Magnolia
1999 

7.5
50,140
Drama
La película consta de nueve tramas paralelas ambientadas en el Valle de San Fernando, en Los Ángeles: un niño prodigio, el presentador de un concurso de televisión, un ex-niño prodigio, un moribundo, su hijo perdido, la mujer y el enfermero del moribundo. Son historias aparentemente independientes, pero que guardan entre sí una extraña relación. (FILMAFFINITY)
8 de julio de 2019
8 de julio de 2019
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Respeto todas las críticas favorables a esta película (la mayoría lo son), pero por propia ignorancia o por tener un sentido distinto del disfrute del cine, a mí me pareció una película mala, totalmente sin sentido e inmensamente larga y densa.
No me convencieron muchas de las actuaciones, y la música es una mezcolanza rara, muchas veces desconectada de la situación que estamos viendo (en algún momento pensé que el sonido venía desde fuera de mi casa y no desde la TV).
Son varias historias simples, patéticas y/o nada creíbles; algunas están un poquito vinculadas y otras no, excepto por una lluvia persistente y con final extraño que les llega a todos.
No me convencieron muchas de las actuaciones, y la música es una mezcolanza rara, muchas veces desconectada de la situación que estamos viendo (en algún momento pensé que el sonido venía desde fuera de mi casa y no desde la TV).
Son varias historias simples, patéticas y/o nada creíbles; algunas están un poquito vinculadas y otras no, excepto por una lluvia persistente y con final extraño que les llega a todos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La lluvia extraña es de ranas. Tal vez pretenda ser una parábola bíblica que, en todo caso, yo no entendí.
9 de mayo de 2023
9 de mayo de 2023
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es muy difícil hablar sobre “Magnolia”, sobre lo que es y sobre lo que significa, porque se trata de la obra capital y suprema del gran maestro del cine norteamericano actual, Paul Thomas Anderson y su mejor película junto con “Pozos de ambición”. Es obvio que, para describirla, hay que comenzar por lo evidente: se trata de la mejor película coral de historias cruzadas que haya dado la historia del cine, homenaje expreso y confeso de Paul Thomas Anderson a “Vidas cruzadas” de su adorado Robert Altman (superior a ésta y a “Crash" o a la trilogía de Iñárritu y Arriaga), por un lado; un musical encubierto por otro, puesto que todas las escenas a base de montajes paralelos van sobre raíles musicales; un alarde argumental en torno al azar como motor de la existencia (una idea a través de la que emparenta con Woody Allen); y que se remata con la inmortal e histórica escena de la lluvia de ranas (toda la estética deudora de su idolatrado Martin Scorsese es sencillamente soberbia) que lleva la película al clímax definitivo y a su conclusión perfecta tres horas después de estar contemplando/viviendo una obra de tamaña dimensión, de duración épica para un tratado definitivo sobre el alma humana. Una obra perfecta que se resume en una frase que se repite periódicamente durante el metraje de la cinta: “Creemos dejar el pasado atrás, pero el pasado no nos deja a nosotros”.
Pero “Magnolia” es mucho más, porque es la vida, el cine en su más pura esencia. Es la película que más y mejor ha hablado del perdón y la redención como partes necesarias para el descanso del alma humana. Sobre la oscuridad que arroja la culpabilidad, sobre el trance de tener que reconocer los propios errores, sobre los momentos y situaciones que destruyen a las familias para siempre, sobre la enfermedad y la muerte, sobre el dolor y el honor, sobre el abandono en los momentos de dificultad, sobre el terror al vacío existencial y a la soledad. Todo eso y mucho más es “Magnolia”. Y una lluvia de ranas.
Puede que su prólogo, soberbia descripción de casualidades y resultados imposibles por la forma que el azar tiene de jugar con los seres humanos, te pueda despistar sobre la naturaleza profunda de la obra. Puedes estar tranquilo, porque ya cuenta con eso Paul Thomas Anderson, con despistarte de inicio en su preámbulo y presentación de los diferentes personajes que conforman esta magna obra coral, para comenzar a vapulearte sin piedad desde el minuto 10 (en el que la película arranca definitivamente) hasta su final, 3 horas después. Y una lluvia de ranas.
