La casa junto al mar
2017 

6.2
1,191
Drama
En una pequeña cala cerca de Marsella, en pleno invierno, Angèle, Joseph y Armand vuelven a la casa de su anciano padre. Angèle es actriz y vive en París, y Joseph acaba de enamorarse de una chica mucho más joven. Armand es el único que se quedó en Marsella para llevar el pequeño restaurante que regentaba su padre. Es el momento de descubrir qué ha quedado de los ideales que les transmitió su progenitor, del mundo fraternal que ... [+]
26 de junio de 2019
26 de junio de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “La villa” (“La casa junto al mar”, 2017, Francia), dirigida por Robert Guédiguian [1953-] y con guion del propio director junto con Serge Valletti. Del director habría mucho que decir, en especial que es un director comprometido políticamente, que suele filmar en torno a Marsella, su ciudad natal, y que se caracteriza por cintas con alto grado de denuncia social y crítica política. La fotografía es mérito de Pierre Milon (aplausos) y un reparto predecible en este director: Ariane Ascaride (esposa de Guédiguian y protagonista de casi todos sus filmes), Jean-Pierre Darroussin, Gérard Meylan y Jacques Boudet, entre otros. Señalo que es un reparto predecible en tanto Guédiguian suele trabajar con los mismos actores. La película narra la reunión de tres hermanos, ya cincuentones, en la casa familiar a orillas del mar, cerca de Marsella, ante el deterioro de la enfermedad del padre. En este encuentro los hermanos no solo enfrentan su pasado familiar, con las alegrías y las tristezas que esto conlleva, sino también que evalúan sus propias vidas. Llama la atención como uno de ellos, dedicado a las luchas obreras, termina por reconocer su aburguesamiento con los años. A pesar de todo ello, el encuentro con algunos inmigrantes ilegales, a quienes prestan su ayuda (allí está la denuncia del director), les recuerda a los hermanos dónde está su sitio (geográfico a la vez que político) en el mundo. Desde lo estético, la obra es muy correcta. Las actuaciones protagónicas son vibrantes, y se les saca el mejor provecho a las locaciones. Por demás, hay una escena que deja boquiabiertos a los espectadores: los mismos protagonistas, pero con 30-35 años menos, andando en coche por la costa de Marsella. ¿Cómo es posible una escena así? La respuesta es sencilla: como el director ha trabajado con los mismos actores desde tiempo atrás, pudo tomar una escena de uno de sus cintas de 1985, para aludir al pasado común de los hermanos del filme que ahora reseño. La fuerza de la película, creo yo, está en la historia que recrea el guion, que pivotea entre la tragedia y el drama, entre el nihilismo y el vitalismo. Es difícil que una obra cinematográfica exponga tan bien ese punto de contacto entre la vida desencantada del que ya abraza la vejez considerando que su vida transcurrió sin mérito, y la esperanza de reconocer que la dureza de la vida vivida no ha mermado sentimientos como la compasión y el amor, sobre los cuales aún se puede construir un mundo mejor. Dicho con otras palabras, la cinta logra dar con ese punto tan difícil, por escurridizo, en el que el desencanto pesa tanto como la esperanza. A lo anterior se suma el ambiente poético y nostálgico en el que transcurre la historia. Sin ese aire de nostalgia el punto escurridizo al que aludí no habría tomado las grandes dimensiones que efectivamente tomó. Estos dos componentes (el punto de conexión y la nostalgia) hacen de este largometraje uno inolvidable. Es un filme que no se olvida fácilmente. Para finalizar, creo que esta película puede ejemplificar con buen tino ciertas corrientes existencialistas y pesimistas que, paradójicamente, denuncian el nihilismo y terminan por apostar al vitalismo. Desde Schopenhauer hasta Sartre y Camus, pasando por Kierkegaard, el pesimismo termina siendo una apuesta por la vida misma. La vida irritante no admite otra alternativa que asumirla, como el mito de Sísifo. En los pequeños detalles podrá contrarrestarse el desencanto. Por lo anterior no dejo de recomendarla. Esta ha sido una de las obras más entrañables que he visto últimamente. 2019-06-27.
