Las bestias
7.6
41,596
Thriller. Drama
Antoine y Olga son una pareja francesa que se instaló hace tiempo en una aldea del interior de Galicia. Allí llevan una vida tranquila, aunque su convivencia con los lugareños no es tan idílica como desearían. Un conflicto con sus vecinos, los hermanos Anta, hará que la tensión crezca en la aldea hasta alcanzar un punto de no retorno.
29 de abril de 2024
29 de abril de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película cocinada a fuego lento donde el ritmo y las interpretaciones van de la mano.
Hay escenas con una tensión medida al milímetro. En cada frase, en cada plano.
Quizá la segunda parte de la película peca un poco querer gustarse por parte del director, aunque no por ello pierde realismo y tensión.
La música y el montaje son notables y suman al conjunto.
Recomendable, aunque en mi opinión está un poco sobrevalorada con respecto a otras del señor Sorogoyen.
Hay escenas con una tensión medida al milímetro. En cada frase, en cada plano.
Quizá la segunda parte de la película peca un poco querer gustarse por parte del director, aunque no por ello pierde realismo y tensión.
La música y el montaje son notables y suman al conjunto.
Recomendable, aunque en mi opinión está un poco sobrevalorada con respecto a otras del señor Sorogoyen.
29 de junio de 2024
29 de junio de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Probablemente Rodrigo Sorogoyen es el cineasta español más interesante de nuestros días, sensación confirmada de modo definitivo con esta «As bestas», si no antes, con «El reino» (2018) y su nada alentador retrato de los entresijos de una corrupción casi consustancial a nuestro sistema político.
Sórdida, montaraz y profundamente incómoda, «As bestas» se inscribe de lleno en una tradición tremendista de largo arraigo en la idiosincrasia patria, de Pardo Bazán a Puerto Hurraco pasando por Cela y su Pascual Duarte. En el film de Sorogoyen se escuchan ecos del (post) western y, por supuesto, de «Perros de paja» («Straw Dogs», 1971).
Durante buena parte del metraje «A bestas» nos sumerge en una atmósfera más allá de lo sofocante. La angustia que se mastica en cada plano roza lo insoportable, cada encuentro del protagonista con sus acosadores nos hace temer que se desate la violencia, una violencia ancestral que, soterrada, mascullada entre tiento y tiento al chato de vino, atraviesa la trama, impregnándola de una electricidad enfermiza y decadente.
La resolución —inexorable— de dicha tensión no se produce al desenlace, sino hacia el último tercio del metraje, decisión atípica —casi nada en la filmografía de Sorogoyen discurre por los trillados caminos del cine comercial— y quizá cuestionable, pero que le permite introducir un componente melodramático y empoderar a sus personajes femeninos, hasta entonces en muy segundo plano.
En el apartado interpretativo, pese al voluntarioso trabajo de la sufrida pareja de franceses bienintencionados que componen Marina Foïs y Denis Ménochet, destaca, y sobremanera, un Luis Zahera que pone los pelos de punta. A su fisonomía cuarteada y dicción patibularia les sienta como un traje a medida el rol de matón rural, de psicópata alcoholizado fruto de la endogamia, el atraso y el resentimiento. Una actuación sencillamente colosal.
Sórdida, montaraz y profundamente incómoda, «As bestas» se inscribe de lleno en una tradición tremendista de largo arraigo en la idiosincrasia patria, de Pardo Bazán a Puerto Hurraco pasando por Cela y su Pascual Duarte. En el film de Sorogoyen se escuchan ecos del (post) western y, por supuesto, de «Perros de paja» («Straw Dogs», 1971).
Durante buena parte del metraje «A bestas» nos sumerge en una atmósfera más allá de lo sofocante. La angustia que se mastica en cada plano roza lo insoportable, cada encuentro del protagonista con sus acosadores nos hace temer que se desate la violencia, una violencia ancestral que, soterrada, mascullada entre tiento y tiento al chato de vino, atraviesa la trama, impregnándola de una electricidad enfermiza y decadente.
La resolución —inexorable— de dicha tensión no se produce al desenlace, sino hacia el último tercio del metraje, decisión atípica —casi nada en la filmografía de Sorogoyen discurre por los trillados caminos del cine comercial— y quizá cuestionable, pero que le permite introducir un componente melodramático y empoderar a sus personajes femeninos, hasta entonces en muy segundo plano.