Película coral donde las haya, película de películas, una pléyade de personajes se mueven en la misma a la vez sin conexión inicial aparente: sin duda, el más llamativo por barroco y excesivo es el que interpreta Tom Cruise (en el mejor papel que le hayan ofrecido en toda su carrera artística), un charlatán de feria, violentamente misógino, que escupe en cada frase que dice su odio contra todas las mujeres y que se mueve por todo el país promocionando su libro de autoayuda para hombres machistas y acomplejados titulado “Seduce y destruye”, puro odio hacia el género femenino y elemental obsesión por considerar a la mujer como mero objeto sexual a colonizar y abandonar. Pero el presunto psicólogo esconde un pasado, que el espectador irá descubriendo boquiabierto.
Hay un viejo rico agonizando por el cáncer en una cama, magistralmente interpretado por Jason Robards, que afronta su situación con ira y con una mirada de culpa hacia el pasado. El mismo está casado en segundas nupcias con Julianne Moore, espléndida en su papel de esposa incapaz de afrontar la situación médica terminal de su marido y con oscuros secretos bailándole en la cabeza tanto como las sustancias hasta la locura. Y el enfermero que lo cuida, un magistral Philip Seymour Hoffman, apocado y solícito, pero que toma cartas en el asunto.
Tenemos a un policía que trata de hacer bien su trabajo y vivir en paz con el mundo, pero que también tiene un corazón que le hace enredarse con la vida, interpretado por John C. Reilly, que se enamora de una mujer destruida y torturada por lo que le ha ocurrido en el pasado, magistral Melona Walters (el gran descubrimiento que nos lega esta obra maestra).
Es la historia de un antiguo niño prodigio de un concurso televisivo al que le cayó un rayo del que jamás volvió a despertar tan inteligente como era, mágicamente interpretado por el gran William H. Macy, y otro niño que está siendo víctima de la misma tortura y explotación comercial que ofrece el concurso, Cory Buck. Y el presentador del concurso, víctima de otra enfermedad terminal que le va a obligar a enfrentarse con los demonios de su vida familiar y de su pasado, Philip Baker Hall.
Una conjunción astral de los mejores actores y actrices posibles al servicio de un drama desaforado, maravillosamente excesivo, barroco y grandilocuente, lleno de una prodigiosa forma de hacer cine, plagado de encuadres imposibles y planos secuencia magistralmente coreografiados con la capacidad única e inimitable de Anderson para crear imágenes que no son más que éxtasis del cinéfilo más exigente. Los planos secuencia en la sede de la televisión son simplemente insuperables por ningún otro cineasta del planeta.
Y la lluvia de ranas que precipita la conjunción de todas las historias, hasta entonces paralelas, que la película narraba. Una de las más grandes escenas de la historia del cine, para mí, junto con la de la escalinata de “El Padrino III” de Francis Ford Coppola o el prólogo de “Melancolía” de Lars Von Trier.
Es una de las más grandes películas del siglo XXI. Junto con “Pozos de ambición”, la más grande.
Pero “Magnolia” es mucho más, porque es la vida, el cine en su más pura esencia. Es la película que más y mejor ha hablado del perdón y la redención como partes necesarias para el descanso del alma humana. Sobre la oscuridad que arroja la culpabilidad, sobre el trance de tener que reconocer los propios errores, sobre los momentos y situaciones que destruyen a las familias para siempre, sobre la enfermedad y la muerte, sobre el dolor y el honor, sobre el abandono en los momentos de dificultad, sobre el terror al vacío existencial y a la soledad. Todo eso y mucho más es “Magnolia”. Y una lluvia de ranas.
Puede que su prólogo, soberbia descripción de casualidades y resultados imposibles por la forma que el azar tiene de jugar con los seres humanos, te pueda despistar sobre la naturaleza profunda de la obra. Puedes estar tranquilo, porque ya cuenta con eso Paul Thomas Anderson, con despistarte de inicio en su preámbulo y presentación de los diferentes personajes que conforman esta magna obra coral, para comenzar a vapulearte sin piedad desde el minuto 10 (en el que la película arranca definitivamente) hasta su final, 3 horas después. Y una lluvia de ranas.
