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El signo de la cruz

Drama Imperio Romano, siglo I d. C. Después del gran incendio de Roma, el emperador Nerón, decide culpar a los cristianos y publica un edicto por el cual todos ellos deberán ser arrestados y enviados a la arena del circo. Entre los detenidos se encuentran dos viejos cristianos y la hermosa hija de uno de ellos, de la que se enamora Marcus: el más alto funcionario de Roma. (FILMAFFINITY)
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7
1 de julio de 2024 Sé el primero en valorar esta crítica
No sé si basada o no en la obra de Henryk Sienkiewicz, yo diría que hasta un ciego lo vería....se repite a pesar del corte de Heys, en otra historia maravillosa de cristianos contra la locura de Nerón en una Roma degenerada, reflejo de la perversidad de Poppea (la incombustible Claudette Colbert) y la inocencia de Elissa Landi, en un papel que vendría a ser el de Ligia en la cinta de Peter Ustinov.

Un comandante de los pretorianos, Marcus Superbus, enamorado sin remedio de la hermosura de Mercia (Elissa Landi, vibrante como en su película "El conde de Montecristo" del 35), que es el objeto de deseo de Poppea, quien se baña como si aún Claudette Colbert, o tal vez haciendo un guiño a su papel de Cleopatra, en leche de burra.

Este amor no correspondido junto a la fe de muchos personajes cristianos acompañantes de Mercia y todo el drama del circo mientras toda Roma arde ante los versos sin acabar de Nerón, serán el alma de la cinta, todo por la fe, todo por el deseo, todo por la locura. Todo en nombre de la cruz, y de Dios, según se trate el personaje, y luego todo, en una cadena asombrosa.

Inolvidable, sobre todo para los amantes de los dramones cristianos, entre los que me encuentro la primera y de Claudette Colbert.
6
17 de enero de 2024 2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curioso lo de "El signo de la cruz", una película de mensaje cristiano que, debido a sus imágenes fuertecitas para la época favoreció el surgimiento de la censura, rodada en un Hollywood que había sido el despiporre pese al contenido moralmente edificante de una producto como este (no han perdido la costumbre), y que pese a dicho contenido, se le ve el plumero del espectáculo sensacionalista con el gancho del erotismo y la violencia.

En la Roma de Nerón, los cristianos son perseguidos sin tregua tras el incendio de la ciudad, pero el centurión Marcus cae enamorado de una piadosa muchacha perteneciente a la nueva religión, lo que le generará un conflicto entre la fidelidad debida a su tiránico emperador y lo que comienza a sentir... probablemente el único personaje de cierta enjundia, en cuanto a este cuestionamiento de valores, en un film de pura catequesis, con buenos y con malos; estos últimos son los miembros de la élite romana, con facciones palaciegas en torno a un Charles Laughton de auténtica caricatura, con Claudette Colbert y su célebre baño de leche de burra, tan provocativo en su insinuación, aunque inocuo. El verdadero amor, capaz de derrotar ese ateísmo del centurión (tan contemporáneo, y por eso, tal vez alusivo al espectador descreído), es un amor no egoísta, ni despechado, sino uno que trasciende este mundo y es una forma de fe.