En el apartado interpretativo, pese al voluntarioso trabajo de la sufrida pareja de franceses bienintencionados que componen Marina Foïs y Denis Ménochet, destaca, y sobremanera, un Luis Zahera que pone los pelos de punta. A su fisonomía cuarteada y dicción patibularia les sienta como un traje a medida el rol de matón rural, de psicópata alcoholizado fruto de la endogamia, el atraso y el resentimiento. Una actuación sencillamente colosal.
29 de septiembre de 2024
29 de septiembre de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin necesidad de imágenes gores, bichos raros ni nada parecido tenemos aquí una película que hará que se te revuelva el estómago; rozando la ansiedad de un film de terror.
Basada en un hecho real que te estremece por la brutalidad gratuita de los aldeanos envidiosos hacia los que tienen un ideal para vivir. Parece que a los primeros les molesta que los segundos quieran ser felices a su modo. Además, con la guinda de los pagos de las eólicas a los granjeros por permitir la instalación de generadores.
No tiene la violencia explícita de "Perros de paja", y tal vez por ello, es más fría, más creíble. Son cosas que nos podrían pasar a cualquiera de nosotros.
Grandísimos actores y actrices: Todo el elenco está a un nivel muy alto pero los diálogos entre Ménochet y Zahera son de otro nivel. La credibilidad de la escena y la sensación de inmersión en la historia hacen que casi puedas palpar la tensión entre ellos.
La dirección es muy buena y el talento del director es evidente. Con pocas localizaciones y pocos medios tenemos un pedazo de historia que apasiona desde el principio, te indigna y sorprende a cada momento y termina de una forma tan fría y poco benevolente como ha sido todo el film desde el principio.
Basada en un hecho real que te estremece por la brutalidad gratuita de los aldeanos envidiosos hacia los que tienen un ideal para vivir. Parece que a los primeros les molesta que los segundos quieran ser felices a su modo. Además, con la guinda de los pagos de las eólicas a los granjeros por permitir la instalación de generadores.
No tiene la violencia explícita de "Perros de paja", y tal vez por ello, es más fría, más creíble. Son cosas que nos podrían pasar a cualquiera de nosotros.
Grandísimos actores y actrices: Todo el elenco está a un nivel muy alto pero los diálogos entre Ménochet y Zahera son de otro nivel. La credibilidad de la escena y la sensación de inmersión en la historia hacen que casi puedas palpar la tensión entre ellos.
La dirección es muy buena y el talento del director es evidente. Con pocas localizaciones y pocos medios tenemos un pedazo de historia que apasiona desde el principio, te indigna y sorprende a cada momento y termina de una forma tan fría y poco benevolente como ha sido todo el film desde el principio.
26 de marzo de 2025
26 de marzo de 2025
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que te golpean en el estómago y no te sueltan hasta mucho después de verla. Esta es una de ellas. Rodrigo Sorogoyen vuelve a demostrar que es un maestro a la hora de explorar las sombras del ser humano, y lo hace con una historia que, aunque se mueve en un escenario rural gallego, tiene la fuerza de un western salvaje y la tensión de un thriller psicológico.
Antoine y Olga son una pareja francesa que decide empezar de cero en un pueblo perdido de Galicia. Su sueño es simple: rehabilitar casas abandonadas, trabajar la tierra y vivir en armonía con la naturaleza. Pero lo que para ellos es un proyecto ilusionante, para algunos vecinos es una invasión. Los hermanos Xan y Lorenzo Anta, especialmente Xan, ven a estos “franchutes” como una amenaza. No entienden su negativa a vender sus tierras para un proyecto eólico que, para ellos, sería la salida a una vida de frustraciones. Y así, lo que empieza como un roce incómodo se convierte en una guerra sorda, donde las miradas matan más que las palabras y cada encuentro es una bomba a punto de estallar.
Sorogoyen maneja la tensión como nadie. No hace falta que pasen cosas todo el rato para que sientas que algo terrible está a punto de ocurrir. Los silencios pesan, las conversaciones en el bar del pueblo son campos de minas, y el paisaje gallego, tan hermoso como opresivo, parece alimentar la rabia que se va acumulando. La fotografía de Álex de Pablo es espectacular, pero no en el sentido bonito de postal, sino en ese modo en que te hace sentir el frío, la humedad y la hostilidad del lugar.