21 de marzo de 2018
21 de marzo de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vigésima película de Robert Guédiguian, su anterior film "Una Historia de Locos" de 2015 se estrenó hace poco en España. Esta pude verla en Septiembre en el pasado Festival de San Sebastián. En esta ocasión la historia nos traslada a Marsella en un entorno precioso junto al mar, donde cuatro generaciones abuelos, padres, hijos y nietos se juntan y en tono familiar melancólico nos relata la vida de una entrañable familia.
Todo se junta pasado, presente y futuro. Éxitos y fracasos, recuerdos de juventud, todo ello bien interpretado por unos actores como Ariane Ascaride, Jean Pierre Darroussin, Gérard Meylan y Jacques Boudet asiduos del cine de Guédiguian.
Un buen melodrama nostálgico bien contado con una buena dosis de esperanza que aunque no deslumbra si que es una película interesante de ver.
Destino Arrakis.com
Todo se junta pasado, presente y futuro. Éxitos y fracasos, recuerdos de juventud, todo ello bien interpretado por unos actores como Ariane Ascaride, Jean Pierre Darroussin, Gérard Meylan y Jacques Boudet asiduos del cine de Guédiguian.
Un buen melodrama nostálgico bien contado con una buena dosis de esperanza que aunque no deslumbra si que es una película interesante de ver.
Destino Arrakis.com
7 de octubre de 2017
7 de octubre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay lugares y gentes por las que no parece pasar el tiempo. Que se han quedado estancados en sus rutinas, contemplando los paisajes de siempre, acallando los mismos deseos y enfados. Así podría describirse el grupo de hermanos que regresa a "La villa", situada en una cala cercana a la Marsella que Guediguian, por no mudar en su costumbre, lleva filmando desde largas décadas con el mismo sentido del compromiso social y su humanismo característico, sin renunciar a sus habituales guiones literaturizados y a su elenco habitual. El genio francés utiliza la enfermedad del padre, plasmada en un delicado prólogo, para reunir a sus personajes en un entorno decrépito, ligeramente familiar, pero parte de unos recuerdos casi olvidados. A ese universo "obrero fraternal", marcado por las decisiones a tomar sobre la administración de la casa y los bienes de todos, se asoma el problema de la inmigración, un subterfugio que Guediguian utiliza como única cita a la Francia del siglo XXI y que permite a la historia virar hacia un final más esperanzado. Pocos cambios, imperceptibles para los que hemos seguido de cerca la trayectoria de Guediguian desde que su cine se ganara el afecto de los circuitos cinéfilos de nuestro país en los 90. Se intuye la voz del sabio, se aprecia su estilo elegante y discursivo, y aún así sobre "La villa" pesa la sensación de que estamos ante una película de regusto añejo, ya vista y mejor ejecutada en intentos anteriores. En esencia, Guediguian se define precisamente por aquello que lo encorseta: su tempo moroso, atemporal pero también demodé. Y a estas alturas, a sus 63 años, no podemos pedirle al responsable de "Marius y Janette" que abra su dialéctica a nuevos temas y tonos. "La villa" queda, en conclusión, como una repetición intermitentemente interesante, recomendada únicamente para incondicionales de Guediguian. Bella, pero anecdótica.
@CinoscaRarities http://cachecine.blogspot.com
@CinoscaRarities http://cachecine.blogspot.com
9 de abril de 2018
9 de abril de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este es un film sobre la pérdida de la inocencia, aquella que tenemos hasta bien entrada la adolescencia y la que nos hacía un mundo feliz.
Un flash back del director nos muestra hermanos en la dicha de su juventud en su pequeño mundo feliz, pueblito perdido junto al Mediterráneo, mientras los año 70 pasaban con dulzura.Las cosas más terribles de la vida , entre ellas la muerte , "lisa y llanamente no existían" como decía Mario de Benedetti.
Luego la inocencia se pierde, la muerte , como siempre injusta, acontece; las utopías chocan de frente con la realidad . El paraíso se corrompe.
Los años se llevan la fuerzas y las ganas: "ya no quiero más danzar, dice metafóricamente , uno de los hermanos " y sin embargo cómo amaba hacerlo ...! " Agrega con lágrimas .. (Es decir como amaba la vida ...)
Después de muchos años los hermanos se encuentran de nuevo en su pueblito natal; pero si bien las fotos viejas muestran que en apariencia poco ha cambiado , Heráclito nos recordará una vez más que no nos bañamos dos veces en el mismo río ( ni en el mismo mar por caso ). El paraíso se ha corrompido.
