Ágora
6.5
66,991
Aventuras. Romance
En el siglo IV, Egipto era una provincia del Imperio Romano. La ciudad más importante, Alejandría, se había convertido en el último baluarte de la cultura frente a un mundo en crisis, dominado por la confusión y la violencia. En el año 391, hordas de fanáticos se ensañaron con la legendaria biblioteca de Alejandría. Atrapada tras sus muros, la brillante astrónoma Hypatia (Rachel Weisz), filósofa y atea, lucha por salvar la sabiduría del ... [+]
13 de octubre de 2009
13 de octubre de 2009
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Corrección técnica, reflexión estudiada, mesura, recato, realismo en decorados y en extras. ALEJANDRO AMENÁBAR siempre da lo que promete, y por eso consigue que las salas se llenen. Sabe atrapar al espectador desde el comienzo hasta el final, nadie queda fuera. Nadie sale decepcionado, como mucho "no entusiasmado". Pero lo que se decía es lo que es, ni una coma más.
En TESIS se nos hablaba de una película sorprendente. Así fue. En ABRE LOS OJOS de un malabar. Así fue. En LOS OTROS todos esperábamos una buena película de terror. Así fue. En MAR ADENTRO sabríamos que se pondría a la eutanasia en el debate público. Así fue. En ÁGORA, se sabía que el fanatismo iba a ser condenado, con un ligero tirón de orejas al cristianismo -que siempre queda bien-... y así ha sido. Hay un gran porcentaje de público al que le encanta catalogar una película antes de verla, que la película sea lo que se crea que va a ser. Por eso siempre ha gustado el género: el western, las de instituto, las de duros de matar o las de miedo. AMENÁBAR instaura un partícular género: el género de autor. Porque sus películas no son de autor, sino de género de autor.
A otros todavía nos gusta que una película trascienda su condición de buena, para convertirse en algo lo más cercano posible al arte. Donde el autor llega a ser artista, en el más correcto sentido del término. Es más, algunos también disculpamos las faltas de maestría técnica si la película es lo suficientemente transformadora del ánima. De ÁGORA solo me quedaré con el buen gusto de unir geometría y espíritu. Lo demás, industria. Eso sí, una decente industria española, que tampoco está mal.
En TESIS se nos hablaba de una película sorprendente. Así fue. En ABRE LOS OJOS de un malabar. Así fue. En LOS OTROS todos esperábamos una buena película de terror. Así fue. En MAR ADENTRO sabríamos que se pondría a la eutanasia en el debate público. Así fue. En ÁGORA, se sabía que el fanatismo iba a ser condenado, con un ligero tirón de orejas al cristianismo -que siempre queda bien-... y así ha sido. Hay un gran porcentaje de público al que le encanta catalogar una película antes de verla, que la película sea lo que se crea que va a ser. Por eso siempre ha gustado el género: el western, las de instituto, las de duros de matar o las de miedo. AMENÁBAR instaura un partícular género: el género de autor. Porque sus películas no son de autor, sino de género de autor.
A otros todavía nos gusta que una película trascienda su condición de buena, para convertirse en algo lo más cercano posible al arte. Donde el autor llega a ser artista, en el más correcto sentido del término. Es más, algunos también disculpamos las faltas de maestría técnica si la película es lo suficientemente transformadora del ánima. De ÁGORA solo me quedaré con el buen gusto de unir geometría y espíritu. Lo demás, industria. Eso sí, una decente industria española, que tampoco está mal.
16 de octubre de 2009
16 de octubre de 2009
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amenábar nos regala una idealizada Hipatia de Alejandría, mártir de la ciencia -interpretada por una notable Rachel Weisz-. Es una mujer justa y pacífica, humanitaria con sus alumnos y hasta con sus esclavos, un espejo que refleja la Luz de la razón, una adelantada a su tiempo... en un mundo de hombres crueles, bien fanáticos, bien oportunistas. Ella dirige sus ojos al cielo mientras sus pies se manchan de la sangre que anega la Tierra por causa de Dios(es) de mirada impasible.