Los actores están todos increíbles. Denis Ménochet da vida a un Antoine que parece un gigante tranquilo, pero con una vulnerabilidad que se va filtrando poco a poco. Marina Foïs, como Olga, es pura determinación en estado puro, una mujer que observa todo con calma pero que no se deja intimidar. Y luego está Luis Zahera. Dios mío, qué interpretación. Su Xan es un monstruo, pero de esos que dan miedo porque podrían existir en la vida real. Cada vez que aparece en pantalla, te quedas tieso. No es un villano de cartón, sino un tipo lleno de resentimiento, capaz de justificar cualquier barbaridad con una sonrisa.
Lo más interesante es que la película no pinta a los vecinos como malos sin matices. Sí, son brutos, sí, son violentos, pero también se entiende (sin justificarlos) por qué están tan amargados. Hay una escena en el bar, después de unas copas, donde todo sale a la luz: el abandono, la envidia, la sensación de que el mundo les ha dado la espalda. Es una conversación que duele porque refleja un conflicto real, de esos que no tienen solución fácil.
Eso sí, la película da un giro radical en la segunda parte, y aquí es donde puede dividir a la gente. Sin spoilear demasiado, digamos que el enfoque cambia, y lo que era un thriller de tensión creciente se transforma en algo más lento, más introspectivo. A algunos les puede parecer que pierde fuelle, pero para mí es justo lo contrario: es donde la historia gana profundidad, donde vemos que esto no va solo de venganza, sino de resistencia, de cómo seguir adelante cuando todo se ha ido al infierno.
La música de Olivier Arson acompaña perfectamente ese clima de amenaza constante, con unos tambores que suenan como latidos de algo malo que se acerca. Y el final… bueno, el final es de esos que te dejan pensando. No es redondo, no es catártico, pero es coherente con todo lo que hemos visto antes.
En resumen: Donde la Tierra Sangra Resentimiento es cine adulto, de esos que te remueven por dentro. No es una película fácil, ni cómoda, pero es una de las mejores cosas que he visto en mucho tiempo. Sorogoyen no solo confirma que es uno de los directores más interesantes del cine español, sino que nos regala una historia que se te queda clavada, como una espina.
Antoine y Olga son una pareja francesa que decide empezar de cero en un pueblo perdido de Galicia. Su sueño es simple: rehabilitar casas abandonadas, trabajar la tierra y vivir en armonía con la naturaleza. Pero lo que para ellos es un proyecto ilusionante, para algunos vecinos es una invasión. Los hermanos Xan y Lorenzo Anta, especialmente Xan, ven a estos “franchutes” como una amenaza. No entienden su negativa a vender sus tierras para un proyecto eólico que, para ellos, sería la salida a una vida de frustraciones. Y así, lo que empieza como un roce incómodo se convierte en una guerra sorda, donde las miradas matan más que las palabras y cada encuentro es una bomba a punto de estallar.
Sorogoyen maneja la tensión como nadie. No hace falta que pasen cosas todo el rato para que sientas que algo terrible está a punto de ocurrir. Los silencios pesan, las conversaciones en el bar del pueblo son campos de minas, y el paisaje gallego, tan hermoso como opresivo, parece alimentar la rabia que se va acumulando. La fotografía de Álex de Pablo es espectacular, pero no en el sentido bonito de postal, sino en ese modo en que te hace sentir el frío, la humedad y la hostilidad del lugar.
Los actores están todos increíbles. Denis Ménochet da vida a un Antoine que parece un gigante tranquilo, pero con una vulnerabilidad que se va filtrando poco a poco. Marina Foïs, como Olga, es pura determinación en estado puro, una mujer que observa todo con calma pero que no se deja intimidar. Y luego está Luis Zahera. Dios mío, qué interpretación. Su Xan es un monstruo, pero de esos que dan miedo porque podrían existir en la vida real. Cada vez que aparece en pantalla, te quedas tieso. No es un villano de cartón, sino un tipo lleno de resentimiento, capaz de justificar cualquier barbaridad con una sonrisa.
Lo más interesante es que la película no pinta a los vecinos como malos sin matices. Sí, son brutos, sí, son violentos, pero también se entiende (sin justificarlos) por qué están tan amargados. Hay una escena en el bar, después de unas copas, donde todo sale a la luz: el abandono, la envidia, la sensación de que el mundo les ha dado la espalda. Es una conversación que duele porque refleja un conflicto real, de esos que no tienen solución fácil.