Película coral donde las haya, película de películas, una pléyade de personajes se mueven en la misma a la vez sin conexión inicial aparente: sin duda, el más llamativo por barroco y excesivo es el que interpreta Tom Cruise (en el mejor papel que le hayan ofrecido en toda su carrera artística), un charlatán de feria, violentamente misógino, que escupe en cada frase que dice su odio contra todas las mujeres y que se mueve por todo el país promocionando su libro de autoayuda para hombres machistas y acomplejados titulado “Seduce y destruye”, puro odio hacia el género femenino y elemental obsesión por considerar a la mujer como mero objeto sexual a colonizar y abandonar. Pero el presunto psicólogo esconde un pasado, que el espectador irá descubriendo boquiabierto.
Hay un viejo rico agonizando por el cáncer en una cama, magistralmente interpretado por Jason Robards, que afronta su situación con ira y con una mirada de culpa hacia el pasado. El mismo está casado en segundas nupcias con Julianne Moore, espléndida en su papel de esposa incapaz de afrontar la situación médica terminal de su marido y con oscuros secretos bailándole en la cabeza tanto como las sustancias hasta la locura. Y el enfermero que lo cuida, un magistral Philip Seymour Hoffman, apocado y solícito, pero que toma cartas en el asunto.
Tenemos a un policía que trata de hacer bien su trabajo y vivir en paz con el mundo, pero que también tiene un corazón que le hace enredarse con la vida, interpretado por John C. Reilly, que se enamora de una mujer destruida y torturada por lo que le ha ocurrido en el pasado, magistral Melona Walters (el gran descubrimiento que nos lega esta obra maestra).
Es la historia de un antiguo niño prodigio de un concurso televisivo al que le cayó un rayo del que jamás volvió a despertar tan inteligente como era, mágicamente interpretado por el gran William H. Macy, y otro niño que está siendo víctima de la misma tortura y explotación comercial que ofrece el concurso, Cory Buck. Y el presentador del concurso, víctima de otra enfermedad terminal que le va a obligar a enfrentarse con los demonios de su vida familiar y de su pasado, Philip Baker Hall.
Una conjunción astral de los mejores actores y actrices posibles al servicio de un drama desaforado, maravillosamente excesivo, barroco y grandilocuente, lleno de una prodigiosa forma de hacer cine, plagado de encuadres imposibles y planos secuencia magistralmente coreografiados con la capacidad única e inimitable de Anderson para crear imágenes que no son más que éxtasis del cinéfilo más exigente. Los planos secuencia en la sede de la televisión son simplemente insuperables por ningún otro cineasta del planeta.
Y la lluvia de ranas que precipita la conjunción de todas las historias, hasta entonces paralelas, que la película narraba. Una de las más grandes escenas de la historia del cine, para mí, junto con la de la escalinata de “El Padrino III” de Francis Ford Coppola o el prólogo de “Melancolía” de Lars Von Trier.
Es una de las más grandes películas del siglo XXI. Junto con “Pozos de ambición”, la más grande.
4 de junio de 2023
4 de junio de 2023
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historias cruzadas. Nunca me han gustado, no las entiendo, me cuesta seguirlas, me aburren... además esta cinta es larguísima, a mi juicio innecesariamente larga. Tres horas dando vueltas sobre argumentos cruzados que no van a ninguna parte nos demasiado para mi.
Un policía (John C. Reilly) que aborda una casa en plena bronca y aparece un muerto en el armario..., un cuidador a domicilio enganchado a la teletienda (Philip Seymour Hoffman) que atiende a un enfermo terminal (Jason Robards) que no se mueve de la cama, cuya hija de Julianne Moore, que toma medicación... El enfermo le pide al cuidador que busque a su hijo, que no lleva su nombre.
Un predicador que habla de gobernar la polla, absolutamente misógino, que enseña a la gente a no sé qué, probablemente a ligar imponiendo altas dosis de autoestima y testosterona: Tom Cruise. Una mujer negra despampanante que le quiere hacer una entrevista...
Un presentador de televisión (Philip Baker Hall) que busca a su hija que, al parecer no está muy centrada en cuestiones de amores y sexo, consumidora de coca y bebedizos varios... es abordada y detenida por el policía del principio porque tiene la música super alta.
Un niño prodigio de los concursos de televisión venido a menos, que es incapaz de vender cosas electrónicas y va a ser despedido. Otro niño prodigio más joven que juega actualmente...
