Dolor y gloria
2019 

6.8
32,494
Drama
Narra una serie de reencuentros en la vida de Salvador Mallo, un director de cine en su ocaso. Algunos de ellos físicos, y otros recordados, como su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres a Paterna, un pueblo de Valencia, en busca de prosperidad, así como el primer deseo, su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80, el dolor de la ruptura de este amor cuando todavía estaba vivo y palpitante, la escritura como única ... [+]
19 de julio de 2019
19 de julio de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dolor y Gloria
Después de un deslumbrante despegue, Pedro Almodóvar me ha ocasionado más decepciones que alegrías. Porque, desde entonces, sus siguientes realizaciones me causaron más indiferencia que interés, en algunos casos sopor y en otros, como me ocurrió con "Los amantes pasajeros", auténtico espanto, un bodrio insufrible. Pero volví a reconciliarme con él en “Todo sobre mi madre” y más adelante con "Volver", una preciosa y extraordinaria película, casi mística, poética, donde retorna a sus orígenes manchegos para transmitirnos toda la emoción, delicadeza, pasión y sabiduría que este gran director atesora. Y a partir de ahí, sequía.
Y ahora nos llega "Dolor y gloria", su última realización que, como ya es habitual, Almodóvar dirige y escribe su propio guion. La he visto con interés, he tratado de sumergirme dentro de la trama e involucrarme emocionalmente en lo que Pedro nos cuenta. Y no puedo decir que la cinta no me haya gustado. Reconozco en muchos momentos su cine, me deslumbra la encantadora escena con la que abre la película, la fotografía es luminosa y aliñada de vivos colores, la ambientación de interiores, sobresaliente, debo contener la emoción en algunos instantes muy puntuales y asumo que este hombre ama su oficio y conoce los resortes que lo integran.
Pero, en su conjunto, cuando alejo la lente, veo cierta impostura, una excesivo recreación en el dolor físico y psicológico que sufre nuestro protagonista, no termino de creerme el calvario por el que atraviesa, tal vez por su recurrente persistencia y, además, algunos diálogos adolecen de una empalagosa pomposidad.
Antonio Banderas y Penélope Cruz, dos actores que jamás han gozado de mis preferencias, excepto -y no siempre- cuando se mueven en la órbita almodovariana, están superlativos, porque no hay que olvidar que Almodóvar es, también, soberbio en la dirección de actores.
En fin, aunque es una película muy recomendable que encandilará seguramente a un público mayoritario e incondicionalmente entregado, queda lejos de lograr la excelencia a la que el maestro, de cuando en cuando, nos tiene acostumbrados.
Y, por favor, mis improbables lectores, no me hagan demasiado caso pero a este cronista el dolor no le llega y nunca alcanza a vislumbrar la gloria.
Emilio Castelló Barreneche
Después de un deslumbrante despegue, Pedro Almodóvar me ha ocasionado más decepciones que alegrías. Porque, desde entonces, sus siguientes realizaciones me causaron más indiferencia que interés, en algunos casos sopor y en otros, como me ocurrió con "Los amantes pasajeros", auténtico espanto, un bodrio insufrible. Pero volví a reconciliarme con él en “Todo sobre mi madre” y más adelante con "Volver", una preciosa y extraordinaria película, casi mística, poética, donde retorna a sus orígenes manchegos para transmitirnos toda la emoción, delicadeza, pasión y sabiduría que este gran director atesora. Y a partir de ahí, sequía.
Y ahora nos llega "Dolor y gloria", su última realización que, como ya es habitual, Almodóvar dirige y escribe su propio guion. La he visto con interés, he tratado de sumergirme dentro de la trama e involucrarme emocionalmente en lo que Pedro nos cuenta. Y no puedo decir que la cinta no me haya gustado. Reconozco en muchos momentos su cine, me deslumbra la encantadora escena con la que abre la película, la fotografía es luminosa y aliñada de vivos colores, la ambientación de interiores, sobresaliente, debo contener la emoción en algunos instantes muy puntuales y asumo que este hombre ama su oficio y conoce los resortes que lo integran.
Pero, en su conjunto, cuando alejo la lente, veo cierta impostura, una excesivo recreación en el dolor físico y psicológico que sufre nuestro protagonista, no termino de creerme el calvario por el que atraviesa, tal vez por su recurrente persistencia y, además, algunos diálogos adolecen de una empalagosa pomposidad.
Antonio Banderas y Penélope Cruz, dos actores que jamás han gozado de mis preferencias, excepto -y no siempre- cuando se mueven en la órbita almodovariana, están superlativos, porque no hay que olvidar que Almodóvar es, también, soberbio en la dirección de actores.