Amenábar nos obsequia con un episodio histórico poco conocido y de la que nos hemos creado muchos tópicos, como es la agonía del Imperio Romano. El cristianismo pasa de ser religión perseguida a imponerse al paganismo como culto mayoritario con el patrocinio del ya debilitado poder político. El proceso no es pacífico precisamente: muchas vidas son arrancadas de cuajo; muchos templos, profanados, y el saber de siglos se consume en el fuego.
Sin embargo, nuestros brazos son débiles para soportar dos regalos tan pesados. "Ágora" adolece del vicio de muchas películas épicas de nuestro tiempo: colocar la historia individual y la historia colectiva en el mismo nivel, sin dar primacía a la una sobre la otra (o viceversa). Quien mucho abarca poco aprieta. Si mimas a Hipatia, el Imperio Romano desaparece y, al contrario, si das la lección de Historia, Hipatia se diluye entre la multitud. Si, además, los productores y los espectadores no son propensos a extensos metrajes, el resultado final no es tan bueno como la ambición llevaba a pensar. Nos quedan entonces personajes indefinidos y escenas no acabadas del todo o demasiado cortas. Uno lamenta los recursos desaprovechados.
Lo mejor de "Ágora", aparte de la interpretación protagonista, son algunas secuencias muy acertadas (la conversión de Davos, el saqueo de la biblioteca, aunque con algunos excesos; el oficio en el que Cirilo busca la sumisión de Orestes ante el pueblo; la conversación en privado de Orestes con el obispo de Cirene). Choca el uso de las imágenes de satélite y lo censuraría de no ser porque en ellas se encuentra la clave de la película: la pequeñez de los seres humanos, enzarzados en guerras fraticidas, en la inmensidad del universo, tan lejos de nuestro entender. Repudio el uso de la música coral, que sobra las más de las veces y, en general, el recurso a la emotividad en modos y momentos no adecuados (ver "spoiler").
Con todo, es amena. Buen intento para dignificar el cine español (más en el plano financiero que en el artístico). Presiento "taquillazo".
Amenábar nos obsequia con un episodio histórico poco conocido y de la que nos hemos creado muchos tópicos, como es la agonía del Imperio Romano. El cristianismo pasa de ser religión perseguida a imponerse al paganismo como culto mayoritario con el patrocinio del ya debilitado poder político. El proceso no es pacífico precisamente: muchas vidas son arrancadas de cuajo; muchos templos, profanados, y el saber de siglos se consume en el fuego.
Sin embargo, nuestros brazos son débiles para soportar dos regalos tan pesados. "Ágora" adolece del vicio de muchas películas épicas de nuestro tiempo: colocar la historia individual y la historia colectiva en el mismo nivel, sin dar primacía a la una sobre la otra (o viceversa). Quien mucho abarca poco aprieta. Si mimas a Hipatia, el Imperio Romano desaparece y, al contrario, si das la lección de Historia, Hipatia se diluye entre la multitud. Si, además, los productores y los espectadores no son propensos a extensos metrajes, el resultado final no es tan bueno como la ambición llevaba a pensar. Nos quedan entonces personajes indefinidos y escenas no acabadas del todo o demasiado cortas. Uno lamenta los recursos desaprovechados.
Lo mejor de "Ágora", aparte de la interpretación protagonista, son algunas secuencias muy acertadas (la conversión de Davos, el saqueo de la biblioteca, aunque con algunos excesos; el oficio en el que Cirilo busca la sumisión de Orestes ante el pueblo; la conversación en privado de Orestes con el obispo de Cirene). Choca el uso de las imágenes de satélite y lo censuraría de no ser porque en ellas se encuentra la clave de la película: la pequeñez de los seres humanos, enzarzados en guerras fraticidas, en la inmensidad del universo, tan lejos de nuestro entender. Repudio el uso de la música coral, que sobra las más de las veces y, en general, el recurso a la emotividad en modos y momentos no adecuados (ver "spoiler").