No dudo que es una pericia magnífica en el montaje, que es un virtuoso, pero no le encuentro lógica a la historia. La que más me ha gustado de todo este estilo de películas ha sido la de Tarantino: Jackie Brown (1997), y también una que se llamaba Crash (2004), de Paul Haggis, que sí era muy buena.
El color es muy nítido, la música interrumpe la acción en multitud de ocasiones, siempre está sonando y las conversaciones a veces no se oyen nítidamente, y las historia se suceden con rapidez, seguramente abocándolo todo a un desenlace al final en el que todas las historias se junten irremisiblemente dando al collage un sentido único y propio, pero que no se vislumbra hasta bien pasados unos buenos minutos...
Pero las historias no se suceden lógicamente y con coherencia. No se sabe dónde quiere ir el director. Son fragmentos de escasos minutos, a veces sólo unos planos, que se suceden sin fin comprensible.
Sí parece que a la hora empieza a vislumbrarse algo de coherencia. El presentador de televisión que se muere de cáncer presenta a un niño prodigio y su mujer está viendo la televisión...
Un policía (John C. Reilly) que aborda una casa en plena bronca y aparece un muerto en el armario..., un cuidador a domicilio enganchado a la teletienda (Philip Seymour Hoffman) que atiende a un enfermo terminal (Jason Robards) que no se mueve de la cama, cuya hija de Julianne Moore, que toma medicación... El enfermo le pide al cuidador que busque a su hijo, que no lleva su nombre.
Un predicador que habla de gobernar la polla, absolutamente misógino, que enseña a la gente a no sé qué, probablemente a ligar imponiendo altas dosis de autoestima y testosterona: Tom Cruise. Una mujer negra despampanante que le quiere hacer una entrevista...
Un presentador de televisión (Philip Baker Hall) que busca a su hija que, al parecer no está muy centrada en cuestiones de amores y sexo, consumidora de coca y bebedizos varios... es abordada y detenida por el policía del principio porque tiene la música super alta.
Un niño prodigio de los concursos de televisión venido a menos, que es incapaz de vender cosas electrónicas y va a ser despedido. Otro niño prodigio más joven que juega actualmente...
No dudo que es una pericia magnífica en el montaje, que es un virtuoso, pero no le encuentro lógica a la historia. La que más me ha gustado de todo este estilo de películas ha sido la de Tarantino: Jackie Brown (1997), y también una que se llamaba Crash (2004), de Paul Haggis, que sí era muy buena.
El color es muy nítido, la música interrumpe la acción en multitud de ocasiones, siempre está sonando y las conversaciones a veces no se oyen nítidamente, y las historia se suceden con rapidez, seguramente abocándolo todo a un desenlace al final en el que todas las historias se junten irremisiblemente dando al collage un sentido único y propio, pero que no se vislumbra hasta bien pasados unos buenos minutos...
Pero las historias no se suceden lógicamente y con coherencia. No se sabe dónde quiere ir el director. Son fragmentos de escasos minutos, a veces sólo unos planos, que se suceden sin fin comprensible.
Sí parece que a la hora empieza a vislumbrarse algo de coherencia. El presentador de televisión que se muere de cáncer presenta a un niño prodigio y su mujer está viendo la televisión...
6 de diciembre de 2005
6 de diciembre de 2005
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una buena película con unas interpretaciones muy buenas, sin embargo hay historias, o partes de ellas que no llegan a enganchar y se torna un poco sosa y aburrida, para mi gusto dura demasiado, lo mismo que "vidas cruzadas".
Trata sobre los remordimientos y el perdón en todos los casos, mezclado siempre con lo patético y el azar, o la casualidad.
De cómo lo extraordinario y excepcional, lleva a la gente por el buen camino de la vida, que es en todos los casos dificil de soportar.
Trata sobre los remordimientos y el perdón en todos los casos, mezclado siempre con lo patético y el azar, o la casualidad.
De cómo lo extraordinario y excepcional, lleva a la gente por el buen camino de la vida, que es en todos los casos dificil de soportar.
14 de enero de 2006
14 de enero de 2006
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
De lo mejor que he visto en los últimos años, un guión buenísimo y unas interpretaciones magistrales hacen que sus tres horas de duración se te pasen volando. Magnífica también la banda sonora a cargo de Aimee Mann (sobrecogedora sobre todo cuando los personajes en su momento más bajo cantan una de sus canciones, "Wise up").
Quiero más !!
Quiero más !!
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