En fin, aunque es una película muy recomendable que encandilará seguramente a un público mayoritario e incondicionalmente entregado, queda lejos de lograr la excelencia a la que el maestro, de cuando en cuando, nos tiene acostumbrados.
Y, por favor, mis improbables lectores, no me hagan demasiado caso pero a este cronista el dolor no le llega y nunca alcanza a vislumbrar la gloria.
Emilio Castelló Barreneche
1 de agosto de 2019
1 de agosto de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debe llegar un momento de tu vida, o una “madurez”, en el que echas la vista atrás y rememoras viejos recuerdos de tu infancia. Ese momento, está marcado por la pérdida de un ser querido, por un bache profesional, o por la salud que no acompaña. No es Almodóvar al primer, ni al último director que le sucede, ni que aprovecha esta circunstancia para narrar al espectador todo aquello que le pasa por la mente.
Básicamente, eso es ‘Dolor y Gloria’, un film repleto de autorreferencias en el que se abre al espectador que, durante tantos años, le ha seguido ciegamente. Se abre a él para contar pasajes de su vida sin tabús ni complejos.
Pero también encuentro en este Almodóvar, al más plano como director. Más allá del habitual uso de color, tan característico en él, la realización es sumamente anodina, casi televisiva. Como si no hubiese acabado de salir de ese bache creativo del que nos está hablando.
Además, al querer contar tantas cosas, tantas anécdotas, el film termina siendo una amalgama de momentos sin historia ni trama central que la sustente. Hay diálogos y momentos curiosos sí, pero me falta un hilo conductor que una todo lo que se está contando.
Banderas se limita a imitar al director de forma contenida. Es, quizás, lo más destacable del film sin que este llegue a hacer una grandísima interpretación (o, simplemente, no luce porque el director no está del todo implicado). Destacaría a Leonardo Sbaraglia dentro del reparto.
‘Dolor y Gloria’ prometía ser la obra más madura y reflexiva del director. Puede que lo sea, no digo que no, pero que no está a la altura de anteriores trabajos también es cierto.
Más en: https://alquimistacinefilo.wordpress.com/
Básicamente, eso es ‘Dolor y Gloria’, un film repleto de autorreferencias en el que se abre al espectador que, durante tantos años, le ha seguido ciegamente. Se abre a él para contar pasajes de su vida sin tabús ni complejos.
Pero también encuentro en este Almodóvar, al más plano como director. Más allá del habitual uso de color, tan característico en él, la realización es sumamente anodina, casi televisiva. Como si no hubiese acabado de salir de ese bache creativo del que nos está hablando.
Además, al querer contar tantas cosas, tantas anécdotas, el film termina siendo una amalgama de momentos sin historia ni trama central que la sustente. Hay diálogos y momentos curiosos sí, pero me falta un hilo conductor que una todo lo que se está contando.
Banderas se limita a imitar al director de forma contenida. Es, quizás, lo más destacable del film sin que este llegue a hacer una grandísima interpretación (o, simplemente, no luce porque el director no está del todo implicado). Destacaría a Leonardo Sbaraglia dentro del reparto.
‘Dolor y Gloria’ prometía ser la obra más madura y reflexiva del director. Puede que lo sea, no digo que no, pero que no está a la altura de anteriores trabajos también es cierto.
Más en: https://alquimistacinefilo.wordpress.com/
6 de agosto de 2019
6 de agosto de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Almodóvar parece querer escribir el largo inicio de un testamento que no va a saber ni como terminar. No se puede negar la cantidad de matices autobiográficos (ya reflejados con menor intensidad en películas como “La Mala Educación” (2004), “Volver” (2006) y “Los Abrazos Rotos” (2009)que se dejan entrever claramente en la última película del director manchego. “Dolor y Gloria” viene y vendrá a ser una de sus muchas otras declaraciones de intenciones que van desde sus orígenes humildes, la aventura de arrojarse a los brazos de una ciudad como Madrid caldeada por la “movida” y su amor por y para el cine.
En resumidas cuentas, la película lo clava desde una óptica personal a través del alter ego en la ficción, es decir, el director en ciernes Salvador (interpretado por Antonio Banderas), cuando no es homenajeado por alguna filmoteca acaba recluido en su coqueto pero solitario apartamento. En uno de esos homenajes que le arrancan del ostracismo, Salvador recurre a la ayuda de uno de sus antiguos actores, Alberto (Asier Etxeandia) recluido en su nido y en su heroína, con el fin de compartir unos recuerdos que ya forman parte del tiempo. Es en esa esencia del pasado en que se introducen nuevos personajes del universo perdido de Salvador.