Con todo, es amena. Buen intento para dignificar el cine español (más en el plano financiero que en el artístico). Presiento "taquillazo".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
* Sobra, al final, la sucesión de imágenes que contienen los recuerdos -buenos momentos- del liberto Davos con Hipatia. En el momento cumbre, se da una importancia desmedida a un personaje secundario, prácticamente ausente en la segunda mitad de la película. Es una forma zafia de buscar la lágrima fácil. Mejor habría sido ponerse en la piel de Hipatia que es la que, al fin y al cabo, sufre el martirio.
29 de marzo de 2010
29 de marzo de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Ágora” supone la consagración de Alejandro Amenábar como director todoterreno y polifacético, al atreverse a rodar el primer péplum español digno de la historia. El director de “Tesis” agarra el toro por los cuernos y se atreve a incursionarse en un género poco o nada pródigo en nuestra cinematografía, ofreciendo una destacable epopeya pro científica y amparadora de la libertad de credo.
El film narra una época de convulsas transiciones, en la que los cultos paganos topan con la proliferación y ascensión del cristianismo, que va devorando al politeísmo de mala manera. Hipatia es profesora en la biblioteca de Alejandría, e imparte clases de astronomía entre otras disciplinas. Despierta fervor tanto con sus enseñanzas como con su belleza en los corazones de los hombres, pero ella sólo reconoce un amor: la ciencia. El ansia de sabiduría es lo que la define, dejando de lado su desarrollo afectivo a cambio de una vida consagrada a las horas de estudio e investigación. Su esclavo Davos resta secretamente enamorado de ella, sufriendo en silencio. Un mal día, estalla el conflicto entre cristianos y politeístas con baño de sangre incluido, y ya nada volverá a ser lo mismo. Sobre todo una vez que el cristianismo exalte la fe contra el conocimiento y la figura sumisa de la mujer en contra de la equiparación de géneros, en clara oposición a la figura de Hipatia…
Múltiples virtudes posee este film, como la estupenda recreación de la época, los excelentes planos aéreos que redimensionan la acción, y sobretodo el cuidado retrato de la figura de la investigadora y su sed de sabiduría: la necesidad de hallar la respuesta a los enigmas del funcionamiento del cosmos y el método científico como eje y prisma vital, en contraposición de la cruel ignorancia promovida por las ciegas religiones. El film aboga por la enaltación de Hipatia como paradigma de la mujer adelantada a su época que, cogiendo las primitivas bases de Aristarco de Samos, se la supone la más directa precursora de las ideas heliocentristas de Copérnico y primera en formular el diseño elíptico de la trayectoria de la Tierra en torno al Sol; tema fundamental que si nos va la astrología y/o somos gente con cierta hambre de conocimiento, nos resultará de lo más atractivo. Claro que si no, la platea puede llegar a aborrecer la historia, esperando en vano que surjan luchas entre legiones o gladiadores en circos romanos, porque esto es otro enfoque que poco tiene que ver con “Gladiator” o films de temática similar.
(Acaba en spoiler)
El film narra una época de convulsas transiciones, en la que los cultos paganos topan con la proliferación y ascensión del cristianismo, que va devorando al politeísmo de mala manera. Hipatia es profesora en la biblioteca de Alejandría, e imparte clases de astronomía entre otras disciplinas. Despierta fervor tanto con sus enseñanzas como con su belleza en los corazones de los hombres, pero ella sólo reconoce un amor: la ciencia. El ansia de sabiduría es lo que la define, dejando de lado su desarrollo afectivo a cambio de una vida consagrada a las horas de estudio e investigación. Su esclavo Davos resta secretamente enamorado de ella, sufriendo en silencio. Un mal día, estalla el conflicto entre cristianos y politeístas con baño de sangre incluido, y ya nada volverá a ser lo mismo. Sobre todo una vez que el cristianismo exalte la fe contra el conocimiento y la figura sumisa de la mujer en contra de la equiparación de géneros, en clara oposición a la figura de Hipatia…
Múltiples virtudes posee este film, como la estupenda recreación de la época, los excelentes planos aéreos que redimensionan la acción, y sobretodo el cuidado retrato de la figura de la investigadora y su sed de sabiduría: la necesidad de hallar la respuesta a los enigmas del funcionamiento del cosmos y el método científico como eje y prisma vital, en contraposición de la cruel ignorancia promovida por las ciegas religiones. El film aboga por la enaltación de Hipatia como paradigma de la mujer adelantada a su época que, cogiendo las primitivas bases de Aristarco de Samos, se la supone la más directa precursora de las ideas heliocentristas de Copérnico y primera en formular el diseño elíptico de la trayectoria de la Tierra en torno al Sol; tema fundamental que si nos va la astrología y/o somos gente con cierta hambre de conocimiento, nos resultará de lo más atractivo. Claro que si no, la platea puede llegar a aborrecer la historia, esperando en vano que surjan luchas entre legiones o gladiadores en circos romanos, porque esto es otro enfoque que poco tiene que ver con “Gladiator” o films de temática similar.