Con todo , la esperanza no desaparece y si bien muchas veces el teatro es un sucedáneo de la vida , aveces la vida es un pequeño teatro, por suerte!
Un flash back del director nos muestra hermanos en la dicha de su juventud en su pequeño mundo feliz, pueblito perdido junto al Mediterráneo, mientras los año 70 pasaban con dulzura.Las cosas más terribles de la vida , entre ellas la muerte , "lisa y llanamente no existían" como decía Mario de Benedetti.
Luego la inocencia se pierde, la muerte , como siempre injusta, acontece; las utopías chocan de frente con la realidad . El paraíso se corrompe.
Los años se llevan la fuerzas y las ganas: "ya no quiero más danzar, dice metafóricamente , uno de los hermanos " y sin embargo cómo amaba hacerlo ...! " Agrega con lágrimas .. (Es decir como amaba la vida ...)
Después de muchos años los hermanos se encuentran de nuevo en su pueblito natal; pero si bien las fotos viejas muestran que en apariencia poco ha cambiado , Heráclito nos recordará una vez más que no nos bañamos dos veces en el mismo río ( ni en el mismo mar por caso ). El paraíso se ha corrompido.
Con todo , la esperanza no desaparece y si bien muchas veces el teatro es un sucedáneo de la vida , aveces la vida es un pequeño teatro, por suerte!
7 de septiembre de 2018
7 de septiembre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía tiempo que no se estrenaba una película de Guediguian en nuestro país. Y este estreno es bienvenido porque se trata de una de las mejores obras del director francés. Hijo de padre armenio y madre alemana, nació y vivió la mayor parte de su vida en Marsella, y en consecuencia, su cine manifiesta su ser localista en cada una de sus películas. El idioma de sus películas es el francés, pero su visión de la vida es típicamente marsellesa, la de un hombre del interior de Francia, e íntimamente ligado a la costa mediterránea.
Su nueva obra transcurre en un pueblo costero cerca de Marsella donde vive un hombre al que un derrame cerebral lo ha dejado en un estado de coma profundo, sin esperanza de vida. En un mismo edificio junto al mar, viven con él sus dos hijos ya mayores, y como consecuencia de su probable muerte, y con el propósito de pasar una última Navidad todos juntos, regresan al hogar otro hijo que vive en Paris, y una hija actriz que recorre con sus obras toda Francia.
El film es una notable reflexión sobre la vida y la muerte, una especie de balance general donde cada uno se enfrenta a sí mismo y medita sobre lo que ha hecho y sobre lo que quiere hacer. Es también un film cargado de humanismo, donde cada personaje se encuentra y se sincera consigo mismo. Ese como si ese coma profundo del padre colocara a cada uno ante una real posición de finitud.
Como casi toda la obra de Guediguian el film está lleno de una gran ternura hacia los personajes. El director, y también guionista del film, les da una carnadura humana pintando a cada uno de ellos con defectos y virtudes que los torna muy reales, seres humanos vulnerables en una situación de potencial perdida que los obliga naturalmente a preguntarse qué voy a hacer de ahora en más.
Ese gran momento donde el hombre enfrenta la muerte del padre significa un corte de amarras. La vida rectora del padre termina, y comienza la vida definitivamente propia del hijo. Una vida totalmente propia, sin regencias ni posibilidades de consulta previa. Implica un instante de confusión. Es el momento de asumirse definitivamente a sí mismo. La muerte de los padres es la muerte del eje rector. Y ese momento de convulsión esta magníficamente expresado en las imágenes del Guediguian.
Pero el film de Guediguian no se queda solo en el aspecto intimista del relato. El hombre envejece y se enferma. El tiempo pasa y genera cambios. Los hijos que han estado fuera de la casa por muchos años son los que más perciben esos cambios. La aldea de pescadores cerca de Marsella donde trascurre la acción ya no es la misma. Los pescadores han desaparecido como también lo señalaba otro film francés que transcurría en la costa del norte: Angel et Tony (2010) de Alix Delaporte. Pero por otro lado, la costa se ha llenado de familias de inmigrantes que han cruzado el Mediterráneo en balsas y lanchas en busca de un futuro mejor escapando de las cruentas guerras y falta de trabajo en África del norte.