Es ese Almodóvar tan personal y nostálgico que a veces cede en el peso de su insistencia para recordarnos quién es: ¿Presunción de ego tal vez? El film es tranquilo, respira silencio y nos insinúa que como recordatorio es intachable, jugando con los esquemas del cine dentro del cine y el drama como instrumento del desconsuelo, en el hallazgo de la verdadera sinceridad de un autor que tiende a repetirse pero a la vez ceder más en la visión de desnudar su persona.
En resumidas cuentas, la película lo clava desde una óptica personal a través del alter ego en la ficción, es decir, el director en ciernes Salvador (interpretado por Antonio Banderas), cuando no es homenajeado por alguna filmoteca acaba recluido en su coqueto pero solitario apartamento. En uno de esos homenajes que le arrancan del ostracismo, Salvador recurre a la ayuda de uno de sus antiguos actores, Alberto (Asier Etxeandia) recluido en su nido y en su heroína, con el fin de compartir unos recuerdos que ya forman parte del tiempo. Es en esa esencia del pasado en que se introducen nuevos personajes del universo perdido de Salvador.
Es ese Almodóvar tan personal y nostálgico que a veces cede en el peso de su insistencia para recordarnos quién es: ¿Presunción de ego tal vez? El film es tranquilo, respira silencio y nos insinúa que como recordatorio es intachable, jugando con los esquemas del cine dentro del cine y el drama como instrumento del desconsuelo, en el hallazgo de la verdadera sinceridad de un autor que tiende a repetirse pero a la vez ceder más en la visión de desnudar su persona.
8 de septiembre de 2019
8 de septiembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Esto ya lo he visto”: este mismo pensamiento es el que regresa reiterada y recelosamente a mi cabeza siempre que empiezo a ver una película de Pedro Almodóvar. Emprendemos el largometraje con ese manidérrimo escenario de una España castiza, antediluviana y posguérrica (es entonces cuando re-chequeo en Google la edad del director y guionista manchego… ok: 69 años) en el cual, unas mujeres lavan la ropa en el río mientras canturrean una canción “A tu vera” (otrora interpretada por la gran folclórica Lola Flores, y entonada en esta ocasión por Rosalía). Coqueteando con este manierismo, otra vez Penélope Cruz ha perpetrado su aparición estelar, en esta escena que representa una fase pretérita del periplo existencial de Salvador Mallo, hijo de aquélla, nuestro protagonista.
Elipsis que nos sitúa en el presente, o al menos, un vasto lapso de tiempo posterior. Es entonces cuando paradójicamente mi mente se teletransporta a mi infancia, con la melopea de Dumbo. Y es que una serie de imágenes gráficas y anatómicas sobre fondo negro al ritmo de esa voz omnisciente en primera persona, comienzan a esbozar los menoscabos físicos de Salvador- fortuitos y consecuencia de la senectud- que a mi parecer, con un no pretendido toque hipocondríaco, rozan el victimismo, y no sé si debo sentir lástima. Todos ellos se personifican cómo no en Salvador, hoy por hoy Antonio Banderas (muy convincente en su papel, he de señalar).
Entre flashbacks y flashforwards, vamos conociendo a Salvador, quien en la postrera fase de su travesía existencial y ya de vuelta y media de la vida, sobrevive a las temidas y permanentes enfermedad y soledad, esas que justifican que de vez en cuando, necesite olvidar a través de unos buenos “chinos” (droga dura, vamos). En este estado de escepticismo vitalicio, la creatividad y expresionismo desbordantes afloran para quedarse infructuosos en su ordenador personal, a pesar de los esfuerzos de su ex-compañero y actor Alberto (Asier Etxeandia) por darles vida. En fin, todo ello, con un matiz “woodyalleniesco” de no buscada excelsitud de su persona. Regresan los fantasmas del pasado: incomprensión por parte de una madre cuando menos presente (a la cual Salvador interpela en un fugaz intento de retratar su relación maternofilial: ¿Te he fallado simplemente por ser como soy?), inatención por parte de un padre ausente, educación escolar católica y férrea, ligeros y sutiles desvelos de su atracción al mismo sexo, amor perdido… En fin, un poco de aquí, y un poco de allá.
