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La isla siniestra

Thriller. Intriga En el verano de 1954, los agentes judiciales Teddy Daniels (DiCaprio) y Chuck Aule (Ruffalo) son destinados a una remota isla del puerto de Boston para investigar la desaparición de una peligrosa asesina (Mortimer) que estaba recluida en el hospital psiquiátrico Ashecliffe, un centro penitenciario para criminales perturbados dirigido por el siniestro doctor John Cawley (Kingsley). Pronto descubrirán que el centro guarda muchos secretos ... [+]
Críticas 562
Críticas ordenadas por utilidad
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9
19 de febrero de 2010
80 de 118 usuarios han encontrado esta crítica útil
Saben creo que no soy muy buen crítico en cuanto al cine se refiere, tengo una marcada preferencia por hablar bien de lo bueno, antes de hablar mal de lo malo. Si estoy en contra de la guerra como efectivamente sucede prefiero pronunciarme en favor de la PAZ que en contra de la guerra. Shutter Island me ofrece esa hermosa oportunidad de hablar bien de lo bueno.
Moría de ganas de ser testigo de esta esperada nueva colaboración entre Martin Scorsese y Leonardo DiCaprio, la cuarta ya después de “El aviador”, “Infiltrados (The departed)” y“Gangsters de Nueva York (Gangs of New York)”). A partir de la novela de Dennis Lehane, “Shutter island” arranca en 1954, con los agentes judiciales Teddy Daniels (DiCaprio) y Chuck Aule (Mark Ruffalo) a bordo de un barco rumbo a una remota isla de la bahía de Boston para investigar la desaparición de una demente asesina recluida en un hospital psiquiátrico. Nada especial como premisa, pero, ¡damas y caballeros!, Scorsese nos introduce en su juego desde el minuto uno…
En esto radica precisamente la clave de “Shutter Island”: aunque la novela en la que se basa está muy bien escrita, su argumento no tiene mucho de brillante ni de original y podría haberse convertido en carnaza de olvidable producto directo a DVD, pero, por suerte, su adaptación cayó en manos de unos de los mejores directores de la historia del cine. Y el resultado es que Scorsese nos ofrece casi dos horas y media gloriosas, absorbentes, fascinantes. Estamos ante un thriller dirigido con mano maestra (su tono y su música recuerda en muchos momentos a “El cabo del miedo”) donde lo que menos importa es la gran sorpresa final. De hecho, el desarrollo de la historia te prepara de forma muy coherente y nada tramposa para ese final, que está implícito en muchas de las secuencias, por lo que es fácil adivinar o intuir a grandes rasgos lo que está ocurriendo en esa isla (¡casi tan misteriosa como la de “Lost”!). A pesar de las pistas que el guión da conscientemente, el disfrute sigue siendo enorme hasta el último segundo de metraje.
Y, por supuesto, “Shutter island” también le debe gran parte de su eficacia a ese DiCaprio gigante y omnipresente, arrollador en una interpretación que consigue estremecer. Le secundan unos estupendos Ben Kingsley, Michelle Williams, Max von Sydow, Emily Mortimer y Patricia Clarkson, todos con sus momentazos. Sólo Mark Ruffalo se muestra un poco más perdido en el conjunto, pero pocas debilidades más se le pueden encontrar a una película tan gozosa, vibrante e impecable.
Este film no defrauda sino más bien hace crecer una leyenda ya de por sí enorme llamada Martin Scorsese, pero claro no faltará quién cansado de escuchar cosas buenas del maestro diga que esta es una pésima película, previsible, bla,bla,bla…En fin gracias a Dios por la libertad de opinión y por el bueno de Scorsese.
8
10 de octubre de 2010