En general la propuesta tira a acartonada, cursi (¡ese perrito!) y con aires de teatrillo, con el ojo más bien puesto en las escenas de masas. En lo que destaca, creo yo, es precisamente en la pintura topicaza de esa Roma degenerada y viciosa, personificación de esa deidad autoritaria que los cristianos intentan dejar atrás, en su inocencia. Dosis de carnaza, con una tortura en off a un mozalbete con demasiado apego a la vida como para optar por el martirio (más catequesis en torno a la traición y el perdón del creyente), un bailecito lésbico en medio de una orgía cortesana para contrarrestar los cantos de los mártires… y por fin, lo que merece la pena el film; una extensa secuencia en el coliseo, cargada de truculenta creatividad, donde vemos lo que más interesa a Cecil, es decir, gladiadores, gente acosada y muriendo bajo las fieras, ¿tribus de la selva? Luchando contra ¿amazonas salvajes? Y lo mejor de todo, unos planos del público que ilustran sus diversas reacciones, que van desde el morbo hasta la repugnancia, que no sé si serían comparables al público que iba a ver la peli; en este sentido, aquí hay honestidad. También metáforas de brocha gorda (el leopardo), la presencia de cruz de marras aquí y allá, y una imagen; los cristianos ascendiendo hacia el foso por unas escaleras que parecen conducirles hacia el reino de los cielos.
6
28 de marzo de 2024 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Destaca, cómo no, la escena de Claudette Colbert (Popea, esposa del emperador) bañándose en leche de burra, ya que insinúa, y está llena de sensualidad. Imagino que en 1932, los espectadores arderían tal y como un grandilocuente Charles Laughton ve arder Roma en al escena inicial de la película no ya sin la más mínima compasión, sino con la suficiencia de las élites romanas. Cualquier cosa con tal de perseguir a los cristianos.

Cecil B. De Mille es llamado el padre del cine norteamericano ya que instauró muchas técnicas, uso de planos y trucos. Sabía lo que hacía. Quería dar espectáculo y buscaba reventar las taquillas. Si la película constó 650.000 dólares de le época, es una inversión que se debía recuperar y obtener beneficios. Y ese era su objetivo principal, pero por el camino nos deja una película asombrosa para la época, que aun vista hoy no deja de sorprender.

Maniqueísta, sí, los buenos son muy buenos, y los malos son muy malos. En medio de esto, un centurión romano que por amor es capaz de todo, incluso renunciar a sus creencias. Pero no me digan que las escenas de masas no son digas de ver. Y la putrefacción de una sociedad infantilizada que se divierte a golpe de ocurrencia está muy bien traída. Y llegamos a las secuencias del circo romano, rodada con inusitada brutalidad. Aparecen los gladiadores, los enanos sanguinarios, las amazonas y las fieras, donde De Mille se explaya, yo apostaría que era su parte favorita. Cómo está rodado, sorprende aun hoy.

En la parte negativa, reconozco que Fredic March (“Los mejores años de nuestra vida”, 1946) es un gran actor, pero no me acaba de convencer aquí. Y quizá el ritmo es algo irregular pero en conjunto la película es muy recomendable y seguro que una de las mejores de 1932.

Espectacular.
3
18 de abril de 2014
6 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me animé a ver 'El signo de la cruz' porque había oído que era erótica, bizarra, y no se cuántas cosas más. La verdad es que es un panfleto cristiano de tomo y lomo, diciendo lo que han dicho siempre, que hay que aguantar con estoicidad lo que dios te manda para ser un buen cristiano. Y que hay que morir por dios.

La mujer que hace de Popea es joven, guapa, y viste ligera de ropa. Nada escandaloso. Quizás en los años 30 escandalizara a alguien (que lo dudo), pero desde luego no actualmente.

La historia es simple: Marco, un militar, se enamora de una cristiana, y a su vez la emperatriz está enamorada de él. Al ver que Marco no le hace caso, actúa con despecho.

El personaje de Nerón también está bien interpretado: un gordo seboso y hastiado al que a duras penas le sale la voz del cuerpo, y al que no le importa nada salvo su propio placer y edonismo.

Sólo al final la película se torna inesperada e interesante, en el circo romano, con una brutalidad exacerbada, aunque todo es insinuado y no rodado directamente.

La historia está bien desarrollada (2 horas dan para mucho), es medianamente interesante, está bien interpretada, y lo único que hace que le quite puntos es el omnipresente tufo religioso (esperado, dado el título de la peli y el nombre del director).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo mejor de todo es que al final los cristianos mueren. Se lo han ganado por cansinos.
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