Eso sí, la película da un giro radical en la segunda parte, y aquí es donde puede dividir a la gente. Sin spoilear demasiado, digamos que el enfoque cambia, y lo que era un thriller de tensión creciente se transforma en algo más lento, más introspectivo. A algunos les puede parecer que pierde fuelle, pero para mí es justo lo contrario: es donde la historia gana profundidad, donde vemos que esto no va solo de venganza, sino de resistencia, de cómo seguir adelante cuando todo se ha ido al infierno.
La música de Olivier Arson acompaña perfectamente ese clima de amenaza constante, con unos tambores que suenan como latidos de algo malo que se acerca. Y el final… bueno, el final es de esos que te dejan pensando. No es redondo, no es catártico, pero es coherente con todo lo que hemos visto antes.
En resumen: Donde la Tierra Sangra Resentimiento es cine adulto, de esos que te remueven por dentro. No es una película fácil, ni cómoda, pero es una de las mejores cosas que he visto en mucho tiempo. Sorogoyen no solo confirma que es uno de los directores más interesantes del cine español, sino que nos regala una historia que se te queda clavada, como una espina.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Si hay algo que demuestra lo valiente que es esta película, es cómo trata el personaje de Antoine. Cuando desaparece de golpe, tras esa escena durísima en el bosque, te quedas helado. No es solo que lo maten, es cómo lo hacen: sin heroicidades, sin un último gesto épico, solo pura brutalidad. Y entonces la película cambia por completo. Ya no es la historia de una pareja, sino la de Olga sola, decidida a quedarse en ese infierno porque, en algún sentido, es lo único que le queda.
La subtrama de la cámara es genial porque juega con nuestras expectativas. Todo el tiempo piensas: “Cuando encuentren las grabaciones, se acaba el juego”. Pero no. La cámara está rota, las imágenes son inútiles, y la justicia no llega. Es frustrante, pero también muy real. A veces la vida no te da satisfacciones fáciles.
El enfrentamiento final entre Olga y la madre de los Anta es puro teatro. No hay gritos, no hay golpes, solo dos mujeres que saben más de lo que dicen. Y cuando Olga decide quedarse, cultivar esa tierra maldita, es como si ganara sin necesidad de sangre. No es un final feliz, pero es poderoso. Porque al final, lo que queda no es la venganza, sino la terquedad de seguir en pie, aunque el mundo entero te diga que te marches.
La subtrama de la cámara es genial porque juega con nuestras expectativas. Todo el tiempo piensas: “Cuando encuentren las grabaciones, se acaba el juego”. Pero no. La cámara está rota, las imágenes son inútiles, y la justicia no llega. Es frustrante, pero también muy real. A veces la vida no te da satisfacciones fáciles.
El enfrentamiento final entre Olga y la madre de los Anta es puro teatro. No hay gritos, no hay golpes, solo dos mujeres que saben más de lo que dicen. Y cuando Olga decide quedarse, cultivar esa tierra maldita, es como si ganara sin necesidad de sangre. No es un final feliz, pero es poderoso. Porque al final, lo que queda no es la venganza, sino la terquedad de seguir en pie, aunque el mundo entero te diga que te marches.
18 de noviembre de 2022
18 de noviembre de 2022
24 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bueno, pues una vez más me toca discrepar, y de hecho es por eso que empecé a escribir en filmaffinity hace más de 10 años. No me puedo creer que una película como esta tenga una nota media cercana al 8.
El título, y cierta escena, nos relacionan esto con la tradición de la “rapa das bestas”, sin venir demasiado a cuento, por cierto. Eso es ya una declaración de intenciones de que este falso thriller lo que quiere es estar perfectamente ambientando en la idiosincrasia y costumbrismo gallegos de la España vaciada. Pero su exploración va, sobre todo, hacia la crueldad del ser humano y la capacidad innata que tenemos de odiar y ser odiados en forma creciente, cuando la raíz del problema a lo mejor no era para tanto… o puede que sí.
Lo primero que me llama la atención, y que no me gusta personalmente, es que es una película prácticamente en versión original subtitulada. Prevalece muchísimo el gallego y el francés por encima del uso del castellano. Ojo, que el director así transmite mejor la realidad, y no tengo nada en contra de esas lenguas, pero quieras que no, esto cansa.
No solo cansa ver una película en la que todo el rato tienes que leer, sino que hay que hacerlo durante dos horas y cuarto, con una historia llena de altibajos y que, aunque pretende lo contrario (y con muchos parece que lo consigue), termina aburriendo hasta a los animales de esas parcelas.
