Amanecer
Drama. Romance
Un granjero (George O'Brien) convive felizmente en el campo con su esposa (Janet Gaynor). Pero la aparición de una seductora mujer (Margaret Livingston) de la ciudad hace que comience a enamorarse de ésta, y a pensar que su mujer es un estorbo que se interpone en la felicidad entre él y su nueva y sofisticada amante. (FILMAFFINITY)
17 de mayo de 2009
17 de mayo de 2009
52 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Amanecer" no es cine o quizás sí lo sea pero si "Amanecer" es cine, entonces, todo lo que se ha rodado después definitivamente no es cine.
En 1875, el compositor noruego Edvard Grieg escribía la suite de apertura a la obra "Peer Gynt", una pieza que llevaba el nombre de "Morgenstimmung" ("La mañana").
En 1927, el director alemán F.W.Murnau la reescribió en imágenes.
Imposible decir más. Véanla.
En 1875, el compositor noruego Edvard Grieg escribía la suite de apertura a la obra "Peer Gynt", una pieza que llevaba el nombre de "Morgenstimmung" ("La mañana").
En 1927, el director alemán F.W.Murnau la reescribió en imágenes.
Imposible decir más. Véanla.
23 de diciembre de 2006
23 de diciembre de 2006
57 de 85 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amanecer. Un mecanismo mudo de tragedia en plena noche, majestuosamente presidido por la luna. Con un amplio interludio de comedia, solar y luminoso, entre las dos aterradoras pesadillas. La gracia delicada de la Gaynor. La violencia del monstruo, George O'Brien; su ternura. Me cuenta un buen amigo guionista, que el genio de Murnau no acaba nunca de explicarse. La cámara en sus manos es mito y geometría. La cinta es arte inmenso y claroscuro; temblores y temor. Hay que verla, sufrirla y disfrutarla. Nunca anduve tan cerca de ser asesinado.
13 de abril de 2011
13 de abril de 2011
85 de 142 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pero no sólo reaccionaria vista hoy, en la era Bibiana Aído, (hoy no hay medio de digerirla salvo como reliquia arqueológica); aterrizado Murnau en EEUU, el éxito de la cinta da pistas de lo que arrasaba en la pacata sociedad americana, a la que se pliega sin pudor un tipo como él, que había conocido los excesos geniales de la República de Weimar. Y, en fin, ¿qué decir a tantos críticos benévolos? Me cuesta comprender que consideren esta apología de primate dominante contra cerebro hueco sumiso, (dos de los personajes más romos y sin sustancia de la historia del cine) como una preciosa historia de amor. Será que nunca han estado enamorados o, peor aún, que lo están hasta las trancas en el momento de escribir. No se olviden los hagiógrafos del poeta del amor Murnau que el maravilloso y cándido novio se folla a otra y ha matado ya a su féerica esposa, (aunque no consume el acto para dar paso a continuación a la redención-resurrección tolstoiana más rápida y asombrosa de la historia). No sé si Murnau no tenía ni idea del matrimonio, (creo que no por su condición homosexual), ni de la convivencia, ni del perdón, ni de ningún otro maldito tema...o es que los guionistas se limitaron a poner a un personaje femenino tan estólido y estúpido que sería del agrado del granjero arquetípico norteamericano, y de cualquier macho de bar de todos los tiempos. Uffff, para más inri, llora la infidelidad del marido al lado del hijo dormido, no sea que si llora sola iba a conmover poco al público. No recuerdo si era Cabrera Infante el que decía que poquísimas películas aguantaban la comparación con sus coetáneos literarios, filosóficos, musicales... (salvaba a Orson Welles), pero esa reflexión me viene viendo muchos clásicos. Este Amanecer, además, tiene poquísimo (o nada) de "expresionismo", etiqueta que tantos le cuelgan como una percha sempiterna sin tener mucha idea de lo que significa, (algunos de los que escriben piensan, incluso, que hace referencia a las expresiones del rostro de los actores). Tal vez las únicas escenas de auténtico sabor expresionista, las de la feria nocturna, se cuenten como lo mejor del film; curiosamente ahí se diluye la pareja para dar lugar al arrebato, a la espiral de imágenes, al cine más fantasioso, (me recuerda a aquel documental sobre Berlín, del mismo año, de Walter Ruttman). En fin, parece increíble que, formado en el mismo caldo de cultivo que, por ejemplo, Karl Kraus, Thomas Mann o Richard Dehmel, Arnold Schoenberg o verdaderos expresionistas, este Murnau se plantara con esta apología reaccionaria del matrimonio tradicional, (o más bien del primate masculino tradicional, porque en los buenos matrimonios reaccionarios (por ejemplo, los fordianos) se quieren, no se asesinan por el día para bailar enamorados por la noche). Ideológicamente, la película tiene un tufillo; psicológicamente parece la obra de un alumno de la ESO; técnicamente, me importa un huevo que esté bien hecha, que sea fantasiosa y a ratos deslumbrante. De eso ya estamos sobrados hoy. Una vez más, muchos clásicos lo son porque faltan revisiones serias. Ahora ya me da miedo ver Nosferatu, por miedo a lo que el tiempo la haya desgastado, y a la que recuerdo como una de las más grandes películas que había visto.