32 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mejor recomendación que puedo ofrecer a la hora de ver esta película es verla sin saber nada de ella. No leer críticas a priori. A estas alturas es un poco ingenuo sugerir algo así, lo sé. Pero, sin embargo, todavía es posible; sobre todo para los que, como yo, prefieren enfrentarse al cine como si éste fuese una caja de sorpresas en la que no figuran pistas, o muy escasas, acerca de su contenido. Una caja totalmente blanca y lisa, que puede ser como la caja de Pandora: al abrirla, puede saltar lo más inesperado. No siempre se puede ir con ese planteamiento, desde luego, pero en thrillers de este tipo, es la mejor manera de disfrutarlos. Como ya he dicho alguna vez antes, ir virgen. A eso, claro, hay que añadir el grado en que uno siente enganche hacia el film una vez empezado, cómo uno se involucra en el juego propuesto. Porque una de las virtudes del cine es que es como un juego de prestidigitación, de ilusionismo en el que la clave es dejarse engañar, dejarse sumergir sin ningún esfuerzo, sin resistencia. Si una película lo logra con nosotros, enhorabuena; vamos a pasarlo realmente mal, o realmente bien, que para el caso vienen a ser algo muy similar ante la gran pantalla.
Yo la vi ayer sin haber escuchado comentarios, sin haber leído información, sin haber consultado críticas. Yo soy de las que buscan la información a posteriori, para no dejarme contaminar. En ocasiones no se puede evitar oír y ver cosas por accidente cuando se vive en un entorno sobresaturado de datos, pero sí, es viable que haya pasado tanto tiempo desde el lanzamiento de “Shutter Island” y que algunos espectadores potenciales acudamos a verla vírgenes. O casi. Hoy día es difícil que algo sorprenda o que no tire por lo trillado. No sé qué impresión se llevarán otros espectadores más avezados o más duros que yo, pero a mí Scorsese me ha llevado de calle por donde ha querido. Y bendito sea. Y se puede considerar satisfecho porque probablemente es algo que le hará feliz, saber que hipnotiza a una buena parte de su audiencia.
Me ha sumergido en dos horas de tensión, intriga, en los túneles de la mente. Shutter Island es ese tipo de lugar que nadie quiere nombrar siquiera, donde se encierra lo inadmisible, lo que queremos silenciar y desterrar porque nos recuerda que la mente es un laberinto sin solución, sin camino de salida. Scorsese no es Lynch, pero refleja también, en su estilo, un submundo angustioso, incómodo, de arenas movedizas encerradas detrás de unos barrotes que creemos sólidos, detrás de unos muros que, eso deseamos, nos tapan la visión del otro lado.
Nuestros desechos humanos herméticamente encerrados en una isla casi inaccesible y absolutamente inhóspita, para hacernos la ilusión de que todo marcha bien, de que cerrando los ojos los problemas no existen, los traumas se borran, las heridas del alma se curan sin dejar marca, las averías del cerebro se esfuman solas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Ante lo insoportable… Los mecanismos de defensa mental más empleados son, seguramente, la mentira y el silencio.
6
20 de febrero de 2010
75 de 120 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película presenta la excelente factura que cabe esperar de un maestro como Scorsese pero, también, adolece de algunos de sus vicios, de cierta tendencia a ofrecer mucho ruido y pocas nueces. A esta obra le sobran minutos; sobre todo, minutos con escenas primorosas de pesadillas y alucinaciones, y le falta algo de una inquietud que no terminan de transmitir los personajes que deberían transmitirla. Leo está solvente pero sigue lastrado por un rostro aniñado que no logra ocultar su barba lampiña. Ben Kingsley, eficaz, como siempre. No es todo lo buena que parece ser.
7
28 de febrero de 2010
40 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues sin sacar el bisturí, los niveles que le veo yo a Shutter Island, son dos.