No todo es malo. Es curioso que el protagonista sea como es, todo lo más alejado de un héroe que nos pueden poner. Después está Luis Zahera, sin duda el mejor actor que puede representar a un mal tipo gallego de pura cepa. La ambientación rural y los actores nos traen, con bastante realismo, una historia de fundamento interesante pero desarrollo completamente fallido.
Parece dos películas en una. La primera parte es mediocre y la segunda muy mala. Con escaso ritmo y mucha lentitud, esto podría haber sido enfocado como una especie de “Perros de paja” a la española, pero nada más lejos de la realidad.
Si bien Sorogoyen sigue los pasos de Tarantino a la hora de crear tensión con diálogos muy tranquilos, solo se lía parda de verdad en un único momento. También se le nota la influencia en ciertos saltos temporales o en contar las cosas un poquito desordenadas, pero para nada le sale igual de bien.
Y luego está el segundo tramo, de aproximadamente 40 minutos, en el que el tercio cambio a mucho peor, perdiendo por completo toda la fuerza de suspense y thriller que, a duras penas y a fuego desesperantemente lento, el director había logrado levantar a su ritmo.
De esta forma, una película que apuntaba maneras (nunca siendo una maravilla), termina desinflándose por si sola hasta morir, acabando con una fuerte curva descendente (la madre y la hija), que tampoco venía de demasiado arriba, la verdad.
Al final aburre y es muy soporífera. Yo esperaba mucho más enfoque al thriller desde lo que pasa por la mitad, pero no es así.
Nos encontramos de nuevo con otro film tan pretencioso y alabado como tedioso y vacío de contenido, del que muy pocos nos atrevemos a hablar mal, al parecer.
El título, y cierta escena, nos relacionan esto con la tradición de la “rapa das bestas”, sin venir demasiado a cuento, por cierto. Eso es ya una declaración de intenciones de que este falso thriller lo que quiere es estar perfectamente ambientando en la idiosincrasia y costumbrismo gallegos de la España vaciada. Pero su exploración va, sobre todo, hacia la crueldad del ser humano y la capacidad innata que tenemos de odiar y ser odiados en forma creciente, cuando la raíz del problema a lo mejor no era para tanto… o puede que sí.
Lo primero que me llama la atención, y que no me gusta personalmente, es que es una película prácticamente en versión original subtitulada. Prevalece muchísimo el gallego y el francés por encima del uso del castellano. Ojo, que el director así transmite mejor la realidad, y no tengo nada en contra de esas lenguas, pero quieras que no, esto cansa.
No solo cansa ver una película en la que todo el rato tienes que leer, sino que hay que hacerlo durante dos horas y cuarto, con una historia llena de altibajos y que, aunque pretende lo contrario (y con muchos parece que lo consigue), termina aburriendo hasta a los animales de esas parcelas.
No todo es malo. Es curioso que el protagonista sea como es, todo lo más alejado de un héroe que nos pueden poner. Después está Luis Zahera, sin duda el mejor actor que puede representar a un mal tipo gallego de pura cepa. La ambientación rural y los actores nos traen, con bastante realismo, una historia de fundamento interesante pero desarrollo completamente fallido.
Parece dos películas en una. La primera parte es mediocre y la segunda muy mala. Con escaso ritmo y mucha lentitud, esto podría haber sido enfocado como una especie de “Perros de paja” a la española, pero nada más lejos de la realidad.
Si bien Sorogoyen sigue los pasos de Tarantino a la hora de crear tensión con diálogos muy tranquilos, solo se lía parda de verdad en un único momento. También se le nota la influencia en ciertos saltos temporales o en contar las cosas un poquito desordenadas, pero para nada le sale igual de bien.
Y luego está el segundo tramo, de aproximadamente 40 minutos, en el que el tercio cambio a mucho peor, perdiendo por completo toda la fuerza de suspense y thriller que, a duras penas y a fuego desesperantemente lento, el director había logrado levantar a su ritmo.
De esta forma, una película que apuntaba maneras (nunca siendo una maravilla), termina desinflándose por si sola hasta morir, acabando con una fuerte curva descendente (la madre y la hija), que tampoco venía de demasiado arriba, la verdad.
Al final aburre y es muy soporífera. Yo esperaba mucho más enfoque al thriller desde lo que pasa por la mitad, pero no es así.
Nos encontramos de nuevo con otro film tan pretencioso y alabado como tedioso y vacío de contenido, del que muy pocos nos atrevemos a hablar mal, al parecer.
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