Inmensa alegría la que siento al comenzar esta crítica: película española a la que califico de 10 (cuando son pocas las que han pasado de un seis raspado). Sinceramente, puede que un 10 sea algo exagerado (que no un 8 ó 9, más justo éste que aquél), pero para una vez en la vida me he dicho, ... ¡que le den por ahí al rigor!

La película, un espectáculo ... pura desmesura, dirigida desde el primer momento a hacer una incisiva caricatura de la grotesca sociedad española en la que vivimos. Alex de la Iglesia pone unos malos malísimos, y unos buenos ¿buenos?, al servicio de esa caricatura, a través de la cual se nos dicen verdades como puños, y si de algo va esta película eso es de la verdad. Una verdad de la que en general no queremos saber nada, y menos aún si a quien retrata es a nosotros mismos, por eso los rasgos del retrato han de ser grotescos, para que no pudiendo fingir verlos los reconozcamos, y nos reconozcamos en ellos. Y en esto señoras y señores la película es magnífica. Una auténtica obra de arte.

Finalmente, la actuación de Salma Hayek soberbia, a bastante distancia del resto, que en todo caso no desmerecen salvo en contadas ocasiones (no dignas de mencionar aquí).

En resumen, película altamente recomendable ... bajo la forma de un no siempre inocente tirón de orejas con que Alex de la Iglesia ha decidido regalarnos en esta ocasión.

Me parece increíble lo que leo en las críticas: De media le dais el aprobado exceptuando alguna gente sensata que, gracias a Dios, todavía queda.
Desde mi punto de vista ha sido soporífera, todo fuera de contexto, exageradísimo, tremendista, fuera de lugar. ¡Coño!, si quieres hacer una película surrealista, ¡hazla bien!; y si quieres hacer una película de crítica social, con conciencia, que remueva las tripas de cada espectador, pues ¡coño!, haz una que se asemeje a la realidad y en la que nos sintamos identificados.

Todo fatal: actores no creíbles, argumento aburrido, poca versatilidad, poca agilidad, excentricidades. Somos un país de pandereta, pero no tanto joder.En Balada Triste ya se fue en el último tercio de película por los Cerros de Úbeda y en esta más de lo mismo. ¡Que me devuelvan mi dinero!

pd:¡coño!

Para empezar, que José Mota es un cómico, y no un actor, de ahí que sea prácticamente imposible tomarlo en serio cuando aflora la vena dramática del personaje que interpreta, además de resultar forzado en cada frase que pronuncia, la nula química con Salma (no la mira a los ojos), el inverosímil devenir de los acontecimientos que lo lleva a restar postrado con un hierro en la cabeza (menuda basura de guión o tal vez es que lo tradujo Zapatero).

Con todo esto que salvar (aparte de ser un evidente remake de la película de Billy Wilder), cualquier director con el mínimo tino hubiese concebido una historia esperpéntica del típico panoli que termina siendo víctima del circo que él mismo (indirectamente) ha montado, con la moraleja de que acercarte al monstruo puede suponer que éste termine engulléndote. En vez de esto, el defensor de las mirindas se limita a recalcar sólo una idea, que la dignidad no tiene precio (y para eso no hacen falta 98 minutos).

Lo mejor: que salen mis compis de la Alquería.

Lo peor: la nominación de Mota y no de Tejero (inconmensurable en su breve pero magistral papel); el prólogo, del todo innecesario; el lifting de Galiardo; y que Nerea sólo tenga tres escenas y ¡ninguna frase!