10 de abril de 2010
10 de abril de 2010
33 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existe una teoría que dice que ver películas es ver al tiempo la historia del cine y la historia del mundo.
Amanecer, la primera película americana del maestro alemán Murnau, es sin duda una de las obras cumbres del cine mudo de los orígenes. En ella, la técnica de la imagen (el marco) y el montaje se hacen intensamente modernas: ésta, con el Octubre de Eisenstein del mismo año de producción, son ejemplos fundacionales de un cine ya no primitivo, ya no ingenuo ni inocente. Un cine que sabe lo que se hace.
Todos los cánones (hasta el más moderno de Rosenbaum) la incluyen en su lista Top 10. Y lo cierto es que Amanecer es una gran película, emocionante y sorprendente, que aún hoy en día conserva su valía en la historia del cine. Seguramente, sea uno de los primeros casos de tragicomedia filmada Pero, allende su saber hacer fílmico y su ejemplaridad narrativa, perfecta y circular, habría que preguntarse por el mundo que Murnau desvela e interpreta: mantener una relación viva con el filme, y no anestésica. Esa es la lección godardiana sobre la historia del cine: la de que, tras las imágenes ya muertas, fluye un mundo aún vivo, siempre.
El expresionismo tenía un principio: “La vida no orgánica de las cosas, una vida terrible que ignora la sabiduría y los limites del organismo.” Este principio, enunciado por Deleuze en sus escritos sobre el cine y la “imagen-movimiento”, es el que alimenta a las figuras de lo no muerto: Nosferatu, El Golem; y del mal: Dr. Mabuse, Dr. Caligari, Mefistófeles, pero también a la propia naturaleza, en las dualidades vida-muerte, luz-oquedad (una oscuridad viva), interior-exterior. Y ahora, en términos de urbanismo: campo-ciudad.
Amanecer reactualiza los mitos del romanticismo alemán para el gran público americano, transformando la dialéctica en maniqueísmo. Así, la historia que nos cuenta es la de un personaje que, como Fausto, vende su alma para luego, tras su temporada en el infierno, arrepentirse y redimirse. Sólo que, en lugar de al diablo, se la vende a una Morena que, con propiedad, puede decir lo que Mefistófeles: You are all mine? Esta Morena es lo nuevo no orgánico, lo nuevo no muerto: la Ciudad. En ella se simboliza el mal de la modernidad técnica, y por eso la de Murnau es la ética del campesino: Murnau era el más romántico de todos los expresionistas como Berg era el más romántico de los dodecafonistas, invadidos de un natural sensualismo apegado a la vida agraria. Este reaccionarismo antimoderno es el pilar de la filosofía alemana de los últimos 20, aquella sobre la que fermentó la ulterior ideología nazi: en 1927 Heidegger publica “Ser y Tiempo”, donde analiza las vicisitudes del sujeto moderno, tentado por la técnica (esa Morena) y caído en la nada existencial. Tesis que Murnau parece ilustrar con Amanecer: necesario es caer para volver a alzarse. Un gesto de resiliencia incólume: los orígenes no pueden perderse, no hay que caer en la tentación. Su siguiente film yanqui se titularía: Tabú.
Amanecer, la primera película americana del maestro alemán Murnau, es sin duda una de las obras cumbres del cine mudo de los orígenes. En ella, la técnica de la imagen (el marco) y el montaje se hacen intensamente modernas: ésta, con el Octubre de Eisenstein del mismo año de producción, son ejemplos fundacionales de un cine ya no primitivo, ya no ingenuo ni inocente. Un cine que sabe lo que se hace.
Todos los cánones (hasta el más moderno de Rosenbaum) la incluyen en su lista Top 10. Y lo cierto es que Amanecer es una gran película, emocionante y sorprendente, que aún hoy en día conserva su valía en la historia del cine. Seguramente, sea uno de los primeros casos de tragicomedia filmada Pero, allende su saber hacer fílmico y su ejemplaridad narrativa, perfecta y circular, habría que preguntarse por el mundo que Murnau desvela e interpreta: mantener una relación viva con el filme, y no anestésica. Esa es la lección godardiana sobre la historia del cine: la de que, tras las imágenes ya muertas, fluye un mundo aún vivo, siempre.