1. - El psicológico. Dicen por ahí que es un psicothriller. Pues la primera parte de ese género, la psicológica, es la que mejor funciona dentro de Shutter Island. Scorsese consigue un buen puñado de imágenes perturbadoras y logra crear una atmósfera crecientemente paranóica.

Martin está en este momento en una fase de su carrera en la que puede hacer lo que le salga de la punta sin importarle cuál va a ser la reacción del público. Quizá consciente de ello, no se corta un pelo a la hora de prolongar sus secuencias oníricas. Éstas se cargan la continuidad del relato, pero funcionan igualmente. Ese tono irreal, no sólo presente en los sueños, alucinado, desconcertante, es lo más logrado del filme.

Es decir, que Shutter Island recuerda a lo mejor (la conseguida sensación de opresión, el desasosiego compartido con el protagonista) y a lo peor (la banda sonora, a ratos desfasada; y esa certeza de que hay algo que no encaja en todo esto -en este caso, justificada-) de El cabo del miedo.

2. - El de thriller a secas, psicología a parte. Aquí es donde la cosa flojea más. Durante la primera mitad de Shutter Island, la trama criminal avanza con habilidad. Vamos, que va bien, tiene coherencia, se sostiene sobre sí misma, hasta que los ingredientes más irreales del cóctel comienzan a imponerse sobre los otros. Y sí, la trama criminal estaba bien. Y sí, el tono alucinado también.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Pero colisionan. El realismo de la película sale mal parado, la sensación de "aquí algo no encaja pero como he leído que el final es en plan El sexto sentido da igual porque ya lo arreglarán" se apodera inevitablemente del espectador, y todo queda en el aire. A ver qué pasa.

Lo que pasa es que resolver de un plumazo la película diciendo que el prota estaba loco y todo se lo imaginó es sorprendente, sí, y muy fácil también. Es fácil hasta cuando se dan explicaciones que encajan con lo visto anteriormente. Que se dan, pero no las suficientes, creo yo.

Entonces... ¿Está bien la película? Está bien, no se pierde el interés ni durante medio segundo, pero adolece de lo mencionado: se va por las ramas, pierde un poco el ritmo, el sentido, tirando hacia el final, y lo resuelve con una acrobática pirueta (aunque prescinda -agradeciblemente- de una sucesión de miles de flashbacks cuya intención es crear una falsa sensación de que todo encaja perfecta y reveladoramente, es mejorable) que pone patas arriba todo lo visto hasta el momento, cosa que puede cabrear, con razón, a más de un espectador.

A mí no, pero seguro que el remiendo final habría funcionado mejor de haber hecho algo que yo no tengo claro porque no soy ni director de cine ni guionista. Quizá, cambiando el desarrollo precedente, que va dando a entender que la tortilla dará una vuelta; quizá, no poniendo ningún remiendo final,convirtiendo el faro en una sala de experimentos y dejando Shutter Island en una alucinógena, un poco lynchiana si me apuras, película sobre conspiraciones narradas como si fueran un delirio que no son.
AGF
6
27 de marzo de 2010
44 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
De no haberla dirigido Martin Scorsese lo más probable es que, en estos momentos, la estuviera defendiendo a capa y espada. No en vano, “Shutter Island” es un thriller que no decae demasiado en sus casi 140 minutos de metraje y que narra con cierto pulso y convicción una historia, a priori, interesante. El problema es que “Shutter Island” es una peli de Scorsese. Uno de mis cineastas favoritos. Y cuando uno de mis cineastas favoritos firma una peli mediocre -sintiéndolo mucho- debo decirlo.

Reitero lo de mediocre porque “Shutter Island” dista mucho, a mi juicio, de lo que es capaz de ofrecernos Martin Scorsese. Uno de esos cineastas que nunca renegó de sus excelentes relaciones con el proletariado cinéfilo y que siempre procuró, al mismo tiempo, que su cine no perdiera un ápice de ese tono enérgico y musculado que le hizo célebre.

Su última peli, sin embargo, adolece completamente de ese vigor narrativo y visual al que hacía referencia. Tanto es así que, más que una peli de Scorsese, parece la obra de un director de segunda fila. De un director única y exclusivamente preocupado en colmar las expectativas del gran público. Aconsejo, por consiguiente, que hagáis caso omiso a todas esas afirmaciones que aseguran que “Shutter Island” constituye una vuelta de tuerca genial en la carrera del neoyorquino. De todas esas afirmaciones que afirman que se trata de una poderosa adaptación que traslada a la gran pantalla el espíritu gótico (e incluso pulp y bizarro) de la novela de Dennis Lehane. Todo eso son tonterías. Tonterías destinadas a defender lo indefendible.

A mi juicio “Shutter Island” es, como bien dice una buena amiga, una astracanada. Una astracanada cuyo principal error estriba en haberla confeccionado con excesivo comedimiento. Con excesiva compostura. Con excesivo clasicismo. Quizás si a Scorsese se le hubiera ido la pinza del todo el resultado hubiera sido otro, pero visto lo visto no puedo evitar acabar diciendo –pese a esas seis generosísimas estrellas que le otorgo- que la última de Scorsese es, para mi gusto, excesivamente larga, blanda, tramposa, reiterativa y comercial.

Una mala tarde la tiene cualquiera, dicen. Eso espero, Martin. Eso espero.
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