Y yo me cuestiono, ¿exactamente qué nos querías contar Pedro?, ¿Cuál era el hilo conductor? … Quizá solo era eso: unas simples e inconexas pinceladas de tu vida, sin otra pretensión que la de recrearte sutilmente en un pasado que se fue y te justifica, un presente que inexorablemente prosigue y te caracteriza, y un futuro incierto que no alberga más que el simple devenir de la vida. Como dijera Ortega y Gasset : “Yo soy yo y mis circunstancias”.
SIN MÁS. (en negrita)
(Me marcho completamente neutrex del cine. Menos mal que la sala era de reestreno y no he malgastado mis titos, pero tranquilos, tampoco me esperaba nada mejor).
Elipsis que nos sitúa en el presente, o al menos, un vasto lapso de tiempo posterior. Es entonces cuando paradójicamente mi mente se teletransporta a mi infancia, con la melopea de Dumbo. Y es que una serie de imágenes gráficas y anatómicas sobre fondo negro al ritmo de esa voz omnisciente en primera persona, comienzan a esbozar los menoscabos físicos de Salvador- fortuitos y consecuencia de la senectud- que a mi parecer, con un no pretendido toque hipocondríaco, rozan el victimismo, y no sé si debo sentir lástima. Todos ellos se personifican cómo no en Salvador, hoy por hoy Antonio Banderas (muy convincente en su papel, he de señalar).
Entre flashbacks y flashforwards, vamos conociendo a Salvador, quien en la postrera fase de su travesía existencial y ya de vuelta y media de la vida, sobrevive a las temidas y permanentes enfermedad y soledad, esas que justifican que de vez en cuando, necesite olvidar a través de unos buenos “chinos” (droga dura, vamos). En este estado de escepticismo vitalicio, la creatividad y expresionismo desbordantes afloran para quedarse infructuosos en su ordenador personal, a pesar de los esfuerzos de su ex-compañero y actor Alberto (Asier Etxeandia) por darles vida. En fin, todo ello, con un matiz “woodyalleniesco” de no buscada excelsitud de su persona. Regresan los fantasmas del pasado: incomprensión por parte de una madre cuando menos presente (a la cual Salvador interpela en un fugaz intento de retratar su relación maternofilial: ¿Te he fallado simplemente por ser como soy?), inatención por parte de un padre ausente, educación escolar católica y férrea, ligeros y sutiles desvelos de su atracción al mismo sexo, amor perdido… En fin, un poco de aquí, y un poco de allá.
Y yo me cuestiono, ¿exactamente qué nos querías contar Pedro?, ¿Cuál era el hilo conductor? … Quizá solo era eso: unas simples e inconexas pinceladas de tu vida, sin otra pretensión que la de recrearte sutilmente en un pasado que se fue y te justifica, un presente que inexorablemente prosigue y te caracteriza, y un futuro incierto que no alberga más que el simple devenir de la vida. Como dijera Ortega y Gasset : “Yo soy yo y mis circunstancias”.
SIN MÁS. (en negrita)
(Me marcho completamente neutrex del cine. Menos mal que la sala era de reestreno y no he malgastado mis titos, pero tranquilos, tampoco me esperaba nada mejor).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La película no da ni para spoiler. Que se van a Paterna y que Penélope Cruz es actriz, ya lo sabíamos todos.
15 de septiembre de 2019
15 de septiembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Dolor y gloria" es la nueva película del director de cine y guionista español Pedro Almodóvar, la vigésimoprimera de su extensa filmografía, de la que se destacan títulos como "Mujeres al borde de un ataque de nervios", "Tacones lejanos", "Todo sobre mi madre" o "Volver", siendo "Julieta" de 2016 su última realización. En esta ocasión el cineasta español cuenta con varios de sus actores tradicionales, como Antonio Banderas, Penélope Cruz o Cecilia Roth, más algunos con los que no había trabajado previamente, como los casos de Leonardo Sbaraglia o Nora Navas.
La historia de "Dolor y gloria" gira en torno a la vida de Salvador Mallo (Banderas), un director de cine en su ocaso, deteriorado mayormente por una sumatoria de problemas físicos. Algunos de ellos fuertemente vinculados a sucesos de su infancia, la cual parece estar más presente que nunca, sumado a una serie de eventos acontecidos en las décadas siguientes que también comienzan a aflorar. Una de las razones es la restauración de "Sabor", un filme que realizó 30 años atrás, y que representó en su momento el distanciamiento con Alberto (Asier Etxeandia), quien además de ser protagonista de este, era su amigo. El paso del tiempo lleva a la reflexión a Salvador, quien decide reencontrarse con Alberto, hacer las pases, e invitarlo a la presentación de la restauración de la película en cuestión. Pese a parecer una buena idea en su concepción previa, los problemas de la actualidad de Salvador, sumado a aquellos no resueltos del pasado, y la dura instancia y complejidad de afrontarlos, no le serán gratos en absoluto.