(Acaba en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Creo que muchos ataques por parte de ciertos “agorafóbicos” son desproporcionados; sin ser ninguna obra maestra, es un film de lo más apreciable y muy bien realizado al que, eso sí, le falta profundizar más en lo que pretende abarcar para llegar a emocionarnos realmente del todo. Por ejemplo, en el lado sentimental, la relación de Davos con Hipatia no va más allá de breves momentos y apuntes, careciendo de una cimentación lo suficientemente sólida y extensa como para compartir el pesar del esclavo por el amor no correspondido de su ama, lo cual repercute negativamente en sus posteriores desarrollos dramáticos. En cuanto a su faceta más cerebral, los apuntes científicos no pasan de tres o cuatro menciones interesantes que con tono didáctico se nota que pretenden ser aleccionadoras, pero cuidando de no epatar al espectador más borreguil en especial y a la taquilla en general. Realmente es ese el defecto del film, cierta frialdad en su tratamiento y cierta indefinición de rumbos que la distancian de la gran obra que se intuye pudo haber sido. De todas maneras, se queda en un buen y reivindicable film que rescata la necesaria figura de la primera mujer matemática de la historia, Hipatia de Alejandría.
14 de agosto de 2010
14 de agosto de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el fondo, en el fondo, el cine no tiene que ver con el cine; la literatura no tiene que ver con literatura; la pintura no tiene que ver con la pintura... No deberían dejar que nadie se dedicara al arte sin saber esto. La técnica se da por supuesta, los enfoques pueden ser más revolucionarios o menos, pero, ante todo, hay que conmover. Y este chico no conmueve. ¿Sabe usar la cámara? Sin duda. ¿Tiene detalles singulares y creativos? También. ¿Sentido del escenario y de la escena? Seguro. Pero... en la suma de las partes, la película se convierte en cartón piedra (no será porque no contaba con elementos potentes). Y esto le sucede entre otras cosas porque los personajes no están casi nunca bien construidos: o bien les pone un peso que los acerca al monólogo o bien los deja en meros trazos, de modo tal que es imposible que los espectadores concluyamos a partir de la sugerencia. Y las relaciones entre estos suelen quedar endebles, cuando no estereotipadas o descafeinadas. El final tendría que haber sido como para tener el corazón en un puño; desgraciadamente, casi resulta como si se nos hubiera acabado una lata de refresco.