El expresionismo tenía un principio: “La vida no orgánica de las cosas, una vida terrible que ignora la sabiduría y los limites del organismo.” Este principio, enunciado por Deleuze en sus escritos sobre el cine y la “imagen-movimiento”, es el que alimenta a las figuras de lo no muerto: Nosferatu, El Golem; y del mal: Dr. Mabuse, Dr. Caligari, Mefistófeles, pero también a la propia naturaleza, en las dualidades vida-muerte, luz-oquedad (una oscuridad viva), interior-exterior. Y ahora, en términos de urbanismo: campo-ciudad.
Amanecer reactualiza los mitos del romanticismo alemán para el gran público americano, transformando la dialéctica en maniqueísmo. Así, la historia que nos cuenta es la de un personaje que, como Fausto, vende su alma para luego, tras su temporada en el infierno, arrepentirse y redimirse. Sólo que, en lugar de al diablo, se la vende a una Morena que, con propiedad, puede decir lo que Mefistófeles: You are all mine? Esta Morena es lo nuevo no orgánico, lo nuevo no muerto: la Ciudad. En ella se simboliza el mal de la modernidad técnica, y por eso la de Murnau es la ética del campesino: Murnau era el más romántico de todos los expresionistas como Berg era el más romántico de los dodecafonistas, invadidos de un natural sensualismo apegado a la vida agraria. Este reaccionarismo antimoderno es el pilar de la filosofía alemana de los últimos 20, aquella sobre la que fermentó la ulterior ideología nazi: en 1927 Heidegger publica “Ser y Tiempo”, donde analiza las vicisitudes del sujeto moderno, tentado por la técnica (esa Morena) y caído en la nada existencial. Tesis que Murnau parece ilustrar con Amanecer: necesario es caer para volver a alzarse. Un gesto de resiliencia incólume: los orígenes no pueden perderse, no hay que caer en la tentación. Su siguiente film yanqui se titularía: Tabú.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Un edulcorado final hace que la película se cierre con el típico happy ending hollywoodiense que sigue vigente, con defensa de la unidad familiar incluída (tipo Spielberg o Nyght-Shyamalan). Murnau, el exiliado, supo adecuarse a su nuevo público, a los que contar viejos mitos. Pero los americanos no podían aceptar esa máxima profunda del expresionismo: la Muerte –ya se sabe- es un Maestro Alemán.
3 de diciembre de 2010
3 de diciembre de 2010
32 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
El corazón, ese gran perjuro que nos lleva y nos trae a merced de los céfiros de la pasión. El sendero de la vida, la mella de Cronos y la tentación de lo prohibido nos pueden llevar a tomar las más equivocadas e irreversibles decisiones y en nombre de algo que creemos llamar felicidad, hacernos cometer los más atroces crímenes. O no. Quizás aún se esté a tiempo. Quizás esa locura aún tenga remedio y surja el perdón, el reencuentro, la esperanza, el amanecer.
Durante hora y media, Murnau hizo lo que quiso conmigo: me emocionó, me estremeció, me llevó a través del drama, la comedia, la intriga y el romance como sólo los grandes saben hacer: con destreza, con convicción, con maestría. Esto no es sólo una cinta más, es poesía en movimiento, una oda al poder redentor del amor mayúsculo; ese sentimiento que tan fácilmente puede llegar a olvidarse por culpa de la traición, pero que siempre aguarda, sólido como una roca, en el fondo. Por mucho fango que lo cubra.
Hay algunos films a los cuales es difícil hacer justicia con palabras. Esos cuyas imágenes trascienden en sí mismos cualquier descripción posible y no hay términos que logren hacerles verdadera justicia. “Amanecer” es uno de ellos. Porque no habría que criticarla, ni diseccionarla, ni estudiarla. No quiero saber cómo se diseñó la geometría de la eternidad, quiero permanecer ignorante, embriagado, y conservar así la certeza de que a veces, muy pocas veces, la magia hecha celuloide es posible.
No la vean. Vívanla.
Durante hora y media, Murnau hizo lo que quiso conmigo: me emocionó, me estremeció, me llevó a través del drama, la comedia, la intriga y el romance como sólo los grandes saben hacer: con destreza, con convicción, con maestría. Esto no es sólo una cinta más, es poesía en movimiento, una oda al poder redentor del amor mayúsculo; ese sentimiento que tan fácilmente puede llegar a olvidarse por culpa de la traición, pero que siempre aguarda, sólido como una roca, en el fondo. Por mucho fango que lo cubra.
Hay algunos films a los cuales es difícil hacer justicia con palabras. Esos cuyas imágenes trascienden en sí mismos cualquier descripción posible y no hay términos que logren hacerles verdadera justicia. “Amanecer” es uno de ellos. Porque no habría que criticarla, ni diseccionarla, ni estudiarla. No quiero saber cómo se diseñó la geometría de la eternidad, quiero permanecer ignorante, embriagado, y conservar así la certeza de que a veces, muy pocas veces, la magia hecha celuloide es posible.
No la vean. Vívanla.
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