Podemos decir, en algún sentido, que "Dolor y gloria" se puede dividir en dos partes; en la inicial, Almodóvar presenta tanto a un personaje central, como a una trama sumamente interesantes, valiéndose de todos los recursos a su alcance para hacerlo, para mostrarnos con claridad el momento que pasa el protagonista, y la serie de conflictos que lo aquejan. Intercalando su presente, con sucesos de su infancia, Almodóvar nos cuenta la vida de Salvador Mallo, aquello que más lo marcó en sus primeros años, y la realidad que vive en la actualidad. La dinámica es exacta, ya que sin apuros, ni lagunas, nos introduce en un relato convincente, demostrando aquello que sabe hacer más que bien. Los problemas afloran en la segunda parte, donde el realizador español por momentos hace agua, algo que, al menos bajo mi entendimiento, le viene pasando en sus últimos largometrajes. Por un lado no puede escapar de sus fantasmas, de ciertos elementos que siempre usó, y que además de hacer su cine repetitivo, resultan innecesarios para la construcción misma del entramado de la historia, sin obviar que en la actualidad tienen menos valor que el que pudieran haber tenido hace 20 o 30 años. A su vez todo lo referido al desenlace no termina de ser convincente, y sobre su segunda parte se hace por momentos densa y un poco sosa, carente de sustancia. Esto no quita el valor de su primera mitad, pero no deja de ser un inconveniente, y que a la vez deja un sabor amargo, que hace sentir a uno que las mejores realizaciones de Almodóvar fueron hace tiempo, y que en esta década (por lo menos a mi) ninguna de las hechas terminan de convencer.
La historia de "Dolor y gloria" gira en torno a la vida de Salvador Mallo (Banderas), un director de cine en su ocaso, deteriorado mayormente por una sumatoria de problemas físicos. Algunos de ellos fuertemente vinculados a sucesos de su infancia, la cual parece estar más presente que nunca, sumado a una serie de eventos acontecidos en las décadas siguientes que también comienzan a aflorar. Una de las razones es la restauración de "Sabor", un filme que realizó 30 años atrás, y que representó en su momento el distanciamiento con Alberto (Asier Etxeandia), quien además de ser protagonista de este, era su amigo. El paso del tiempo lleva a la reflexión a Salvador, quien decide reencontrarse con Alberto, hacer las pases, e invitarlo a la presentación de la restauración de la película en cuestión. Pese a parecer una buena idea en su concepción previa, los problemas de la actualidad de Salvador, sumado a aquellos no resueltos del pasado, y la dura instancia y complejidad de afrontarlos, no le serán gratos en absoluto.
Podemos decir, en algún sentido, que "Dolor y gloria" se puede dividir en dos partes; en la inicial, Almodóvar presenta tanto a un personaje central, como a una trama sumamente interesantes, valiéndose de todos los recursos a su alcance para hacerlo, para mostrarnos con claridad el momento que pasa el protagonista, y la serie de conflictos que lo aquejan. Intercalando su presente, con sucesos de su infancia, Almodóvar nos cuenta la vida de Salvador Mallo, aquello que más lo marcó en sus primeros años, y la realidad que vive en la actualidad. La dinámica es exacta, ya que sin apuros, ni lagunas, nos introduce en un relato convincente, demostrando aquello que sabe hacer más que bien. Los problemas afloran en la segunda parte, donde el realizador español por momentos hace agua, algo que, al menos bajo mi entendimiento, le viene pasando en sus últimos largometrajes. Por un lado no puede escapar de sus fantasmas, de ciertos elementos que siempre usó, y que además de hacer su cine repetitivo, resultan innecesarios para la construcción misma del entramado de la historia, sin obviar que en la actualidad tienen menos valor que el que pudieran haber tenido hace 20 o 30 años. A su vez todo lo referido al desenlace no termina de ser convincente, y sobre su segunda parte se hace por momentos densa y un poco sosa, carente de sustancia. Esto no quita el valor de su primera mitad, pero no deja de ser un inconveniente, y que a la vez deja un sabor amargo, que hace sentir a uno que las mejores realizaciones de Almodóvar fueron hace tiempo, y que en esta década (por lo menos a mi) ninguna de las hechas terminan de convencer.
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