28 de diciembre de 2010
28 de diciembre de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es y deja al descubierto muchas cosas:
El absurdo de las ideologías que nunca ponen en duda sus creencias. La mistificación de la fidelidad a unas creencias, por absurdas que puedan parecer, como si esta fidelidad fuera el símbolo de la dignidad humana, cuando en realidad es señal de poca inteligencia y de inmadurez racional. La violencia generada por el hecho de divinizar las creencias y los grandes personajes religiosos. El machismo convertido en doctrina sagrada para las imaginaciones místicas de un fanático llamado Saulo de Tarso. La constante animalidad del Homo sapiens; habitante de un planeta luminoso que flota en medio del cosmos. El Homo sapiens, sometido a los instintos más primitivos, a los que disfraza de divinidad, de sacralidad y trascendencia. La belleza de la ciencia, la belleza de la dura y fascinante tarea de averiguar los misterios del universo y de la naturaleza; el avance y el retroceso en el avance hacia el conocimiento de las causas de los seres y los fenómenos . La indiferencia espeluznante de algunos hacia la inquietud de las respuestas que el universo esconde y de las preguntas que nos suscita. La insoportable levedad del origen de las grandes religiones que hoy han sido reinterpretadas para hacer posible su supervivencia (a veces tristemente no reinterpretadas, continúan inmersas en la oscuridad de la Edad Media con su sesgada división entre buenos y malos, santos y pecadores, errados y acertados, sumisos y dueños, condenados y salvados). La contradictoria sociedad esclavista, capaz de lo más elevado y lo más bajo. Los gritos escalofriantes de las batallas libradas por cualquiera contra cualquiera, sin importar la bandera religiosa; gritos empapados de un trasfondo de silencio, sin bandas sonoras dignificadora de lo que es imposible dignificar.
La película Ágora es un viaje realista hacia el pasado, que debería otorgar humildad a aquellos creyentes que aún hoy día se atreven caminar por los senderos del integrismo.
No puedo hacer otra cosa que recomendar la película, sin esperar grandes intrigas, pasiones o giros argumentales. Es una obra maestra sencillamente porque es realista, y porque deshace la beatífica y falsa visión de los cristianos que las típicas películas de "semana santa" se han inventado a lo largo del primer siglo de historia del cine. Es especialmente recomendable para los amantes de la astronomía, del cosmos, de la ciencia, del pensamiento racional, de la libertad de pensamiento
El absurdo de las ideologías que nunca ponen en duda sus creencias. La mistificación de la fidelidad a unas creencias, por absurdas que puedan parecer, como si esta fidelidad fuera el símbolo de la dignidad humana, cuando en realidad es señal de poca inteligencia y de inmadurez racional. La violencia generada por el hecho de divinizar las creencias y los grandes personajes religiosos. El machismo convertido en doctrina sagrada para las imaginaciones místicas de un fanático llamado Saulo de Tarso. La constante animalidad del Homo sapiens; habitante de un planeta luminoso que flota en medio del cosmos. El Homo sapiens, sometido a los instintos más primitivos, a los que disfraza de divinidad, de sacralidad y trascendencia. La belleza de la ciencia, la belleza de la dura y fascinante tarea de averiguar los misterios del universo y de la naturaleza; el avance y el retroceso en el avance hacia el conocimiento de las causas de los seres y los fenómenos . La indiferencia espeluznante de algunos hacia la inquietud de las respuestas que el universo esconde y de las preguntas que nos suscita. La insoportable levedad del origen de las grandes religiones que hoy han sido reinterpretadas para hacer posible su supervivencia (a veces tristemente no reinterpretadas, continúan inmersas en la oscuridad de la Edad Media con su sesgada división entre buenos y malos, santos y pecadores, errados y acertados, sumisos y dueños, condenados y salvados). La contradictoria sociedad esclavista, capaz de lo más elevado y lo más bajo. Los gritos escalofriantes de las batallas libradas por cualquiera contra cualquiera, sin importar la bandera religiosa; gritos empapados de un trasfondo de silencio, sin bandas sonoras dignificadora de lo que es imposible dignificar.
La película Ágora es un viaje realista hacia el pasado, que debería otorgar humildad a aquellos creyentes que aún hoy día se atreven caminar por los senderos del integrismo.
No puedo hacer otra cosa que recomendar la película, sin esperar grandes intrigas, pasiones o giros argumentales. Es una obra maestra sencillamente porque es realista, y porque deshace la beatífica y falsa visión de los cristianos que las típicas películas de "semana santa" se han inventado a lo largo del primer siglo de historia del cine. Es especialmente recomendable para los amantes de la astronomía, del cosmos, de la ciencia, del pensamiento racional, de la libertad de pensamiento
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