Esta última cuestión da la posibilidad a Guediguian de ahondar en su humanismo. El encuentro de una familia destrozada de los cuales solo quedan dos hermanitos termina por dar la visión de una situación prácticamente fuera de control como es la de la inmigración y que tan bien lo expresa Sea Sorrow, el film de Vanesa Redgrave, con imágenes realistas, lacerantes y de plena actualidad que describe el estado de situación en los vivacs destinados al alojamiento de esas personas bajo la supervisión de las Naciones Unidas.
En síntesis, un Guediguian auténtico, inspirado que nos deja un film para la reflexión profunda, que mantiene vivo el interés del espectador durante todo el desarrollo del mismo, contando una historia no solo llena de humanismo sino también de interés social, con un manejo notable de los tiempos cinematográficos, en el cual algo queda en el pasado dando lugar a vivir el futuro. Es la vida que pasa. Interpretada por un grupo de excelentes actores en los cuales destaca Ariane Ascáride. Un film para ver con detenimiento y emoción. Un film que marca un antes y un después de un momento crucial en la vida del hombre como es la perdida de los padres.
Su nueva obra transcurre en un pueblo costero cerca de Marsella donde vive un hombre al que un derrame cerebral lo ha dejado en un estado de coma profundo, sin esperanza de vida. En un mismo edificio junto al mar, viven con él sus dos hijos ya mayores, y como consecuencia de su probable muerte, y con el propósito de pasar una última Navidad todos juntos, regresan al hogar otro hijo que vive en Paris, y una hija actriz que recorre con sus obras toda Francia.
El film es una notable reflexión sobre la vida y la muerte, una especie de balance general donde cada uno se enfrenta a sí mismo y medita sobre lo que ha hecho y sobre lo que quiere hacer. Es también un film cargado de humanismo, donde cada personaje se encuentra y se sincera consigo mismo. Ese como si ese coma profundo del padre colocara a cada uno ante una real posición de finitud.
Como casi toda la obra de Guediguian el film está lleno de una gran ternura hacia los personajes. El director, y también guionista del film, les da una carnadura humana pintando a cada uno de ellos con defectos y virtudes que los torna muy reales, seres humanos vulnerables en una situación de potencial perdida que los obliga naturalmente a preguntarse qué voy a hacer de ahora en más.
Ese gran momento donde el hombre enfrenta la muerte del padre significa un corte de amarras. La vida rectora del padre termina, y comienza la vida definitivamente propia del hijo. Una vida totalmente propia, sin regencias ni posibilidades de consulta previa. Implica un instante de confusión. Es el momento de asumirse definitivamente a sí mismo. La muerte de los padres es la muerte del eje rector. Y ese momento de convulsión esta magníficamente expresado en las imágenes del Guediguian.
Pero el film de Guediguian no se queda solo en el aspecto intimista del relato. El hombre envejece y se enferma. El tiempo pasa y genera cambios. Los hijos que han estado fuera de la casa por muchos años son los que más perciben esos cambios. La aldea de pescadores cerca de Marsella donde trascurre la acción ya no es la misma. Los pescadores han desaparecido como también lo señalaba otro film francés que transcurría en la costa del norte: Angel et Tony (2010) de Alix Delaporte. Pero por otro lado, la costa se ha llenado de familias de inmigrantes que han cruzado el Mediterráneo en balsas y lanchas en busca de un futuro mejor escapando de las cruentas guerras y falta de trabajo en África del norte.
Esta última cuestión da la posibilidad a Guediguian de ahondar en su humanismo. El encuentro de una familia destrozada de los cuales solo quedan dos hermanitos termina por dar la visión de una situación prácticamente fuera de control como es la de la inmigración y que tan bien lo expresa Sea Sorrow, el film de Vanesa Redgrave, con imágenes realistas, lacerantes y de plena actualidad que describe el estado de situación en los vivacs destinados al alojamiento de esas personas bajo la supervisión de las Naciones Unidas.
En síntesis, un Guediguian auténtico, inspirado que nos deja un film para la reflexión profunda, que mantiene vivo el interés del espectador durante todo el desarrollo del mismo, contando una historia no solo llena de humanismo sino también de interés social, con un manejo notable de los tiempos cinematográficos, en el cual algo queda en el pasado dando lugar a vivir el futuro. Es la vida que pasa. Interpretada por un grupo de excelentes actores en los cuales destaca Ariane Ascáride. Un film para ver con detenimiento y emoción. Un film que marca un antes y un después de un momento crucial en la vida del hombre como es la perdida de los padres.
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