo redondo si se hubiera centrado todo en las relaciones de los hijos ya mayores con el padre apopléjico. Al incluirse, a más de la mitad del relato, una historia paralela, la de los inmigrantes, parece que la película se convierte en otra cosa, porque esa segunda trama que no acaba de encajar en la principal.
yoparam
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21 de noviembre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez jubilado Ken Loach (aunque parece que está haciendo de las suyas una vez más, de lo cual nos alegramos), el último mohicano del cine marxista es Robert Guédiguian, el cineasta de Marsella que, desde L'Estaque, nos cuenta los avatares de gente como vosotros o yo, enfrentadas a sus miserias y alegrías. Rodeado de su troupe habitual, encabezada por su esposa, Ariane Ascaride, y el tercer vértice del triángulo, Jean-Pierre Darroussin, nos cuenta en La villa la historia de tres hermanos que se reencuentran tras veinte años de separación. Angèle se marchó tras una experiencia terrible, y en casa quedaron Joseph, obrero amargado liado con una jovencita, y Armand, propietario del restaurante local. El motivo de dicho reencuentro es... ¡Sí, lo habéis adivinado! El padre ha sufrido un ictus y se encuentra en estado prácticamente vegetativo. Ante la proximidad de la muerte, los hermanos hablan, tanto del pasado como del presente, meditan sobre sus vidas, sus amores, sus frustraciones, en esa casa junto al mar preñada de recuerdos y vivencias. Pero en esta ocasión, Guèdiguian evita amargarnos la existencia y construye una fábula amable, un cuento de hadas con happy end. Otra tragi(comedia) geriátrica, para entendernos. Yo agradezco los diálogos, frescos como extraídos de una conversación cazada al vuelo, el trabajo de unos actores que nunca me canso de ver, las bellas postales del Mediterráneo soleado, la capacidad de evocar sentimientos que se creían perdidos, la plasmación de unos seres humanos que no son simples monigotes. Agradezco que la lucha de clases todavía sobrevuele historias actuales, aunque ya sea con una cierta desesperanza, un regusto a fracaso. Agradezco, en fin, la lucha de Guédiguian por no tirar la toalla y hablarnos de cosas que nos quedan muy cerca. Francotirador del cine francés, me alegra verle metido en proyectos tan dispares como la producción de El joven Karl Marx (cómo no) y de un thriller franco-turco rodado en Estambul. ¡Sus y a ellos!
Eduardo
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12 de febrero de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La casa junto al mar” es una película dirigida por Robert Guédiguian, escrita por él mismo junto a Serge Valletti y protagonizada por Ariane Ascaride, Jean-Pierre Darroussin, Gérard Meylan, Jacques Boudet, entre otros.

La historia transcurre en una pequeña cala cerca de Marsella, en pleno invierno, donde Angèle, Joseph y Armand vuelven a la casa de su anciano padre. Angèle es actriz y vive en París, y Joseph acaba de enamorarse de una chica mucho más joven. Armand es el único que se quedó en Marsella para llevar el pequeño restaurante que regentaba su padre. Es el momento de descubrir qué ha quedado de los ideales que les transmitió su progenitor, del mundo fraternal que construyó en este lugar mágico en torno a un restaurante para obreros. Pero la llegada de una patera a una cala vecina cambiará sus reflexiones…

Tenemos una historia que está contada de manera lenta pero que gracias a eso podemos ver un desarrollo positivo en los papeles individuales. La cinta tiene un reparto principal muy destacable, quienes mantienen el gran nivel durante todo el metraje. Dentro de la trama vamos conociendo poco a poco a cada personaje, mientras vemos cómo interactúa con los demás y, en ciertos momentos, entre ellos mismos.

La trama que nos presenta el director se puede asociar con lo que es el antes y después en los personajes principales. Cada uno siguió el sueño que se había propuesto. Todo eso es lo que logramos percibir como espectadores en gran parte de la cinta. Aunque luego el realizador nos mete una nueva “historia” en los momentos finales de la película para darles un nuevo motivo a los protagonistas e incluso al público tratando de dejarnos un mensaje. Hay mucho contexto político en el metraje que la audiencia puede notar, aunque quizás no entender, ya que no parece tan bien explicado.

En cuanto a los aspectos técnicos, tenemos una muy bonita fotografía y unos escenarios bien logrados que nos muestran una parte de Francia. Aún así, vemos que hay muy poca banda sonora e incluso no llega ni a destacarse ni a acompañar en los momentos de secuencia de planos a la naturaleza o los paisajes/escenografías mostradas.

En resumen, “La casa junto al mar” es una interesante película francesa donde el director nos cuenta una historia que trata de combinar con temas políticos de la actualidad que no llegan a dar un mensaje pero cuenta con una bonita trama y excelentes actuaciones.

www.conpochoclos.com
ConPochoclos
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20 de octubre de 2018
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Confirma, una vez más el director francés, que solo con su Marsella natal y su trío de actores fetiches, le basta y le sobra. A sus 63 años y con su film número veinte, reúne a "su familia" en un bello y luminoso rincón marsellés, fotografiado con belleza y cariño por su fotógrafo de cabecera Pierre Milon, para hablarnos de la vida con melancolía, con nostalgia, con desencanto sí, pero también con esperanza combativa en un futuro que se antoja complicado.

La apoplejía del padre (notable ausencia materna) consigue reunir en torno a él a unos hijos que conforman tres formas diferentes de encarar la vida que como casi siempre ocurre no han cuajado como debieran. Cada uno de ellos se ha refugiado como puede ante su propio temporal existencial. Cada uno de ellos arrastra su propio fracaso. La muerte asoma la patita deshuesada por debajo de la puerta y es hora del examen de conciencia, de apurar la copa con lo que nos ofrezca. De valorar lo verdaderamente importante para cada cual más allá de los ideales sociales, artísticos o culturales, metas que siempre se convierten en horizontes inalcanzables. Gran acierto el momento en que proyecta una escena grabada de los mismos personajes en su juventud en el mismo lugar. Hermosa, sencilla y demoledora reflexión sobre el paso del tiempo.

Con la misma sencillez y sosiego cuenta todo ello Guédiguian en una de sus mejores cintas en la que no rechaza ninguna salida siempre que sea con dignidad, incluso la muerte. Apuesta en su último tramo por un giro, un cambio de tono donde su impronta social aflora para fusionarse con un mensaje de esperanza. Un nuevo trío de otras tierras que reinicien la batalla interminable de la vida. Que obren el milagro.

cineziete.wordpress.com
ELZIETE
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